El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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martes, 11 de junio de 2024

El perdón de Dios (2 de 2)

 


—Dios no necesita perdonar, hijo mío —le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación que solíamos tener con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones que no se ofende nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.

—Y entonces —siguió mi hijo, poniendo cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de pecado, de infierno y de perdón?

¡Qué difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en posesión de Dios?

—Pero tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender, porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente, enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y contextos en los que se desarrollan.

>> El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.

>>No obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina. Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.

>>No hay que seguir los pasos de una religión.

>>La verdadera espiritualidad, es como una búsqueda personal y continua de entender y vivir según lo que uno percibe como lo divino. En este camino, es crucial cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual siempre nos esforzamos por acercarnos.

—No lo he entendido muy bien papá, pero me quedo más tranquilo sabiendo que Dios nunca se ofende.


viernes, 7 de abril de 2023

Viernes Santo

 



 

Viernes 7 de abril 2023

 

Y hoy es Viernes Santo. Se recuerda la crucifixión y la muerte de Jesús de Nazaret. Es una de las conmemoraciones más profundas para los cristianos, (católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, etc.).  

Pero esta Semana Santa, en lugar de estar imbuido por el espíritu de aquello que representa, (compasión, piedad, misericordia, penitencia), estoy empapado de reflexión, reflexión que me está llevando a realizar un análisis de mi vida, con lo que eso supone de rebuscar en los cajones de la memoria para desempolvar los recuerdos más importantes de una larga vida que, vista desde el origen, es decir, desde mi óptica, está pasando como un suspiro. ¡Que larga parece y que corta es!

Me quedé ayer comentando lo terrorífica que fue, emocionalmente, la primera parte de mi vida consciente, (entre los 13 y 17 años), por esa espada de Damocles, que era la amenaza permanente y persistente del infierno como final de una vida de pecado. Porque me pasaba el día pecando, sobre todo en tres de los mandamientos: No santificaba las fiestas ya que, si podía no cumplir con el precepto dominical de la misa, no iba, porque me aburría un montón. Cometía actos impuros, en la intimidad de mi soledad, a diario, porque para mí era una necesidad fisiológica, algo, tan necesario, como sonarse la nariz. Y de los pensamientos y deseos impuros, ya no quiero ni hablar. Solo diré que soñaba dormido y despierto con mi profesora de francés. Era una auténtica belleza.

Estaba claro: Los enseñantes, la religión y los curas eran mis enemigos y, a los enemigos se les puede vencer, te puedes unir a ellos o te puedes alejar.

Opté por la última opción, alejarme, con lo cual, alguna vez, me vi obligado a pecar, también, en el octavo mandamiento, porque tuve que decir alguna mentira para salvar mi piel.

Pero todo eso terminó cuando terminé el bachiller y salí del colegio. Ahí me hice un nuevo replanteamiento de vida: Podía hacer o pensar, todo aquello que no rechinaba en mi conciencia, como cualquier palabra, acción u omisión, que no interfiriera en la libertad de los demás, evitando la crítica o acto similar que pudiera hacer que otra persona se sintiera incomoda o hiciera que se sintiera atacada o que faltara a su respeto y, además, sin miedo a pecar, porque decidí que el pecado es algo que no existe y que solo era una herramienta que “mis enemigos” utilizaban para tratar de dominarme.

A partir de ese momento hubo dos “Yoes”: uno público y otro privado. Es decir, se instauraron dos creencias con respecto a la vida: Una vida muy material, la pública, en la que mi creencia era que quería vivir bien, para lo cual necesitaba dinero y otra, la privada, íntima y personal, en la que se fueron pergeñando diferentes verdades para conseguir la estabilidad emocional.

Y así siguió siendo hasta bien avanzada la mitad de mi vida, por lo que puedo decir que mi crecimiento fue “cero”. No quiero decir que fueron 40 años desperdiciados, porque algo avanzaba en lo que ahora sé que es la misión de mi vida, pero era un avance tan lento que no lo notaba.

Al inicio de la segunda parte de mi vida, mis creencias sobre lo que había venido a hacer en la vida fueron sufriendo cambios muy rápidos, vertiginosos, casi mareantes.  

Esos cambios comenzaron a darse cuando Dios reapareció en mi vida. Un Dios diferente. No era ese dios miserable, vengativo y terrorífico, inventado por unos hombres sin entrañas, que nos vigilaba, de manera permanente, para ver cuando teníamos un pensamiento pecaminoso, no. Era otro Dios. Es ese Dios que cuando Moisés le preguntó quien era Él, y cual era Su nombre, respondió: “Yo soy el que soy”. Diles a los egipcios, siguió diciéndole a Moisés: “El que Es me ha enviado”.

Por lo tanto “Dios Es”. Es decir, no es ni bueno ni malo, ni hombre ni mujer, ni blanco ni negro, ni luz ni oscuridad, ni hermoso ni deforme, “SOLO ES”. Eso quiere decir que es todo, lo blanco y lo negro, la luz y la oscuridad, lo hermoso y lo deforme, porque si fuera blanco estaría negando lo negro, si fuera hombre estaría negando a la mujer, si fuera luz estaría negando la oscuridad y todo ha sido creado por Él. Es el sol que me alumbra, es la tierra que piso, es el aire que respiro, es mi piel, es mi corazón, es yo.

Me quedo aquí. Voy a almorzar, porque a las 4 me voy al cine a ver una película de Mario Bros. Espero no dormirme para que mi hijo pueda ir haciéndome los comentarios sobre la película, (no calla ni debajo de agua).