El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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viernes, 3 de octubre de 2025

La creencia se convierte en fe

 


          Creer es tener fe en lo que tú crees que es la Verdad. Hay, pues, un entretejido entre la creencia y la fe. Al principio se hace la creencia; si se mantiene se convierte en fe. Si tú no crees que algo es verdad, no lo puedes traer a la manifestación. Si tú no puedes creer en tus propias palabras cuando pronuncias “Yo Soy tal o cual cosa”, ¿cómo puede establecerse y manifestase el dicho de Shakespeare?: “No hay nada bueno ni malo, el pensar lo hace así” Es absoluta verdad.

SAINT GERMAIN


martes, 16 de septiembre de 2025

Sin reproches

 



“El que camina en la niebla con el corazón encendido…

ya ha encontrado más de lo que cree.”

 

Querido hijo:

He escuchado tu carta. No con prisa ni juicio, sino con esa ternura que me une a ti desde antes del tiempo. Tus preguntas llegaron hasta Mí sin necesitar adornos. No hicieron falta fórmulas ni plegarias ensayadas. Bastó tu sinceridad, ese susurro interior que no busca convencerme, sino compartirse.

Y aquí estoy, sin respuestas exactas, porque sé que no me las estás pidiendo como quien resuelve un enigma. Lo que buscas no son soluciones rápidas, sino señales de que sigo aquí. Y sí, estoy. Siempre he estado. Incluso cuando no me nombras. Incluso cuando tu alma tiene más preguntas que certezas. Incluso cuando me miras de reojo, como quien no está seguro de si hay alguien mirando de vuelta.

Te confieso algo que pocos entienden: no me hiere tu duda. Al contrario, me conmueve. Porque quien pregunta lo hace desde la herida, sí, pero también desde el anhelo. Tu fe no es menor por tambalearse; es más profunda por mantenerse viva incluso cuando todo parece negarla. ¿Sabes? A veces, lo que tú llamas duda, yo lo llamo camino. Porque no es ausencia de fe, sino el modo en que tu alma va abriéndose paso hacia algo más verdadero.

No temas tu fe pequeña, ni tu confianza a medias. No necesitas traerme una fe perfecta. Yo prefiero el barro a la fachada. Prefiero el corazón que tiembla al que finge certeza. Me basta con que te acerques, como hoy, con las manos vacías pero el alma abierta. Con eso basta. Porque yo no habito en los templos construidos por seguridades, sino en los rincones humildes donde alguien, como tú, se atreve a mirar al cielo sin comprenderlo del todo.

Has preguntado si puede haber fe sin sentir. Y te respondo no con palabras, sino con una imagen que puse en tu alma desde el principio: la raíz. La raíz no se ve. Crece en lo oculto. A veces parece que no hay vida, que el árbol está seco, pero debajo late el misterio. Así es la fe muchas veces. No brilla, no se exhibe. Se hunde en la tierra, en lo cotidiano, y desde ahí sostiene. Incluso cuando no lo notas.

También preguntaste si basta con permanecer. Y Yo te digo: permanecer es amar. Quedarte, incluso en la noche, es un acto sagrado. Porque cualquiera puede creer cuando todo va bien. Pero tú sigues escribiéndome desde la niebla. Y eso, hijo mío, es oración pura. No la oración de quien pide, sino la de quien entrega su voz, aunque no tenga palabras. Y Yo la recojo. Siempre la recojo.

No hay pregunta tuya que me moleste. Ni hay grieta que me aleje. Yo no soy un juez esperando a que falles. Soy un Padre que camina contigo incluso cuando tú no sabes hacia dónde vas. No te exijo certezas. No te impongo caminos. Solo te invito a seguir. A no cerrar tu corazón, aunque tengas miedo. A confiar en medio de la contradicción. A entender que muchas veces, creer no significa estar seguro… sino estar dispuesto.

¿Dices que a veces no entiendes por qué no me muestro más claramente? Quizá porque tu alma —como tantas otras— necesita la libertad para amarme, no la obligación de verme. Si Yo me revelara con la evidencia de una fórmula matemática, tu corazón se rendiría, sí, pero no elegiría. Y yo no quiero corazones rendidos por el asombro, sino amores libres que, aun sin verme, decidan quedarse.

Y si a veces no te respondo como esperas, no es por desinterés, sino porque algunas respuestas no están hechas de palabras. Están hechas de tiempo, de proceso, de silencios que te preparan para entender lo que ahora dolería. Tú ves lo inmediato; Yo, lo eterno. Pero eso no significa que tus preguntas me sean indiferentes. Yo las guardo todas. Y trabajo todas contigo, aunque no siempre lo sientas.

Has hablado del dolor, de la noche, del miedo. ¿Piensas que Yo no los conozco? Recuerda: también lloré. También grité. También dudé. En mi Hijo, tomé la condición humana con todas sus grietas. No como un teatro, sino como una entrega real. Para decirte, con la vida y no con teorías, que Yo sé lo que es no entender. Lo que es amar y no ser comprendido. Lo que es confiar y seguir, incluso con el alma hecha pedazos.

No pongas tu fe en lo que puedes tocar. No la encierres en sentimientos pasajeros. Ámala como lo que es: un hilo frágil que te ata a lo eterno. Un fuego pequeño que, si lo cuidas, resiste cualquier noche. Y si un día se apaga… Yo mismo me encargaré de encenderlo otra vez. Porque más grande que tu fe es mi fidelidad. Más fuerte que tus dudas es mi amor.

