El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




Mostrando entradas con la etiqueta Apego. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Apego. Mostrar todas las entradas

jueves, 27 de octubre de 2022

No hay fracaso en la pareja

              


                 Aconsejo a los religiosos, creyentes, devotos, seguidores y practicantes de todas las religiones, así como a todos aquellos influenciados por las insanas creencias de la sociedad, a los meapilas, a los hipócritas y a los fariseos, que no sigan leyendo, ya que no es una lectura que les pueda interesar porque va claramente en contra de sus intereses. Este es un escrito para afianzar el respeto y no creo que, ningún adalid de la pureza que viva blandiendo su espada de fuego en contra de los que consideran que viven en pecado, conozcan mucho de él.

              Así que, ahora que ya hemos quedado solo los pecadores, podemos comenzar. No existe fracaso en el matrimonio o en la pareja, ya que el fracaso es la no consecución del éxito y, en la pareja, teniendo en cuenta que ni los mismos integrantes conocen la razón de su unión, no se puede hablar de fracaso. Se puede, sin embargo, hablar de éxito en todas las uniones, aunque, la mayoría de las veces sea un éxito agridulce o, incluso, amargo, por el desconocimiento del ego sobre cuál es la causa y los objetivos de la unión.

              Para entender el párrafo anterior sería bueno remontarnos al espacio entre vidas, anterior a la encarnación en la que se produce la unión de la pareja. Si, ya sé que no podemos remontarnos a algo que no conocemos, pero sí tenemos alguna pista de cómo se organiza una vida. En ese espacio, antes de encarnar en la materia, cada alma organiza su vida y firma su contrato. Ya sabemos que elegimos los padres, el lugar de nacimiento, así como las relaciones y el trabajo a realizar. También se organiza y se firma las uniones de las personas, así como los objetivos a alcanzar en ellas.

              Cada unión tiene por objetivo el aprendizaje, la cancelación de deudas kármicas, la recepción de débitos, y la enseñanza. El alma, aunque el ego tenga un total desconocimiento de la tarea a realizar, sigue las pautas establecidas para que la unión se de y el trabajo se realice.

              Por lo tanto, las uniones pueden durar un instante, un tiempo más o menos largo o toda una vida. El problema surge cuando la unión no debe durar más allá de un tiempo limitado y choca frontalmente con las creencias religiosas o con las creencias de la sociedad, que impone que una unión debe durar toda una vida.

              Existe un problema añadido, posiblemente, el más importante, y es que las uniones no se establecen desde el Amor del alma, desde el Amor divino, desde el Amor incondicional. Las uniones se establecen desde lo que podríamos llamar amor humano, que no es más que una emoción, una mezcla de amor-deseo, en el que priman múltiples factores, totalmente alejados de la energía del Amor. Esos factores pueden ser la atracción física, el deseo sexual o intereses materiales, como pueden ser: alcanzar una buena posición social, una mejora en la economía, la necesidad de compañía o satisfacer a la sociedad para evitar “el qué dirán”.

              Y aún podríamos hablar de otro problema más, como es la falsa creencia de bastantes hombres de que en la unión la mujer tiene un papel de servilismo y la falsa creencia de las mujeres de que, efectivamente, es así y que han de intentar satisfacer al hombre en todo lo que se supone que a este le agrada. Esto es dramático, esos hombres, de hombre, solo tienen el nombre, y las mujeres con esa creencia, son una clara muestra de que no se respetan a sí mismas. Es lógico y normal que no reciban el respeto que merecen como seres humanos.

              Hagamos un inciso, para recordar que todos, hombres y mujeres, somos exactamente iguales. Todos somos alma, todos somos una Chispa Divina, todos somos hijos de Dios, que un día decidimos encarnar, por propia decisión y, en esa encarnación le pusimos al alma, para facilitar el trabajo a realizar, un ropaje de hombre o de mujer. La realidad es que somos eternos y que no tenemos sexo. Líbrese bien el miembro de la pareja que maltrate física o emocionalmente a su pareja, porque en próximas encarnaciones es posible que tenga el sexo contrario a la encarnación actual para recibir en carne propia el daño generado.

