El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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domingo, 7 de septiembre de 2025

Vivir desde lo esencial

 


Dios habita en lo que no se muestra

Querido Dios:         

Hoy, mientras el mundo gira a su ritmo acelerado, me detengo un instante para escribirte movido por una frase que ha tocado lo más hondo de mi alma: “Lo importante es invisible a los ojos”. Estas palabras, nacidas de la sabiduría sutil de “El Principito”, me han llevado a mirar la vida desde otra perspectiva. Me interpelan, me inquietan, me invitan a un silencio profundo. Porque en esa sencillez se esconde una verdad inmensa, casi olvidada por quienes habitamos este tiempo de pantallas y ruido.

¿Cómo no pensar en Ti al leer esas palabras? Si hay algo, o mejor dicho, Alguien, que encarna lo invisible y lo esencial, eres Tú. No puedo verte con los ojos del cuerpo, pero intuyo tu presencia en cada gesto de amor desinteresado, en la mirada limpia de un niño, en ese abrazo que llega cuando más se necesita. Siento que Tú habitas en lo secreto, en lo que no busca aplausos, en lo que florece en silencio.

Vivimos en una sociedad que idolatra lo exterior: la apariencia, la velocidad, la imagen perfecta. Pero nada de eso calma el alma. Porque el alma no se alimenta de lo que se muestra, sino de lo que se ofrece en lo oculto, en lo auténtico, en lo verdadero. Esa frase me recuerda que el valor no está en lo que los demás ven de mí, sino en lo que Tú ves, cuando callo y me dejo mirar por tus ojos de eternidad.

Lo importante no es lo que poseo, sino a quién abrazo. No es lo que logro, sino cómo amo. No es lo que digo, sino lo que soy cuando nadie me mira. Y todo eso, Dios mío, escapa a la vista, porque lo esencial se capta con los sentidos del alma, con ese corazón que a veces calla, pero jamás miente.

A veces me pregunto: ¿Cuántas cosas importantes se me escapan por mirar sin ver? ¿Cuántas veces juzgo una vida por su envoltorio sin detenerme a descubrir el tesoro que esconde? ¿Cuánto de lo esencial pasa desapercibido porque me falta el silencio, la pausa, la contemplación?

Tú lo sabes bien, Señor. Tú, que elegiste lo pequeño para manifestar tu grandeza. Tú, que naciste en la humildad de un pesebre y no en un palacio. Que hablaste en parábolas para esconder perlas a los orgullosos y revelarlas a los sencillos. Que hiciste de lo invisible, el amor, la gracia, la misericordia, tu lenguaje más claro.

Hoy te pido que me enseñes a mirar como Tú miras. A reconocer lo importante donde otros solo ven rutina. A ver belleza donde el mundo ve fracaso. A percibir esperanza donde parece que todo está perdido. Que mis ojos aprendan a ver lo invisible. Que no me conforme con lo superficial, que no me distraiga con lo que brilla, pero no transforma.

Enséñame a valorar lo intangible: la fidelidad silenciosa, la paciencia en lo cotidiano, la ternura de una caricia, la entrega escondida de quien cuida, la luz que nace de una palabra dicha a tiempo. Que entienda que muchas veces lo que salva no hace ruido. Que el amor verdadero no necesita reflectores. Que la santidad se construye en lo secreto, cuando uno ama, aunque nadie lo vea.

Hoy no busco respuestas ni milagros grandiosos. Solo quiero aprender a vivir desde lo esencial. Que mi corazón no se deje atrapar por lo pasajero, sino que se ancle en lo eterno. Que lo invisible no me cause miedo, sino asombro. Que no necesite verlo todo para creer, ni entenderlo todo para confiar.

Te agradezco, Señor, por cada momento en que me hiciste ver más allá. Por cada amistad auténtica que no necesita palabras. Por cada lágrima compartida en silencio. Por cada gesto de amor anónimo que cambió mi día. Por esa paz que no se explica pero que inunda. Porque ahí estabas Tú, escondido, silencioso, fiel.

