Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
El respeto es una fuerza poderosa que
puede transformar nuestro entorno. Al respetar a los demás y al mundo que nos
rodea, podemos descubrir secretos y bellezas que de otra manera permanecerían
oculto
El Secreto de la Montaña
Susurrante
En un valle rodeado
por la majestuosa Montaña Susurrante, vivía una comunidad que nunca había
escalado su cima. La montaña, envuelta en misterio, era el hogar de criaturas y
plantas únicas. Los ancianos del pueblo decían que quien aprendiera el secreto
de la montaña, traería prosperidad y sabiduría al valle.
Un joven llamado Llucay,
conocido por su curiosidad y valentía, decidió emprender la aventura para
descubrir el secreto. Antes de partir, su abuela le dijo: Recuerda, el respeto
es la llave que abre todas las puertas.
Llucay inició su viaje
y en el camino se encontró con diversos desafíos. Un río caudaloso bloqueaba su
paso, pero en lugar de forzar su camino a través de él, Llucay decidió seguir
su curso y encontró un lugar más seguro para cruzar. "Gracias, río, por
mostrarme el camino," dijo respetuosamente.
Más adelante, un grupo
de monos le robó su comida. En vez de enojarse, Llucay sonrió y dijo:
"Compartamos lo que la tierra nos da." A cambio, los monos le
mostraron árboles frutales que él no había visto.
Finalmente, Llucay
llegó a la cima de la Montaña Susurrante. Allí, encontró un jardín secreto
lleno de flores que hablaban en susurros. "¿Cuál es el secreto de la
montaña?" preguntó Llucay.
Las flores
respondieron al unísono: "El respeto que has mostrado en tu viaje es el
secreto. Respetar la vida en todas sus formas trae armonía y
entendimiento."
Llucay regresó al
valle y compartió su experiencia. Bajo su liderazgo, el pueblo comenzó a
respetar más profundamente la naturaleza y a cada ser vivo. La Montaña Susurrante,
agradecida, reveló senderos ocultos y manantiales de agua pura. El valle
floreció como nunca antes.
Viendo en televisión a
los impresentables políticos, (de derecha, ultraderecha, centro, izquierda,
ultraizquierda, nacionalista o, cualquier otra opción), que gobiernan o hacen
oposición en el mundo, me pregunto ¿Qué pasaría si en lugar de primar la vileza,
la mentira, el despotismo o el desprecio para ser político se exigieran otros
valores como, por ejemplo, el respeto?
¿No
tendríamos un mundo mejor?, ¿mejor sanidad, mejor educación, mejores
transportes?, ¿no disminuiría la tasa de pobreza?, ¿no seríamos todos más
iguales? A fin de cuentas, todos somos lo mismo, una Chispa Divina, desgajada
de la Energía Divina que, por un el tiempo, aún más pequeño que el “tiempo de
Planck”, (que es considerado el límite inferior para la medición del tiempo y
la duración más pequeña que puede tener significado físico), encarnamos en un
cuerpo.
Exijamos
respeto a nuestros dirigentes, ya sean políticos, religiosos, empresariales,
deportivos, culturales, etc.
Porque,
para centrarnos, se entiende por respeto el reconocimiento y la valoración de
la dignidad, los derechos, las opiniones y las diferencias de los demás. El
respeto es la capacidad de tratar a todas las personas con cortesía,
consideración y aceptación, independientemente de sus diferencias de opinión,
origen étnico, religión, género o estatus social. El respeto implica escuchar
activamente, mostrar empatía y considerar las necesidades y sentimientos de los
demás en nuestras acciones y decisiones.
En el núcleo del
respeto yace la idea de igualdad inherente entre todos los seres humanos.
Reconocer la dignidad de cada individuo implica comprender que todos merecen
ser tratados con justicia y equidad, sin discriminación ni prejuicios. El respeto
promueve la inclusión y la diversidad, creando un ambiente en el que todas las
personas se sientan valoradas y respetadas por lo que son.
La importancia del
respeto se refleja en su impacto en la convivencia humana. Cuando el respeto
está presente en una comunidad, se fomenta la armonía, la colaboración y la
tolerancia. Las relaciones interpersonales se vuelven más saludables y
significativas, ya que se basan en el entendimiento mutuo y el apoyo mutuo.
