Cuando nacemos somos limpios y puros. Las capas formadas de nuestra aura son brillantes, transparentes, cristalinas. Pero no nos dura mucho, a lo sumo, hasta que empezamos a caminar, ya que es esa etapa de nuestra vida cuando conocemos una palabra nueva que vamos a escuchar y a repetir muchísimas veces a lo largo de nuestra vida: “NO”.
El “no” lleva implícito muchas cosas,
en principio es la negación de la expresión natural del niño y eso hace que
empiece a aprender a reprimir conductas y emociones, empieza a colocarse una
máscara, la máscara de la represión; con ella puesta el niño empieza a reprimir
los impulsos que salen de su interior.
Pero el niño sigue creciendo y
empieza a coleccionar máscaras de todo tipo y condición, máscaras que serán distintas,
en función del escenario en que se encuentra, con los amigos, que, por
supuesto, es distinta a la máscara de andar por casa. En casa tiene varias, la
máscara para tratar con mamá, la máscara para tratar con papá, la máscara para
tratar con los hermanos, la máscara para tratar con los abuelitos; y el niño
sigue creciendo y se convierte en un adulto, y sigue acumulando máscaras, la
máscara para tratar con los compañeros de trabajo, la máscara para tratar con
su pareja, la máscara para tratar con su jefe, etc., etc., etc.
Representa tantos personajes, que ni
la propia persona sabe como es, sólo es una representación de sí misma, ya que,
en función de la circunstancia, de la persona que tiene delante o el lugar en
que se encuentra, irá colocándose una máscara u otra. Entonces ¿quién es
realmente esa persona?, ¿la que actúa en casa cuando está sola?, ¿la que actúa
cuando está con la familia?, ¿la que actúa en el trabajo?, ¿quién es realmente
la persona?, ¿sabe la persona realmente quién es?
No, la persona no sabe quién es y ni
tan siquiera como es. Físicamente la persona no sabe cómo es porque ella no se
ve, lo único que ve es su reflejo, y ¿quién la dice que lo que refleja el
espejo y ella ve, es lo mismo que ven los demás?; por lo tanto sabe cómo es su
reflejo, pero no como es ella. Y en cuestión de carácter, tampoco sabe como es,
la persona cree que es la imagen que ella se ha construido de sí misma,
construcción realizada en función de las máscaras, pero lo que cree la persona que
es, sólo es otro reflejo, en este caso mental.
Según va madurando la persona, a lo
largo de muchas vidas, según va construyendo su carácter, va dejando máscaras,
estas van desapareciendo, hasta que la persona llega un momento que arroja la
última máscara y vive sin ellas. En ese momento, la persona ya es ella, ya no
actúa, sólo vive. ¿Cuándo ocurrirá eso? Sólo ocurrirá en el momento en que la
persona deje de vivir desde la mente y viva desde el corazón, en el momento en
que sea Amor y ya no tenga miedo de mostrarse tal cual es, en el momento que sea
consciente de su divinidad. Mientras no sea consciente de eso y viva temerosa
de perder su empleo, de perder a su pareja, de que sus hijos no se casen con un
buen partido, etc., seguirá usando máscaras, es normal, con algo hay que tapar
la hipocresía.
Hay que ser como los niños, limpios,
puros, brillantes, cristalinos y luminosos, y eso sólo lo puedes hacer
viviendo, sintiendo y actuando desde el corazón.