Y mientras escribo, descubro que tal vez esta frase no solo sea una bella cita, sino una brújula para el alma. Un llamado a volver al corazón. A recordar que lo que realmente importa no está en las vitrinas, sino en el interior. En aquello que no se puede medir, pero sí sentir. En lo que no se compra, pero se entrega. En lo que no se ve, pero sostiene.

Seguiré buscando lo invisible, sabiendo que en ese camino estás Tú. Y aunque a veces no te vea, confío en que caminas a mi lado. Porque lo importante, Tú lo sabes mejor que nadie, no siempre se ve… pero siempre se siente.

          Gracias, Señor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


lunes, 25 de agosto de 2025

Mil vidas en una

 




Solo necesito una hoja de papel y un bolígrafo. No hace falta más. En cuanto lo tengo en la mano, apuntando al papel, algo en mí se transforma. No es magia, ni locura, ni siquiera un juego. Es una rendición voluntaria al poder de imaginar. Me convierto en otro. En muchos otros. En todos los que alguna vez soñé ser.

Soy el capitán de un navío pirata en el siglo XVIII. Mi barco, el “Tempestad Negra”, corta las olas como cuchilla sobre seda. El viento me obedece, los hombres me temen, y los mares me respetan. Surco los océanos en busca de galeones repletos de oro, con mapas robados y leyendas susurradas en tabernas oscuras. El salitre me quema la piel, pero no me importa. En cada abordaje, en cada cañonazo, en cada grito de victoria, siento que el mundo me pertenece. Soy libre. Soy temido. Soy leyenda.

Pero el papel me reclama de nuevo. Y ahora soy el escribidor. No el escritor consagrado, no el autor de premios ni de portadas. Soy el que lucha por sobrevivir una página tras otra. El que se enfrenta al vacío blanco como quien se enfrenta a un monstruo sin rostro. Cada palabra es una batalla. Cada frase, una conquista. Me duelen los dedos, me arde la espalda, pero sigo. Porque escribir no es solo contar historias: es resistir. Es existir. Es no rendirse.

Y entonces, sin previo aviso, me convierto en el hombre que se enfrenta a un fuego. Las llamas rugen como bestias salvajes. El humo me ciega, el calor me aplasta. Pero allí está ella: una abuelita atrapada en su casa, con su gato temblando entre los brazos. No pienso. Actúo. Rompo la puerta, la envuelvo en una manta, la saco entre chispas y escombros. El gato maúlla, ella llora, y yo sonrío. No soy bombero. No soy experto. Solo soy alguien que decidió no mirar hacia otro lado.

          El papel tiembla bajo mi mano. Ahora soy el adolescente que descubre el amor. Ella ríe, y su risa me desarma. Me sudan las manos, me tiemblan las rodillas. Cada mensaje que le escribo tarda horas en ser enviado, cada palabra es medida como si fuera oro. Me enamoro de sus gestos, de sus silencios, de sus contradicciones. Y cuando me besa por primera vez, siento que el universo se detiene. Que todo lo que soy, todo lo que fui, todo lo que seré, cabe en ese instante.

Pero el tiempo avanza, y me convierto en el anciano que recuerda su vida en la soledad de su cuarto. Las fotos amarilleadas me miran desde la pared. Los relojes ya no marcan horas, solo nostalgias. Hablo con los muebles, con los libros, con los fantasmas que me visitan cada noche. Recuerdo a mis hijos, a mis amigos, a mis amores. Algunos se fueron, otros se perdieron. Pero todos viven en mí. Y aunque la soledad me abrace, no estoy solo. Estoy lleno de historias.

Soy también el hombre que lucha por llegar a fin de mes con un sueldo miserable. Me levanto antes que el sol, viajo en trenes repletos, trabajo en oficinas grises. Mi jefe no sabe mi nombre, mis compañeros no conocen mis sueños. Pero sigo. Porque tengo una familia que espera. Porque tengo una dignidad que no se vende. Porque, aunque el mundo me diga que no valgo, yo sé que cada esfuerzo, cada sacrificio, cada lágrima, construye algo más grande que yo.