No te olvides de esto: tus preguntas son también un acto de amor. Porque quien pregunta, no se ha ido. Y mientras haya en ti una pregunta dirigida a Mí, sabré que todavía estamos hablando. Aunque sea desde el silencio, seguimos en diálogo. No siempre hace falta entender. A veces, basta con seguir confiando en medio de la incomprensión.

Si te parece que crees poco, no temas. La fe no se mide. Se vive. Se entrega. Se renueva. Día a día. A veces cae. A veces duda. Pero siempre encuentra el camino de regreso si hay humildad. Y en ti, hijo mío, la hay.

Gracias por no dejar de buscarme. Gracias por atreverte a escribir lo que muchos callan. Yo veo tu corazón entero, no solo sus palabras. Y lo que veo es hermoso. Porque en él hay verdad. Y donde hay verdad… allí Yo habito.

Sigue caminando. Incluso si no ves. Incluso si no entiendes. Porque el que camina en la niebla con el corazón encendido… ya ha encontrado más de lo que cree.

Con amor eterno, Yo Soy.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


viernes, 12 de septiembre de 2025

Cuando la fe tiembla

 



“Creer no es poseer la verdad, sino sostener el deseo de no perderla”

 

Querido Dios: 

Hoy me acerco a Ti sin certezas, pero con el deseo intacto de comprender. No vengo a hablar de la fe como algo que poseo con firmeza, sino como algo que a veces se me escapa entre los dedos. ¿Es la fe una luz que permanece, o una llama que se tambalea con el viento?

Hay días en que creo sin dudar, en los que Tu presencia me sostiene sin pedir pruebas. Pero también hay días, y no son pocos, en que me cuesta seguir creyendo. En que el silencio pesa, en que las palabras de otros ya no me bastan. ¿Por qué hay momentos en los que Tu nombre me llena de paz, y otros en los que me resulta lejano, abstracto, como un eco perdido?

He escuchado que la fe no depende de sentir, pero ¿cómo no preguntarme si sigo creyendo cuando no siento nada? ¿Sigue siendo fe cuando se viste de rutina, cuando me esfuerzo en confiar, aunque todo en mí quiera rendirse?

¿Acaso tú esperas que mi fe no sea perfecta, sino verdadera? ¿Es suficiente este deseo de no alejarme, incluso cuando dudo? ¿Te basta con que no cierre del todo la puerta, aunque no siempre tenga fuerzas para abrirla del todo?

Miro al mundo, veo su dolor, su caos, su belleza escondida también… y me pregunto: ¿Cómo sigues obrando en este misterio sin que muchos lo noten? ¿Cómo actúas sin imponerte, sin hacer alarde, sin forzar? ¿La fe es, entonces, aprender a reconocerte en lo mínimo, en lo oculto, en lo pequeño?

A veces no busco respuestas, solo presencia. No necesito certezas absolutas, sino señales de que mi búsqueda no es en vano. ¿Las preguntas que guardo en el corazón también son oración? ¿O Tú solo escuchas las que están bien formuladas?

Si me pierdo, ¿seguirás saliéndome al encuentro? Si callo, ¿aún oirás lo que no digo? Si dejo de buscarte por un tiempo, ¿me esperarás sin reproche?

No pretendo comprenderlo todo, Dios, solo quiero aprender a caminar contigo incluso cuando no vea el camino con claridad. Si esto es fe —esta mezcla de amor, deseo, duda y esperanza—, entonces tal vez aún estoy creyendo.

Solo te pido que no me sueltes… incluso cuando yo no sepa cómo aferrarme.

Gracias Señor. 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


martes, 26 de agosto de 2025

El peso de la libertad

 



Entre el deseo de ser y el miedo a fallar, la voluntad se convierte en el campo de batalla donde el alma aprende a caminar sola

 

        Querido Dios:

         Supongo que a todos los seres humanos les sucede lo mismo que a mí, que en múltiples ocasiones se sienten como una simple hoja, desprendida de un árbol y que, con cualquier ráfaga de viento, se mueve sin control: adelante, atrás, arriba y abajo.

Nos has creado, físicamente, con una perfección digna de Ti, pero de la misma manera que aprendimos a caminar, tenemos que aprender a movernos por el mapa de nuestras emociones; pero con una diferencia importante, para aprender a caminar nos tomaban de la mano, para aprender a manejar las emociones no nos enseña nadie y con nuestra falta de voluntad nos vamos moviendo de la alegría a la tristeza y de la felicidad al sufrimiento en función de los acontecimientos que se van sucediendo en nuestra vida.

A veces me detengo a mirar atrás, y aunque encuentro momentos hermosos, la sensación que prevalece es la de haber desperdiciado oportunidades, la de haber cedido frente al miedo, frente a la pereza, frente a la indecisión. ¿Por qué nos resulta tan difícil sostenernos firmes en nuestros propósitos, incluso cuando esos propósitos nos hacen bien? ¿Por qué esa tendencia casi automática a postergar lo importante, a dejar para mañana lo que sabemos que daría sentido a nuestro día?

