La bolsa de plástico
negra con capacidad para cincuenta litros y que apenas estaba llena hasta la
mitad se encontraba descansando al lado de la puerta de casa esperando, como
cada día, que alguno de los miembros de la familia la sacara para realizar sus acostumbrados
paseos. Primero de la mano de los dueños de la casa hasta el contenedor y,
después, en el tour turístico en el que se encontraban las bolsas del
vecindario hasta, lo que para ellas era, el balneario de vacaciones, aunque
también podrían denominarlo como “el jardín del Edén” o “el paraíso”, porque
allí iban a diseccionarlas completamente para reciclar a cada uno de los
integrantes de la bolsa para su reutilización.
La bolsa se estaba
impacientando. Se acercaba la hora en la que el vehículo que la transportaba
solía llegar y, en la casa, no se apreciaba ningún tipo de movimiento.
No le gustaba el
retraso porque cada vez que se retrasaba luego tenía que estar, durante toda la
noche y buena parte del día siguiente, en el contenedor completamente sola.
¡Ah!, ¡por fin había
movimiento en la casa! El esposo se estaba poniendo los zapatos a la vez que le
decía a su esposa:
-
Cariño, me voy a la reunión del colegio.
- Llévate la basura al salir –le dijo su
esposa.
-
No puedo –contestó el esposo- ya voy tarde
-
Pero si solo es medio minuto cruzar al otro lado –le dijo la esposa un
poco molesta- Di que no te apetece y quedas mejor.
-
Te he dicho que no puedo –volvió a repetir el esposo levantando la voz.
-
No es que no puedas –gritó la
esposa- lo que pasa que no te sale de las narices bajarla. Te recuerdo que la
basura la hemos hecho los tres. Y siempre la saco yo sin tener que salir.
Pues no me sale de las narices, ¿vale? -y
dando un portazo se fue de la casa, dejando a la pobre bolsa de basura allí,
tirada en el suelo y, lo que es peor, a su esposa roja de ira.
La bolsa estaba
perpleja. El matrimonio había discutido por ella. ¡Ella que solo era una bolsa
de basura!
-
¡Qué importante debo ser! -pensó la bolsa de basura, cuando discuten por
mí- En esta familia, yo, una bolsa de basura, soy más importante que el amor y
el respeto. Aunque no deben de quererse mucho cuando discuten por mí como si yo
fuera la amante de uno de ellos.
La esposa tuvo que
sacar la bolsa de basura y a cada paso que daba renegaba más y más de su
esposo, mientras el ego de la bolsa de basura se inflaba tanto que podría haber
ido ella sola al contenedor volando. ¡Qué importante soy!, seguía pensando la
bolsa de basura.