El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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sábado, 21 de enero de 2023

Bajar al corazón

            


          Siempre es un buen momento pasa subir a ese ascensor que permanece estacionado en la mente y accionar los mandos para bajar al piso del corazón.

Una vez que el ascensor se ha detenido, puedes quedarte a vivir en él, con todas las consecuencias, que no son otras que entregarse a los demás, completamente, y recibirlos como son, como ángeles, como hermanos, sin querer cambiarles porque son perfectos.

Están ahí, tal como ellos han elegido ser, para realizar su trabajo y ayudar a los que se encuentran en su camino a realizar el suyo. No hay que tratar de cambiarlos porque se estaría actuando en contra del Plan Divino.

Es cierto que, a veces, más que ángeles y más que hermanos pueden parecer demonios y enemigos. No hay que cambiar la estrategia. Lo que procede, en esos casos, es bendecirles y no frecuentarles.

sábado, 8 de octubre de 2022

Bendecir, ayudar

 


Capítulo XI. Parte 2. Novela "Ocurrió en Lima"

-    Nunca me has hablado de la bendición- quise aclararle, aunque supongo que no necesitaría tal aclaración.

-    Para bendecir tiene que hacer lo mismo que para perdonar. Tiene que imaginar que su hermano está delante de ella. Si medita y lo hace después de la meditación es perfecto, pero si no medita puede sentarse y hacer tres o cuatro respiraciones, por la nariz, llevando la respiración al abdomen y manteniendo la atención en la respiración. Puede imaginar un rayo de luz que llega a su cabeza y baja hasta su corazón. Dejar que ese rayo salga de su corazón y llegue al corazón de su hermano mientras repite: Yo te bendigo con paz, con amor, con abundancia, con prosperidad, con felicidad, con alegría. Yo te bendigo.

>> En la bendición la energía del chakra cardiaco, que es la sede del amor, de la ternura, de la compasión, de la misericordia, crece, y puede hacerlo hasta cuatro o cinco veces. Y eso le pasa tanto a la persona que bendice como a la persona bendecida. Mientras dura esa expansión del chakra cardiaco, que no va más allá del tiempo que dure la bendición, la persona se siente en un estado, casi, de éxtasis. Aunque no sea consciente o no sepa que ocurre, su inconsciente si lo sabe y sabe que procede, en este caso, de su hermana, y en el siguiente encuentro, seguro que, la relación es más suave.

Durante mi conversación con Ángel me había olvidado, por completo, del mundo y, en ese mundo estaba almorzando con Diana. Fue ella la que me sacó de mi estado.

-    Antay…., Antay… ¿dónde estás?

-    ¡Oh! Disculpa Diana, creo que se me fue el santo el cielo. Estaba pensando que es lo que podrías hacer con tu hermano y me ha llegado una especie de revelación, ¡tienes que bendecirle!

-    ¿Qué? –Diana puso una cara de lo más extraño.

Le expliqué lo que segundos antes me había mencionado Ángel, sin decirle la fuente. No sé por qué, pero me pareció que, todavía, no era el momento.

Como la conversación derivó a temas más espirituales aproveché para hablarle de la fuerza del perdón y de la posibilidad de bendecir y perdonar, si es que guardaba en su interior algún tipo de rabia, de ira o de resentimiento hacia Rafael, su pareja.

Después de una larga sobremesa Diana pasó a su departamento con la firme intención de llamar a su madre y contarle las novedades de su vida.

El jueves, también comimos juntos, en esa ocasión, en su casa. En el encuentro me relató la conversación que tuvo con su madre, en la que ante la fuerza y la determinación de Diana, su madre se sintió tranquila, sin hacer leña del árbol caído. Habían quedado en que Diana iría el viernes a comer con ellos e insistió en que nosotros cenáramos el mismo viernes para contarme como fue el encuentro con sus padres.