              Con todo ese panorama, se establece la unión para realizar el trabajo acordado, que se puede realizar o no. Pero ante la falta de autentico Amor, ninguno de los miembros de la pareja va a ser capaz de identificar cuando ha finalizado ni el trabajo ni la unión. A partir de ahí surgen los engaños, los sufrimientos, los desencuentros, los maltratos y mil y una desgracia más.

              Con lo fácil que es identificar cuando ha finalizado la unión, y de manera racional, basándose en el Amor, el cariño, la generosidad y el respeto, concluir esa unión, que no la relación, apoyándose ambos en los primeros momentos, esos que la sociedad se encarga de calificar como dramáticos, cuando, sin embargo, ha sido una relación exitosa, porque no solamente han cumplido su compromiso, sino porque han podido extraer el aprendizaje y abstraerse de la conciencia social.

              Cuando el hombre entienda que no solo no es superior, sino que posiblemente camine varias pasos detrás de las mujeres, y cuando la mujer aprenda a respetarse a sí misma y entienda que su sumisión a la tiranía es el aprendizaje que está dando a sus hijos, que serán tiranos, y a sus hijas que serán esclavas, se habrá acabado la lacra de maltratos y engaños en la pareja, aunque no basen su relación en el Amor, pero si lo hagan en el respeto mutuo.

                

jueves, 19 de marzo de 2020

Diario íntimo de un Trabajador de la Luz (4)


Cinco vidas en una



He vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande, comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.

Todos los cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás, sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por lo nuevo que estaba entrando en mi vida.

No tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.

El otro, treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir, sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido más llevadera.

Tengo claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis compañeros de viaje por la vida.

El diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor. 

Creo que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué venimos a la vida.

Afortunadamente solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.

Vivo independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.

Estoy a punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he programado para vivir 92 años.

Reflexionando sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera vivido, al menos, cinco vidas en una.

Cuento como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.

La segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.

Es curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.

La cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.  Este ciclo fue más corto, de tan solo diez años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.

Y, por último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años, lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa, a la sanación y la escritura.  

En plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo, ¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que está iniciando una nueva etapa?

Hace tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.

¡Cuídense y así cuidarán al otro!

¡Bendiciones!

 CONTINUARÁ

Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.


lunes, 23 de abril de 2018

"Estar en la Gloria"


         




             ¿Por qué sufres? -preguntó el Maestro.

             Por la muerte de mi esposa -le respondió el discípulo.

            Y ¿crees que tu dolor es una buena herramienta para devolverle la vida? -siguió el Maestro.

  Ya sé que nada va a devolverle la vida -replicó el discípulo, un poco molesto.

            Entonces, ¿por qué sufres? -insistió el Maestro.

            Extraño su presencia, y no quiero olvidarme de ella -respondió el discípulo.

          Te propongo un plan: En lugar de pensar en su muerte y en que ya no está a tu lado, piensa en los infinitos momentos de felicidad que pasasteis juntos. Así no la olvidarás, la recordarás con alegría, incrementarás tu amor por ella y disminuirá tu apego, con lo que dejarás de extrañarla. Y por si eso fuera poco, piensa que donde está ahora es mucho mejor todavía que eso que los hombres definís como “Estar en la Gloria” -sentenció el Maestro.



domingo, 26 de marzo de 2017

Sin pasado, sin presente, sin futuro

El ayer ya no existe, el mañana tampoco y, si me apuran, tampoco existe el presente. Existe un continuo de tiempo, un continuo de conciencia. Sin embargo, los hombres son incapaces de vivir ese continuo, ese mágico momento, siempre nuevo, que se va desgranando ante su conciencia. Pero no lo ven, no lo perciben, no lo sienten porque se quedan anclados en su pasado maniatando a su conciencia. Dan un salto para intentar instalarse en el presente, pero tampoco lo consiguen, porque se vuelven a anclar en otro pasado o, a veces, se pasan en el salto y aparecen en el futuro.



Con lo cual viven de recuerdos que solamente existen en su mente y de programaciones de futuro que solo existen en sus deseos. Y la vida pasa y pasa sin que sean conscientes de la belleza, de las sincronicidades y de las oportunidades que la vida, en su eterno discurrir, les presenta una y otra vez.