Y entonces vuelo. Soy el ave que busca el paraíso. Mis alas cortan el cielo, mi canto desafía el viento. No tengo fronteras, no tengo dueños. Busco un lugar donde todo sea posible, donde el dolor no exista, donde la belleza sea ley. Lo busco en montañas, en selvas, en desiertos. Y aunque no lo encuentre, sigo volando. Porque el paraíso no es un destino: es el viaje.

Pero también soy el dueño del paraíso. Lo escondo, lo cambio de lugar, lo protejo de los codiciosos. No quiero que lo encuentren los que lo destruirían. Lo guardo en palabras, en canciones, en miradas. Lo escondo en cuentos que nadie lee, en sueños que nadie recuerda. Porque el paraíso, cuando se comparte sin cuidado, se convierte en mercancía. Y yo prefiero que siga siendo misterio.

Soy el hombre que no entiende la intransigencia del mundo. No entiendo por qué odiamos lo que no conocemos. Por qué juzgamos antes de escuchar. Por qué construimos muros en lugar de puentes. Me duele la violencia, la indiferencia, la arrogancia. Me duele ver cómo nos alejamos unos de otros. Y aunque no tenga respuestas, sigo preguntando. Porque entender no es tener razón: es tener corazón.

Y después de todo esto, me miro en el espejo. Veo a un señor mayor. Las arrugas me cuentan secretos, las canas me hablan de batallas. Pero en realidad, sigo siendo el mismo. Nada ha cambiado. O quizás todo ha cambiado. Porque en cada historia que escribí, en cada personaje que fui, en cada emoción que viví, me encontré a mí mismo.

No soy uno. Soy muchos. Soy todos. Y todo gracias a una hoja de papel y un bolígrafo.

sábado, 2 de agosto de 2025

Yo también Soy

 


La paz no llega cuando todo está “resuelto”, sino cuando me permito ser

 

Vivimos en un mundo que nos educa para perseguir la solución. Resolver problemas, tomar decisiones, cerrar ciclos, alcanzar metas, “arreglar” lo roto: todo parece girar en torno a ese verbo, “resolver”. La sociedad nos ofrece infinitas fórmulas, rutinas y consejos para alcanzar una paz que, al final, siempre parece estar en el horizonte y nunca en el presente. Pero ¿qué ocurre cuando esa paz no se encuentra en el orden externo, sino en la aceptación interna? ¿Y si la verdadera serenidad no aparece cuando todo está bajo control, sino cuando simplemente me permito ser?

Aceptar ser implica abrir espacio a lo imperfecto. Es dejar de esperar que las cosas sean como deberían ser, y aprender a habitarlas tal como son. La paz, entonces, no sería ese silencio pulcro tras una tormenta domesticada, sino la capacidad de encontrar calma en medio del viento, de mirar el caos sin pretender dominarlo, y de reconocer que no todo lo que vibra debe ser silenciado.

Desde pequeños nos enseñan que hay que ordenar la habitación, entender las matemáticas, aprender a comportarse, corregir errores, y encontrar respuestas. Esa estructura lineal nos lleva a creer que cada “desorden” es una falla, y que la tranquilidad solo llega cuando logramos controlarlo todo. Sin embargo, esta narrativa ignora una verdad esencial: la vida no se resuelve, se vive.

La constante búsqueda de resolución suele producir más ansiedad que paz. Cuanto más nos obsesionamos con cerrar capítulos, más tememos abrir nuevos. Queremos que las emociones tengan un inicio, desarrollo y final claro. Pero el alma no responde a guiones. No hay protocolo para el duelo, el amor, la duda, o la incertidumbre. La vida emocional es más cercana a un río que a una ecuación: fluye, se desvía, se estanca y, a veces, arrasa. Pretender resolverla es como intentar embotellar el mar.

Cuando me permito ser, renuncio a ser el proyecto de alguien más. Dejo de compararme con estándares externos y empiezo a mirar mi autenticidad como fuente de valor, no de vergüenza. Esta decisión no se toma una sola vez, se reafirma cada día, en cada gesto, en cada pensamiento que me recuerda que no necesito estar “listo” para estar en paz.