Así lo hicimos. Diana estaba eufórica porque había conseguido pasar el mal trago de decírselo a sus padres sin que, en ningún momento, su padre hiciera gala de su sarcasmo ni su madre de la pena. Había conseguido relatar los hechos con total frialdad, sin que las lágrimas afloraran a sus ojos. 

Cuando volví a mi departamento fui consciente de que volvía, no solo contento por ella sino, también, orgulloso por cómo había llevado el tema con sus padres.

Me había convertido en tan solo cinco días en protector de Diana.

-    No ha sido en cinco días –era la voz de Ángel.

>> Llevas muchas vidas protegiéndola. Lo has hecho como padre, como hermano, como pareja y como amigo, en muchas vidas.

>> Así como ella y su hermano, en esta vida, tienen un círculo que cerrar, vosotros lo tenéis bien cerrado y vuestros encuentros son para ayudaros, de manera desinteresada, y para disfrutar de vuestra mutua compañía.

Antes de que pudiera decir nada Ángel cerró el canal de comunicación. 

El sábado, bien temprano, recibí otra llamada de trabajo. La tercera. La avería resultó ser más complicada que las anteriores, sobre todo, porque tuve que llevarme la computadora para reparar y comprobar en casa.

Así que la tarde del sábado y el domingo los pasé trabajando. Aunque el domingo no lo hice solo. Diana cuando se enteró que tenía trabajo, trajo comida y, en la tarde, después de almorzar, mientras yo trabajaba reparando la computadora, ella se quedó en el sofá viendo una de las películas románticas que a mi tanto me gustaban.

Terminamos, casi al unísono, ella de ver la película y yo de reparar la computadora. Decidimos salir a dar un paseo y comer algo para volver a casa y no tener que preparar cena.

Fue un paseo agradable. Como dos amigos, como dos hermanos, sin expectativas por parte de ninguno de los dos. En el paseo Diana me comentó que el lunes volvía al trabajo y que su horario era bien demandante. Se iba de casa a las siete de la mañana y no volvía hasta las siete o las ocho de la noche. Pensé que la explotaban, porque el horario pactado era de ocho a cinco, con una hora de descanso para el almuerzo y de las dos o tres horas de más que hacía no cobraba ni un minuto extra. Todo el tiempo de más lo hacía para tener a los jefes contentos. ¡Ya podían estarlo!

Una vez solo en casa, mi pensamiento se puso por su cuenta, a hacer un balance de mi semana. Fui consciente de que no había pensado en Indhira ni un solo día. Estaba claro que fue una fiebre pasajera.

jueves, 6 de octubre de 2022

Hermanos

  


Capítulo XI. Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"

        El resto de la semana paso en un santiamén. El miércoles volví a comer con Diana, esta vez en mi casa. Había hecho suficientes macarrones y pensando en lo sola que podría encontrarse llamé a su puerta para invitarla.

-    Hola Antay –me saludó cuando abrió la puerta. Intentaba sonreír, pero no conseguía más que una extraña mueca- Me alegro verte –dijo. Y estaba seguro de que era cierto y no un simple cumplido.

-    ¿Cómo estás? –pregunté, más por cortesía que para conocimiento. Estaba claro que no estaba bien.

-    He tenido días mejores –pobrecita, pensé. Su tristeza, de inmediato, hizo que mi mente viajara a la misma situación en la que yo llegué a encontrarme por la misma razón. En ese instante, me hice la promesa de ayudarla en todo cuanto pudiera para que su dolor fuera lo más corto posible.

-    Te invito a comer. He hecho unos macarrones exquisitos. ¿Te animas?

-    Sí. Gracias –salió, cerró su puerta y entró conmigo en mi casa. Nada más entrar dijo- Tengo otro problema. Aún no lo saben mis padres y aunque sé que se van a alegrar porque nunca les gustó Rafael, tendré que aguantar el sarcasmo de mi padre y la conmiseración de mi madre.

