El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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jueves, 8 de diciembre de 2022

Mercenario

 


Jueves 8 de diciembre 2022

 

Hacía 20 días que pasaba de puntillas por aquí, sin decir nada. La verdad es que, últimamente, no tengo mucho tiempo.

Como desde hace ya una buena temporada, demasiado larga, para nuestro gusto y nuestra estabilidad emocional, nuestra situación económica es muy precaria, hace días, en la ducha de la mañana, que es cuando más abierto estoy a la inspiración y a las grandes ideas, se descargó con el agua un pensamiento que fue resbalando, con lentitud, por todo mi cuerpo, hasta alojarse en el cerebro: “Haz una promoción rebajando el precio de las terapias en un 50%”.

 La segunda parte del pensamiento fue: “es mejor hacer 50 terapias a 50 soles que hacer 5 terapias a 100 soles”.

Y surtió efecto. Pero claro, eso supone estar todo el día haciendo una terapia tras otra. Incluso, las terapias son más relajadas, porque las personas buscan la terapia más pensando en el precio que en la idea de trabajar para sanarse. Porque, no hemos de olvidar que la sanación no pasa “solo” por el sanador, sino que es un trabajo personal el que ha de realizar la persona, pues de todos es conocido, que si sigue por el mismo camino, sin realizar ningún cambio, los resultados que obtendrá siempre serán los mismos, es decir, más enfermedad, más dolor, más sufrimiento.

Con tanto trabajo he tenido que abandonar algunas actividades: menos lectura, menos escritura y menos terapias gratuitas, que hago, regularmente, a personas con tan pocos recursos como nosotros.

A veces me siento, un poco, mal y pienso si no me estaré convirtiendo en un mercenario de la sanación, pero tenemos que comer.

Para el mes de enero ya tengo prevista otra promoción: 3 terapias al precio de 2.

Como el ser babau se lleva en el alma, aun espero que algún día cambie la situación. No tengo ni idea de cómo podrá ser. Lo he dejado en manos de Dios.   

domingo, 14 de agosto de 2022

Diario íntimo de un babau (1)

 Sábado 6 de agosto 2022

          La palabra “babau”, en este contexto, es una palabra catalana que significa “bobo”, “sin malicia”. Tiene otros significados: en portugués, (expresión para decir que se ha perdido una oportunidad), en italiano, (monstruo imaginario que asusta a los niños), o en euskera, (coco o fantasma). Pero no tiene nada que ver su traducción en otras lenguas con lo que quiero expresar en este diario.  

Más de una vez he pensado que si tuviéramos un neón en la frente, (¿entiendes ahora lo de babau?, siempre pensando tonterías), que se fuera encendiendo con cada pensamiento el mundo sería diferente. No nos quedaría más remedio que aprender a controlar los pensamientos, porque si no, tendríamos que vivir en soledad para que nadie viera nuestros pensamientos reflejados en los neones de la frente.

          Te imaginas estar con una persona y que aparezca una luz en tu frente con el  pensamiento que has permitido en ese momento, sobre la persona con la que estás, y que diga, por ejemplo: “No sé para qué me cuenta todo esto si todos sabemos que es mentira” o, “podrías dejar de alardear: dime de que hablas y te diré de que careces” o, “de poco le vale la dieta, porque cada día está más gordo”. La persona que está delante de ti, o salía corriendo o la emprendía a palos contigo. Aunque no tengo muy claro si la paliza sería para eliminar tus pensamientos o para dañar el neón de tu frente.

En fin, esas, y un montón más de sandeces, son las que pueden ir desfilando por nuestro cerebro. Por el mío lo hacen. Y eso pasa porque no solemos tener ningún control sobre nuestros pensamientos y dejamos que estos campen a sus anchas, apareciendo aquellos que solemos tener con más frecuencia, que suelen estar relacionados con la crítica hacía los demás, (que es el deporte favorito de los seres humanos en cualquier parte del mundo) y, sobre todo, con el miedo. Miedo a hacer el ridículo, miedo a la humillación, miedo a la enfermedad y a la muerte, miedo a la soledad. Podría hacer una lista interminable de miedos, porque cada persona es dueña de sus propios miedos, pero…, no sé si merece la pena. ¿Alguna vez habéis pensado que casi nunca se materializan esos miedos? Y, sin embargo, seguimos ocupando nuestro tiempo con ellos.

Es claro que alguna circunstancia, como la enfermedad y, por supuesto, la muerte va a llegar, pero es algo consustancial con la vida, por lo tanto, lo mejor sería disfrutar de la vida hasta ese momento. Cada vez que permitimos que un pensamiento nefasto interfiera en nuestra dicha diaria o, si nuestra vida no llega a dichosa, si al menos, en nuestra rutina diaria, es como enturbiar con barro el agua que tenemos que beber. Está claro que, si queremos beber, en esas circunstancias, hay que esperar que el barro se deposite, lentamente, en el fondo del vaso. Pues ocurre lo mismo en la vida, hay que esperar que la energía del miedo se acomode en nuestro cuerpo energético para volver a disfrutar de la alegría de vivir.

Pero, ojo. De la misma manera que mucho barro en el vaso ya no solo enturbia el agua, sino que la embarra haciendo imposible su degustación, mucho miedo llena el campo energético de la persona haciendo que la vida sea una lucha permanente contra unos fantasmas invisibles que aterrorizan a la persona de manera permanente.

Yo, también, tengo mis propios miedos. Pero he encontrado la manera de ir capeando el temporal cuando aparecen, de hacer que su duración sea cada vez menor o, incluso, aprender a convivir con algunos de ellos.

La fórmula no es difícil, porque está al alcance de todos, hasta de un babau como yo, pero requiere atención, voluntad, trabajo y paciencia.

¡Oh!, es la una del mediodía. Tengo que dejar de escribir porque tengo que terminar de preparar el almuerzo. Me falta empanar y freír unas pechugas de pollo.

