¿Hay algo en el mundo que esté al abrigo
de cambio?, la tierra, el cielo, toda la inmensa maquinaria del universo no
están exentos de cambios, aun siendo la obra de Dios mismo.
No, el mundo no conservará siempre su
orden actual; día vendrá que lo desvíe de su curso. Todos los seres tienen
periodos marcados: deben nacer, crecer y perecer. Esos astros que veis moverse
por encima de nosotros, esa tierra en que estamos confusamente esparcidos y nos
parece tan sólida, todo ello está minado sordamente y ha de tener un fin.
No hay nada que no tenga su vez, su
decrepitud, su término; aunque en épocas diferentes, el fin le espera a todo lo
que existe. Todo lo que es acabará por no ser, pero el mundo no perecerás por
eso: se disolverá. La disolución, para nosotros, es la destrucción.
En efecto, nosotros no consideramos,
sino lo que está muy cerca de nosotros: nuestra alma, bastardeada, y que no
sabe desprenderse del cuerpo, no ve más allá; pero soportaríamos con muchas más
firmeza la idea de nuestro fin y la de nuestros prójimos, si estuviéramos persuadidos
de que la naturaleza no es más que una sucesión de nacimiento y, muerte; de que
los cuerpos compuestos se disuelven; de que los cuerpos compuestos se reconstituyen,
y de que es en este círculo infinito donde se ejerce el poder del Dios moderador
del universo.
LUCIO ANNEO SÉNECA