El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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jueves, 31 de julio de 2025

SHUNI MUDRA El mudra de la paciencia

 


SHUNI MUDRA  El mudra de la paciencia

-      Se conoce como el «sello de la paciencia».

-      «Shuni» significa «saturno» o simbólicamente «vacío», este mudra concentra la energía a través del tacto de los dedos para equilibrar emociones y energías sutiles.

-      Este sutil gesto de unión del dedo medio, que representa la responsabilidad y el poder universal, con el pulgar, que simboliza el fuego y la fuerza vital, es visto como un puente hacia la madurez emocional y la paciencia.

-      El dedo medio representa el coraje para mantener el deber y la responsabilidad. El pulgar representa el fuego y la naturaleza divina.

-      Cuando los dos dedos se colocan juntos, simboliza y fomenta la paciencia, el discernimiento, el enfoque y la disciplina.

 Cómo se hace:

°     El dedo medio y el pulgar tocan ligeramente las puntas.

°     Use la presión suficiente para sentir el flujo de energía, pero no para blanquear las yemas de los dedos.

°     Los tres dedos restantes se extienden suavemente, relajados pero no en exceso.

 Sirve para:

°    Nos ayuda a permanecer en el presente, aquí y ahora, incluso cuando queremos escapar al futuro o al pasado.

°       También nos ayuda a ver las oportunidades que solo se presentan cuando estamos pacientes y centrados

 Duración:

°   La práctica de Shuni Mudra puede variar en duración según las preferencias individuales.

°       Se recomienda mantener la posición durante varios minutos para facilitar un flujo de energía mejorado y promover la paciente. La práctica regular puede incrementar la consciencia y apoyar el equilibrio emocional y mental.

 Beneficios:

°       Ayuda a fomentar la compasión, la comprensión y la paciencia hacia los demás. 

°  También ayuda a desarrollar pensamientos nobles y convertir las emociones negativas en positivas.

°       Es bueno usarlo si te sientes impaciente con o hacia alguien.

°       Por ejemplo, en momentos de espera, realizar el Shuni Mudra nos ayudará a sentir más paciencia hacía la o las personas que provocan la espera.

°       También promueve el discernimiento y el compromiso.


lunes, 28 de julio de 2025

El arte de esperar con serenidad

 


El Arte de Esperar con Serenidad

        En un mundo acelerado donde las respuestas son inmediatas y la gratificación está a un clic de distancia, la paciencia ha pasado a ser casi un acto de rebeldía.

Pero ¿qué es realmente la paciencia? ¿Por qué la perdemos? Y más importante aún, ¿cómo podemos cultivarla para vivir con más equilibrio?

La paciencia es la capacidad de mantener la calma ante la espera, el obstáculo o la frustración. Es una virtud que nos permite aceptar las cosas tal como vienen, sin dejarnos arrastrar por la urgencia del momento. Ser paciente no significa resignarse, sino elegir conscientemente la serenidad frente a la reacción impulsiva.

Es una forma de sabiduría emocional: cuando practicamos la paciencia, ejercemos control sobre nuestros impulsos, entendemos que no todo depende de nosotros y aprendemos a convivir con la incertidumbre sin ansiedad.

¿Por qué perdemos la paciencia? Las razones por las que perdemos la paciencia son muchas y muy humanas:

° Expectativas no cumplidas: Esperábamos algo distinto y cuando no ocurre, aparece la frustración.

° Falta de control: Situaciones imprevistas nos sacan de nuestra zona de confort.

° Sobrecarga emocional o física: Cuando estamos cansados, estresados o con demasiadas responsabilidades, nuestra tolerancia disminuye.

° Imposición del ritmo externo: La sociedad moderna nos empuja a vivir rápido, y cuando algo se desacelera, lo sentimos como una amenaza.

En definitiva, perder la paciencia es una señal de que algo dentro de nosotros está desequilibrado. Es un grito del cuerpo y de la mente que nos pide pausa.

Pero, ¿qué se consigue con la paciencia? La paciencia abre puertas a experiencias más profundas y significativas:

° Mejor toma de decisiones: La serenidad nos permite pensar con claridad.

° Relaciones más sanas: Al evitar reacciones impulsivas, fortalecemos el vínculo con los demás.