Las comidas de la casa: desayuno, almuerzo, merienda y cena es uno de los trabajos que tengo asignados en la casa.

 Sábado 13 de agosto 2022

 Desde el sábado pasado no me he vuelto a sentar a escribir sobre mis “bajanadas”. Bajanada, podría decir que, es la acción del babau, como bobada lo es del bobo.

El pasado sábado podía haber seguido escribiendo a las 5 de la tarde, pero no me apeteció. A esa hora ya había cocinado, almorzado, lavado los platos, a mano, porque no tenemos lavavajillas, había descansado, media hora, viendo noticias y había hecho una terapia. Pero después de la terapia me entró una “vaguitis aguda” y me volví a sentar delante de la tele hasta la hora de preparar la cena.

Ese sábado estaba contando la fórmula que utilizo para zafarme de mis miedos según van apareciendo por mi cerebro. Sigo ahora con la fórmula.

Como ahora estamos pasando por una situación económica nefasta. Bueno, en realidad es una situación que dura, con algún alivio muy escaso y puntual, cinco años. A final de mes, una vez repartido el dinero para pagar lo más urgente, aparece un miedo asociado a una pregunta conocida: “¿Cómo haremos la semana que viene para comer?”.

Si dejo que el pensamiento permanezca en mi cerebro se empieza a generar una bola que va creciendo y creciendo hasta ahogarme, porque me impide respirar y termina alojándose en mi estómago, que es la parte más débil de mi cuerpo, generándome vómitos y diarrea. En fin, es muy válida la expresión, (perdón querido diario), ¡me estoy cagando de miedo! Y eso, sin mencionar el deplorable estado emocional a que me lleva esa situación.

Así que mientras permanezco sentado delante de la computadora realizando los pagos mensuales: colegio, seguro de salud, teléfonos, agua, luz, alquiler, mantenimiento del departamento y, alguno que se me escapa, lo hago repitiendo en mi interior: “Dios se encarga”, “quiero recibir grandes cantidades de dinero ahora” y, alguna frase con el Yo Soy, como “Yo Soy abundancia”, “Yo Soy prosperidad”.

Tengo que reconocer que por mucho que repita, (y, a veces puedo estar repitiéndolo más de 5 horas al día), no aparece en mi vida ni la abundancia ni la prosperidad y que tampoco recibo grandes cantidades de dinero, pero suceden dos cosas: Por un lado, no aparece el miedo y, por otro, tengo claro que Dios se encarga realmente, porque, de una u otra manera, va llegando dinero, a cuenta gotas, para ir salvando el mes.

domingo, 7 de agosto de 2022

Dios se encarga

 Del libro Ocurrió en Lima. Capítulo II, parte 1

Habían pasado diez días desde el extraño encuentro que tuve con Ángel en el malecón y todavía le daba vueltas a su misteriosa desaparición y al todavía más extraño comentario del camarero insinuando que yo había estado solo, sin más compañía que la de un café. No quise investigar más, ¿para qué?, me daba igual la forma en que se había evaporado porque había sido real para mí y, con eso, era suficiente. Si algún día tengo nietos, será una de las anécdotas que les cuente de manera repetida, porque no creo que vaya a olvidarlo el resto de mi vida.

El mismo día del encuentro tuve una reunión con Pablo, ex compañero de trabajo y uno de mis pocos amigos, para tratar la posibilidad de iniciar un negocio juntos, pero fuimos conscientes de que no podíamos, casi ni pensarlo, con el poco dinero de que disponíamos, ya que, juntando los ahorros de los dos, no teníamos ni para alquilar el local y, endeudarnos con un préstamo, para algo que no sabíamos cómo iba a funcionar, no nos parecía lo más lógico a ninguno de los dos. Así que descartamos la idea y los dos coincidimos en que lo mejor sería iniciar la búsqueda de trabajo en alguna empresa del sector informático, por ser el ramo conocido por nosotros. Y a eso estoy dedicado una buena parte de mi tiempo. Buscando empresas y enviando o entregando, personalmente, el curriculum.

Sin embargo, creo que me falta fe. No me veo trabajando en ninguna empresa haciendo el trabajo que hacía. Cuando dejo el curriculum algo en mi interior implora para que no me den el trabajo. Está claro que si no consigo cambiar esa falta de fe no voy a conseguir que ninguna empresa me contrate. En realidad, creo que, aunque sea muy bueno en mi trabajo, me gustaría cambiar de actividad o hacer algo relacionado con la informática, pero de manera diferente. Podría, por ejemplo, diseñar páginas web o reparar computadoras en casa, sin tienda, sin taller, sin jefe. Sin embargo, cuando hablo conmigo mismo, para concretar a qué me gustaría dedicarme, no tengo respuestas claras. 

También hice algo que no había hecho, y que parecía necesario, un presupuesto de gastos para saber cuánto tiempo podía subsistir con mis ahorros. El resultado fue esperanzador. Podía aguantar sin tener ingresos durante los próximos 12 meses. Hay que tener en cuenta que mis únicos gastos son, por un lado, los derivados de la alimentación y limpieza, en el supermercado y, por otro, los gastos fijos de la casa, agua, luz, gas, teléfono y mantenimiento. El pequeño departamento, donde vivo, es de mi propiedad y no genera más gastos que el mantenimiento. Soy un poco huraño y mi diversión es la lectura y alguna película romántica en la tele, por lo que mis gastos extraordinarios se reducen a la mínima expresión.

Sin embargo, encontrarme sin trabajo y sentir en mi interior la falta de fe para conseguirlo, hacía que, de vez en cuando, me embargara la tristeza, la frustración y la impotencia y, en medio de ese estado, que podría calificar como deplorable, sobre todo por no estar acostumbrado a él, comencé a pensar que la vida era un escenario lleno de injusticias. Pensaba que no merecía vivir una situación como esa, y menos una carestía de dinero, como en la que me encontraba inmerso, cuando siempre, durante toda mi vida, la generosidad había sido mi bandera.