Ese anclaje al pasado o ese suspirar por sus deseos de futuro solo es apego. Se apegan a situaciones, es igual que hayan sido agradables o no, ya no existen, y enganchados a la situación pasada no pueden ver el ahora, no pueden vivir porque tienen la vida ocupada, no pueden sentir porque tienen prisioneros a los sentimientos, no pueden ver porque no miran, no pueden resolver porque tienen congestionada y llena de ruido su mente.

Viviendo el "ahora" se desapega el hombre del ayer y se olvida del mañana, ¿Quién sabe si existirá para él un mañana?, y en todo caso, serán sus acciones de hoy las que determinen cómo será su mañana.


Viviendo el “ahora” el hombre no solo se responsabiliza de sí mismo, sino que acepta todo lo que la vida le presenta, que no es, ni más ni menos, que lo que el mismo hombre había programado para su existencia.


viernes, 25 de diciembre de 2015

Derribando tabúes de la pareja


            Un alto porcentaje de infelicidad y sufrimiento tiene su origen en la relación de pareja, cuando curiosamente elegimos a nuestra pareja para, en teoría, pasar toda una vida de felicidad.
            Hay parejas, o mejor dicho los miembros que componen la pareja, que después de cierto tiempo sienten que les falta algo, que no disfrutan con la relación, que no son felices, que se sienten incompletos. Y, por supuesto, la relación comenzó con todos los requisitos necesarios: Maripositas en el estómago, un estado de devoción en el que casi tocaban a Dios, una necesidad permanente de verse, tocarse, escucharse, sentirse, con cara de iluminados por su sonrisa permanente y con un olvido total del resto del mundo.
            Después de esos comienzos, pueden haber establecido una relación legal o de hecho, no importa, los papeles están bien para las cuestiones legales, pero para la cuestión del “ser”, para las cuestiones energéticas, para los compromisos adquiridos o para su compromiso con Dios, (si, con Dios), no importa si la relación es legal o no.


            Y al cabo de cierto tiempo, no importa cuánto, ni como era el tipo de pareja formada, ¡Oh, el amor se acabó!, y ahora ¿Qué?, porque las estructuras sociales, religiosa, familiares y en muchas ocasiones económicas, les obligan, aunque mejor estaría decir se obligan ellos mismos, a seguir juntos, con todo lo que eso significa: silencios, gritos, rencores, chantajes, infidelidad, engaños, maltratos, etc., etc.
            A pesar de esas estructuras sociales, es posible que se separen unos veinticinco millones de parejas anualmente en el mundo, (son cálculos extrapolados), y en muchos casos, no en todos afortunadamente, también es posible que antes, durante y después de la separación, o uno o los dos miembros de la pareja, hagan la vida imposible al otro.
El origen del problema no es otro que el desconocimiento de lo que es una relación de pareja y de la razón por la que se forma, así como del ingrediente o ingredientes imprescindibles, tanto para mantenerla como para darla por concluida.
Toda nuestra vida gira en rededor de parámetros erróneos, siendo el más grave la creencia de que somos un cuerpo, sin ninguna misión, salvo la de ser “personas de provecho” y conseguir lo mejor: mejor empleo, mejor casa, mejor coche, mejor pareja, mejores hijos, mejor todo. Como consecuencia de eso, todas nuestras acciones van a ser erróneas después de una lucha despiadada y sin cuartel con la propia vida.
Los seres humanos llegamos a la vida con un Plan establecido. Recogido en ese Plan se encuentran nuestras relaciones. Por lo tanto primer error: Las relaciones no son fruto de la casualidad o del encuentro con nuestra media naranja o nuestra alma gemela; las relaciones se establecen para aprender algo, para enseñar, para recibir algo que se debe o para pagarlo y están establecidas de antemano, de la misma manera que está establecida su duración, no tanto en tiempo,  ya que el tiempo solo es algo inherente a la materia y el Plan viene establecido desde el otro lado de la vida, sino en cuanto a la conclusión del trabajo, o cuando se comprueba que el trabajo va a ser irrealizable, (como sucede en un alto porcentaje de parejas).
Por lo tanto sería bueno desterrar la romántica idea de que se establece una relación para toda la vida, porque no va a ser así, o no va a ser así en un ochenta por ciento de relaciones, aunque no todas llegan a romperse. Si prefieren sufrir y ser infelices, es su decisión.
El segundo problema o error es que en las relaciones está ausente el Amor, y está ausente porque eso es justamente lo que tratamos de aprender con nuestras encarnaciones en la materia vida tras vida. No sabemos Amar, y lo que llamamos amor, que es en lo que basamos la relación, no es más que una mezcolanza de apego y deseo. Si a esa mezcla le añadimos el pensamiento social, la presión familiar, el fariseísmo religioso, los hijos y la posible precaria situación económica, la ruptura de la pareja es como una bomba atómica explotando en el salón de la casa familiar.
La metralla de la bomba son un sinfín de desencuentros en los que se llegan a utilizar hasta los niños como arma arrojadiza. Hay una parte de la pareja, normalmente los padres, que puede llegar a perder completamente el contacto con sus hijos por las maniobras y malas artes de la otra parte. Es terrible.
Todo esto se podría evitar si todos fuéramos conscientes de nuestro papel en la vida. Pero ya que eso parece difícil de conseguir podemos asirnos al amor, aunque sea esa emoción que sentimos los humanos. Si se pusiera un poco de amor en la pareja es posible que se pudiera mantener en la ruptura y utilizarlo en la separación junto con el respeto y la generosidad, aplicando además la Regla de Oro: No quieras para el otro, lo que no quieres para ti. Así no se utilizarían a los hijos como arma arrojadiza, no existiría ningún tipo de chantaje, y los dos miembros de la pareja arreglarían la vida de separados conjuntamente, de la misma manera que organizaron de manera conjunta la unión.
Siempre en estos casos se comenta “Es que las cuestiones del corazón son difíciles”. El comentario es erróneo, la formación de la pareja y su separación solo es una cuestión de la mente, otra cosa sería si entrara en juego el corazón con el auténtico Amor. Las cosas del corazón son las más fáciles.