° Crecimiento personal: La paciencia nos obliga a mirar hacia dentro y trabajar aspectos que normalmente evitaríamos.

° Mayor bienestar emocional: Disminuyen la ansiedad, la ira y el estrés.

Como bien dice el proverbio chino: "Siéntate junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo". La paciencia nos regala perspectiva.

Cuando la paciencia se nos escapa, se manifiesta en distintas formas:

° Gritos o tono de voz elevado.

° Lenguaje corporal agresivo o cortante.

° Juicios apresurados.

° Irritabilidad constante.

° Reacciones desproporcionadas ante problemas menores.

Estos síntomas no solo nos afectan a nosotros mismos, sino que repercuten directamente en el entorno que nos rodea: familia, amigos, colegas, niños. La energía que se genera cuando perdemos la paciencia deja huella.

¿Es lo mismo perder la paciencia que ser impaciente? Aunque parezcan similares, hay una diferencia sutil pero importante:

- Impaciencia es un rasgo más constante, una predisposición a no tolerar la espera. Es parte del carácter o temperamento.

- Perder la paciencia es una reacción momentánea, un desbordamiento emocional.

Se puede ser generalmente paciente y aun así tener momentos de pérdida de control. Lo importante es saber identificarlos y trabajarlos antes de que se conviertan en costumbre.

          Imagina que pierdes la paciencia con un niño. ¿Qué aprende ese niño cuando pierdes la paciencia y le gritas?: Cuando gritamos a un niño por haber perdido la paciencia, el mensaje que recibe va más allá de las palabras. Aprende que el enfado es una forma válida de responder al conflicto. Aprende miedo, inseguridad, y muchas veces, culpa. Pero, sobre todo, aprende que el amor puede volverse ruidoso e impredecible.

Los niños son espejos emocionales. Si los tratamos con serenidad, están más dispuestos a aprender desde la reflexión. Si los tratamos con gritos, aprenden a obedecer desde el temor.

Educar desde la paciencia no significa no poner límites, sino hacerlo con respeto. Las palabras firmes desde la calma tienen mucho más peso que los gritos en la ira.

¿No perder nunca la paciencia significa que todo está bien? No necesariamente. Hay personas que nunca alzan la voz, nunca se muestran irritadas, pero eso no significa que estén bien por dentro. La contención excesiva puede esconder pasividad, miedo al conflicto o dificultad para poner límites.

La paciencia mal entendida puede transformarse en conformismo o evasión. No todo es aceptable, y aprender a decir “no” también es parte de un equilibrio emocional sano.

Actuar desde la serenidad no significa evitar los problemas, sino enfrentarlos desde un lugar consciente y centrado. La serenidad permite:

- Tomar decisiones sin interferencia emocional.

- Poner límites desde el respeto, no desde la ira.

- Ser firme sin ser hiriente.

- Acompañar sin perderse.

Desde la serenidad, la persona se convierte en dueña de sus actos. No reacciona por impulso, sino que responde con intención. Y esto cambia radicalmente la forma de vivir cada situación.

En resumen, cultivar la paciencia no es tarea fácil, especialmente en tiempos donde todo parece urgirnos. Pero es posible. Requiere voluntad, autoconocimiento y práctica constante. Reconocer cuándo estamos perdiendo la paciencia es el primer paso. El segundo es elegir cómo queremos responder.

Respirar. Pausar. Reflexionar. Ese pequeño espacio entre estímulo y reacción puede transformar nuestras relaciones, nuestras decisiones y sobre todo, nuestra relación con nosotros mismos.

La paciencia es una forma de amor, una manifestación de respeto hacia el otro y hacia nuestro propio proceso interno.


jueves, 17 de julio de 2025

Canalizar la lava

 


Querido hijo,

        Gracias por abrir tu corazón. Tu sinceridad y vulnerabilidad son actos de valentía, y son pasos cruciales hacia la transformación. Reconocer tus luchas y buscar ayuda demuestra no solo sabiduría, sino también un profundo deseo de crecer. Quiero que sepas que he escuchado cada palabra tuya y que estoy aquí contigo, ahora y siempre, dispuesto a caminar a tu lado en este viaje.