Ser implica aceptar mis contradicciones, mis luces y mis sombras. Implica reconocer que no soy una idea fija, sino un proceso continuo. Que mi tristeza no invalida mi alegría, ni mi miedo descalifica mi valentía. Cuando me permito sentir, sin etiquetarme, empiezo a desmontar la prisión invisible del perfeccionismo. Y en esa rendición honesta, aparece la paz como compañera, no como premio.

La paz no es una meta externa, sino una relación con uno mismo. Es el resultado de un diálogo interior que deja de ser hostil. Cuando dejo de juzgar cada emoción, cada pensamiento y cada decisión, abro espacio para el respeto propio. Entonces la paz no llega porque todo esté resuelto, sino porque yo he dejado de pelear conmigo.

Hay días en que la mente se llena de ruido. Dudas, preocupaciones, expectativas. En esos momentos, la paz no se encuentra en forzar una solución, sino en crear silencio interno: respirar, observarse, entenderse sin prisa. No hay que resolver todo para descansar. A veces, basta con sostenerse. Con acompañarse. Con decir: “Estoy aquí, y está bien”.

Permitirse ser también significa abrazar lo incompleto. Vivimos queriendo “cerrar” ciclos antes de tiempo, por miedo a quedar expuestos en medio de la transición. Pero la vida está hecha de inicios a medias, de respuestas fragmentadas, de caminos sin señalizar. No hay que entenderlo todo para seguir adelante. No hay que sanar completamente para merecer amor. No hay que tener claridad para tomar decisiones.

La paz nace cuando dejamos de castigarnos por no tenerlo todo resuelto. Cuando aceptamos que somos obra en progreso, no producto terminado. El descanso aparece al soltar la presión de llegar, y comenzar a honrar el trayecto.

Esta paz interior también transforma nuestra forma de relacionarnos. Cuando estamos en guerra interna, es difícil conectar con los demás desde la empatía. Pero al permitirnos ser, también permitimos que el otro sea. Dejamos de exigir perfección, y empezamos a crear vínculos desde la honestidad, no desde la necesidad de “arreglar” al otro.

En la convivencia, esto se traduce en escucha, comprensión y libertad. La paz personal no se encierra en uno, se expande en los espacios que habitamos. Se vuelve luz suave que no ciega, sino que ilumina lo esencial.

La frase “la paz no llega cuando todo está resuelto, sino cuando me permito ser” no es solo una reflexión, sino una invitación. A soltar la exigencia, a abandonar la máscara, a quitarse la armadura. Vivimos esperando que el mundo se alinee para sentirnos en paz, pero tal vez lo único que necesita ordenarse es nuestro vínculo con lo que somos.

Ser no es fácil. Requiere valentía, honestidad, y paciencia. Pero en ese acto de presencia—en ese estar sin condiciones—la paz deja de ser una meta y se convierte en hogar.


viernes, 16 de mayo de 2025

Actuar rectamente

 


No actúes contra tu voluntad, ni al margen de lo común, ni sin examen ni a contracorriente; que la afectación no engalane tu pensamiento; no seas charlatán ni te pierdas en muchas tareas.

Aún más: que el dios que hay en ti sea el guía de un ser vivo que es hombre, maduro, social, romano, un gobernante que ocupa voluntariamente la posición de alguien que, obediente, espera la orden de salir de la vida, sin necesidad de juramento ni de testigo. Sereno y sin necesidad de ayuda externa, ni de la tranquilidad que dan los demás. La tarea es estar recto, no enderezado.

MARCO AURELIO


jueves, 20 de marzo de 2025

Vivir o sobrevivir

 

 


No sé muy bien si estoy viviendo, o solo me estoy moviendo por la vida

 

-    Kunturi, hoy te siento, especialmente, triste.

-    Tienes razón Maestro.

>> Estoy muy triste. ¡Que terrible es el pensamiento! Le he dejado volar, a su antojo, y ha impregnado en mi conciencia la sensación de que no tengo vida, de que no sé muy bien si estoy viviendo o simplemente me estoy moviendo a lo largo de los días, como una hoja arrastrada por el viento.

>> Hoy he sentido que mi existencia, es como un río que fluye sin cesar, y me siento como un corcho flotando, sin control, en mitad de la corriente, dejándome llevar, sin luchar contra las turbulencias.