viernes, 18 de septiembre de 2015

La muerte desde el lado de la vida


Quiero dedicar esta entrada a un amigo, a un amigo que me escribió y me dijo que había leído el post con el título “Acabo de morir” en el velatorio de su padre que acababa de morir. Y me comentaba que si algún día me llegaba la inspiración que escribiera para los que sufren, para los que sufrimos el dolor de la pérdida.          
 

¿Por qué le tienes miedo a la muerte?, ¿Por qué el sufrimiento ante la pérdida de un ser querido?, ¿Por qué te produce “repelús” solamente la mención de la palabra muerte?
Hace días colgué un post con el título “Acabo de morir”, en el que una persona que acababa de morir me permitió compartir su estado, con el único propósito de ir aliviando o dulcificando el miedo escénico que casi todos los seres humanos le tienen a la muerte.
            Quiero en esta entrada hacer una reflexión desde el otro lado, desde el lado del vivo que ve, siente y sufre como se marchita hasta morir alguien querido.
            Porque es muy fácil hablar de la muerte desde la segunda fila, desde el otro lado de la computadora, desde el lugar donde no te toca en primera persona. Es imprescindible estar en primera línea para comprobar cómo el sentimiento de pérdida supera a cualquier filosofía, supera a cualquier creencia.
Supongo que casi todos hemos estado en esa situación de dolor, en esa sensación de impotencia, en esa sensación de incredulidad, en esa sensación en la que incluso puedes llegar a dudar de la existencia y de la bondad de Dios.
            La pregunta de ¿Por qué a mí Señor? Se encuentra en muchísimas mentes de los que contraen una enfermedad que parece terminal, e incluso en la de sus seres más allegados. Casi es como pensar porque no enferma el vecino de la otra calle, (al que por supuesto no conozco y no me va a afectar).
            La entrada de “Acabo de morir” tenía ese propósito. El propósito de que los familiares del difunto tuvieran la plena seguridad de que la muerte del cuerpo es un alivio, ya que se pasa a vivir en otro plano con otras condiciones que son mucho más ventajosas que las que disfrutábamos o sufríamos estando en vida.
Ya parece estar bastante claro, para bastantes personas, que abandonar la vida física es un regalo, y para el que muere la muerte es eso, un regalo, pero no lo es para los que nos quedamos. La pregunta es ¿Por qué?
Si tenemos claro que la vida sigue en otro plano, en el que todo lo que se vive es paz, amor, alegría y felicidad, y que es eso precisamente lo que está viviendo nuestro ser amado, ¿Por qué nos entristece tanto la pérdida, si sabemos, o al menos creemos, que sigue con vida, con esa otra forma de vida, que es mucho más placentera que la vida física? La respuesta aunque pudiera parecer fácil, no lo es tanto.
 