Esa fuerza que sientes dentro de ti, esa energía que a veces parece desbordar como un torrente incontrolable, no es algo que debas temer ni rechazar. Es una parte intrínseca de tu humanidad, de la riqueza y complejidad de tu ser. Cada uno de ustedes, mis hijos, lleva dentro una mezcla de emociones, pasiones y fuerzas que les da la capacidad de sentir profundamente y de actuar con decisión. Esa energía que sientes no es tu enemiga; es un regalo que, cuando se comprende y se canaliza correctamente, puede convertirse en una fuerza poderosa para el bien.

Quiero que sepas que no estás solo en esta lucha. Muchos de mis hijos enfrentan batallas similares, y eso no los hace débiles ni menos dignos de amor. Al contrario, esos desafíos son oportunidades para aprender, para crecer y para descubrir la fortaleza que yace dentro de ti. No estás definido por esos momentos de descontrol, sino por cómo eliges enfrentarlos y superarlos. Y estoy aquí para guiarte y fortalecerte en cada paso que des.

Permíteme ofrecerte algunas herramientas para ayudarte en este proceso. La primera es la “conciencia”. La conciencia es el faro que ilumina las sombras dentro de nosotros. Cada vez que sientas esa energía brotar, tómate un momento para respirar profundamente y preguntarte: ¿Qué está despertando esto en mí? ¿De dónde viene esta emoción? ¿Es miedo, dolor, frustración o algo más profundo? Al hacerlo, comienzas a desentrañar las raíces de tus reacciones y a comprenderlas mejor. No huyas de ellas, pero tampoco permitas que te dominen. Obsérvalas con compasión y busca el mensaje que pueden estar tratando de transmitirte.

La segunda herramienta que quiero darte es la “paciencia”. Sé amable contigo mismo. Los cambios profundos no ocurren de la noche a la mañana, y es normal que haya altibajos en el camino. Cada paso, por pequeño que sea, es un avance. Celebra esos momentos de progreso y permítete aprender de los tropiezos sin juzgarte severamente. Recuerda que estoy aquí para apoyarte, para levantarte cuando caigas y para recordarte que no estás solo en este proceso.       

La tercera herramienta es el “amor”. El amor es la fuerza más poderosa que existe, y está dentro de ti. Cuando te encuentres en situaciones difíciles, conecta con ese amor. Piensa en las personas que te importan, en los valores que guían tu vida y en la luz que deseas compartir con el mundo. Esa conexión te ayudará a reaccionar desde un lugar de bondad, empatía y comprensión, en lugar de desde la ira o el miedo. El amor es tu brújula, tu guía y tu refugio.

Además, quiero recordarte algo muy importante: no tienes que cargar esta lucha solo. Estoy contigo, pero también he puesto a personas en tu vida que pueden apoyarte. Habla con ellas, comparte tus pensamientos y sentimientos, y no temas mostrarte vulnerable. Las conexiones humanas son una fuente de fortaleza y consuelo, y pueden ser un pilar fundamental en tu camino hacia la paz interior.

Confía en que tienes dentro de ti todo lo necesario para superar estos desafíos. Yo te hice a mi imagen, y en ti hay una chispa divina que nunca se apaga. Esa chispa es tu luz interior, tu guía en los momentos oscuros, y tu recordatorio constante de que eres capaz de grandes cosas. Cree en esa chispa, aliméntala con fe, amor y esperanza, y deja que te inspire en cada paso que des.

Quiero que sepas que estoy inmensamente orgulloso de ti. Orgulloso de tu valentía, de tu esfuerzo y de tu corazón lleno de amor y bondad. Cada vez que eliges el camino del crecimiento, cada vez que buscas la luz en medio de la oscuridad, estás honrando el propósito para el cual fuiste creado. Nunca olvides que te amo incondicionalmente, sin importar tus errores o tus tropiezos. Mi amor por ti es eterno e inmutable, y siempre estaré aquí para ti, guiándote, sosteniéndote y amándote.

Permíteme terminar diciéndote esto: no temas a tus emociones ni a tus luchas internas. Son parte de tu viaje, parte de tu historia, y tienen el potencial de transformarte en alguien aún más fuerte, más sabio y más pleno. Confía en el proceso, confía en ti mismo y confía en mí. Juntos, podemos convertir esa energía que hoy te desconcierta en una fuente de aprendizaje, de creatividad y de amor.