No es que ignoremos lo que es correcto. Lo sabemos, a menudo con dolorosa claridad. Y, sin embargo, nos falta el empuje necesario para actuar en coherencia con ese conocimiento. Dices en muchas de las voces que te representan que la voluntad es el motor del alma, pero, sinceramente, Señor, ¿no crees que ese motor viene sin gasolina? Nos despertamos con ilusiones, sí, pero basta una mala noticia, una crítica, una rutina pesada… y todo se desinfla. 

A veces pienso que nos diseñaste con un amor inmenso, pero que te faltó incluir un manual para entender el sistema operativo de nuestra mente y de nuestro corazón. Porque esta batalla interna entre lo que anhelamos ser y lo que terminamos siendo, entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que finalmente hacemos… desgasta el alma. Y cuando se repite día tras día, comienza uno a sospechar si somos realmente libres o si apenas somos marionetas sacudidas por los hilos invisibles de nuestra emocionalidad voluble.

Y, sin embargo, cuando uno logra un pequeño triunfo sobre sí mismo, cuando vence una tentación, cuando cumple con una tarea que había estado postergando, cuando dice “no” donde antes siempre decía “sí” (o viceversa), siente uno que ha tocado el cielo por un momento. Entonces comprendemos que esa lucha interna vale la pena, pero… ¿por qué es tan difícil replicarla? ¿Por qué no podemos sostener ese estado de gracia un poco más?

Señor, he notado que la voluntad no se rompe de golpe, sino que se va desgastando poco a poco. Un día haces una excepción, al siguiente otro desliz, y cuando te das cuenta, ya te has alejado kilómetros de quien pretendías ser. Y lo peor es que seguimos andando como si no pasara nada, justificándolo todo con frases como “mañana empiezo” o “es que estoy cansado” o “no soy perfecto”. Lo sabemos, no somos perfectos. Pero ¿no podrías habernos hecho un poco más fuertes frente a nuestras propias excusas?

Y no me malinterpretes, no te escribo desde el reproche amargo. Te escribo desde la necesidad de comprender, desde el cansancio de arrastrar una libertad que se vuelve pesada cuando no sabemos usarla. Porque cuando no ejercemos nuestra voluntad, somos esclavos. Esclavos del placer inmediato, del miedo, del “qué dirán”, de los impulsos. Y aunque nos desagrada reconocerlo, hemos aprendido a vivir más cómodamente en la sumisión a nuestros impulsos que en la lucha por mantenernos fieles a nuestros valores.

A veces pienso que, si me dieras solo cinco minutos con la voluntad de un santo, podría cambiar el curso de mi vida entera. Pero luego recuerdo que los sbantos no la recibieron como un regalo mágico: la construyeron a golpe de caídas y de perseverancia. Y eso, en vez de consolarme, me abruma, porque sé que esa perseverancia también depende de mí… y justo eso es lo que siento que me falta.

Nos diste el libre albedrío, y con él, la posibilidad de ser héroes o cobardes de nuestra propia historia. Pero muchos días no somos ni una cosa ni la otra: solo espectadores de nuestra propia vida, mirando cómo se nos escapa de las manos lo que más queríamos lograr.

No sé si esta carta es una súplica, una queja o simplemente una forma de no sentirme solo en esta lucha interior. Pero necesito saber que estás ahí, que no nos dejas solos frente a la fragilidad de nuestra voluntad, que en algún rincón de tu silencio hay un “te entiendo”, incluso cuando no nos entendemos ni a nosotros mismos.

Gracias por escucharme, incluso cuando no tengo fuerzas para hablarte con fe. 

CARTAS A DIOS -Alfonso Vallejo


jueves, 14 de agosto de 2025

Escribir para nada

 

 


Querido Dios:

           Hoy no tengo ninguna duda, ninguna pregunta, ninguna preocupación ni ningún miedo que compartir. Sin embargo, aquí estoy, escribiéndote. Escribir por escribir. Escribir para nada, o tal vez para todo. Porque esta acción, en su sencillez, me conecta contigo de una forma que las palabras apenas pueden explicar. Es un acto de intimidad, una forma especial de oración que, aunque no sea convencional, se ha convertido en mi refugio.

Mientras muchas personas encuentran en las oraciones tradicionales o en la contemplación de los lugares sagrados un puente hacia Ti, he descubierto que escribirte es mi forma más honesta de sentir Tu cercanía. Estos escritos, como una conversación sin interrupciones, me brindan una paz que pocas cosas pueden igualar. Es como si, a través de cada palabra, trazo un camino invisible que me acerca más a Ti.

La meditación también tiene su belleza, lo admito, pero requiere un tiempo que en ocasiones mi mente no me concede fácilmente. En ella, debo invocar la paciencia, sintiendo cómo la respiración arrastra mis pensamientos como quien limpia un camino lleno de hojas. En cambio, escribir es un flujo inmediato, sin barreras, como si mi corazón hablara directamente a través de la pluma o el teclado, alcanzando Tu presencia más rápido de lo que podría imaginar.

Me resulta fascinante pensar en las dudas que nos invaden como humanos, las mismas que invadieron a los israelitas en su travesía por el desierto. A pesar de haber presenciado Tus milagros, se dejaron llevar por la incertidumbre, creando un becerro de oro en su necesidad de lo tangible, algo que sus ojos pudieran ver. Y yo, aunque de otro modo, reconozco en mi vida esa misma tendencia a mirar atrás y preguntarme si estás ahí, incluso después de haber sentido Tu toque en tantas ocasiones.