Bien es cierto que nunca ayudé a nadie pensando en ninguna recompensa, pero, ahora, sí que venía a mi mente recordando la tontería de que “por cada céntimo que se da se recibe diez veces más”. Estaba más que claro que solo era una bonita frase con la que algunos podrían encontrar alivio en su pobreza.

Recordé, entonces, un comentario que mi madre siempre decía cuando se presentaba algún acontecimiento difícil: “Dios se encarga”. No recuerdo que Dios se encargara de solucionar a allanar el camino por el que transitábamos entonces. Y, ahora, tampoco, ya que pasaba el tiempo y, por supuesto, Dios no terminaba de encargarse. No le recriminaba a Dios, pero sí que me preguntaba ¿por qué?, ¿por qué de la nada me había quedado sin trabajo?

Cuando veía pedir limosna a ancianos o a mamás con niños, o cuando veía a personas rebuscando en las basuras que esperaban, a las puertas de los edificios, ser recogidas por el personal de limpieza de la municipalidad, algo para comer o vender, llegaba a la comprensión de que, a fin de cuentas, yo era un afortunado porque tenía una casa donde vivir y comía cada día, a pesar de no tener ningún ingreso.

 Pero vivir así, cada día, era como una gota que va cayendo inexorable en el vaso, con lo que este no solo se iba a llenar, sino que comenzaría, más pronto que tarde, a rebosar.

Para completar las enseñanzas de Ángel comencé a buscar por internet artículos sobre el amor y la energía y, entonces, fui consciente de que estaba muy relacionado con la espiritualidad.

Nunca había leído nada parecido. Sabía algo, muy poco, de religión, lo que había ido aprendiendo en el colegio, pero nunca alguien me había hablado de espiritualidad. Según iba saltando de una página a otra me topé con escritos de los autores de la espiritualidad en los que afirmaban que Dios vivía en el interior del ser humano y que no era necesario levantar los ojos al cielo para implorar un milagro, ya que con recogerse hacia el interior, hacia el corazón, era suficiente, ahí estaba Dios.

He hice algo que no había hecho nunca. Me senté a meditar como aconsejaban los autores en sus escritos. Lo hice, más que nada, para ver de qué se trataba. Comencé sintiendo la respiración, aunque no sabía muy bien si lo que respiraba era aire o tristeza. Y, después, de un rato viajando en ese aire o en esa tristeza, llevé la atención a mi corazón y se me ocurrió preguntar:

-    ¿Hay alguien ahí?

sábado, 17 de octubre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas

        
El secreto de todo lo que estás buscando, sea lo que sea, está dentro de ti. Ya sé, ya estoy escuchando tus pensamientos, son demasiado fuertes: “Lo que yo busco es una pareja, ¿Cómo la voy a encontrar dentro de mí?”, o “¿Cómo voy a conseguir dentro de mí el dinero que necesito para la hipoteca de la nueva casa?”, o “¿Cómo voy a conseguir encontrar dentro de mí la solución que busco para solucionar el problema del calentamiento global de la Tierra?”, y tantos más pensamientos de todas y cada una de las personas que están buscando algo material. O de personas que no buscan nada material: “Solo quiero consuelo y entender el porqué de la perdida de mi hijo”.

            Aunque también estoy escuchando pensamientos de personas que no están buscando nada en concreto: “Pero ¿Cómo vamos a entrar dentro con todo lo que hay fuera, para ver, para oír, para probar, para tocar, para vivir, para sentir, para gozar?”. 
      
Sería bueno ir desgranando conceptos y saber que significa entrar dentro de uno mismo, sería bueno saber dónde se encuentra la puerta de entrada, y sería bueno saber cómo es posible conseguir dentro algo que se encuentra fuera.

            Entrar dentro de uno mismo significa vivir hacia en el interior, sin dejarse impresionar ni bien ni mal, ni mucho ni poco, por cualquier situación, por cualquier suceso o por cualquier circunstancia que ocurra en el discurrir de la vida. Y cuando decimos cualquier situación, cualquier suceso o cualquier circunstancia, es cualquiera, del tipo que sea, cualquiera de las que en la actualidad se puedan calificar como buena, (que toquen millones en la lotería), como mala, (quedarse sin empleo o que se incendie la vivienda), o dramático, (la muerte de un ser querido).     Puedes añadir esa circunstancia terrible que estás viviendo: “Embarazada del que será tu cuarto hijo, abandonada por tu esposo y sin ingresos fijos con los que hacerle frente a la vida”. Puedes añadir, también, tu circunstancia particular de vida, sin importar la que sea.

            Porque vivir hacia el interior trata de que sin variar ni un ápice tu vida, puedas vivirla sin sobresaltos, sin agobios, sin miedos, sin dolor, sin sufrimiento, sin ansiedad. Si, a pesar de esa circunstancia buena, mala, terrible o dramática que estás viviendo.

            ¿Cómo puede ser no sentirse afectado por tantas y tantas vicisitudes como acontecen en la vida solo con desviar la mirada, del exterior hacia el interior?



Es que no se trata de desviar la mirada, no se trata de ignorar tu realidad, no se trata de olvidar al instante cada hecho, no se trata de jugar a “aquí no pasa nada”, no se trata de cerrar los ojos, no, al contrario, se trata de vivir la vida con los ojos bien abiertos, se trata de mantener vivo el recuerdo, (que no el pensamiento), sin olvidar nada, se trata de saber exactamente qué está pasando en cada momento, se trata de hacerle frente a la vida, se trata, sencillamente, de vivir la Vida, se trata de vivir la Verdad.

Vuelvo a escuchar vuestros pensamientos: “Si estoy viviendo la vida, y me encuentro con un episodio desagradable, tengo que sufrir”. Si, tienes razón, tienes que sufrir, pero las preguntas siguientes serian: ¿Cuánto ha de durar ese sufrimiento?, ¿Cuánto de intenso ha de ser?