Con amor eterno y fe inquebrantable en ti.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

 


miércoles, 8 de mayo de 2024

En búsqueda de la felicidad

 


Los seres humanos, en su búsqueda constante de satisfacción, a menudo intentan llenar sus vacíos espirituales con bienes materiales. Con un afán casi frenético, recorren un sendero que parece no tener destino, una ruta que los lleva a un punto muerto donde la felicidad sigue siendo una ilusión inalcanzable. Se preguntan por qué la alegría les es esquiva, si aparentemente poseen todo lo que desean. Pero la realidad es que carecen de lo esencial.

Les falta comprensión, una comprensión profunda de su verdadera naturaleza y propósito en la vida. No se trata solo de acumular riquezas o logros, se trata de conocerse a sí mismos, de entender sus pasiones, sus miedos, sus verdaderas aspiraciones.

Les falta fe, la fe en la posibilidad de transformación personal, en la idea de que pueden evolucionar más allá de sus circunstancias actuales.

Les falta voluntad, la fuerza de voluntad necesaria para emprender el arduo viaje del autodescubrimiento y el cambio personal.

Y, por último, les falta paciencia, la paciencia para perseverar a través de los desafíos, para esperar con tranquilidad y confianza los frutos de sus esfuerzos.

La sociedad moderna nos bombardea con el mensaje de que la adquisición de objetos es sinónimo de progreso y felicidad. Nos convencen de que el próximo dispositivo, el coche más nuevo o la casa más grande nos proporcionará la plenitud que anhelamos. Sin embargo, este es un espejismo que nos aleja de la riqueza verdadera que reside en las experiencias humanas auténticas: las relaciones significativas, los momentos de quietud y reflexión, la apreciación de la belleza natural y el arte.

Para alcanzar un estado de auténtica felicidad, debemos mirar más allá de lo tangible. Es imprescindible cultivar nuestro jardín interior, alimentar nuestro espíritu con sabiduría, compasión y gratitud. Solo entonces podremos comenzar a entender que la felicidad no se compra, se construye día a día con cada pensamiento consciente, con cada acto de bondad, con cada paso hacia el autoconocimiento.

Por lo tanto, lo que, realmente, nos falta no es algo que se pueda adquirir con dinero. Es un tesoro que se encuentra en el interior de cada uno, esperando ser descubierto a través de la introspección y el crecimiento personal. Es el viaje más desafiante y gratificante que uno puede emprender, y es accesible para todos aquellos que tienen el coraje de buscarlo.


domingo, 16 de octubre de 2022

Como vivir desde el corazón (2 de 3)

 


          Para vivir desde el corazón, sólo hay que vivir en silencio. Y para conseguir el silencio sólo hay que meditar.

Pero ya es bastante difícil la meditación, como para mantenerla horas, todas las horas del día en que nos mantenemos despiertos, y poder así vivir el ahora, y poder gozar de la sabiduría y las sensaciones del corazón. Por lo tanto, tendremos que hacer algo más.

Las herramientas necesarias para vivir desde el corazón son cuatro. La mente, la atención, la voluntad, y la paciencia.

Es una paradoja, pero necesitamos la mente para dominar a la mente. Necesitamos atención para observar a la mente, necesitamos, como para todo en la vida, ya sea física o espiritual, voluntad para volver al trabajo una y otra vez, cada vez que esta se distraiga, y necesitamos paciencia para llegar al final del camino: el corazón.

Sobre todo recuerda que cualquier camino que quieras recorrer comienza con un primer paso, y que con ese primer paso vas a recorrer un tramo pequeñito, en la vida física menos de un metro. No quieras con ese primer paso llegar al final del camino. No, el camino ha de recorrerse con tranquilidad y con perseverancia, teniendo claro que buscas, y volviendo al camino cada vez que los acontecimientos te separen de él.

Con todo esto claro, ya solo queda comenzar a caminar:

Lo primero que has de hacer es meditar. Medita cada día. Comienza por once minutos si no tienes práctica, y vete ampliando el tiempo para llegar, al menos, a los treinta minutos diarios. Si ya meditas, sigue con tu meditación. Si no lo haces búscate alguna con la que te sientas cómodo. Y si no sabes cual, puedes hacer la meditación para una mente neutral que viene a continuación.