-    Creo que tendrías que decírselo ya –le dije y continué- cuanto antes enfrentes los problemas mejor, porque si no tendrás un doble sufrimiento. Uno por la separación y otro por tener que hacerlo público. Por lo menos libérate del segundo.

-    Tienes razón. En cuanto terminemos de comer llamo a mi madre y se lo cuento.

-    ¿Tienes hermanos? –pensaba que un hermano con el que se llevara bien sería de mucha ayuda en este momento.

-    Tengo un hermano mayor, pero es como si no lo tuviera. No nos llevamos bien. Y no sé por qué. Nunca hice nada. Para mí siempre fue mi ídolo, pero parece que no quería admiradores. Siempre me trató como si fuera un trapo.

Nos sentamos a almorzar y en un momento de silencio volví a escuchar la voz de Ángel:

-    Para entender las razones por las que dos hermanos no se llevan bien hay que comprender los motivos por los que eligen encarnar las almas.

>> Cuando encarnan, todas las almas tienen los mismos objetivos, que son recordar su divinidad y aprender a amar. Pero cada alma tiene un recorrido diferente en la materia. Unas han vivido más vidas que otras, todas con diferentes experiencias, y cada una llega a la materia con un carácter diferente, en función de las vidas vividas.

>> Los hermanos no tienen por qué ser, almas afines. Tienen, una vez en la materia, objetivos diferentes y eso hace que, en más ocasiones de las que fueran de desear, exista entre ellos rivalidad, celos, envidia, lo que hace que en su subconsciente se vayan generando razones para la separación.

>> Eligen, ambos, nacer en una misma familia para limar asperezas que hayan podido tener en vidas pasadas, para cerrar círculos, pero como ya hemos dicho, al no recordar la razón de su encarnación, viven desde la mente dándole a esta todo el protagonismo, primando en ellos los pensamientos erróneos y las caóticas emociones que les embargan.

>> De esta manera desaprovechan una magnífica oportunidad para avanzar en su aprendizaje del amor y en su camino hacia Dios, lo que les va a obligar a encontrarse en una próxima vida para trabajar, también, el desaguisado generado en la vida actual.

>> Todos los círculos deben cerrarse. No puede quedar en suspenso una mala relación. En el amor no existen celos, ni envidias, ni egoísmo, ni manipulación. El amor abarca a todos. Si queda algún cabo suelto es síntoma inequívoco de que aún falta un trecho en el aprendizaje.

>> ¿Crees tú que alguien pueda acercarse a Dios llevándose mal con su hermano? Es imposible.

-    Descubrí que, si Ángel podía hablarme sin estar presente, yo podía hablarle sin palabras y le pregunté en el mismo silencio con el que él me hablaba- ¿Qué puede hacer Diana para cambiar esa relación con su hermano, para que sea armónica?

-    Con su hermano y con cualquiera. No debe entrar al trapo en ninguna ofensa, en ninguna discusión, en ningún desprecio. Si siente que, en su interior, existe algún tipo de ira o resentimiento, debe perdonar, de la misma manera que ya te expliqué y, después de eso, puede bendecirle.

-    Nunca me has hablado de la bendición- quise aclararle, aunque supongo que no necesitaría tal aclaración.

jueves, 19 de marzo de 2020

El poder de la bendición y el coronavirus


El poder de la bendición y el coronavirus



La energía de la bendición es una de las más poderosas que existe, junto a las energías del amor y del perdón.

Ahora parece ser un buen momento para hacer uso de esa energía enviándosela a los enfermos del coronavirus para reforzar los tratamientos médicos y las cadenas de meditación y de oración que se estén realizando.

Cada bendición puede durar menos de medio minuto. Por lo que puedes bendecir a más de un enfermo. En un cuarto de hora se puede enviar la energía de la bendición a treinta personas. 

Teniendo en cuenta que todos estamos en casa y tenemos tiempo, más que de sobra, se puede dedicar un cuarto de hora en la mañana y otro en la tarde. 