Todo es cuestión de creencia, todo es cuestión de pensamiento. La frase de Buda “Somos lo que pensamos”, adquiere aquí un valor máximo. Y con independencia de que el propio pensamiento de la persona en relación a la muerte, sea que solo es un cambio de consciencia, o sea que la vida continua a pesar de la desaparición del cuerpo físico, existe una forma de pensamiento global que cubre la Tierra en su totalidad que contempla la muerte como el fin de la existencia. Y es claro, dejar de existir es aterrador.
El propio pensamiento de los que creen en la reencarnación, y que nada acaba con la muerte del cuerpo es más un deseo que una creencia arraigada e integrada en el ser humano, incluidos muchos de los que predican la teoría; ya que si viviéramos en esa convicción, y estuviera integrada en nosotros, traspasar el umbral de la vida no causaría ningún tipo de trauma. Sería como acostarse a dormir cada día, solo que en vez de decir “Hasta mañana”, seguramente habría que decir “Hasta siempre”.
Es muy curioso lo que sucede: Pensamos conscientemente que la muerte no es el fin, (o deseamos que así sea), que hay vida más allá de la muerte, incluso conscientemente pedimos a los santos por los que la persona siente devoción, lo cual da pie a creer que la persona cree en la vida al otro lado de la vida física, ya que si viven ellos que han estado aquí, igual que nosotros estamos ahora, ¿Por qué no íbamos a vivir nosotros también al otro lado?, pero el terror inconsciente, generado por esa forma de pensamiento global es superior al cualquier creencia o razonamiento consciente.
             Cambiar ese pensamiento global de terror a la muerte, no parece, de momento, tarea fácil, ya que sería necesario que millones y millones de personas empezaran a tener el pensamiento contrario, lo cual no parece muy factible. Ante esto, solo queda la fortaleza del pensamiento de cada persona de manera individualizada.
Hay una segunda razón para sufrir por la muerte de una persona allegada, a pesar de creer que va a seguir con otra forma diferente de vida mucho más placentera. Esta razón es la calidad del amor. Si a cualquiera de nosotros nos preguntan porque sufrimos ante la pérdida de un ser querido, la respuesta sería prácticamente la misma: “Porque le quiero y no le voy a ver más”.
En esa respuesta mezclamos dos conceptos completamente diferentes: Una, “le quiero”, y dos, “no le voy a ver más”. El primer concepto se cae por sí solo, ¿Cómo es posible amar a alguien y sufrir porque se va a un lugar muchísimo mejor? Nuestro amor no es auténtico amor, no es la energía que todo lo llena, es una mezcla de amor y deseo. A esta combinación de amor y deseo bien podríamos llamarla apego, y el apego se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección. El segundo concepto es una consecuencia del primero.
Podemos por lo tanto concluir en que lo que definimos como amor hacia nuestros seres queridos, es más apego que amor, con lo cual es lógico el sufrimiento por la pérdida de alguien que nos acompaña, que nos da seguridad, que nos brinda consuelo, que nos da protección, y un sinfín de cosas más.
Cuando sustituyamos el apego por amor, por auténtico amor, por amor verdadero, por amor incondicional, por el mismo amor con el que Dios nos ama a nosotros, se habrá terminado nuestro sufrimiento ante la muerte.
Hasta entonces es normal nuestro dolor, porque es justamente el aprendizaje de cómo se ama nuestra auténtica razón para venir a la vida.