Es normal que afecten los sucesos que van ocurriendo en la vida, pero lo que no es normal es que esos sucesos afecten el resto de la vida o una larga temporada. Todo lo que ocurre sucede en un momento, El sufrimiento que eso genere no ha de alargarse en el tiempo, debe de ser asimilado, entendido e integrado en el menor tiempo posible.

La duración del tiempo para asimilar, entender e integrar los sucesos viene determinado por la madurez de la persona, por la madurez de su carácter, por la expansión de su conciencia o por el crecimiento adquirido. O lo que es lo mismo el tiempo de sufrimiento es inversamente proporcional al punto de su viaje al interior en el que se encuentra la persona. Es decir, una persona que viva en la periferia de su conciencia, lo cual significa que solo vive hacia el exterior, va a sufrir lo indecible y durante un largo periodo de tiempo, mientras que otra persona que ha conseguido expandir su conciencia y acercarse a su interior va a sufrir menos, tanto menos cuanto más adentro se encuentra.

¿Significa eso que entrar dentro de uno mismo endurece a la persona? La respuesta es no, al contrario, la dulcifica, la hace más amorosa, más comprensiva, más tierna, más tolerante, porque lo que se encuentra la persona cuando entra en sí, es a Dios, y Dios es Amor. 

Al entrar en su interior la persona conecta con su parte divina, y llega a la comprensión de la razón de su existencia, llega al entendimiento del por qué de todas las cosas, sabe que todo es producto de un plan, del Plan Divino, sabe que todo es perfecto, sabe que cualquier suceso que ocurra o cualquier situación que se presente ha sido planificado con minuciosidad para su propia experiencia y que lo que debe extraer de todo ello es el conocimiento que tal situación comporta. Por eso no tienen razón de ser los enfados por que los resultados no sean los esperados, no tienen razón de ser los sufrimientos por enfermedades o perdidas, no tienen razón de ser las decepciones ocasionadas por familiares o amigos, no tienen razón de ser los miedos ante el discurrir de la vida, y sobre todo no tiene razón de ser las vueltas y más vueltas que se le dan en la mente a esas situaciones buscando ¿Qué?, buscando nada.

Hay que vivir la experiencia totalmente despiertos, con total y absoluta conciencia de lo que está sucediendo para integrar en el alma el aprendizaje, sabiendo que no es más, sea lo que sea, que un peldaño más en el despertar del sueño de la vida.

Todo esto es lo que sucede por vivir en el interior de uno mismo. En la próxima entrada veremos cómo llegar a ese interior y como conseguir lo que buscamos.



viernes, 21 de agosto de 2015

Desheredados


            ¿Cómo hablar del alma, de la iluminación o de Dios a tanta y tanta gente que vive en la miseria y que han de trabajar de sol a sol para poder llevar a su casa un mendrugo de pan para sus hijos?
¿Cómo hablar del alma, de la iluminación o de Dios a tanta y tanta gente que tienen que abandonar sus casas, su trabajo y su vida porque la guerra les está masacrando?
¿Cómo hablar del alma, de la iluminación o de Dios a tanta y tanta gente que se queda sin casa y sin empleo por la crisis generada por el capitalismo?
¿Cómo hablar del alma, de la iluminación o de Dios a tanta y tanta gente que vive en tierra de nadie en chabolas, sin agua, sin luz, sin esperanza?
            ¿Cómo explicarles que están en la Tierra porque han decidido nacer para evolucionar, y de que están viviendo la vida que ellos han decidido vivir?
            ¿Cómo se les va a decir con palabras que todos somos hermanos, cuando lo niegan los hechos?
            A esa gente lo que hay que hacer es darles de comer, y movilizarnos para que ellos tengan un trabajo digno, una vivienda digna, una vida digna, para que consigan cambiar las lagrimas por sonrisas, en sus rostros y en los de sus hijos, para que los niños tengan infancia, que jueguen, que corran, que salten sin temor.
            A ellos no se les puede hablar del Karma, aunque también exista para ellos, pero a ti, que estás leyendo esto, si se te puede hablar del Karma: ¿Os imagináis el Karma que están generando todos aquellos que disfrazados con sotanas o con hábitos, los que se visten de púrpura, todos los que se colocan bandas presidenciales, municipales o de cualquier colegio corporativo, todos los que se ajustan fajines de ministros o congresistas, no ya por el hecho de robar, de engañar o de mentir a la población, sino por el hecho de no trabajar para sacar de la miseria a esos, también sus conciudadanos, que unos obligan a votar, que otros engañan con el fuego eterno, y que otros roban y explotan hasta la extenuación?
            Las guerras de la sinrazón están despojando a millones de personas de su dignidad, la avaricia de los dirigentes están llevando a la miseria a millones de sus votantes, las religiones con su complicidad y su silencio ni impiden, ni gritan, ni tan siquiera denuncian el maltrato que sufren sus fieles.
Mientras medio mundo vive en la miseria, desplazado de sus domicilios o bajo la amenaza de las bombas, para la inmensa mayoría del otro medio no es más que una noticia en la tele, molesta, muy molesta, porque además quieren traspasar las fronteras e invadir su espacio de confort.
Las organizaciones humanitarias están más que desbordadas, los gobiernos bastante tienen con explotar a sus conciudadanos, las iglesias miran para otro lado, el resto, ciudadanos de a pie, miramos la tele. Es por lo tanto difícil que se acabe con tanta injusticia. A no ser……., que todos y cada uno de los aun tenemos país, (aunque no sea el propio), casa y trabajo, demos en primer lugar el diezmo para menguar tanta desgracia, y en segundo lugar dejar de votar al gran capital, (que es quien gobierna prácticamente en todo el mundo), y empezar a votar a quien se comprometa con hacer algo por tanto desheredado como existe hoy día en la Tierra.