¿Cómo hacerlo teniendo en cuenta que no conocemos a las personas enfermas, a no ser que tengamos algún conocido con el virus?

Se puede hacer visualizando, pensando o imaginando la silueta de una persona con un número delante. Si vas a enviar la energía a treinta personas, piensa en un país y vete cambiando el número del 1 al 30, por ejemplo. Y en la tarde sigue desde el número 31 en adelante, y así cada día.

Alguien puede pensar, ¿cómo va a llegar la energía a una persona de esa manera que parece tan sutil? No te preocupes, ya se encargará la energía, que es más inteligente que tú, de llegar a la persona que la envías.

Para realizar la bendición:

-        Siéntate con las plantas de los pies bien apoyadas en el piso. 
-      Levanta las manos a la altura de los hombros con las palmas dirigidas al frente. Los brazos cómodos al lado del cuerpo.
-        Con los ojos cerrados imagina a la persona delante de ti.
-        Pide a Dios que abra tu canal de Luz.
-        Imagina que llega una energía a ti por tu chakra corona.
-        Esa energía baja hasta tu corazón y se reparte por tus brazos para salir por tus manos.
-        Visualiza esa energía saliendo de tus manos y llegando a la persona que tienes delante.
-  Repite en tu interior: Yo te bendigo, yo te bendigo con salud, yo te bendigo con paz, con amor, con serenidad, con abundancia y prosperidad. Yo  te bendigo. Te amo.

Cambias la imagen de la persona que tienes delante y vuelves con la bendición. Cuando digo cambias la persona, en realidad, lo que tienes que cambiar es el número. Así hasta que te canses.

Si esto te resulta difícil, puedes visualizar un país y enviar la bendición a los enfermos de todo el país. Puedes hacerlo como te apetezca, pero aprovecha parte de este tiempo de ocio con el que nos hemos encontrado.

Yo te bendigo.


martes, 22 de mayo de 2018

El perdón


          Tal como somos los seres humanos parece normal que, si alguien nos ofende nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡los seres humanos somos así! Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡cómo vamos a perdonar!, ¡a quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!

            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin tener en cuenta si ha sido más o menos grave, hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.

            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico.

Si este libro no tratara de indicar como volver al camino que nos va a llevar de nuevo a Dios diría que es necesario perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente, que así es. Pero como este libro lo que pretende es acercarnos a Dios, ¿cómo crees que podemos llegar a Dios manteniendo el odio y el deseo de venganza en nuestro interior? Además, es importante encontrarse bien emocional, mental y físicamente para poder afrontar con garantías de éxito trabajos como el fortalecimiento la voluntad o como mantener la atención o meditar, y no hablemos ya de la aceptación, ya que perdonar es una manera de aceptar la ofensa, ojo, aceptar no es olvidar. 

En realidad ¿Qué es el perdón?
            El perdón es la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza.
            Es muy fácil hacernos daño porque existen infinitas razones por las que podemos sentirnos ofendidos. Nos podemos sentir ofendidos por algo que dicen, y también por algo que callen, nos podemos sentir ofendidos por algo que hacen y también por algo que no hacen, nos podemos sentir ofendidos por que nos engañen, porque nos roben, porque nos humillen, cuando además, es de sobra conocido que con la sensación que nos queda en nuestro interior nunca se soluciona nada, pero algo nos hace volver una y otra vez a rememorar la ofensa, avivando ese fuego interior que ha encendido la ofensa.
            Observa la paradoja: Una persona te hace daño, o hace que te sientas ofendido, con o sin razón aparente. De hecho, no cuenta la magnitud de la ofensa, lo que cuenta es lo ofendido que puedas sentirte. Después de eso, esa persona sigue su vida con normalidad, mientras tu comienzas a rememorar y a relatar, una y otra vez el daño recibido, lo cual hace que cada vez que lo recuerdes te sientas mal, porque es como si te ofendieran por primera vez, o incluso más, ya que cada vez que aparece el recuerdo puedes añadirle más razones al agravio. Para la mente no existe pasado ni futuro, para la mente siempre es presente. La energía negativa va creciendo, y puede hacerlo tanto que llegue a afectar al cuerpo físico. En algún sitio leí que recordar la ofensa y mantener la rabia, la ira y el deseo de venganza es como tomar una gota de veneno al día, se supone que esperando que se muera el ofensor.  