           

jueves, 23 de abril de 2015

Pasaba por aqui


Perlas para el alma
 
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
 ¿Dónde están sus muebles? preguntó el turista. Y el sabio, rápidamente, también preguntó: ¿Y dónde están los suyos? ¿Los míos?, se sorprendió el turista. ¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! Yo también. Concluyó el sabio.

viernes, 10 de octubre de 2014

Desapego (y 2)


……………. Continuación.
¿Cómo trabajar el desapego? El desapego es una cuestión de actitud, y para trabajarlo son necesarios algunos ingredientes, como pueden ser la aceptación, la comprensión, la gratitud y el amor.
La dependencia emocional es quizás una de las más poderosas formas de apego, y más difíciles de eliminar. La dependencia emocional, como todo, nace de un patrón mental. Pensamos que somos incapaces de vivir en soledad, y eso hace que desarrollemos la necesidad de estar siempre acompañados. Podemos incluso necesitar la compañía, sin ser conscientes de esa necesidad, y se disfraza en muchísimas ocasiones de emociones, como pueden ser el amor y el cariño, que nada tienen que ver con lo que se siente realmente. Cuantas parejas viven en la más absoluta infelicidad por ese autoengaño. Y no es demasiado difícil liberarse de esa necesidad, casi enfermiza, de compañía. Sólo hay que cambiar el pensamiento y decir en nuestro interior, de manera repetitiva: “Yo Soy feliz en soledad”.
Existe otro tipo de dependencia emocional, y es la creencia de que los demás nos necesitan y no les podemos dejar solos. Eso no solo es apego, es también una manera de control. Dejemos que los demás vivan su propia vida, dejemos que vivan su propio aprendizaje, dejemos que vivan sus propias errores, y ayudémosles solo si solicitan nuestra ayuda.
Permanecer alerta a nuestros pensamientos para eliminar los hábitos de juicio y crítica, es una buena manera de romper los patrones rígidos de pensamiento a los que estamos acostumbrados, es desapegarnos de ellos. Vivir sin realizar juicios y sin cuestionar nada es vivir en libertad, es amar. Para esto: Aceptar es la mejor medicina, ¡Qué más da lo que hagan los demás!, ¡Qué más da como vistan!, ¡Qué más da lo que hagan o lo que digan!, ¡Qué más da con si viven solos o acompañados!, ¡Qué más da si su vida es honesta o engañan a diestro y siniestro!, ¡Qué más da! Si nos afectara a nosotros, solo hemos de tomar las acciones oportunas, legales o personales, pero después de eso, es imprescindible perdonar, bendecir, dar la vuelta y marchar, para no frecuentar más a alguien que puede hacernos daño. Sin recordar el daño cada día, ya que eso sería como apegarse al dolor, eso sería como si nos estuvieran haciendo el daño de manera permanente. Realmente somos especialistas en vivir apegados al dolor.
 