>> Me siento embargado por una implacable compañera: la rutina. Que me envuelve con su monótono abrazo. Cada día es igual y, para colmo, esta rutina no es la que yo había imaginado para esta etapa de mi vida. ¿Es esto vivir? ¿O es, simplemente existir, como el engranaje en una máquina que sigue girando sin cuestionar su propósito? ¿Estoy siguiendo un guión preestablecido?

>> Nunca he sabido cual es la razón de mi vida, aunque como un iluso, en muchas etapas de mi vida he creído, (al final todo es, solo, una creencia), que era como una especie de guía espiritual para enseñar el camino que lleva a Dios. Pero no. Al final ha resultado que solo soy un pobre soñador al que la vida está despertando a base de cachetadas.

-    Hijo mío, no eres iluso ni soñador. Más pareces un buscador. Siempre haciendo preguntas, siempre buscando respuestas. Pero a menudo, la claridad se escapa entre tus dedos, como el agua que se desliza por las rendijas de una roca.

>> Deja de preguntarte si esto que vives es la vida y vive. En la intensidad de los momentos está revelada la verdad. Cuando te sumerges en una risa compartida, cuando sientes el calor de un abrazo sincero, cuando contemplas un atardecer que tiñe el cielo de colores imposibles, ahí está la vida. No en las tareas mecánicas, sino en los destellos de emoción y conexión.

>> Es tu decisión saborear cada bocado de vida, abrazar con pasión, aprender con avidez, amar con valentía. Es en esas elecciones donde vas a encontrar las respuestas a tus preguntas. Es en los pequeños detalles: una sonrisa, una melodía, una mirada cómplice, donde está la vida. Y en esos momentos, cuando el corazón late con fuerza y la mente se aquieta, es cuando sabes que estás vivo.

>> Deja de preguntarte para que has nacido y vive. Deja de preguntarte cuando es tu misión en la vida y vive. Deja de pedir milagros y hazlos tú. 


martes, 23 de enero de 2024

Vivir la vida

 


“Vivir es nacer a cada instante” 

Erich Fromm 

Dedica la vida a vivirla, no a vivir la vida de los demás. 

La vida es plenitud, y cada segundo que intentas vivir la vida de los demás dejas de vivir la tuya, dejas de vivir un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse, conviertes tu vida en una vida incompleta. 

La vida es demasiado hermosa para desperdiciarla, aunque sólo sea un segundo.

Desperdiciar la vida juzgando, opinando o criticando a otros es, además, un trabajo insulso, ya que ese otro al que estás juzgando, es posible que siga viviendo su vida tan feliz, sin enterarse de tus críticas o pasando de ellas, porque sencillamente no las necesita; estás desperdiciando tu vida para nada.


sábado, 15 de octubre de 2022

Como vivir desde el corazón (1 de 3)

 


          Nuestra vida diaria está regida por los pensamientos. Nos movemos, actuamos y sentimos en función de lo que va apareciendo en nuestra mente. Nuestra mente no se detiene ni un momento, hasta el extremo de que no nos comportamos como lo que realmente somos, sino que nos comportamos como pensamos que deberíamos ser, en función del entorno en el que nos encontremos. De alguna manera, nos pasamos la vida actuando, somos actores de la vida, no nos manifestamos tal como somos, sino como nos gustaría ser, como les gustaría a nuestros padres que fuéramos, como les gustaría a nuestros educadores, como le gustaría a nuestro jefe, a nuestros amigos o a nuestra pareja.

          En definitiva, son pocos los momentos de nuestra vida en los que nos podemos considerar auténticos. La mente dirige, por completo, nuestra existencia, siempre de manera errática, siempre de manera crítica.

          Nuestros pensamientos están dirigidos y gobernados por el pensamiento social, están regidos por las normas y las creencias que la sociedad impone. Y en la sociedad que nos hemos dado, es muy fácil sentirse solos en nuestra realidad, porque la mente, desde donde vivimos, es la que nos dice que existe separación entre nosotros y todo lo demás, y eso no es más que una ilusión, una fantasía, una mentira, ya que la realidad es que todos y todo somos uno. Ser uno con todo y con todos, quiere decir que yo no soy mejor, pero tampoco soy peor, ni tan siquiera soy igual, sencillamente soy uno, soy lo mismo.