Que no es perdonar:
Perdonar no es olvidar, y no es olvidar porque no se puede borrar de un plumazo un evento, que además se supone lo suficientemente importante. En la mente se mantiene el registro de todo lo que pasa.
No se va a olvidar, pero se ha de conseguir que cuando se recuerde el hecho se haga sin acritud, sin rencor, como un suceso más de la vida diaria.
Alguien podría pensar que cuando se dice la tan manida frase “Perdono, pero no olvido”, ya está perdonado. No es así. Cuando se dice la frase, se hace normalmente con cara y con tono de ira. Es como si se estuviera esperando cobrar la deuda pendiente. Y eso, no es perdonar.   
            Perdonar no es justificar la ofensa. Perdonar no significa que se eche en saco roto la ofensa, ni que se justifique, ni que se apruebe. Ni tan siquiera significa que te hagas inseparable, ni tan siquiera amigo de la persona que te ha ofendido.
            Significa que te vas a desprender de la ira, de la rabia, del odio, del deseo de venganza. Tampoco significa que no se lleven a efecto las cuestiones legales, caso de ser necesarias. Que la justicia de los hombres haga su trabajo, que el Karma haga el suyo, pero en ningún caso vas a estar pendiente de la sentencia. Todo estará bien.
            Para perdonar no es necesario hacerlo personalmente: Definíamos el perdón como la liberación de emociones destructivas, y las emociones son energía. La liberación de las energías destructivas que invaden nuestro cuerpo energético es un trabajo personal que no se ha de realizar, para nada, con el ofensor.
El perdón más importante: A nosotros mismos.
         El perdón más importante es aquel que realizamos a nosotros mismos. No podemos sentirnos mal por algo que hicimos con anterioridad. Lo que hicimos en el pasado se hizo en las condiciones en las que nos encontrábamos entonces. No podemos estar permanentemente flagelándonos por algo que ya pasó. Hemos de perdonarnos, hemos de aceptar la realidad, hemos de extraer las enseñanzas, hemos de aprender de los errores para no volver a repetirlos.
El perdón a nosotros mismos supone respeto, comprensión, aceptación, valoración y sobre todo amor.
Una Historia de Perdón. (La encontré en la red y figuraba como autor anónimo)
Una mujer que se llevaba muy mal con su esposo sufrió un paro cardíaco. Casi a punto de morir, un ángel se presentó ante ella para decirle que, evaluando sus buenas acciones y sus errores no podría entrar al cielo; y le propuso permitirle estar en la tierra unos días más hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban. La mujer aceptó el trato y se regresó otra vez a su hogar junto a su esposo. El hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.
Ella pensó:
-      Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá, hace tiempo dejé de cocinar para él. Él ahora está planchando su camisa para salir a trabajar, le daré una sorpresa.
Cuando el hombre salió de la casa, ella empezó a lavar y planchar toda la ropa de él. Preparó una rica comida, puso flores en la mesa con unos candelabros, y un cartel en el sofá que decía: “Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra. Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del otro. Ese amor, aún con vida, nos espera en esa cama. Si puedes perdonar todos mis errores, allí nos encontraremos. Tu esposa”.