Además, el respeto contribuye a la resolución pacífica de conflictos, ya que
fomenta el diálogo abierto y la búsqueda de soluciones que beneficien a todas
las partes involucradas.
Por otro lado, la
ausencia de respeto puede conducir a la desconfianza, la hostilidad y la
polarización en la sociedad. La falta de respeto hacia los demás socava la
cohesión social y puede dar lugar a la discriminación, el acoso y la violencia.
En un mundo donde el respeto es escaso, prevalecen la injusticia, el egoísmo y
el conflicto, impidiendo el progreso y el desarrollo humano.
Para cultivar el
respeto en nuestras vidas, es fundamental comenzar por nosotros mismos. Debemos
aprender a valorarnos a nosotros mismos y a reconocer nuestra propia dignidad,
lo que nos permitirá tratar a los demás con el mismo nivel de respeto y consideración.
Además, es importante educar a las generaciones futuras sobre la importancia
del respeto y fomentar valores de tolerancia, comprensión y empatía desde una
edad temprana.
Exijamos
el respeto de nuestros dirigentes, porque el respeto es la base de una sociedad
justa, inclusiva y pacífica. Nos insta a reconocer la humanidad compartida en
cada individuo y a tratar a los demás con dignidad y consideración. Al promover
el respeto en nuestras interacciones diarias y en nuestras comunidades, podemos
construir un mundo donde prevalezcan la igualdad, la justicia y la solidaridad.
La bolsa de plástico
negra con capacidad para cincuenta litros y que apenas estaba llena hasta la
mitad se encontraba descansando al lado de la puerta de casa esperando, como
cada día, que alguno de los miembros de la familia la sacara para realizar sus acostumbrados
paseos. Primero de la mano de los dueños de la casa hasta el contenedor y,
después, en el tour turístico en el que se encontraban las bolsas del
vecindario hasta, lo que para ellas era, el balneario de vacaciones, aunque
también podrían denominarlo como “el jardín del Edén” o “el paraíso”, porque
allí iban a diseccionarlas completamente para reciclar a cada uno de los
integrantes de la bolsa para su reutilización.
La bolsa se estaba
impacientando. Se acercaba la hora en la que el vehículo que la transportaba
solía llegar y, en la casa, no se apreciaba ningún tipo de movimiento.
No le gustaba el
retraso porque cada vez que se retrasaba luego tenía que estar, durante toda la
noche y buena parte del día siguiente, en el contenedor completamente sola.
¡Ah!, ¡por fin había
movimiento en la casa! El esposo se estaba poniendo los zapatos a la vez que le
decía a su esposa:
-Cariño, me voy a la reunión del colegio.
- Llévate la basura al salir –le dijo su
esposa.
-No puedo –contestó el esposo- ya voy tarde
-Pero si solo es medio minuto cruzar al otro lado –le dijo la esposa un
poco molesta- Di que no te apetece y quedas mejor.
-Te he dicho que no puedo –volvió a repetir el esposo levantando la voz.
-No es que no puedas –gritó la
esposa- lo que pasa que no te sale de las narices bajarla. Te recuerdo que la
basura la hemos hecho los tres. Y siempre la saco yo sin tener que salir.
Pues no me sale de las narices, ¿vale? -y
dando un portazo se fue de la casa, dejando a la pobre bolsa de basura allí,
tirada en el suelo y, lo que es peor, a su esposa roja de ira.
La bolsa estaba
perpleja. El matrimonio había discutido por ella. ¡Ella que solo era una bolsa
de basura!
-¡Qué importante debo ser! -pensó la bolsa de basura, cuando discuten por
mí- En esta familia, yo, una bolsa de basura, soy más importante que el amor y
el respeto. Aunque no deben de quererse mucho cuando discuten por mí como si yo
fuera la amante de uno de ellos.
La esposa tuvo que
sacar la bolsa de basura y a cada paso que daba renegaba más y más de su
esposo, mientras el ego de la bolsa de basura se inflaba tanto que podría haber
ido ella sola al contenedor volando. ¡Qué importante soy!, seguía pensando la
bolsa de basura.