          Los estímulos que nos rodean nos mantienen dentro de nuestra propia mente, nos mantienen a merced de la mente, la cual siempre está juzgando todo lo que estamos percibiendo en nuestro entorno. Esta mente crítica, esta mente que juzga de manera permanente, hace que aparezca en nuestra conciencia sentimientos como la vergüenza, o la soberbia, o la envidia, por citar solo algunos, y si aparecen en nuestra conciencia, es eso exactamente lo que vamos a vivir y va a ser esa la forma de cómo vamos a sentirnos.

          La vida no es eso, hay que acercarse a la vida y a todas las circunstancias que la rodean con calma y con tranquilidad, aceptando la vida tal cual es, aceptándonos nosotros mismos tal como somos, viviendo y siendo conscientes de las experiencias que nos toca vivir en cada instante, sin querer escapar del momento presente ni de los sentimientos que cada experiencia genera. Todo lo que buscamos lo vamos a encontrar en el momento presente, porque es ahí donde reside la verdad de lo que estamos buscando, y ninguna experiencia es ni buena ni mala, solo es.

          Pero, ¿cómo vamos a conseguir eso cuando toda nuestra educación y nuestras creencias nos llevan directamente a la mente? Pues lo vamos a conseguir trasladándonos de vivir desde el espacio de la mente a vivir en el espacio del corazón. Podríamos decir que se trata de vivir una vida más espiritual, no porque tenga que ver con ninguna religión, las religiones son tan culpables de nuestra sinrazón como el resto de la sociedad. Es vivir una vida más espiritual porque se trata de darle más chance al espíritu que a la mente, se trata de vivir desde el corazón que es el abanderado del alma y dejar de lado la mente que es la abanderada del cuerpo.

Esto que predican con tanta insistencia las enseñanzas de los gurús de tantos libros de autoayuda, es más difícil de practicar de lo que parece. Si fuera fácil todos viviríamos desde el corazón y no serían necesarios más libros, más cursos, más conferencias, más nada.

Vivir una vida más espiritual, es decir, vivir desde el corazón, no significa saber más, leer más, tener más conocimiento, retirarse a una cueva o hacer una vida monacal. Sólo se trata de amar más, así de fácil es la teoría, la práctica no lo es tanto.

Vivir desde el corazón es vivir la libertad, es vivir la eternidad, es vivir la alegría, es vivir la felicidad, es vivir el amor, es vivir la divinidad. Vivir desde el corazón es dejar que el corazón hable su propia verdad, es dejar que exprese su propia sabiduría, es dejar que nos ayude a tomar decisiones en nuestra vida diaria, ya que siempre nos va a decir cuál es la respuesta y cual la dirección correcta. Vivir desde el corazón es estar completamente presente, y convertirse en la personificación del amor, de la ecuanimidad, y de la libertad. Vivir desde el corazón es el estado natural y auténtico del alma que ha decidido encarnar, y si no lo vivimos así, es porque hemos sido enseñados y condicionados para vivir lejos del corazón.

Continuará

miércoles, 24 de mayo de 2017

¿Para qué la vida? (1)

¿Para qué crees que has nacido?

No sigas leyendo y piensa que crees que haces en la vida. Recógete un momento en ti mismo, y piensa. Es posible que nunca se te haya ocurrido pensar que haces aquí, en la Tierra. Es posible que nunca hayas pensado el porqué de la vida, de tú vida. Es posible que nunca te hayas planteado porque tú vives en la opulencia y otros no tienen para vivir. Es posible que hayas pensado en la mala suerte que tienen los que han nacido en Siria, o en Palestina, o en el Sahara. Pues ahora es el momento, ¿Para qué crees que has nacido?


Me refiero a la verdadera razón de la vida, no a pequeñas tareas, o grandes, como tú quieras calificarlas. Quiero que pienses en la auténtica, en la verdadera, en esa tarea que una vez conseguida lleva aparejada el que ya no vuelvas, nunca más, a encarnar en un cuerpo en este planeta.