Durante todo tu día, lleva la atención a tu respiración, siente el aire entrando por tus fosas nasales, siente como se expande tu abdomen, siente después como sale el aire y como se relaja tu abdomen, e imagina que estás respirando desde el corazón. Si aun no has adquirido una práctica meditativa, a la tercera respiración, tu mente ya se habrá distraído, para esto necesitas, una vez que seas consciente de tu distracción, voluntad para volver tu atención a la respiración. Haz esto durante todo el tiempo que puedas permanecer consciente.

Como mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor. 

domingo, 15 de mayo de 2016

Menos yo y más tú.

PERLAS PARA EL ALMA



Es posible que inspirados en las vidas de los grandes seres, (budas, gurús, santos, maestros, etc.), dediquemos una parte de nuestro día a la oración, a la meditación o al recogimiento. Pero también es posible que ahí acabe toda la inspiración y que una vez finalizada nuestra práctica nos integremos en la vida haciendo gala de una soberbia sin límites, de una ira irrefrenable, de un rencor destructivo, de una ambición desmedida, o de una crueldad terrorífica, solo por citar algunas de las perlas con las que muchos se van paseando por la vida.

Es preferible menos meditación y más humildad, menos oración y más paciencia, menos recogimiento y más modestia, menos lecturas y más compasión, menos figurar y más tolerancia, más escuchar, más respeto, más amor. 


sábado, 19 de marzo de 2016

La espiritualidad y los niños

         ¿Serian necesarios tantos libros de autoayuda, tantos cursos de crecimiento personal, tantos tipos de terapias de sanación o tantos gurús, si ya fuéramos conscientes de quiénes somos y de qué es lo que significa la vida? Seguramente no. Y no serian necesarios porque tendríamos nuestra divinidad, no solo impregnada en nuestro ser, que lo está de nacimiento, sino también asumida.

         A base de lecturas, de cursos de crecimiento de todo tipo, de clases de yoga, de meditaciones y de terapias, la inmensa mayoría de nosotros, llegamos a aceptar esa divinidad, aunque no lleguemos a entenderla y mucho menos a integrarla, porque integrar la divinidad supone vivir desde el alma, y vivir desde el alma supone vivir el Amor, y vivir el Amor supone no volver a la vida. Y esto no parece que lo hayamos alcanzado.

Sin embargo, a pesar de no integrar ese conocimiento en nuestra vida, podríamos aprovechar, al menos, la aceptación de esa divinidad para ahorrar un camino importante, en algunos casos un camino de varias vidas, a nuestros niños.

No podemos cambiar a la sociedad que es la única responsable del sufrimiento del ser humano, pero si podemos cambiar a nuestra sociedad más cercana, familiares y amigos, y sobre todo enseñar a los que se inician en el recorrido de la vida, nuestros niños, para que crezcan con una nueva manera de entender de vida.



Ahorraríamos mucho tiempo, mucho sufrimiento y muchas desilusiones a nuestros niños si desde la cuna fueran conscientes de su divinidad, de su inmenso poder de creación, de la razón de la vida, de su origen y de su destino, de su unión y de su hermandad con el resto de seres, y sobre todo del poder del Amor.

No podemos cambiar a los que dirigen nuestros países fomentando la violencia, buscando enemigos, inventándose guerras y matando inocentes, porque aunque parezca que les elegimos nosotros no es así, los coloca el gran capital que es quien realmente mueve los hilos de las marionetas que nos gobiernan, pero si podemos inculcar la grandeza de la paz en los niños, la grandeza de la vida, el ahorro de dinero en armas y ejércitos que podría revertir en educación, en alimentación, es sanidad. Para eso tenemos que desterrar las televisiones, ignorar los juguetes que generen violencia y cubrirnos nosotros los adultos con el manto de la paciencia, de la tolerancia, del respeto y del amor para el trato con los niños.

No podemos cambiar a los fariseos que dirigen nuestras iglesias, fomentando la intolerancia, fomentando el desprecio y el maltrato a las diferencias, fomentando la desunión y el terror hacia Dios, pero si podemos enseñar el amor a los niños, enseñarles a respetar absolutamente a todos, sin distinción, enseñarles que significan igualdad y hermandad, enseñarles a practicar la amabilidad y la ecuanimidad, enseñarles a buscar a Dios en su corazón, y para todo esto tenemos una herramienta fundamental: El ejemplo.