miércoles, 22 de abril de 2015

Mejor desde niños


            Leía, no hace mucho, uno de los miles de pensamientos que corren por las redes sociales, creo que del Dalai Lama, que decía: “Los seres humanos pierden la salud por ganar dinero, y después han de invertir el dinero ganado para recuperar la salud”. Es muy cierto.
            La vida de la inmensa mayoría de los seres humanos está enfocada en la consecución de bienes materiales, ya que eso es lo que han aprendido de sus progenitores y de la sociedad, y es lo que a su vez enseñan a sus hijos. La sociedad, que no es más que un conjunto de individuos, espera conseguir beneficios emocionales a través de la posesión de los bienes materiales, y desgraciadamente no es así, de ahí es de donde procede esa pérdida de salud, no solo física, sino también emocional y mental.
            La enfermedad como todo, es energía, la enfermedad aparece cuando malgastamos nuestra energía, cuando permitimos que nos la roben, cuando la enfocamos hacia objetivos erróneos, o cuando la bloqueamos por alguna emoción desmedida.
             La pregunta sería. ¿No se perdería la salud trabajando para conseguir la estabilidad emocional por distintos caminos a los materiales?, pero eso ¿No implicaría entonces que no se podría conseguir la estabilidad material? No solamente es posible, sino imprescindible y necesario para nuestra salud el conseguir la estabilidad emocional desligándola de la consecución de cualquier deseo material. Y por supuesto no se ha de renunciar a la estabilidad económica, es más, alguien emocionalmente estable, está más capacitado para la obtención de cualquier objetivo.
Recordar: “Energías iguales se atraen”, por lo tanto encontrarse bien emocionalmente va a ser un plus añadido para conseguir cualquier cosa, mientras que si se condiciona la estabilidad emocional a la obtención de los objetivos materiales, es muy posible que no se materialicen los deseos con lo cual nunca se va a conseguir la estabilidad emocional. Es el pez que se muerde la cola: “Estoy mal, quiero conseguir algo con lo que seguro voy a estar mejor, pero como estoy mal no puedo disponer ni utilizar el cien por cien de mis recursos para conseguirlo, con lo cual no lo voy a conseguir y voy a empeorar emocionalmente”.
Y así se mueve el mundo.

 
Es momento de volver la vista al alma y de cambiar las prioridades de vida, es momento de buscar la estabilidad emocional sin condicionarla a nada material, es momento, posiblemente, de ir contracorriente, porque contracorriente es conseguir el dinero desde la felicidad y no como se hace ahora, tratar de conseguir la felicidad desde el dinero, es momento de ser felices, es momento de terminar con el estrés y la ansiedad, es el  momento de la sanación. 
Y una vez conseguido hay que enseñar a los niños el cambio de valores. Prioridad uno: Trabajar para conseguir la propia felicidad y la de los otros, prioridad dos: trabajar para conseguir el dinero, que en vez de amasarlo se utilizará para ayudar a los que lo necesiten.
Es cierto que enseñar a invertir las prioridades que marca la sociedad es ir contra corriente, pero en algún momento ha de haber un punto de inflexión que incline las balanzas hacia la consecución de bienes espirituales. Mejor desde niños.

viernes, 10 de abril de 2015

El gran día para los seres humanos


            El día en que los seres humanos seamos conscientes del poder creador de nuestros pensamientos podremos, oficialmente, dar por concluida la etapa de sufrimiento sobre la faz de la Tierra.
            El día en que los seres humanos dejemos de ser como una hoja movida por el viento, y tengamos la suficiente voluntad para pensar y actuar al unísono con el alma, se habrá acabado el ciclo de nacimientos y muertes.
            El día en que los seres humanos tengamos con todos nuestros semejantes la misma tolerancia, la misma paciencia y el mismo amor que tenemos con un bebé de meses se erradicará todo lo malo del mundo: guerras, asesinatos, robos, odios mentiras, traiciones, celos, …..
            El día en que los seres humanos den la espalda a las religiones, tan discriminatorias, tan intolerantes, tan hipócritas, y abran su corazón a Dios, sabremos realmente lo que es amar.
 
            El día en que los seres humanos seamos conscientes de que todos somos lo mismo, todos la misma energía, todos la misma divinidad, entenderemos al fin que “si tu ganas gano yo”, y “si tu pierdes pierdo yo”, con lo que el “leitmotiv” de todos y cada uno será ayudar a los demás.
            El día en que los seres humanos entendamos que ser Hijo de Dios significa que somos Su Creación, que somos Su Energía, que sería como decir que llevamos sus genes, trataremos al resto de Hijos de Dios como hermanos, porque es lo que somos.
            El día en que los seres humanos entendamos que el Universo nos devuelve ciento por uno aquello que pedimos, aquello que permanece con intensidad en nuestra mente, todos viviremos en la abundancia y en la opulencia divina.
            El día en que los seres humanos entendamos que a cada acción le corresponde una reacción y que cada causa produce un efecto, (Ley del Karma), se erradicará la maldad entre los hombres, recordar: “El que a hierro mata, a hierro muere”, “Cada uno va a recoger exactamente lo que siembra”.
            El día en que los seres humanos nos volvamos como niños, nuestro será el reino de Dios. Ya lo dijo Jesús: “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos”.
            El día en que los seres humanos comprendamos, por fin, que aprendemos siguiendo el ejemplo, cambiarán los comportamientos para que nuestros hijos se eduquen en la bondad, en la tolerancia y en el amor.

lunes, 23 de marzo de 2015

Comprar la vida


Perlas para el alma

 
“Para mí la meditación es algo más que un pasatiempo. Es algo así como un refugio donde olvido el pasado y principalmente el futuro, teniendo en cuenta además, que algunos creen que no tengo futuro por estar enferma, aunque la verdad es que nadie tiene futuro, sanos o enfermos, porque nadie tiene comprada la vida”.