Piénsalo seria y honestamente antes de seguir leyendo. A fin de cuentas, nadie va a saberlo, así que puedes ser totalmente honesto. Piénsalo.


           ¿Crees que has nacido para liberar de su yugo a los oprimidos?, ¿Crees que has nacido para tener hijos y que estos sean felices?, ¿Crees que has nacido para luchar por el derecho de los animales?, ¿Crees que has nacido para preservar el medio ambiente?, ¿Crees que has nacido para ayudar y servir al prójimo?, ¿Crees que has nacido, sencillamente para vivir, y mientras tanto hacer algo bueno?, ¿Crees que has nacido para trabajar, trabajar y trabajar, para conseguir un respetable montón de dinero, que te de seguridad a ti y a los tuyos?

Es posible que haya tantas respuestas como personas. Pero solo una es la correcta.
Hemos nacido para volver a Dios, que es nuestro origen.

Y todo lo demás, son “tareíllas”, que nos pueden parecer importantísimas, nos pueden parecer vitales, nos pueden parecer transcendentes, nos pueden parecer imprescindibles, pero solo son eso, “tareíllas”.

En la Biblia, (Marcos 8, 36 y Mateo 16, 26), aparecen las palabras de Jesús: “De que le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma”.

Continuará…….


jueves, 20 de octubre de 2016

Toda una vida

PERLAS PARA EL ALMA



La inmensa mayoría de los seres humanos, una vez en la materia, creen que la vida es el espacio de tiempo comprendido entre el nacimiento y la muerte del cuerpo. Y no es así. Una vida es el espacio de tiempo y de “no tiempo” comprendido entre dos nacimientos, y en ese periodo se contabiliza un nacimiento a la vida física, una vida en la Tierra, la muerte del cuerpo, la estancia al otro lado de la vida y una nueva encarnación. Así se vive una experiencia completa, siendo el espacio más pequeño el comprendido por la vida física. Pues bien, es justamente ese espacio ínfimo de tiempo lo que los seres humanos consideran toda una vida. 


Y en ese ínfimo espacio de tiempo los seres humanos se ocupan en hacer justamente lo contrario de aquello que habían planificado al otro lado de la vida: Darle la espalda a Dios. Cuando, paradojas de la vida, la única razón para la vida es reconocer la propia divinidad y realizar la unión con Dios.

sábado, 16 de julio de 2016

Palos en las ruedas

PERLAS PARA EL ALMA


No le pongas palos a la rueda de la vida. Lo haces cada vez que sufres, cada vez que te decepcionas, cada vez que te hundes  o cada vez que te lamentas por no haber conseguido tus objetivos.

No quiere decir que no tengas que tener deseos o no puedas soñar. Por supuesto que tienes que tener sueños, por supuesto que tienes que tener deseos, por supuesto que tienes que luchar para conseguir que se cumplan. Pero lo que no puedes hacer es que la no consecución de tus deseos turbe tu paz, tu serenidad, tu alegría o tu felicidad, porque eso es ponerle palos a la rueda de la vida.


Si tus deseos se cumplen ¡está bien! Si no se cumplen, ¡también está bien!


jueves, 9 de junio de 2016

Vive tu vida

PERLAS PARA EL ALMA


Dedícate a vivir tu vida, no a vivir la vida de los demás. La vida es plenitud, y cada segundo que intentas vivir la vida de otros dejas de vivir la tuya, dejas de vivir un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse, conviertes tu vida en una vida incompleta.


La vida es demasiado hermosa para desperdiciarla, aunque sólo sea un segundo. Desperdiciar la vida juzgando, opinando o criticando a otros es además un trabajo insulso, ya que ese otro al que estás juzgando, si es inteligente seguirá viviendo su vida tan feliz, sin enterarse de tus críticas o pasando de ellas, porque sencillamente no las necesita. Estás desperdiciando tu vida para nada.


domingo, 15 de mayo de 2016

No viven, solo duermen

                Crecer………., evolucionar……….., madurar……….. Siempre hablamos de crecimiento, siempre hablamos de evolución. Algunos creen que van a conseguirlo con los años, lo que no sé si todos tienen claro que el hecho de cumplir años no implica ni madurez, ni crecimiento, ni evolución. Para crecer y evolucionar es imprescindible que en algún momento de la vida la persona empiece a tomar sus propias decisiones, y dejarse guiar por……., ¿El sentido común?, si, el sentido común, o mejor esa voz interior, que es quien te va a guiar de vuelta a casa. 

