Una preocupación es un proceso mental, proceso en el que la mente permanece, casi de manera constante, dando vueltas a un mismo tema, con ínfimas variaciones, y sin querer encontrar una solución.
Es claro que la mente no quiere
encontrar ninguna solución, porque si la encontrara, en ese momento, se
acabaría la preocupación, y la mente dejaría de tener el control.
En los momentos de preocupación, la
persona no tiene ningún poder sobre sí misma, ya que todo el poder lo ostenta,
en ese momento, la mente.
La preocupación se alimenta por
sucesos acaecidos en el pasado, por problemas presentados en el presente, o por
la incertidumbre sobre deseos del futuro.
En cualquiera de los tres casos, la
preocupación consume una gran cantidad de energía, afecta de manera negativa al
sistema nervioso, mantiene a la persona irritable y malhumorada, y a la mente
ocupada hasta el extremo de nublarse completamente, perder la capacidad de raciocinio,
encontrándose fuera de la realidad.
No es necesario decir que darle
vueltas y más vueltas a un suceso pasado, no cambia en absoluto dicho suceso,
no hay vuelta atrás, no tenemos poder para retroceder en el tiempo. Lo hecho,
hecho está. En este caso solo queda la aceptación, asumir el hecho, e integrar
la enseñanza. De la misma manera, obsesionarse
con lo que pueda pasar en un futuro, no va a llevar a la persona a buen puerto,
y posiblemente afecte negativamente en la consecución del deseo, sobre todo si
el pensamiento va encaminado en una dirección negativa. Recordar que energías
iguales se atraen.
Para la preocupación generada por
problemas del presente, se ha de tener en cuenta que siempre hay una salida para los problemas, por lo que no hay que
preocuparse. Mientras dure la preocupación va a ser imposible encontrar esa
salida. Es imprescindible que se limpie y se aclare la mente para que pueda
dedicarse a la búsqueda de la solución.
No se trata de hacer caso omiso a los
problemas. Así es claro que no se van a resolver, de la misma manera que
tampoco se van a resolver con la preocupación.
Lo que se ha de hacer es buscar la
calma y la serenidad interior para analizar las distintas posibles soluciones y
aplicar la mejor para solucionar el problema.
¿Cómo encontrar la calma? La calma se
puede conseguir mediante la meditación y mediante la oración, entregando el
problema a Dios y pidiéndole iluminación en la búsqueda de la solución. Siempre
llega, aunque no lo parezca, o que la solución que llegue no nos agrade.
Mientras la persona no se encuentre en meditación o en oración, la mente va a
seguir con su proceso de preocupación, por lo que es bueno ocuparla, cuanto más
tiempo mejor, en pensamientos conscientes de “alta frecuencia”. Estos
pensamientos tienen una doble función: Por un lado, ocupan a la mente
impidiendo el proceso de la preocupación, y por otro incrementa el nivel de
energía en la persona y limpia las energías negativas generadas por los
pensamientos de “baja frecuencia” de la preocupación.
Estos pensamientos de “alta
frecuencia” son del tipo: “Yo Soy el alma”, “Yo Soy paz”, “Yo Soy amor”, Yo Soy…….
con todo lo bueno que deseas para ti.
Con la mente en calma, va a ser muy
fácil encontrar la mejor solución. ¡Ah! y si el problema no parece tener solución, no le des vueltas y aprende a convivir con eso que llamas problema.