Aprovechemos lo que nosotros, ya de adultos, estamos aprendiendo para ahorrar a nuestros niños el sufrimiento al que les abocamos con las enseñanzas tradicionales de nuestra sociedad, e incluso, paradójicamente, con nuestro propio mal ejemplo, y enseñémosles el camino de su espiritualidad desde la más tierna infancia. 

martes, 30 de junio de 2015

Yo no soy ese


            Sería divertido poder observar permanentemente a una persona y comprobar cuál es su comportamiento en cada una de las facetas de su vida: como padre o como madre, como hijo, como pareja, como jefe, como empleado, como amigo intimo, como conocido, como amante, como conductor al que le acaban de dar un golpe por detrás, o como viandante al que le dan un pisotón, y siempre sin que ella supiera que es observada, por supuesto.
             Descubriríamos, sin duda, muchas personas en una. Podríamos observar cómo se va cambiando la máscara en función de la relación. Podríamos comprobar cómo ante una misma situación puede reaccionar de maneras diferentes, en función de la familiaridad que tenga con la persona. Podríamos comprobar las diferentes personalidades de una misma persona.
            Compruébalo por ti mismo. Detén la lectura y piensa como es tu comportamiento en cada una de la interacciones que tienes cada día. Repasa, honestamente, como son tus reacciones con cada una de las diferentes personas que comparten tu vida. Si crees que no hay cambios en ti, ¡enhorabuena!, es posible que te encuentres en el umbral de eso que casi todos llamamos iluminación, aunque no tengamos muy claro, a pasar de la luz, a que se refiere. Lo que sí parece claro es que si crees que nunca cambias la máscara, o que ni tan siquiera usas, estés en una de tus últimas encarnaciones en la Tierra.
            ¿Por qué decimos que si eres siempre la misma persona, sin máscaras, estás en una de tus últimas vidas?, sencillo, porque para ser siempre la misma persona, o eres un malvado, lo cual no parece ser, porque no estarías leyendo esto, o tratas a todo el mundo con amor. Y tratar a todo el mundo con amor es el único aprendizaje real que tenemos los seres humanos en cada encarnación. Si has llegado ahí, ya no necesitarás más encarnaciones.
 
            Pero no parece ser esa la moneda de cambio. Lo normal es que en nuestra mochila llevemos un buen número de máscaras que vamos intercambiando en función de con quién nos tropezamos. Pero si hay personas con las que no usamos máscaras, sino tan solo antifaces, para no tapar la cara al completo, y son las personas con las que tenemos total y absoluta confianza: Normalmente la pareja, y después los hijos. Por eso los mayores maltratos, bien sean físicos, emocionales o mentales, o las mayores faltas al respeto de las personas, se producen en las relaciones de pareja, y después en las relaciones con los hijos. Maltratos que siempre quedan a resguardo en la privacidad del hogar.
            Las máscaras van desapareciendo en función del crecimiento de la persona, o en función del envejecimiento.
La edad hace que a la persona ya no le importe esconder su carácter y exponga sin pudor su mal humor o su falta de respeto en cualquier circunstancia.
Pero lo realmente importante es cuando la persona va dejando las máscaras porque en su crecimiento, o lo que es lo mismo en la maduración de su carácter se acerca a la comprensión de que todos somos la misma cosa, de que todos somos hermanos, y trata a todos como él mismo desea ser tratado, es decir, con amor.
Incluso cercanos a este punto, es posible que aún exista una máscara más: la más cara del pensamiento. La mente, con su casi infinito poder, puede presentar pensamientos que lleguen a ruborizar a la persona, y que la hagan pensar dos veces antes de actuar para no seguir los dictados de la mente, de esa mente malvada cuando la persona está luchando contra sí misma por su propio crecimiento.
En la máscara de pensamiento la persona puede ser consciente cuando muchas personas de su entorno tienen una opinión favorable de la persona, que a esta la cuesta aceptar, por no reconocerse en dichas opiniones. Solo es la máscara del pensamiento, que también se ha de dejar.
No nos queda más remedio que ir sacando máscaras de nuestra mochila. Para ello las herramientas necesarias son amor, respeto, tolerancia, comprensión, bondad, compasión y paciencia.
No hay prisa, tenemos muchas vidas para conseguirlo.

miércoles, 15 de abril de 2015

¿Qué me falta para ser feliz?