        Para volver a casa, lo primero y principal es alcanzar a saber quién eres realmente, y por supuesto de dónde vienes, de cuál es tu casa, para volver a recorrer el camino de regreso.

         Saber quién eres, implica despertar. La inmensa mayoría de las personas duermen, ni tan siquiera nos atrevemos a decir que viven dormidos porque no es así, no viven, sencillamente duermen. No saben quienes son ni de dónde vienen, duermen guiados en su sueño por su mente poderosa, y lo que ellos creen que viven solo es ilusión, y creen en su sueño que esa ilusión lo es todo, y se dejan guiar, y ellos mismos aconsejan, sin saber que no viven, sino que tan solo duermen.



Pero esa ilusión es nada, sólo ilusión. Es ilusión su aprendizaje, ya que despiertos pueden tener acceso a todo el Conocimiento; es ilusión su mirar, ya que despiertos pueden ver más allá de la materia; es ilusión sus pensamientos que les hacen vivir una vida de creencias engañosas, ya que despiertos pueden vivir la Totalidad; es ilusión su amor, ya que despiertos pueden vivir el Amor Divino.

Es en la ilusión de esa vida de donde nace el miedo, la crítica, la mentira, la defensa del espacio propio, los celos, la incomprensión, la desigualdad, el egoísmo, el sufrimiento, la tristeza, la desconfianza, el engaño, etc. Y todo esto, lo único que hace es retrasar, obstaculizar y empobrecer vuestra conciencia, vuestros días, vuestra vida.

Para poder acabar con todo eso, sólo hay que despertar. Incluso los que viven completamente dormidos pueden hacerlo, sólo es necesario que alguna vez pongan en duda quienes son realmente, ya que ese es el camino, saber quién eres, y alcanzar la meta de ser quien eres; de esta manera vas a tener la energía que te va a llevar a la dicha de crear la vida desde el Amor.

Despierta, vive desde el centro de tu Ser y comenzarás a ver los frutos; comenzarás a ser consciente de las sincronicidades, comenzarás a ser consciente de que eres guiado, y será más fácil para ti vivir tu tiempo, tu único tiempo: el presente; porque sólo existe hoy, lo que llamas pasado y futuro no existe, por eso has de romper con esa mente de ilusión que crea los pensamientos que te sujetan a las acciones de ayer o te proyectan al mañana.

Tu cambio es ahora, es este el momento de empezar a tomar tus propias decisiones, y seguir los dictados de tu voz interior, sin dejar que aquellos que todavía están dormidos, viviendo su ilusión, influyan en tu nueva vida.

          Cuando consigas dejar de vivir la ilusión, será cuando comiences a vivir. ¡Que sea ahora!, un segundo de retraso sólo es un segundo más de infelicidad.


viernes, 13 de mayo de 2016

Toma las riendas de tu vida

PERLAS PARA EL ALMA



Toda tu vida se desarrolla en “piloto automático”. Sería bueno que en algún momento tomaras los mandos para pilotar tu vida. Ya que si no, te vas a enojar sin saber muy bien por qué, vas a gritar sin saber muy bien por qué, vas a sufrir sin saber muy bien por qué, vas a enfermar sin saber muy bien por qué y vas a morir sin haber sido consciente de que has vivido.


La vida es una fiesta

PERLAS PARA EL ALMA



La vida puede ser una fiesta o un calvario. Es la persona la única que decide lo que desea vivir, y como desea vivirlo. Nuestro contrato con Dios, por expresarlo de alguna manera, es aprender a vivir en la Tierra confinados en un cuerpo como si estuviéramos al otro lado de la vida. Si Él interfiriera, sería como realizar un examen con la información del profesor, y en las asignaturas de la vida no valen engaños.