Sin embargo, he aprendido que mi fe no necesita signos extraordinarios; basta con estas cartas. Son mi evidencia cotidiana de que estás aquí. Es curioso cómo una acción tan sencilla puede fortalecer mi conexión contigo. Cada palabra, incluso aquellas que aparentemente no tienen propósito, se convierten en una ofrenda.

Pienso en la Creación, en el vasto universo que nos diste. Todo parece tener un propósito definido: las estrellas iluminan la noche, los ríos fertilizan la tierra, las aves esparcen semillas. Y, aun así, aquí estoy yo, escribiendo algo que podría parecer carente de propósito práctico. Pero al igual que la brisa que acaricia un campo o el susurro de las hojas en otoño, estas palabras también tienen su lugar en el gran diseño, aunque no lo comprenda del todo.

Hoy, me pregunto, ¿será este acto de escribir un reflejo de Tu propia Creación? Tú, que creaste el universo no porque fuera necesario, sino porque era bueno, hermoso, porque era un acto de amor. Escribir para Ti se siente así: un acto de amor puro, sin expectativas, sin demandas, simplemente por el gozo de compartir este momento Contigo.

Quiero que estas palabras lleguen a Ti como un susurro, como un eco de mi alma que busca encontrarse con lo Divino. Quiero que sean una prueba de que, aunque mi fe a veces flaquee, mi corazón sigue buscando ese vínculo contigo. Porque, aunque dude, aunque tropiece, aunque mire hacia atrás como hicieron los israelitas, buscando a los egipcios, siempre termino encontrándote, siempre vuelvo a Ti.

Y si bien esta carta puede parecer que no tiene un propósito definido, para mí lo tiene todo. Es un recordatorio de que no necesito motivos para acercarme a Ti. No necesito peticiones, ni respuestas, ni pruebas. Solo necesito este acto sencillo, este espacio donde las palabras fluyen y el alma encuentra su hogar.

Gracias por estar ahí, siempre, incluso cuando yo no soy plenamente consciente de ello. Gracias por recibir estas palabras que no buscan otra cosa más que estar Contigo. Gracias por ser el Dios que escucha incluso cuando no hay nada que decir.

Con amor y gratitud.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

 


miércoles, 8 de mayo de 2024

En búsqueda de la felicidad

 


Los seres humanos, en su búsqueda constante de satisfacción, a menudo intentan llenar sus vacíos espirituales con bienes materiales. Con un afán casi frenético, recorren un sendero que parece no tener destino, una ruta que los lleva a un punto muerto donde la felicidad sigue siendo una ilusión inalcanzable. Se preguntan por qué la alegría les es esquiva, si aparentemente poseen todo lo que desean. Pero la realidad es que carecen de lo esencial.

Les falta comprensión, una comprensión profunda de su verdadera naturaleza y propósito en la vida. No se trata solo de acumular riquezas o logros, se trata de conocerse a sí mismos, de entender sus pasiones, sus miedos, sus verdaderas aspiraciones.

Les falta fe, la fe en la posibilidad de transformación personal, en la idea de que pueden evolucionar más allá de sus circunstancias actuales.

Les falta voluntad, la fuerza de voluntad necesaria para emprender el arduo viaje del autodescubrimiento y el cambio personal.

Y, por último, les falta paciencia, la paciencia para perseverar a través de los desafíos, para esperar con tranquilidad y confianza los frutos de sus esfuerzos.

La sociedad moderna nos bombardea con el mensaje de que la adquisición de objetos es sinónimo de progreso y felicidad. Nos convencen de que el próximo dispositivo, el coche más nuevo o la casa más grande nos proporcionará la plenitud que anhelamos. Sin embargo, este es un espejismo que nos aleja de la riqueza verdadera que reside en las experiencias humanas auténticas: las relaciones significativas, los momentos de quietud y reflexión, la apreciación de la belleza natural y el arte.

Para alcanzar un estado de auténtica felicidad, debemos mirar más allá de lo tangible. Es imprescindible cultivar nuestro jardín interior, alimentar nuestro espíritu con sabiduría, compasión y gratitud. Solo entonces podremos comenzar a entender que la felicidad no se compra, se construye día a día con cada pensamiento consciente, con cada acto de bondad, con cada paso hacia el autoconocimiento.

Por lo tanto, lo que, realmente, nos falta no es algo que se pueda adquirir con dinero. Es un tesoro que se encuentra en el interior de cada uno, esperando ser descubierto a través de la introspección y el crecimiento personal. Es el viaje más desafiante y gratificante que uno puede emprender, y es accesible para todos aquellos que tienen el coraje de buscarlo.


domingo, 24 de marzo de 2024

Ten fe

 


Fe, es creer lo que no vemos. Es la confianza o creencia en algo o alguien, incluso en ausencia de pruebas empíricas. Es una fuerza motivadora que impulsa a las personas a perseguir sus sueños y mantenerse firmes ante la adversidad.

La fe, es una cualidad humana esencial que nos permite enfrentar lo desconocido con valentía y optimismo. Nos ayuda a construir confianza en nosotros mismos, en los demás y en el futuro. En última instancia, la fe es el cimiento sobre el cual se construyen la determinación y la perseverancia, permitiéndonos alcanzar nuestras aspiraciones más elevadas.

La fe es la sustancia que llena el vacío entre lo conocido y lo desconocido, proporcionando el puente sobre el cual uno puede cruzar de la duda a la certeza.