Perlas para el alma

Los seres humanos tratan de paliar sus carencias espirituales con posesiones materiales, y afanados recorren un camino inútil para llegar a ningún sitio, para no entender después, como no son felices, ¡si no les falta de nada!
            ¡Y tanto que les falta!, les falta todo, les falta lo más importante: el conocimiento de lo que son, les falta creer que se puede conseguir un cambio, les falta la voluntad para trabajar en la consecución de ese cambio y les falta la paciencia para esperar los primeros resultados.

jueves, 14 de agosto de 2014

Educar con el ejemplo


El amor es para el niño lo que el sol para las flores.
No le basta pan:
Necesita caricias para ser bueno y para ser fuerte.
Concepción Arenal

El medio mejor para hacer buenos a los niños,
es hacerles felices.
Oscar Wilde
Señor, dame un corazón de niño
 y un gran coraje para vivir como adulto.
Santa Catalina de Siena
Quien levanta la mano a un niño,
está golpeando su alma,
está golpeando a Dios.
Hari Krishan Singh
            Recuerdo la llegada a la terapia de una pareja con su niño de dos años y medio como si fuera ahora, porque la mirada triste, la mirada de miedo, la mirada ansiosa de ese niño, como pidiendo ayuda, no se me va a olvidar en mucho tiempo.
            La razón de su visita era que con dos años y medio, el niño no hablaba, y lo traían para ver si podía hacer algo.
            Toqué al niño para ver que sentía, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaba aterrorizado, era como si hubiera construido dentro de sí mismo una especie de burbuja en la que se refugiaba, aunque para nada se sentía seguro, porque era sujetado en brazos por los responsables de su miedo. Sus papas.
            Era normal que no hablara, lo extraño era que respirara. Cuando pregunté a los papas que pasaba, la mama, mirando al padre dijo: Bueno…… mi esposo le habla un poco fuerte.
            Era paralizante el miedo que sentía el niño, y les dije a los papas que sí, que le haría terapia, pero que el trabajo importante era el suyo, tenían que cambiar su actitud hacia el niño y darle amor.
          
               Un niño no es un adulto bajito, y no se le puede exigir al niño como si fuera un adulto. El niño tiene que jugar, porque ese es su aprendizaje. En cuanto a la enseñanza de los adultos hacia el niño, no hay que olvidar que el mejor aprendizaje es el ejemplo.
            Al niño se le ha de tratar con amor, con paciencia y perseverancia. Nada de gritos, nada de desesperarse, nada de represión física. Eso no quiere decir que no se le corrija y se le llame la atención.
            Hay que educar con tolerancia. Cuando los niños hacen algo que disgusta a los adultos, éstos suelen molestarse y actuar de manera impulsiva. Los adultos, por lo general, no sabemos expresar adecuadamente nuestros sentimientos. Es normal tener molestia o enojo, sobre todo si alguien ha hecho algo que pensamos es incorrecto o que ha violado alguna de las normas establecidas en el hogar o fuera de él; sin embargo, hay que saber expresar tales sentimientos. Primero debemos aprender a ser más tolerantes, la gente puede equivocarse y los niños también. Además, los adultos no tienen por qué tener siempre la verdad o la razón de las cosas. Educar con tolerancia significa adentrarse al mundo de los niños y respetarlo.
            Amor, ejemplo, tolerancia, perseverancia y paciencia, son las claves para educar y hacer felices a nuestros niños.
            

lunes, 14 de julio de 2014

La valentia de amar


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (12 de Julio de 2014)        



Hay que ser valientes para amar verdaderamente. Es necesario aprender de Dios que nos ama con inmensa bondad, con inmensa compasión y con inmensa paciencia.

lunes, 21 de abril de 2014

Las virtudes, la pareja y el amor


Los hombres y las mujeres a veces descubren
que es difícil encontrar a la pareja deseable para el matrimonio.
Puede ser cierto.
Pero hay otro componente en la situación:
No es suficiente encontrar a la persona adecuada,
nosotros debemos ser la persona adecuada.