Había una vez en un
bosque encantado, habitado por criaturas de todas las formas y tamaños, un
árbol muy especial llamado Viejo Roble. Viejo Roble era el guardián del bosque,
venerado por todos los seres que lo habitaban debido a su sabiduría y bondad.
Un día, una disputa estalló
entre los animales del bosque. Los conejos reclamaban una porción de tierra que
los zorros habían ocupado durante años para construir sus madrigueras. Los
zorros, a su vez, argumentaban que habían estado allí mucho antes y que tenían
derecho a permanecer en su hogar.
La tensión crecía en
el bosque mientras los animales se enfrentaban unos a otros, sin encontrar una
solución pacífica a su conflicto. Fue entonces cuando decidieron recurrir al
Viejo Roble en busca de consejo.
Reuniéndose alrededor
del imponente árbol, los animales expresaron sus quejas y demandas, esperando
que él pudiera resolver su disputa. El Viejo Roble los escuchó con atención y
luego, con una voz tranquila pero firme, les habló:
"Queridos amigos,
en este bosque todos somos iguales en importancia. Cada criatura, grande o
pequeña, tiene un lugar y un propósito. El respeto por los demás y por el
entorno en el que vivimos es lo que nos permite coexistir en armonía".
Les contó historias de
tiempos pasados, de cómo los animales habían trabajado juntos para superar
desafíos y resolver conflictos. Les recordó la importancia de escuchar,
comprender y respetar las necesidades de los demás.
Con el corazón lleno
de sabiduría, los animales del bosque reflexionaron sobre las palabras del
Viejo Roble. Entendieron que el respeto no solo implicaba reconocer los
derechos de los demás, sino también ser capaces de encontrar soluciones justas
y equitativas para todos.
Al final, los conejos
y los zorros llegaron a un acuerdo. Compartirían la tierra, construyendo sus
hogares en armonía unos con otros. A partir de ese día, el respeto y la
colaboración reinaron en el bosque encantado, recordándoles a todos que, sin
importar nuestras diferencias, juntos podemos crear un mundo mejor. Y así, bajo
la sombra protectora del Viejo Roble, la paz y la armonía florecieron una vez
más en el bosque.
Para evitar el juicio
y la crítica son necesarias dos actitudes: la aceptación y el respeto.
Decía Carl G. Jung:
”Lo que niegas te somete, lo que aceptas
te transforma”
La aceptación es esa
actitud que va a permitirte reconocer y tolerar las situaciones, pensamientos,
emociones o aspectos de nosotros mismos o del mundo que nos rodea, sin intentar
cambiarlos o evitarlos. La aceptación nos ayuda a afrontar los problemas de
forma más efectiva, a aprender de nuestras experiencias. La aceptación no significa resignarse o conformarse,
sino asumir la realidad y buscar soluciones. La aceptación se puede practicar y
mejorar a lo largo de la vida, y es una herramienta poderosa para vivir de forma
más plena y equilibrada.
Cualquier juicio,
cualquier opinión, cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia
persona, no es más que un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo
de sus creencias.
Pero, los
pensamientos y las creencias de cada uno, ¿por qué han de ser aplicables al
resto del mundo? Los pensamientos y las creencias de las personas no son más
que una manifestación de su nivel de evolución, no son más que una
manifestación de su carácter, y en ningún caso sirven para ninguna otra
persona, porque cada persona está en un nivel de evolución determinado, cada
persona vive una circunstancia específica en su vida, distinta a cualquier
otra.
Para que se
termine el juicio, la opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla, el
respeto. Cuando se respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien.
Cualquier cosa que haga cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado,
porque es algo que pertenece a su vida, a su aprendizaje y su evolución.
Te propongo un
ejercicio sencillo, dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar
lo que hagan los demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier
cosa que hagan las personas de tu entorno, a colocarte en su lugar si por
cualquier causa la mente pudiera contigo y surgiera la crítica. Ni tan siquiera
tienes que comprender, solo respeta y acepta.