Es la expectativa silenciosa de que, a pesar de las circunstancias actuales, habrá un resultado favorable.

Donde falta la fe anida el miedo y el miedo cierra la puerta a la divinidad que siempre permanece al lado del ser humano. Porque es la fe la que abre la puerta que da acceso al interior de la persona, es la fe la que da acceso a la Energía Divina.

No importan los pensamientos que haya tenido la persona, ni el tipo de vida que haya llevado. Cuando la fe inunda al ser y este entra en contacto con su propia divinidad, se libera de manera inmediata del sufrimiento, del dolor y de la tristeza.

Es la persona, en su soledad, la que ha de actuar el interruptor de esa fe, porque esta no se compra en los supermercados, ni llega por acción divina en mitad de un discurso, ni se encuentra entre las páginas de un libro.

Una de las manifestaciones más poderosas de la fe es la confianza en uno mismo. Esta forma de fe es esencial para el crecimiento personal y el logro de metas. Es la creencia interna de que uno es capaz de superar obstáculos, aprender de los fracasos y tener éxito. La fe en uno mismo es el motor que impulsa la innovación y la creatividad.

Tener fe en los demás es otro aspecto crucial. Se refiere a la confianza que depositamos en las capacidades y la integridad de otras personas. Esta fe es la base de las relaciones personales y profesionales sólidas y saludables. Permite la colaboración y el trabajo en equipo, fundamentales para el progreso social y el desarrollo comunitario.

Mirar hacia el futuro con fe es adoptar una actitud de optimismo y esperanza. Es creer que, a pesar de los desafíos y las incertidumbres, el futuro alberga posibilidades y oportunidades. Esta perspectiva puede inspirar acciones positivas.


domingo, 7 de agosto de 2022

Dios se encarga

 Del libro Ocurrió en Lima. Capítulo II, parte 1

Habían pasado diez días desde el extraño encuentro que tuve con Ángel en el malecón y todavía le daba vueltas a su misteriosa desaparición y al todavía más extraño comentario del camarero insinuando que yo había estado solo, sin más compañía que la de un café. No quise investigar más, ¿para qué?, me daba igual la forma en que se había evaporado porque había sido real para mí y, con eso, era suficiente. Si algún día tengo nietos, será una de las anécdotas que les cuente de manera repetida, porque no creo que vaya a olvidarlo el resto de mi vida.

El mismo día del encuentro tuve una reunión con Pablo, ex compañero de trabajo y uno de mis pocos amigos, para tratar la posibilidad de iniciar un negocio juntos, pero fuimos conscientes de que no podíamos, casi ni pensarlo, con el poco dinero de que disponíamos, ya que, juntando los ahorros de los dos, no teníamos ni para alquilar el local y, endeudarnos con un préstamo, para algo que no sabíamos cómo iba a funcionar, no nos parecía lo más lógico a ninguno de los dos. Así que descartamos la idea y los dos coincidimos en que lo mejor sería iniciar la búsqueda de trabajo en alguna empresa del sector informático, por ser el ramo conocido por nosotros. Y a eso estoy dedicado una buena parte de mi tiempo. Buscando empresas y enviando o entregando, personalmente, el curriculum.

Sin embargo, creo que me falta fe. No me veo trabajando en ninguna empresa haciendo el trabajo que hacía. Cuando dejo el curriculum algo en mi interior implora para que no me den el trabajo. Está claro que si no consigo cambiar esa falta de fe no voy a conseguir que ninguna empresa me contrate. En realidad, creo que, aunque sea muy bueno en mi trabajo, me gustaría cambiar de actividad o hacer algo relacionado con la informática, pero de manera diferente. Podría, por ejemplo, diseñar páginas web o reparar computadoras en casa, sin tienda, sin taller, sin jefe. Sin embargo, cuando hablo conmigo mismo, para concretar a qué me gustaría dedicarme, no tengo respuestas claras. 

También hice algo que no había hecho, y que parecía necesario, un presupuesto de gastos para saber cuánto tiempo podía subsistir con mis ahorros. El resultado fue esperanzador. Podía aguantar sin tener ingresos durante los próximos 12 meses. Hay que tener en cuenta que mis únicos gastos son, por un lado, los derivados de la alimentación y limpieza, en el supermercado y, por otro, los gastos fijos de la casa, agua, luz, gas, teléfono y mantenimiento. El pequeño departamento, donde vivo, es de mi propiedad y no genera más gastos que el mantenimiento. Soy un poco huraño y mi diversión es la lectura y alguna película romántica en la tele, por lo que mis gastos extraordinarios se reducen a la mínima expresión.

Sin embargo, encontrarme sin trabajo y sentir en mi interior la falta de fe para conseguirlo, hacía que, de vez en cuando, me embargara la tristeza, la frustración y la impotencia y, en medio de ese estado, que podría calificar como deplorable, sobre todo por no estar acostumbrado a él, comencé a pensar que la vida era un escenario lleno de injusticias. Pensaba que no merecía vivir una situación como esa, y menos una carestía de dinero, como en la que me encontraba inmerso, cuando siempre, durante toda mi vida, la generosidad había sido mi bandera.