Del Diario de Patricia (11)

martes, 3 de junio de 2014

Relaciones y sufrimiento


            Los seres humanos, vivimos en la materia en un mundo que nos rodea, en un mundo que nos envuelve, en un mundo que nos engulle con sus fauces y que nos afecta completamente para el desarrollo de nuestra vida, tanto física como emocional y mental.
            Si el ser humano viviera aislado en una cueva, su vida ya no estaría determinada por su entorno, su vida estaría determinada por su mundo interior, porque no habría sociedad que le impusiera normas o costumbres, no habría sociedad que comentara su modo de vida, no habría sociedad que le condicionara con la inercia del pensamiento social. Por lo tanto, al no existir para esa persona un mundo exterior, solamente podría recurrir a su mundo interior. ¿Es bueno?, puede serlo para algunos. ¿Es lo que tendríamos que hacer? Por supuesto que no. Es posible que el camino de algunos sea aislarse, pero no es la norma de todos los que decidimos vivir una vida física, ya que casi todos venimos a la vida para aprender en sociedad, venimos a la vida para interactuar con el resto de seres humanos, venimos a la vida para aprender a amar, y todo esto en una cueva no sería factible.
            En el mundo que hemos decidido vivir nos estamos relacionando de manera permanente con otros grupos de seres humanos que como nosotros están aprendiendo a vivir, están aprendiendo a amar. Y es ese aprendizaje hay una asignatura que sobresale por encima de cualquier otra cosa, es la asignatura en la que prácticamente todos los seres humanos sacamos matrícula de honor: es “el sufrimiento”, esa emoción que todos aprendemos desde bien pequeños. Nuestros padres, nuestros maestros, nuestros educadores, la sociedad en suma, son expertos en enseñar a sufrir. Si fueran tan diligentes para enseñar a ser felices, el mundo sería otra cosa totalmente distinta.
            En nuestras manos está el que nuestra matrícula de honor en sufrimiento sea flor de un día, y no sea una asignatura que a pesar de tener aprobada, queramos repetirla una y otra vez hasta……. Hasta no sabemos cuándo.
 
            ¿Intentamos no repetir esa asignatura?
            La causa del sufrimiento se encuentra en nuestro pensamiento, por lo tanto solo hay que cambiar el pensamiento. ¡Es fácil!, ¿Verdad? Bueno, lo fácil es decirlo, llevarlo a la práctica es un poco más complicado.
            En nuestras relaciones se encuentran las mayores causas de sufrimiento. Aunque cada persona que se asoma a esta ventana tiene, seguro, sus propias causas de sufrimiento, creo que en los siguientes tres apartados se encontrarían recogidas la mayoría de ellas:
1)      Enfermedades de seres queridos, muerte de estos, enfermedades propias.
2)      Decepciones, difamación o engaños de familiares y amigos.
            3)      Carencia que impiden cubrir las necesidades básicas.

            En todos los casos, graves o leves, tenemos que tener una pregunta y su respuesta en la mente: ¿Soluciona el problema darle vueltas al problema una y otra vez en la cabeza? (Contéstate tú mismo).
            Vamos a comenzar por el tercer apartado: La carencia, la pobreza. Ese estado en el que no llega el dinero para los gastos básicos, ni tan siquiera para poder alimentar a tus hijos, o para gastos médicos imprescindibles. Es una situación dramática. Puedes pensar: ¿Cómo no sufrir?, sería de seres deshumanizados no hacerlo.
            Hemos de recordar que con el sufrimiento no se va a conseguir el dinero que falta. El Universo es como un espejo y nos devuelve aquello que permanece en nuestra mente. Si sufrimos por la pobreza, por la carencia, por aquello que nos falta para cubrir las necesidades básicas, lo que vamos a recibir es más de lo mismo, más carencia, más pobreza. Sin embargo, si enfocamos nuestra atención en lo que tenemos, si enfocamos nuestra atención en agradecer que tenemos para comprar comida, aunque sea solamente para dos días, el Universo se encargará de ir aumentando esa cantidad. Dios provee.
Existe una Ley en el Universo, la Ley de Precipitación, que hace que una persona atraiga las cosas que necesita. Para ello el ser humano necesita tener purificado su cuerpo emocional. Es decir, sin sufrimiento.
En otra época, al principio de los tiempos a toda la humanidad se le proveía de comida, ropa y de todo lo que eligieran utilizar en su actividad física en este planeta. Pero cuando el individuo desperdicia su energía en las diversas maneras que crean destrucción dentro y alrededor del cuerpo emocional, se pierde el Poder de Precipitación. La Ley de Precipitación sencillamente está en el Universo, y está actuando en todo momento para traer bendiciones y perfección a la humanidad.
No hace falta ningún comentario más.
En cuanto al sufrimiento producido por decepciones, difamación o engaños de familiares y amigos, volvemos a preguntarnos: ¿El sufrimiento limpia el mal hecho? No lo hace. Lo único que hacemos con sufrir y rememorar de manera permanente el daño recibido es como si nos estuvieran engañando cada día, mientras el ofensor vive tan plácidamente.
Lo que se ha de hacer en estos casos es, en primer lugar, denunciar, poner el caso en manos de la justicia de los hombres. La justicia de Dios ya se encargará en su momento, es la Ley del Karma.
Y en segundo lugar, para nuestra estabilidad emocional, es perdonar sinceramente la ofensa y bendecir al que nos ha ofendido. Es la única manera de no ir tomando una gota de veneno cada día, que al cabo del tiempo puede malograr el cuerpo físico, teniendo en cuenta que el cuerpo emocional ya lo hemos destrozado con tanto recuerdo y con tanto sufrimiento.
Y por último en el sufrimiento generado por enfermedades de seres queridos, muerte de estos o enfermedades propias, después de recordar que el sufrimiento ni sana al enfermo ni le devuelve a la vida, hay que pensar en el caso de enfermedad en el enfermo. Por un lado, le estamos añadiendo con nuestro sufrimiento una dosis de dolor adicional, ya que puede sentirse culpable que por su enfermedad nos está haciendo sufrir, y por otro, con el sufrimiento nuestra energía no se encuentra al cien por cien, por lo que nuestra dedicación al cuidado del enfermo no es completa.
En el caso de muerte, si realmente se ama a la persona fallecida, hemos de tener presente que al lugar al que ha ido sólo hay paz, amor, felicidad y alegría. Desde el otro lado de la vida nos están viendo de manera permanente, y aunque vean nuestro dolor, no disminuye ni un ápice su estado de gozo. Por lo tanto, si realmente amamos a la persona que ha dejado el cuerpo, solo nos queda alegrarnos, porque su cambio de estado ha sido una bendición para él.
Si sufrimos con nuestra propia enfermedad, lo único que estamos haciendo es añadir dolor al dolor, sufrimiento al sufrimiento. Podemos entregarle la enfermedad a Dios y pensar que Dios provee siempre lo mejor para el alma, por lo tanto, solo debería permanecer en nuestra mente: “Señor, hágase Tu Voluntad”.
Y debería permanecer el mismo pensamiento de “Señor, hágase Tu Voluntad” en cualquier circunstancia de nuestra vida, alegre o triste, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la pobreza.
Aclarar, para terminar que no sufrir es estar en paz, no es estar de fiesta, ni cantando, ni bailando. Solo es encontrar la paz interior que nos va a permitir afrontar las situaciones con total serenidad, y con total fortaleza, para dar el ciento por ciento de nosotros mismos.
Animo, puede hacerse.