El respeto y la
aceptación es entrenamiento y práctica, por lo que la crítica va a surgir. No
te enfades contigo, si la crítica ha sido mental, pide perdón mentalmente y
comienza nuevamente, observando lo mejor de la persona, focalizando tu atención
en sus cualidades. Con la práctica, te acostumbrarás a observar las acciones de
los demás como observas un día de sol, o las flores, o el vuelo de los pájaros,
sin que te afecte lo más mínimo.
Cuando consigas
incorporar a tu vida el respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que
el ejercer de juez, de manera permanente, es agotador.
"Cuando me amé de verdad comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, y en el momento exacto, y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene un nombre… Autoestima
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia, y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… Autenticidad
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a aceptar todo lo que acontece, y que contribuye a mi crecimiento. Hoy eso se llama… Madurez
Cuando me amé de verdad, comencé a percibir que es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, sólo para realizar aquello que deseo, aun sabiendo que no es el momento, o la persona no está preparada, inclusive yo mismo. Hoy sé que el nombre de eso es… Respeto
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas, situaciones y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De inicio mi razón llamó a esa actitud egoísmo. Hoy se llama… Amor Propio
Cuando me amé de verdad, dejé de temer al tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero, y a mi propio ritmo. Hoy sé que eso es… Simplicidad y Sencillez
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón, y así erré menos veces. Hoy descubrí que eso es… Humildad
Cuando me amé de verdad, desistí de quedarme reviviendo el pasado, y preocupándome por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… Plenitud
Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón, ella tiene una gran y valioso aliado. Todo eso es… Saber Vivir
No debemos tener miedo de cuestionarnos, de hecho, hasta los planetas chocan, y del caos suelen nacer la mayoría de las estrellas."
He
vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de
una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande,
comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente
en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra
también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra
mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.
Todos los
cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás,
sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por
lo nuevo que estaba entrando en mi vida.
No
tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno
cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a
vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran
más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por
delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando
haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de
blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.
El otro,
treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui
cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro
muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que
disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir,
sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya
que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que
una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido
más llevadera.
Tengo
claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego
aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el
apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis
compañeros de viaje por la vida.
El
diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una
inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien
puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera
encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor.
Creo
que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos
grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué
venimos a la vida.
Afortunadamente
solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos
últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.
Vivo
independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos
hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma
edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.
Estoy a
punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en
cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con
sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he
programado para vivir 92 años.
Reflexionando
sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera
vivido, al menos, cinco vidas en una.
Cuento
como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné
el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a
novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.
La
segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi
independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.
Es
curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene
una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme
por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.
La
cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de
yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba
cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.Este ciclo fue más corto, de tan solo diez
años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.
Y, por
último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años,
lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa,
a la sanación y la escritura.
En
plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo,
¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que
está iniciando una nueva etapa?
Hace
tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando
un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos
y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no
sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando
al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas
muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.
¡Cuídense
y así cuidarán al otro!
¡Bendiciones!
CONTINUARÁ
Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.
El
parque Green es el espacio más apreciado por los residentes de Mascotalandia,
que es una pequeña población en el Condado del Juego, al oeste del país de la
Ilusión.
En dicha población habitan todo tipo
de muñecos de peluche. Paseando por Mascotalandia uno se puede encontrar un
pequeño conejito protagonista de una serie de dibujos animados, un terrorífico
espinosaurio salido de alguna película de dinosaurios, el mamut de la Era de
Hielo o al mismísimo Mario Bros y todos suelen ir a pasear por el parque los
días soleados.
Casi todos los habituales del parque
se sientan a descansar, al final de su paseo, en los bancos situados bajo unos
enormes árboles que cobijan con su sombra a los usuarios de los bancos y que están
estratégicamente colocados bordeando el estanque que se encuentra en el centro
del parque.
Es muy agradable para ellos porque,
además de descansar y de realizar la última conversación del día con los
amigos, se deleitan escuchando los conciertos que las ranas, que viven en el
estanque, interpretan cada tarde al caer el sol. Hoy es un día como cualquier otro.