Bien es cierto que nunca ayudé a nadie pensando en ninguna recompensa, pero, ahora, sí que venía a mi mente recordando la tontería de que “por cada céntimo que se da se recibe diez veces más”. Estaba más que claro que solo era una bonita frase con la que algunos podrían encontrar alivio en su pobreza.

Recordé, entonces, un comentario que mi madre siempre decía cuando se presentaba algún acontecimiento difícil: “Dios se encarga”. No recuerdo que Dios se encargara de solucionar a allanar el camino por el que transitábamos entonces. Y, ahora, tampoco, ya que pasaba el tiempo y, por supuesto, Dios no terminaba de encargarse. No le recriminaba a Dios, pero sí que me preguntaba ¿por qué?, ¿por qué de la nada me había quedado sin trabajo?

Cuando veía pedir limosna a ancianos o a mamás con niños, o cuando veía a personas rebuscando en las basuras que esperaban, a las puertas de los edificios, ser recogidas por el personal de limpieza de la municipalidad, algo para comer o vender, llegaba a la comprensión de que, a fin de cuentas, yo era un afortunado porque tenía una casa donde vivir y comía cada día, a pesar de no tener ningún ingreso.

 Pero vivir así, cada día, era como una gota que va cayendo inexorable en el vaso, con lo que este no solo se iba a llenar, sino que comenzaría, más pronto que tarde, a rebosar.

Para completar las enseñanzas de Ángel comencé a buscar por internet artículos sobre el amor y la energía y, entonces, fui consciente de que estaba muy relacionado con la espiritualidad.

Nunca había leído nada parecido. Sabía algo, muy poco, de religión, lo que había ido aprendiendo en el colegio, pero nunca alguien me había hablado de espiritualidad. Según iba saltando de una página a otra me topé con escritos de los autores de la espiritualidad en los que afirmaban que Dios vivía en el interior del ser humano y que no era necesario levantar los ojos al cielo para implorar un milagro, ya que con recogerse hacia el interior, hacia el corazón, era suficiente, ahí estaba Dios.

He hice algo que no había hecho nunca. Me senté a meditar como aconsejaban los autores en sus escritos. Lo hice, más que nada, para ver de qué se trataba. Comencé sintiendo la respiración, aunque no sabía muy bien si lo que respiraba era aire o tristeza. Y, después, de un rato viajando en ese aire o en esa tristeza, llevé la atención a mi corazón y se me ocurrió preguntar:

-    ¿Hay alguien ahí?

domingo, 10 de abril de 2016

Fe

PERLAS PARA EL ALMA


La perfección de Dios se encuentra en cada una de las circunstancias que nos toca vivir, en cada uno de los procesos que nos toca atravesar. No somos nosotros quienes para juzgar Sus acciones, Sus maneras, porque cada cosa está planificada como debe ser.

            Dios sabe el motivo o los motivos por los que las cosas suceden.

            La fe no solamente consiste en aferrarse a Dios en tiempos difíciles, sino también es tener la certeza de que sin importar cuán duro o cuán oscuro sea el camino, siempre, siempre habrá una manera de salir y encontrar Luz.

jueves, 15 de enero de 2015

El sentido de la vida (1)


La felicidad es como una mariposa.
Cuanto más la persigues, más huye.
Pero si vuelves la atención hacia otras cosas,
ella viene y suavemente se posa en tu hombro.
Viktor Frankl
La felicidad no consiste en adquirir y gozar,
sino en no desear nada,
pues consiste en ser libre.
Epicteto de Frigia
Volvía caminando a casa cuando escuche en una de las múltiples emisoras o altavoces que se escuchan en la calle una especie de discurso o sermón, que hizo que me detuviera un momento para escuchar de qué iba, porque lo primero que escuché captó mi atención. Decía alguien que parecía ser un guía religioso: “El sentido de la vida solo es hacer felices a los demás. Los que tienen esto claro y lo practican son tan o más felices que aquellos a los que ellos intentan hacer vivir la felicidad”.
Seguí caminando con varias preguntas, relativas a la vida, en mi mente: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿Cuántos habrán conseguido crecer a mi lado, y cuantos se habrán sentido desdichados?, ¿Estaré viviendo según lo previsto?, ¿Realmente habrá algo previsto? Si hecho la vista atrás tengo la sensación de haber vivido cuatro o cinco vidas en esta misma vida. Puede servir como ejemplo los veintitrés cambios que he hecho de vivienda, aunque esto, visto así, bien podría únicamente representar que me gusta el cambio. Y si, realmente me encantan los cambios, aunque creo que también han existido mudanzas internas.
 