miércoles, 29 de enero de 2014

¿Donde ha quedado la compasión?


            Buscando información sobre las masacres realizadas en Siria, (donde en casi tres años de guerra han muerto 115.000 personas, de los que 11.000 eran niños, y donde seis millones de personas han tenido que huir de sus hogares), he ido un poco más allá, mirando cifras globales:
  • 100.000 personas mueren de hambre al día.
  • Cada 5 segundos un niño menor de 10 años muere por falta de alimento.
  • Más de 1.000 millones de personas viven actualmente en la pobreza extrema (menos de un dólar al día); el 70% son mujeres. El 23% en la Europa desarrollada.
  • Más de 1.800 millones de seres humanos no tienen acceso a agua potable.
  • 840 millones de personas malnutridas, de los que 200 millones son niños menores de 5 años.
  • 2.000 millones de personas padecen anemia por falta de hierro.
  • 880 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de salud.
  • 2.000 millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales.
  • En la actualidad hay 22 países en guerra, en los que 26 millones de sus ciudadanos han tenido que refugiarse fuera de sus hogares.
Es posible que seamos capaces de leer estas cifras sin que se nos encoja el corazón hasta secarse. Detén un momento la lectura y observa la foto:


             Sólo es una, pero son 200 millones los niños que como este están pasando hambre en el mundo.
Y mientras tanto, las personas que podían arreglarlo, los dirigentes políticos, miran para otro lado, enriqueciéndose y favoreciendo a sus familiares, amigos y comparsas. Pero la culpa no la tienen ellos, la tenemos todos, sobre todo los que vivimos en países democráticos, que dejándonos engañar por canticos de sirenas, les votamos una y otra vez. A veces, cambian el collar, pero siguen siendo los mismos. Incluso en vez de unir, separan. Llevan muy bien a la práctica la frase de divide y vencerás.
La política, por definición, es una rama de la “moral”, que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva.
Es una pena, es seguro que los políticos que gobiernan el mundo no saben cuál es la definición de su oficio. Si lo supieran, y fueran consecuentes con su oficio, no habría fotos como las anteriores.
¿Dónde se ha quedado la compasión?, ¿Te acuerdas de ese sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser? La sociedad ha conseguido que seamos insensibles. Ya no sólo no nos conmueven esas grandes cifras, sino tampoco las pequeñas: la persona que se suicida porque el banco la ha arrebatado su casa, las familias que se quedan en la calle, sin ayuda, porque un incendio ha destruido sus viviendas, las familias en las que ningún miembro trabaja y no entra en casa ningún sueldo, etc., etc.
Y ¿Qué podemos hacer los pobres mortales de a pie, si los que tienen que hacerlo, y podrían hacerlo, son insensibles y desprecian a sus conciudadanos? Podemos hacer mucho:
En primer lugar, los que vivimos en países democráticos, podemos no regalar nuestro voto a los que mienten, a los corruptos, a los que dividen, a los que prevalican, a los que van privando de derechos a sus conciudadanos, y a tantos y a tantos arribistas que no saben cuál es la definición de su trabajo y nos desprecian a todos olímpicamente.
Y en segundo lugar ayudar, la compasión va normalmente combinada con un deseo de aliviar o reducir el sufrimiento del otro. ¿Ya das el 10% de tu sueldo como diezmo para ayudar a los que nada tienen?, ¿Ya dedicas el 10% de tu tiempo libre en servicio?
La compasión no es decir “pobre gente”, es tratar de aliviar ese sufrimiento. En tus manos está que se alivie en algo el sufrimiento de tantos y tantos millones de personas.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mensaje para la Tierra (4) Aceptación