Está muy avanzada la tarde y los bancos del estanque están todos ocupados por
los peluches, que se encuentran descansando, preparados para escuchar el
concierto de las ranas. Sin embargo, está a punto de ponerse el sol y aun no se
escucha ni una sola rana. Los peluches se miran extrañados y murmuran entre
ellos: ¾¡Qué
extraño! El sol está a punto de ponerse y las ranas aún no han comenzado su concierto,
¿qué estará pasando? Los
peluches se asomaban a la orilla del estanque para ver si podían enterarse de
algo, (eran un poco cotillas), ya que en los últimos cinco años nunca había
ocurrido nada semejante, decía Tigger el peluche de más edad de Mascotalandia,
un tigre que aparece en los cuentos de Winnie the Pooh. Al
final cayó la noche. El reflejo de la luna iluminaba el estanque, pero de las
ranas no había ni rastro, por lo que los peluches fueron desfilando hacia sus
casas murmurando y haciéndose cábalas sobre lo que podría haber sucedido. La
noche en el parque era total y absolutamente silenciosa. Por primera vez en la
historia del parque las ranas no habían deleitado a los paseantes con su
concierto vespertino. En
la comunidad de las ranas del parque Green se había trastocado completamente la
vida. Rodolfo y Alejandro, dos ranas jóvenes habían comenzado, a pesar de ser
machos, a frecuentarse con demasiada asiduidad, se paseaban cogidos de las
ancas, a cualquier hora, sin importarles si había alguien delante o no, se
rozaban con descaro y se miraban con cara de arrobamiento. Se comportaban como
dos enamorados y, todo eso, ¡a pesar de ser varones los dos! Eran
la comidilla del momento y desde luego no eran, en absoluto, un buen ejemplo
para los renacuajos. Ante
tan dramática situación se habían reunido, en horas de la mañana, las fuerzas
vivas de la comunidad junto al consejo de ancianos, que solo lo hacía ante
situaciones de extrema gravedad por la avanzada edad de sus miembros, para
determinar cuáles eran las acciones a tomar. Judá, el líder espiritual de la comunidad
tomó la palabra: ¾Es
inconcebible que tengamos que estar sufriendo una situación de este tipo. En nuestra comunidad, esta clase de relaciones no
solo son un ejemplo pernicioso para nuestros pequeños, sino que es ofensiva
para todos, por ser antinatural, ya que se trata de una relación anormal en la
que están inmersos dos individuos de mente enferma. A continuación, Rita, la
alcaldesa, pidió turno de palabra: ¾Es
inconcebible, es antinatural y un deleznable espectáculo el que estos dos
jóvenes están protagonizando, además, a plena luz del día y delante de todos.
Pero no hemos de olvidar que son hijos de Adela y
Raquel, dos miembros destacados de nuestra comunidad y que están sufriendo esta
situación hasta el extremos de no salir de sus casas para no ser señalados por
las ancas.
El gobernador Tito, como máximo
responsable político de la comunidad expresó con voz solemne: ¾Les
sugiero que comiencen a dar opciones para que podamos debatir y elegir la que
sea más adecuada para el bien de la comunidad. ¾Lo
que tenemos que hacer es expulsarlos del estanque –dijo con voz temblorosa, por
la edad, don Alfredo, que con casi cuarenta años era, el presidente del consejo
de ancianos. ¾El
líder espiritual volvió a tomar la palabra- Es posible que con rezos, novenas y
confesiones pueda liberarles del demonio que les ha poseído y vuelvan a la
normalidad. ¾Esto
no se cura con rezos –dijo el médico de familia- necesitan una operación
urgente, aquí tiene que intervenir la ciencia. ¾Encerrémosles
porque lo que hacen es un signo de que han perdido la cabeza –dijo el
responsable del manicomio- así podríamos inaugurar el centro que nunca ha
tenido ningún ingresado.
Así fueron dando cada
uno su opinión sobre las opciones que consideraban más acertadas. Después de
escuchar todas las opciones, comenzó el debate de cada una de ellas, aunque no
parecía que llegaban a ningún acuerdo, y ya era noche cerrada.
Ataúlfo, que asistía a su
primera reunión como integrante del consejo de ancianos al haber ingresado hace
escasamente dos meses por haber llegado a la edad de veinticinco años, pidió
tímidamente la palabra:
¾Realmente
–preguntó- ¿qué es lo que todos estamos buscando?