Siempre he creído que no existe ninguna diferencia entre el amor humano y el amor divino. Y eso es así porque el amor es único, no existen diferentes tipos de amor. El error consiste en que los seres humanos pensamos que el amor es una emoción, y no es tal, el amor es energía, y no esa idea romántica que tenemos los seres humanos del amor. Como decía en la entrada del poder del amor, el amor no se acaba porque es la fuerza de la vida. El amor es la fuerza que mantiene girando en perfecto orden a los planetas en el cielo. El amor es la fuerza de vida que mantiene los latidos del corazón. El amor es la Fuerza Divina que se mueve en todos los seres humanos, porque somos hijos de Dios, y Dios es Amor.
Pero está claro que ninguno de los que nos movemos por esta vida en la materia, o casi ninguno, podemos hablar del amor, como sensación, como energía. Podemos hablar de él de manera teórica, ya que si hubiéramos conseguido sentir ese amor, nos faltaría muy poquito para irnos y no volver nunca más, ya que habríamos llegado al final de nuestro aprendizaje en la Tierra.
Por lo tanto, como todo el amor que los seres humanos conseguimos dar y conseguimos sentir, es producto de un pensamiento. Vamos a llamarlo en esta entrada amor humano, para diferenciarlo del amor energía o mejor llamado Amor Divino.
 
El Amor Divino lleva intrínseco todas las virtudes. No en vano, el Amor Divino es el amor que siente Dios por cada uno de nosotros, por lo tanto en el Amor Divino esta la paciencia, esta la tolerancia, esta la comprensión, esta la bondad, esta la falta de crítica y de juicio, esta el servicio, en fin, todas las virtudes se encuentran reflejadas en el Amor Divino. Sin embargo, en el amor humano no es tal. Por el mero hecho de amar a nuestra familia o a nuestros amigos, con nuestra errónea idea del amor, no estamos exentos de enojarnos con ellos,  no estamos exentos de hacerles sentir culpables por algo en alguna circunstancia, no estamos exentos de engañarles, no estamos exentos de juzgarles, no estamos exentos de herirlos emocionalmente, de estamos exentos de ejercer algún tipo de dominio o de control sobre ellos, no estamos exentos de perder la paciencia con ellos, no estamos exentos de gritarles, no estamos exentos de hacerles algún tipo de reproche. Cuando se ama con el Amor Divino, nada de esto ocurre, porque el Amor Divino lleva implícitas todas las virtudes. ¿Os imagináis a Dios perdiendo la paciencia, o gritando por algo que hemos hecho mal, o reprochándonos alguna cosa?, ¿Os imagináis a Dios engañándonos?
Por lo tanto amar como amamos los humanos, con el pensamiento, hace que tengamos que trabajar el resto de virtudes si queremos, no solamente crecer y evolucionar, sino que nuestro amor dure. Por ejemplo: piensa en esa pareja que comienza su convivencia, y que al cabo de poco tiempo comienzan ciertas desavenencias, porque un miembro de la pareja es ordenado y el otro no, o porque a uno de ellos le gusta seguir saliendo de noche, aunque sea de vez en cuando con sus amigos, o sencillamente porque uno aprieta el tubo de la pasta de dientes por abajo y el otro por el medio, o que uno se crea superior por el hecho de ser hombre. Si no existe la paciencia, o la igualdad, o la tolerancia, o la comprensión, en poco tiempo estarán discutiendo, gritándose, posiblemente agrediéndose, ya sea de palabra o de obra. ¿Cuánto les va a durar el amor?, les va a durar un suspiro. A esta pareja, y a tantas y tantas, las ha engañado su pensamiento.
Debemos trabajar sobre todo la paciencia, la tolerancia y la compresión. Para ello piensa que tu también haces cosas que no le gusta como lo haces a tu pareja, y que si tu eres comprensivo/a, paciente y tolerante, a tu pareja posiblemente le resultara mas fácil ser paciente contigo, ser tolerante y comprensivo/a.
Animo, puedes hacer que tu relación de pareja se dulcifique, y no digo que vaya a durar toda la vida, pero el tiempo que dure será un verdadero gozo y no un sufrimiento lleno de reproches, de críticas, y sepa Dios cuantas cosas más.