Sábado 15 de octubre 2022
Ya sé que estaba relatando la razón de mi viaje a Perú, pero me he levantado con uno de esos pensamientos clásicos, con los que se puede definir a un babau, y no quería dejar pasar la oportunidad de recogerlo.
Es un pensamiento que ya he tenido en otras ocasiones: Me preguntaba
sobre la realidad de la vida y las cosas que la envuelven. En concreto, pensaba
si todas las personas veremos lo mismo. Cuando yo veo un color, rojo, azul,
negro, cualquier color, ¿todas las personas verán lo mismo que yo?, ¿con el
mismo brillo?, ¿la misma tonalidad?, lo que yo llamo azul, ¿será azul para
todos?
Cuando tengo estos pensamientos sigo con ellos, no hago nada para que
desaparezcan. Me gusta esta filosofía barata. En fin, cosas de babau.
No creo que esto me pase, solamente, a mi. Seguro que hay otros babaus que piensan cosas parecidas, ¿o no?
Mejor vuelvo al primer día de la primavera en el hemisferio norte del año 2010.
Pero ese día 22 de marzo sí que pasó algo. Se formó en mi mente una
imagen y apareció un pensamiento asociado a ella. Me pareció que la imagen
representaba a un indio de medio cuerpo. Pero no era uno de esos indios
conocidos por las películas del Oeste, de las tribus apaches, sioux, cheroquis
o cheyenes. No, era diferente. Entonces no supe ubicarlo. Hoy sé que no era un
indio de alguna película, era un inca. Y asociado a la imagen un pensamiento:
“te estamos esperando”.
Con la imagen y el pensamiento hice lo de siempre. Pensar que mi mente
ya estaba jugándome, de nuevo, una broma pesada y, centré toda mi atención en
la respiración y en las sensaciones de mi cuerpo, pero sin resultado. El inca
seguía ahí.
Al final dejé la meditación. Siempre lo hago cuando no soy capaz de
detener el pensamiento. ¡Mañana será otro día!, pensé.
Sin embargo, el inca apareció al día siguiente, con el mismo formato y
el mismo pensamiento. Y al otro y al otro. Fueron cuatro días seguidos con la
misma historia. Por lo que decidí descansar unos días de la meditación.