¾Casi
todos dijeron al unísono- La felicidad, lo que todos buscamos es la felicidad.
¾Y
¿qué es lo que desean para sus hijos e, incluso, para todos los integrantes de
la comunidad? -siguió preguntando Ataúlfo.
¾Pues
que consigan la felicidad -volvieron a contestar todos al unísono.
¾Pues
ahora tenemos dos miembros de esta comunidad que son felices y ustedes pretenden
que dejen de serlo -dijo Ataúlfo comenzando a mostrar sus intenciones.
¾Judá,
el líder espiritual se puso rojo de cólera- No pueden conseguir la felicidad a
costa de que todos los demás seamos infelices.
¾Yo
no soy infeliz porque ellos se amen, ¿quién de ustedes es infeliz por eso,
aparte de nuestro líder espiritual? –preguntó Ataúlfo.
¾Judá,
el líder espiritual estaba pasando del rojo de la cólera al amarillo de la
rabia- No tienen que contestar a esa pregunta. Los temas espirituales los
dirijo yo y digo que es indignante, porque tienen el mismo sexo y no pueden
tener hijos. Toda unión ha de ser para tener hijos.
¾¿Quién
lo dice? –preguntó Ataúlfo?
¾Es
lo que se ha hecho siempre. Lo dice la Rana Superior –dijo el líder espiritual,
levantando la voz, cada vez más enojado.
¾La
Rana Superior quiere que seamos felices y que nos amemos los unos a los otros.
No dice nada de hijos. Y si es por lo que se ha hecho siempre, ya es momento de
cambiar –le rebatió Ataúlfo. ¿Cómo puede ser que usted que predica el amor esté
queriendo castigar a los que se aman? No son un mal ejemplo para los renacuajos, al
contrario, son ejemplo de amor, de lealtad, de respeto. O cree usted que es mejor ejemplo el de los
miembros de una pareja que se gritan de manera permanente o que se engañan,
solo porque son macho y hembra. El amor es el amor y no entiende de sexos. Les propongo lo siguiente: Dejemos en paz a Rodolfo
y a Alejandro, que sigan con su amor. Y nosotros respetemos su opción. Entre
otras cosas porque no son viciosos ni pervertidos. Es genético, es una
condición. Si queremos expulsar expulsemos también a todos sus antepasados
vivos que son los responsables de su genética. Por lo que respecta a que no pueden tener hijos,
hay otras ranas que también han decidido no tener hijos y no se hace nada, ni
nos rasgamos las vestiduras. Por el ejemplo que puedan dar a los renacuajos no
hemos de preocuparnos, que lo vean como algo normal, ¡enseñémosles a que vean
la normalidad en cualquier tipo de unión! Lo importante es amar. Y con respecto nosotros, a las ranas adultas, solo
tenemos que empezar a verlo como algo normal. Pensemos que son nuestros propios
hijos. Les propongo una votación con tres opciones. 1) Expulsarles
de la comunidad, 2) aceptarles, respetarles y enseñar a todos a que lo vean
como algo normal o 3) si ustedes no son capaces de tomar una decisión hagamos
un referéndum.
¾¿Está
diciendo usted que les debemos tolerar en nuestra comunidad? – preguntó Judá,
el líder espiritual.
¾Un
“no” rotundo -matizó Ataúlfo- estoy diciendo que les respetemos. No pido
tolerancia, pido respeto.
¿Votamos? Quiero que sepan que si gana la expulsión
haré campaña a favor del respeto, puerta por puerta, con cada uno de los
miembros de esta comunidad.
Propongo que la votación sea secreta y que sean
necesario dos tercios de los votos para considerar ganadora cualquier opción.
Estaban presentes en la reunión
los ocho miembros que componían las fuerzas vivas de la comunidad más veintidós
miembros del consejo de ancianos. En total treinta ranas que tenían en sus
ancas el futuro de dos vidas.
¾Si,
si, de acuerdo votemos -era la voz mayoritaria de los asistentes.
El
resultado de la votación fueron veintiséis votos a favor para que se queden,
para respetar su amor y enseñar al resto de la comunidad que es algo normal. Un
voto en contra y tres favorables para realizar un referéndum.