Son muchas las veces que me he preguntado que hago aquí. La vida siempre me ha parecido tonta y aburrida, a pesar de vivir intensamente, y no solo ahora, sino a lo largo de muchas etapas de mi vida. Pero la vida, por muy intensa, emocionante y llena de contenido, que sea, el saber de ella que no es más que una ilusión y que puede acabar en cualquier instante, hace de ella, según mi parecer, algo dual: Disfruto de ella, pero me gustaría quemar las etapas rápidamente para encontrarme al otro lado. Si, ya sé que la vida es una elección y que es a través de ella como vamos a aprender a amar y a alcanzar la unión con Dios, pero eso no quita que en mi mente aparezca de vez en cuando el pensamiento de ¿Qué hago aquí?
La frase de que el sentido de la vida es intentar hacer felices a los demás, se puede quedar, y de hecho se queda, en eso, en una frase bonita, porque la inmensa mayoría de las personas no piensan en hacer felices a los demás, (con la excepción, lógica, de alguno de sus seres queridos), únicamente buscan ser felices ellos, pero no saben como, y eligen un camino equivocado, que no solo no les acerca a la felicidad, sino que cada vez les separa más de ella.
El mejor sentido que le podemos dar a la vida es precisamente hacer felices a los demás. Es la mejor manera de conseguir la propia felicidad, pero ¿Cómo se hace para que los demás sean felices? Indiscutiblemente se consigue prestando atención a la vida, y aplicando la mejor de las medicinas: No desees para nadie aquello que no deseas para ti. Respeta como a ti te gustaría ser respetado, escucha como a ti te gustaría ser escuchado, agradece como a ti te gustaría que te agradecieran, ayuda como a ti te gustaría ser ayudado, sonríe, se honesto, cumple tu palabra, y sobre todo ama, ama por encima de todo.
Es difícil, lo sé, pero es más fácil alcanzar así la propia felicidad, que esperando que se infle la cuenta corriente. Y una buena manera de comenzar es intentarlo en el propio entorno, en la familia, en el trabajo, con los amigos.
Suerte. ¡Que seas muy feliz, haciendo felices a todos los que te encuentres!

 

viernes, 3 de octubre de 2014

Volver al Paraiso


            La historia que nos cuentan del Paraíso Terrenal no es más que una alegoría de lo que pudo suceder en los primeros compases del ser humano sobre la Tierra. En esa época los habitantes de la Tierra eran guiados, protegidos y proveídos por Dios.
            Eso era debido a la Ley de Precipitación. La Ley de Precipitación es la Gran Ley de la Creación actuando por todo el Universo a cada instante, y se trata de la manifestación de un deseo espiritual o material en el mundo de la forma. Este poder fue utilizado por la humanidad en masa en la Atlántida, en Lemuria y en la civilización en el continente Hiperbóreo. Era la manera original en que a toda la humanidad se le proveía de comida, ropa y de todo lo que eligieran utilizar en su actividad física en este planeta.
Jesús precipitó cuando multiplicó los panes y los peces, cuando convirtió el agua en vino, cuando sacó el pescado con una moneda de oro en la boca, para pagar sus impuestos.
Jesús dijo: "Lo que Yo he hecho, TODOS los hombres harán, y aún obras mayores harán."
¿Por qué no hacemos las mismas obras que Jesús?, ¿Por qué los seres humanos, en la actualidad, no podemos disfrutar de los beneficios de esta Ley? No podemos disfrutar de ella por la sencilla razón de que desperdiciamos, a tontas y a locas, nuestra energía: el miedo, la ira, los pensamientos desbocados, la envidia, la crítica, y muchos sentimientos destructivos más, que lo único que hacen es enfermar el cuerpo emocional, y por ende, a la misma persona.
El derecho a utilizar y disfrutar del Poder de Precipitación es algo que hemos perdido hace miles de años, pero nadie ha dicho que no podamos recuperar ese Poder. Para ello, solo hemos de eliminar cualquier sentido de discordia, de limitación, de carencia. Hemos de recuperar la pureza, el desprendimiento, la armonía, el servicio, el amor divino, la sabiduría y el perfecto equilibrio.
 
Parece difícil, y posiblemente lo sea, pero la Ley de Precipitación está ahí, en el Universo, y está actuando en todo momento para traer bendiciones a la humanidad; y ningún ser humano podrá sacarla del mundo ni detener su acción para aquellos que alcanzan a vivir su divinidad en la Tierra.
No hay razón alguna para que la humanidad experimente privaciones. Los seres humanos no lo sabemos, pero somos nosotros mismos los que atraemos las privaciones a nuestra vida.
Podemos seguir viviendo una vida de carencias y lamentándonos por ello, lo hacemos muy bien, es lo que mejor sabemos hacer, lo cual es normal, ya que son cientos, o miles de vidas haciendo lo mismo. Me atrevería a decir que no es nuestra culpa, nadie nos ha enseñado a vivir de otra manera, Pero se puede vivir de manera distinta. Nunca es tarde, no tenemos prisa, tenemos toda la eternidad para aprender y tantas vidas por delante como consideremos oportuno. Sin embargo, para que seguir sufriendo, si nuestro deseo es vivir una vida de felicidad, una vida sin limitaciones, una vida de amor, está en nuestras manos conseguirlo.
Podemos volver al Paraíso recordando como vivíamos cuando permitíamos que la Ley de Precipitación funcionara para nosotros. Entonces éramos conscientes de nuestra divinidad, y actuábamos en esa conciencia. Empecemos ahora, cada segundo de retraso es un segundo más de dolor y sufrimiento. Empecemos a recordar que somos hijos de Dios, que todos somos lo mismo, que todos estamos embarcados en la misma empresa, que todos caminamos de vuelta de a Dios.
 Sé que solamente parecen palabras, y en palabras se van a quedar si no conseguimos que esas palabras latan a unísono del corazón, que es el punto de partida para entender, para aceptar y para actuar desde nuestra divinidad.
Puedes comenzar de una manera sencilla. Imagina, piensa y siente que cada persona que se cruza en tu camino, eres tú mismo. Cuando critiques piensa como recibes tu las críticas, cuando desprecies a alguien piensa como recibes tu los desprecios, cuando engañas piensa como recibes tu la mentira, cuando maltratas piensa en cómo recibes tu los maltratos, y así en cada pensamiento, en cada palabra, en cada acción de tu vida. Piensa también en Dios, en cuantas veces te ha engañado, te ha maltratado, te ha ofendido. Si Él no lo hace, que tiene todo el poder, porque nosotros, que no somos nada, lo hacemos de manera permanente con nuestros hermanos.
Cada uno de nosotros somos una Chispa de Fuego Divino, todas iguales. Piensa, habla y actúa desde esa divinidad y esa igualdad, y eso te acercará al Paraíso.