Cuando terminó de escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores” pensó: ¿Me he vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón cuando fue él quien empezó a venir enojado de la calle cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo? Yo tenía que arreglarme con los pocos ahorros que teníamos haciendo malabares, y todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a tomar, aplastado en el sillón, exigiendo silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba dinero para mis hijos. Él lo arruinó todo; y ¿ahora yo tengo que pedirle perdón?
Enfurecida rompió la carta y escuchó la voz del ángel que decía:
-      “Recuerda: algunas buenas acciones y alcanzarás el cielo, de lo contrario no podrás entrar”.
La mujer pensó:
-      ¿Valdrá la pena?, y rehízo la carta agregando aún más palabras cariñosas: “No supe comprender nada entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo, luego de tantos años con un salario seguro en esa fábrica. ¡Debiste haber sentido tanto miedo! Ahora recuerdo tus sueños de “cuando me jubile haremos”. Cuántas cosas querías hacer al jubilarte. Pude haberte impulsado a que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en ese taxi.
-      Ahora recuerdo aquella noche de locura cuando rompí esas cartas de amor que habías escrito para mí, y prendí fuego a todas las telas de los cuadros que pintabas. En ese momento me enfurecía verte allí, encerrado en ese cuarto gastando nuestro dinero en pomos de pintura para nada, o sentado en ese escritorio escribiendo tonterías para mí. Debí haberte impulsado a vender esos cuadros. Eran realmente hermosos. Estaba desesperada, yo también me sentía segura con el salario de la fábrica y no supe ver tu dolor, tu miedo, tu agonía.
-      Por favor perdóname mi amor. Te prometo que, de hoy en adelante, todo será diferente. Te amo. Tu esposa”
Cuando el marido regresó del trabajo, al abrir la puerta notó algo distinto; el olor a comida, las velas en la mesa, su música favorita sonando suavemente y la nota en el sofá. Cuando la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el sillón llorando como un niño. Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y la llevó hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión del primer día. Luego comieron la exquisita comida que ella había preparado, rieron mucho mientras recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.
Él la ayudó a levantar la mesa como siempre lo hacía, y mientras ella lavaba los platos, vio por la ventana de la cocina que en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le dijo:
-      Por favor ángel, intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este día. Necesito un tiempo más para poder impulsarlo con sus cuadros, y tratar de reconstruir esas cartas que sólo para mí y con tanto amor había escrito. Te prometo que, en poco tiempo, él estará feliz, seguro; y ahí sí podré ir donde me lleves.
El ángel le contestó:
-      No tengo que llevarte a ningún lado, mujer. Ya estás en el cielo, te lo has ganado. Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo siempre está al alcance de tu mano.
La mujer oyó la voz de su marido que desde la cocina le gritaba:
-      “Mi amor, hace frío, ven a acostarte, mañana será otro día”.
Sí -pensó ella-, gracias a Dios, mañana será otro día…