¾Judá,
el líder religioso, tomó la palabra- El voto negativo fue mío, pero acepto la
decisión mayoritaria. Lo que no puedo es seguir siendo su líder espiritual.
Creo que soy un poco antiguo. Propongo que Ataúlfo sea nuestro nuevo líder
espiritual.
¾Acepto
encantado, -dijo Ataúlfo- A partir de ahora nuestro lema será “El respeto por
encima de todo. El amor siempre”.
-¿Cuál es mi misión Maestro? Llevo
cuarenta años preguntándomelo.
-Tu misión es aprender a amar hijo mío.
-Pero, ¿no se supone que he venido a la
vida a realizar alguna tarea específica?
-Si, la tarea de aprender a amar. ¿Te
parece poco? Y el camino para aprender a amar es que aprendas a ser feliz. Y
ahora no eres feliz porque crees que te falta algo, crees que te falta saber cuál
es tu misión. Buscando tu misión estás perdiéndote muchas cosas de la vida, casi
podríamos decir que estás perdiendo la misma vida,
Escucha
esto: Como te falta saber cuál es tu misión, no eres feliz, pues yo te digo que
si te dedicaras a ser feliz llegarías a saber cuál es esa misteriosa misión, y
te voy a explicar por qué: La felicidad es un estado interior, un estado de paz,
de serenidad, de alegría, y a ese estado se llega aceptando, tolerando, respetando,
comprendiendo y sobre todo amando.
Cuando
llegas a ese estado entiendes que todo está bien y si existiera alguna misión
misteriosa, llegaría a ti, sin que necesitaras buscarla.
-Aceptando ¿qué?
-Aceptando la vida que tienes. Aceptar
no es resignarse. Te pongo un ejemplo: Piensa en una pareja que se les ve bien,
que a ojos del mundo podría decirse que es una pareja feliz. Pero si escarbas
un poquito en su relación verías que, en muchas, en demasiadas ocasiones se
sienten solos, no hablan entre ellos de esa sensación de soledad, no hablan de
sus miedos, de sus anhelos o de sus fantasías. Hablan, si, del trabajo, del
colegio de los niños, de las facturas que van llegando, o de lo mal que se ha
portado su cuñado. En ellos hay más resignación que aceptación. Aceptación es
cuidar lo que importa para que no se desgaste, te pongo un ejemplo que no por
manido pierde su validez: A la planta hay que regarla para que viva. A las
relaciones también, y a los amigos, y a los hijos, y al trabajo, y a las aficiones
y, sobre todo, a ti mismo. Aceptar es trabajar la vida, y si algo no te gusta
de tu vida lo cambias.
La
aceptación hace que toleres todo, que toleres a todos ¿Qué sabe nadie de la
vida del otro, de la razón del otro?, ¿qué sabe nadie de su Plan de Vida, si ni
tan siquiera conocemos el nuestro?, ¿qué sabe nadie del recorrido de su alma?
No hay dos seres iguales sobre la faz de la Tierra. Todo está bien, todo es
perfecto tal como está. Toléralo, lo ha puesto Dios.
Así
llegarás al respeto. Respetares la
consecuencia lógica de la tolerancia. No hagas a nadie lo que no te gusta que
te hagan a ti, no pienses de ellos lo que no te gustaría que pensaran de ti, no
hables de nadie porque no te gusta que hablen de ti y, sobre todo, si es malo. Colócate
siempre en el lugar del otro, es la mejor manera para aceptarle, tolerarle y
respetarle.
Y
cuando aceptas, toleras y respetas, puedes decir que estás aprendiendo a amar.
Entonces
serás feliz, y estarás cumpliendo con la verdadera misión de tu vida que es
aprender a amar.
Ama
y se feliz, que todo lo demás llegará por añadidura.
Es
momento de dejar de jugar a ser espirituales, ya hemos aprendido las
reglas del juego. Ha llegado el momento de incluir la espiritualidad en la vida
cotidiana, es momento de trabajar desde la ética de la conciencia, es momento
de amar, es momento de sanar de manera total, es momento de compartir, de
relacionarse, es momento de practicar y salir de la teoría, es momento de dejar
atrás los prejuicios religiosos, es momento de trabajar para dirigirnos a un
futuro brillante, feliz, abundante, pleno. Y podemos llegar a ese futuro
respetando las reglas del Amor.