En cuanto a nosotros mismos, aceptémonos, valorémonos en lo que valemos, respetémonos y amémonos. Eso hará que aceptemos, valoremos, respetemos y amemos más a los demás.
Como decía al inicio de la entrada anterior, en la cita de Deepak Chopra: desapego no es renunciar a la intención ni al deseo, desapego es renunciar al interés por el resultado. Todos nos apegamos al resultado de nuestras acciones, a aquello que esperamos que suceda. Y lo normal es que nunca suceda lo que tenemos planeado, o por lo menos no sucede al cien por cien, y esa es una causa de insatisfacción, de frustración, de sufrimiento. Como lo es cuando esperamos recibir algo a cambio, cuando damos para recibir, cuando amamos para que nos amen. Eso también es apego. No se ha de esperar el resultado apetecido, lo que suceda, está bien; no se ha de hacer nada esperando el halago, el elogio o la gratificación. ¿Cómo hacerlo entonces? Hacerlo por amor, sin esperar nada a cambio, sin esperar como se recibe o como lo califican, hacerlo porque sí, porque sale del alma.
Sentimos apego por casi todo, también por cosas materiales. De la misma manera que el apego por las personas nos esclaviza a ellas, el apego por los objetos nos convierte, de igual manera, en esclavos de esos objetos. “Una persona que aprende a vivir con lo que tiene, pero no siente temor de perderlo se puede considerar verdaderamente libre. Aquel que no acumula bienes, objetos o personas sino que disfruta de todo cuanto tiene y no tiene, es una persona feliz y sabia”, sostiene la Licenciada en Filosofía, la argentina Carolina Renzetti.
 Observa todo cuanto te rodea, ¿Cuántas cosas, ya sean ropa u objetos no has utilizado en tiempo? Despréndete de todo aquello que no hayas utilizado en el último año. Eso ayuda a desapegarse mental y emocionalmente de muchas cuestiones, fotografías, cartas, recuerdos de infancia o adolescencia, recuerdos de personas o de acciones realizadas. Desprenderse de ellos, es liberarse de la energía inútil, que permanece en los objetos. Los recuerdos tienen que estar en tu corazón, no en forma de papel en una caja de zapatos.
Y finalmente acepta. Acepta que todo en la vida sucede por alguna razón, acepta que las barreras pueden ser oportunidades, acepta a esas personas desagradables porque pueden estar ahí para enseñarte una lección de vida importante, acepta los cambios, ya que es posible que te estén llevando a donde tenia planificado tu alma. Acepta con humildad y gratitud.
Nuestra verdadera misión en la vida es aprender a amar. El desapego es el mejor camino para ello. Dar sin esperar nada a cambio, ayudar porque lo necesitan sin esperar recompensas, aceptar que las personas entran y salen de nuestra vida y que no podemos ni debemos retenerlas.
Todo esto no solo es desapego, también es amor.
 

miércoles, 8 de octubre de 2014

Desapego (1)


El desapego no es que tú no debas poseer nada
Es que nada te posea a ti.
Ali ibn Abi Talib
Comienza haciendo lo que es necesario,
después lo que es posible,
y de repente estarás haciendo lo imposible.
San Francisco de Asís.
“La ley del desapego dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo, renunciamos al interés por el resultado”. (Deepak Chopra).
Pero no se trata solamente de conseguir cualquier cosa en el universo físico, se trata de más, se trata de ser feliz, se trata de permanecer serenos y en paz, se trata de no realizar movimientos inútiles en la vida, se trata de no generarnos falsas expectativas, se trata de no divagar, se trata de ver la vida en su verdadera perspectiva,  se trata de observar a los demás sin prejuicios, se trata de vivir la realidad y no tener una visión distorsionada de la vida, se trata de ser solo un observador imparcial, se trata de aceptar sin más, se trata de ser feliz, se trata de amar porque sí, se trata de no derrochar fuerzas.
 
El desapego es una de las cualidades del alma, por lo tanto, conseguir vivir sin apegos es acercarnos un poco más al alma.
Podremos hablar de misiones para la vida, podemos hablar de deudas o de activos kármicos, podemos hablar de cerrar círculos con otros seres que han coincido con nosotros en otras muchas vidas, pero la verdadera razón de la vida es aprender a vivir desde el alma, es aprender a vivir en el cuerpo sin identificarnos, ni poco ni mucho, con lo que ocurre en los planos físico y emocional, es aprender a vivir sin reacciones mentales de ningún tipo, es aprender a vivir en Dios.
El desapego no significa aislamiento personal. El desapego soluciona muchos de nuestros problemas, podríamos decir, sin exagerar, que soluciona todos los problemas que en la actualidad están generando el sufrimiento en los seres humanos. Y cuando eso se consigue el ser humano consigue la tan ansiada libertad porque deja de identificarse con las personas, con las cosas y con las circunstancias, y sobre todo desaparece el miedo de cualquier tipo.
Es entonces cuando el apego desaparece, cuando el ser humano se va a acercar a otras almas, que no a otros cuerpos, que no a otras personas, y eso le va a permitir fusionarse con el alma de su hermano y conocer y asegurarse el mejor modo de ayudarle. Con el desapego, va a aparecer, poco a poco la humildad, humildad con la que se va a dar todo lo que se tiene para servir de manera altruista y luego olvidar lo que cada uno dio de sí mismo. Sólo cuando el desapego y la humildad están presentes, puede un ser humano servir en realidad.
Pero, a fin de cuentas, todo esto no son más que palabras, más o menos bonitas. Lo importante es pasar de las palabras a los hechos. Lo haremos en la próxima entrada.
Continuará………
 