Bendición
Una bendición es la expresión de un deseo dirigido hacia una persona o grupo de ellas que, en virtud del poder de la palabra, se espera que ayude a lograr que ese deseo se cumpla.

La bendición es una práctica muy poderosa, ya que durante el espacio de tiempo en el que transcurre la bendición tanto la persona que bendice como la persona objeto de la bendición son receptoras de una energía muy potente, son receptoras de la Energía Divina.

Esta Energía desciende sobre la persona inundando a esta, colocándose de manera prioritaria en el chakra cardiaco de la persona. El chakra cardiaco es la sede del amor, de la compasión, de la misericordia, de la dulzura, de la ternura, por lo cual durante el intervalo en el que la persona está bendiciendo, las cualidades de las energías que anidan en este chakra se incrementan de manera notable, fruto de ello es que la persona se encuentra en ese intervalo de tiempo en un estado de paz, de amor y de gozo desconocido para ella.

El tiempo de duración de esa Energía, y por lo tanto de ese estado de paz, es limitado, dura el tiempo que la persona invierte en la bendición y poco más. Cuanto más tiempo permanezca la persona bendiciendo más energía recibirá, y si consigue hacerlo muchas veces al día, durante mucho más tiempo permanecerá la persona conectada a la Energía Divina.

Pero otro tanto le sucede a la persona objeto de la bendición.

Recuerdo un curso de primer nivel de Reiki en el que una de las asistentes, al retomar el curso en la tarde después del almuerzo, se encontraba especialmente triste, y en respuesta a mi pregunta de si se encontraba bien, me contestó que tenía problemas con su hija adolescente. Después de una breve conversación en la que me explicó de que se trataba, la recomendé que tres veces al día bendijera a su hija durante una temporada. Después de transcurridos unos veinte días vino a visitarme la mamá para relatarme como le iba con su hija, y me contó lo siguiente: “Desde el día siguiente del curso comencé a bendecir a mi hija tres veces al día. La segunda bendición que realizaba coincidía con la hora en que me hija salía al patio, y ayer mi hija me comentó: Mamá, no sé qué me pasa, pero desde hace días a la hora del patio me entran unas enormes ganas de llorar, sin ninguna razón, ya que además me siento muy bien, y no sé porqué, pero pienso en ti”. 

Las ganas de llorar solo eran producto de la energía de amor que le llegaba en la bendición y el que se acordara de su mamá era debido a que su alma sabía perfectamente cuál era el origen de esa energía de amor.

Si la persona bendice varias veces al día, y lo hace cada día, llegará un momento en el que el chakra cardiaco va a mantener la Energía Divina durante más tiempo haciendo que este incremente su tamaño, con lo cual se va a incrementar la energía de amor, de caridad, de ternura, de misericordia y de compasión en la persona. Es un buen ejercicio para mantener la serenidad, para comenzar a sentir el amor incondicional, es un buen ejercicio de crecimiento interior y para encontrar el camino de vuelta a Dios.

Es posible que mucha gente piense que la bendición solo puede ser hecha por un ministro de Dios y, además en su nombre. Pues no, la bendición puede ser realizada por cualquier mortal, y puede no usarse, en absoluto, el nombre de Dios, porque no solamente puede bendecir alguien perteneciente a cualquiera de las múltiples iglesias, puede bendecir, repito, cualquier mortal, y tan correcta es la fórmula “Que Dios te bendiga”, como “yo te bendigo”. En las dos llega la misma cantidad de Energía, que además estará en función de lo evolucionada que sea la persona, es decir, un criminal puede bendecir, y llegará la Energía Divina, pero podría llegar solamente uno sobre diez, mientras que en la bendición realizada por una persona pura, compasiva y misericordiosa la Energía Divina bien podría llegar a ser nueve sobre diez.

Nuestra mente se ocupa durante todo el día en miles de pensamientos negativos e inútiles. Por sí sola es incapaz de generar un solo pensamiento positivo, lo cual es normal, no la hemos enseñado, por lo que para generar esos pensamientos positivos hemos de forzarla conscientemente. La bendición es una buena herramienta para enseñar a la mente.

Formula del perdón y de la bendición:
PERDONAR:
-      Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas mirando al frente.        
-      Lleva la atención al corazón.
-      Visualiza a la persona que quieres perdonar delante de ti.
-      Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior:
-      Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
-      Y después dile:
-      Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.

BENDECIR:
-      Mantén las manos arriba y la atención en la luz que sale de tu corazón y de tus manos 
-      Piensa en un momento feliz que te haga revivir una emoción o sentimiento de alegría o felicidad, (puede estar relacionado con cualquier persona, o con cualquier situación).
-      Siente la emoción de ese momento feliz.
-      Visualiza nuevamente a la persona que quieres bendecir delante de ti y repite en tu interior, sintiendo esa energía que sale de tu corazón y de las palmas de tus manos:
-      “Yo te bendigo con paz, con amor, con alegría, con serenidad, con abundancia y prosperidad......”. Bendice con todo lo bueno que deseas para esa persona, como si fueras tu mismo”.