En este momento de cambio vamos a
trascender de “ser humano” a “ser espiritual”, y para eso ya no valen ni
escuelas ni maestros, ya que la única escuela válida es nuestro interior,
nuestra intención, nuestro corazón. Porque no hay nada que aprender, todo está
en nosotros, ya tenemos todo el conocimiento de Luz y de Amor, y muchos de
nosotros, o ya hemos cambiado nuestra vibración o estamos en pleno proceso.
En la actualidad el ser humano vive
para él, de manera individual, y ha de salir de ese individualismo para atender
las necesidades del alma, empezando a desarrollar propósitos simples, para una
vez conseguidos continuar con mayores empresas. Pero todo tiene un principio, y
ese principio ha de ser observar si existe alguna contradicción entre lo que se piensa,
lo que se dice y lo que se hace. Si no existe coherencia entre los pensamientos,
las palabras y los actos, el ser humano se engaña a sí mismo.
Hay que escuchar al alma y aceptar la
verdad, aceptar las cosas que resuenan profundamente en el corazón y en el alma,
aceptar lo que impulsa al ser humano a respirar y a sonreír. Hay que separarse
de todo aquello que promueve manipulación, especulación o explotación, y no
participar en nada que coarte la libertad o lesione el respeto. Hay que actuar
de manera honesta, clara, impecable y coherente.
Y sobre todo ama, siente el Amor,
comprométete contigo, únete a tu Ser y no busques más, deja sólo que el Amor te
encuentre. Hace tiempo que el Amor te busca, y si tu mente se mantiene en
silencio, te va a encontrar, y sobre todo, cuando estés sin expectativas,
sentirás, sentirás el Amor, sentirás su fuerza.
Vivir
en armonía con los demás no significa estar de acuerdo con todos, y tampoco
significa que tengas que sacrificar tus ideales por eso. Puedes mantener tus
ideales sin ser ofensivo. Para eso actúa con bondad, y si tu bondad es motivo
de ofensa o tortura para otras personas, mantente alejado de ellas.
No
permitas que nada ni nadie te altere, ya que la persona que no controla sus
impulsos es su peor enemigo. Cuando alguien
te irrita, es porque ha contrariado alguno de tus deseos, por lo tanto
es una faceta a trabajar: hay que eliminar los deseos.
Respétate
y amate, y serás amado y respetado por los demás.
¿Quién
ha dicho a nadie que su misión en esta vida sea ejercer de juez, ejercer de
crítico, o ejercer de comentarista de la vida del resto del mundo?, posiblemente nadie, y sin embargo, existen
muy pocas conversaciones en las que no se juzgue a alguien, o no se le
critique, o no se opine sobre lo que sería mejor para la vida de esa persona.
Cualquier juicio, cualquier opinión,
cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia persona, no es más que
un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo de sus creencias.
Pero, los pensamientos y las creencias
de cada uno, ¿Por qué han de ser aplicables al resto del mundo? Los
pensamientos y las creencias de las personas no son más que una manifestación
de su nivel de evolución, no son más que una manifestación de su carácter, y en
ningún caso sirven para ninguna otra persona, porque cada persona está en un
nivel de evolución determinado, cada persona vive una circunstancia específica en
su vida, distinta a cualquier otra.
Para que se termine el juicio, la
opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla, el respeto. Cuando se
respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien. Cualquier cosa que haga
cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado, porque es algo que pertenece
a su vida, a su aprendizaje y su evolución.
Te propongo un ejercicio sencillo,
dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar lo que hagan los
demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier cosa que hagan
las personas de tu entorno, a colocarte en su lugar. Ni tan siquiera tienes que
comprender, solo respeta y acepta.
Con la práctica, te acostumbrarás a
observar las acciones de los demás como observas un día de sol, o las flores, o
el vuelo de los pájaros, sin que te afecte lo más mínimo.
Cuando consigas incorporar a tu vida el
respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que el ejercer de juez
permanentemente es agotador.