 

lunes, 14 de julio de 2014

Volver a ser como niños


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (11 de Julio de 2014)        



Dios quiere que nos hagamos como niños y volvamos a su regazo. Este es el tipo de fe que todos tenemos que tener.

miércoles, 2 de julio de 2014

¿Qué es la fe?


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (30 de Junio de 2014)        

 
La fe es la principal de las virtudes, es agradecer aquello que todavía no hemos obtenido, y pensar que ya lo hemos conseguido, aun si todavía no lo hemos visto.

miércoles, 25 de junio de 2014

Lo que el corazón quiere, la mente se lo muestra


Esta es una entrevista que La Vanguardia Digital le realizó al Dr. Mario Alonso Puig quien es Médico Especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo, Fellow de la Harvard University Medical School y miembro de la New York Academy of Sciences y de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.
 
Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo. "Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando”. Hay que entrenar esa mente.
Tengo 48 años. Nací y vivo en Madrid. Estoy casado y tengo tres niños. Soy cirujano general y del aparato digestivo en el Hospital de Madrid. Hay que ejercitar y desarrollar la flexibilidad y la tolerancia. Se puede ser muy firme con las conductas y amable con las personas. Soy católico. Acabo de publicar Madera líder (Empresa Activa) IMA SANCHÍS - 18/10/ 2004
 
- Más de 25 años ejerciendo de cirujano. ¿Conclusión?
-Puedo atestiguar que una persona ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar por su trayectoria.
- ¿Psiconeuroinmunobiología?
-Sí, es la ciencia que estudia la conexión que existe entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional. El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad, (y ha sido demostrado de forma sostenible), de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos.
- ¿De qué se trata?
-Se ha demostrado en diversos estudios que un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal.
- ¿Qué tipo de cambios?
-Tiene la capacidad de lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo. Y afecta a nuestra capacidad intelectual porque deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del cerebro más necesarias para tomar decisiones adecuadas.
- ¿Tenemos recursos para combatir al enemigo interior, o eso es cosa de sabios?
-Un valioso recurso contra la preocupación es llevar la atención a la respiración abdominal, que tiene por sí sola la capacidad de producir cambios en el cerebro. Favorece la secreción de hormonas como la serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de ritmos cerebrales entre los dos hemisferios.
- ¿Cambiar la mente a través del cuerpo?
-Sí. Hay que sacar el foco de atención de esos pensamientosque nos están alterando, provocando desánimo, ira o preocupación, y que hacen que nuestras decisiones partan desde un punto de vista inadecuado. Es más inteligente, no más razonable, llevar el foco de atención a la respiración, que tiene la capacidad de serenar nuestro estado mental.
- ¿Dice que no hay que ser razonable?
-Siempre encontraremos razones para justificar nuestro mal humor, estrés o tristeza, y esa es una línea determinada de pensamiento. Pero cuando nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin tristeza, aparece otra línea. Son más importantes el qué y el porqué que el cómo. Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.
- Exagera.
-Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad.
- Más recursos....
-La palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente personas con trastornos psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades.
- ¿Podemos cambiar nuestro cerebro con buenas palabras?
-Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, dijo una frase tremendamente potente que en su momento pensamos que era metafórica. Ahora sabemos que es literal: "Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro".
- ¿Seguro que no exagera?
-No. Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos.
- ¿Hablamos de filosofía o de ciencia?
-Las palabras por sí solas activan los núcleos amigdalinos. Pueden activar, por ejemplo, los núcleos del miedo que transforman las hormonas y los procesos mentales. Científicos de Harvard han demostrado que cuando la persona consigue reducir esa cacofonía interior y entrar en el silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse un 80%.
- ¿Cuál es el efecto de las palabras no dichas?
-Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad, y eso se transmite: la percepción va más allá de la razón. Según estudios de Albert Merhabian, de la Universidad de California (UCLA), el 93% del impacto de una comunicación va por debajo de la conciencia.
- ¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
-El miedo nos impide salir de la zona de confort, tendemos a la seguridad de lo conocido, y esa actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que salir de esa zona.
- La mayor parte de los actos de nuestra vida se rigen por el inconsciente.
-Reaccionamos según unos automatismos que hemos ido incorporando. Pensamos que la espontaneidad es un valor; pero para que haya espontaneidad primero ha de haber preparación, sino sólo hay automatismos. Cada vez estoy más convencido del poder que tiene el entrenamiento de la mente.
- Deme alguna pista.
-Cambie hábitos de pensamiento y entrene su integridad honrando su propia palabra. Cuando decimos "voy a hacer esto" y no lo hacemos alteramos físicamente nuestro cerebro. El mayor potencial es la conciencia.
- Ver lo que hay y aceptarlo.
-Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste persiste. La aceptación es el núcleo de la transformación.