jueves, 3 de abril de 2014

Apegos y desapegos


            El mundo con el que nos relacionamos está creado por la Mente.
El apego es una vinculación afectiva intensa que se desarrolla entre dos personas, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y el mantenimiento de la proximidad entre ambas ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección.
Todos conocemos lo que es el apego hacia una persona, porque todos lo vivimos, o vivimos algo parecido en nuestras relaciones con nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja o nuestros amigos. Pero aparte del apego conocido hacia personas, existe otro apego, hacia otras cosas, como pueden ser: La aprobación social, es decir, apego al qué dirán; a la fama, al poder, a los cánones de belleza, a la moda, a internet, al juego, etc. Aunque a todos estos se les denomina adicciones. Y aun podríamos decir que existe otra clase de apego, el apego al sufrimiento, el apego al dolor, el apego a la infelicidad, y aunque parezca sorprendente son muchas las personas que necesitan el sufrimiento para seguir viviendo.
El apego, que es mantener una relación dependiente hacia alguien o hacia algo, hace que la persona entregue su poder a ese alguien o a ese algo. No, en realidad es más que la entrega del poder, es la entrega del alma para conseguir protección, seguridad, apoyo, bienestar emocional o placer.
El apego es, sin exagerar, una obsesión con un objeto o con una persona, y esa obsesión hace creer a la persona, que ese objeto o esa persona, la va a hacer feliz, que va a durar eternamente y que eso es justamente lo que le da sentido a su vida. Eso es un error tremendo, ya que ninguno de esos planteamientos es correcto: Nada dura eternamente, lo que va a hacer que con la perdida llegue el sufrimiento.
Pero además del sufrimiento, con el apego se pierde la libertad, se pierde la dignidad, se pierde el respeto hacia uno mismo.
Ante esto, parece claro que es imprescindible el desapego. Desapego es soltar, desapego es optar por la libertad, desapego es mantener la paz interior, desapego es dejar atrás el victimismo, desapego es amor.
El desapego es libertad porque cambia la relación con los sueños, las metas y los deseos. Porque estos no se olvidan ni se dejan de perseguir, pero la no consecución de los mismos deja a la persona con total indiferencia. La persona no permanece subyugada por el resultado.
El desapego es amor porque aferrarse a algo o a alguien es perder la libertad y es causa de sufrimiento. No quiere decir que no se pueda sentir devoción por una persona o admiración por un concepto. Amar no es poseer. El Amor sólo puede existir en libertad.
En el desapego no hay una relación de dependencia, no hay expectativas.
El desapego es una Ley del Universo. Esta ley dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; solamente renunciamos al interés por el resultado.
Pero, ¿Cómo desapegarse? Hemos de tener claro que desapego no significa cortar con algo o alejarse. Desapego es aprender que no necesitamos nada del exterior para estar en paz y que no controlamos nada. Reflexionemos sobre qué es lo que te da tristeza, enojo, alegría, sobre lo qué reclamas o por qué te quejas, sobre qué es lo qué te quita la paz. Para eliminar todo eso, necesitamos fortaleza, es decir desapego, para permanecer libres de la influencia de los demás, de opiniones, de juicios, de comentarios.
Y para eso, MEDITAR, MEDITAR, MEDITAR. La meditación es una poderosa herramienta. La más poderosa, ya que gracias a ella sentimos como se genera paz, nos aislamos de lo externo, escuchamos a nuestro ser interno, gracias a ella soltamos las ataduras y vivimos en libertad.
El desapego es amar a las personas que nos rodean y dejarlas ir sin que eso nos provoque tristeza. Es estar con nosotros mismos, en nuestra propia libertad. Puede parecer un trabajo duro, pero nos va a reconfortar y sobre todo, nos vamos a sentir libres.
Khalil Gibran en “El Profeta” lo refleja de manera perfecta:
Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar
            ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como
 vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer.
Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son
            impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para
 que Su flecha vaya veloz y lejana.
Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como él
ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.