………..Continuación
Empieza haciendo lo necesario, continúa haciendo lo posible;
 y de repente estarás haciendo lo imposible.
San Francisco de Asís.
Ahora que hemos pasado por el primer peaje de la Fe, ya somos conscientes de que todo lo que nos ha enseñado la sociedad no nos lleva a ninguna parte, porque todas las enseñanzas recibidas son para el cuerpo, un trabajo mejor, una casa más grande, una pareja con un apellido ilustre y una jugosa cuenta corriente, más dinero, más dinero, más dinero, más poder, más poder, más poder, seguir los cánones de moda y de belleza, y un sinfín de cosas más que ni tan siquiera llenan, aunque sea de manera parcial, nuestra ansia de felicidad. Todo esto, aderezado, en algunas ocasiones, con lo que parece ser una enseñanza o un alivio para el alma, (reunión dominical, según la religión, procesiones, novenas, etc.), enseñanzas engañosas, porque los enseñantes, no predican con el ejemplo, y lo único que buscan, (siempre hay honrosas excepciones), es el mismo poder social y económico que buscan sus feligreses. Con el agravante de que ellos juegan con los sentimientos de las personas, y para conseguir ese poder, no dudan en atemorizar hasta extremos insospechados a sus seguidores.
La conciencia social, políticos, religiosos, los estándares  de salud y de belleza nos dan modelos y normas de cómo deberían ser las cosas, o de cómo deberíamos comportarnos. Tratan de definirnos lo que es bueno, lo que hay que hacer, lo que está bien visto, y lo que no. Y lo único que consiguen, es llenar nuestra conciencia de miedo. Miedo en infinidad de variantes: miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo a Dios, miedo a la pobreza, miedo al miedo. Y esto hace que la persona necesite reafirmarse a si misma constantemente, buscando siempre validación externa, buscando la aprobación del exterior, buscando la aprobación de cualquiera, sea quien sea, que se encuentre a su alrededor. Toda nuestra vida se ha construido, de manera inconsciente sobre ese miedo. Porque vivimos desde la mente. Cuando la mente es nuestro centro, estamos encogidos por el miedo y eso nos hace estar constantemente a la defensiva, siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones.
La base de nuestros pensamientos y sentimientos es como un agujero negro, un vacio que nunca puede ser llenado, y para aliviar ese miedo, para tratar de llenar ese vacío, nos vamos al exterior y nos aficionamos al poder, al halago, a la admiración. Confiamos en el juicio de otras personas, ¡que poco nos valoramos y queremos!, no confiamos en nosotros, y le damos nuestro poder a cualquiera que pasa por delante de nosotros.
Confiamos en el juicio de otras personas y nos ponemos nerviosos sobre lo que la gente piense de nosotros. Es importante para nosotros porque nuestra autoestima depende de eso y, sin embargo, nuestra estima desciende y desciende, porque hemos entregado nuestro poder a otras personas.
Algo hemos de cambiar. Si ya hemos cambiado la idea de lo que somos, también se ha de comenzar a cambiar la manera de hacer las cosas. Lo que sucede cuando intentamos despegarnos de nuestras creencias, es que nos podemos encontrar con un problema añadido, ya que cuando nos dejamos de identificar con lo que siempre hemos hecho y con lo que nos han enseñado, se genera un estado de confusión, y nos surgen las preguntas del millón, ¿Qué quiero realmente?, ¿Quién soy?, etc., etc.
Y así llegamos a nuestro segundo peaje “ACEPTACIÓN”.  El trabajo de aproximación a la Luz no es más que un trabajo de sanación, que se ha de realizar aceptando. ¿Aceptando qué?: Aceptando lo que somos, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento, aceptando el miedo, aceptando lo que nos parecen limitaciones, aceptando nuestra vida.
Cuando se consigue aceptar la vida y lo que la envuelve, la persona se ablanda,  tolera, perdona y ama.
Se dice muy rápido que hay que aceptar la vida, sin embargo, nuestra conciencia lleva mucho tiempo generando un patrón de conducta que hace difícil cualquier cambio. ¿Qué hay ahora en la conciencia?, ¿Qué es lo que tiene que cambiar?: Tenemos que ser conscientes de que estamos atados a nuestros pensamientos, para permitir que estos cambien y desaparezcan las viejas energías, y así despertar a una conciencia basada en el corazón.
Sólo cuando nos demos cuenta de que el vacio en el que estamos inmersos no puede ser llenado de ninguna manera desde el exterior,  empieza el cambio, empieza la aceptación.
Aceptar significa no juzgar nada, ni nuestro, ni de los otros, ni del interior, ni del exterior, las cosas son como son y no hemos de tener ningún interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como pensamos nosotros que han de ser.
Hemos de comenzar a vivir desde el corazón, porque el corazón, al contrario que la mente, está interesado en todo lo que es, sólo en lo que es, no en lo que se juzga como bueno o como malo; y si nos abrimos a vivir desde el corazón nos liberamos del juicio de manera inmediata, y aceptamos quienes somos, sin más. No quienes queremos ser, o quien quiere la sociedad que seamos, aceptamos quienes somos.
Toda esta teoría de vivir desde el corazón, y de aceptar, suena muy bien, sin embargo, los miedos, los traumas, los sufrimientos, siguen ahí. Es como si quisiéramos engañar a la mente, y no se trata de engañarla, se trata de limpiarla.
Todos los miedos, todos los traumas, todos los sufrimientos, son experiencias del pasado, y eso es lo que hay que sanar, eso es lo que ha de desaparecer. ¿Cómo?: volviendo al pasado, volviendo a la experiencia, pero de una manera amorosa, es decir, revivir la situación, pero estando centrados en el corazón, no dándole vueltas a la mente. Y así simplemente observando lo que sucede, se crea una especie de separación entre el suceso y la persona, y es esa separación la que hace a la persona dueña de la realidad, pudiendo aceptar el suceso completo, sin volver a enjuiciarlo, ya que la persona comprende desde el corazón, que para todo hay una causa, es una experiencia más para el alma, y no tiene por que quedar grabada en la mente.
Cuando somos capaces de relacionarnos con todos los papeles y todas las escenas que hemos ido interpretando en nuestra vida, quedamos libres para vivir desde el corazón. Es entonces cuando estamos preparados para circular hasta el siguiente peaje, que no será otro que comenzar a trabajar conscientemente nuestras debilidades, nuestros vicios, nuestros malos hábitos.
Continuará………………..