—Dios no necesita
perdonar, hijo mío —le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación
que solíamos tener con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones
que no se ofende nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.
—Y entonces —siguió mi
hijo, poniendo cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de
pecado, de infierno y de perdón?
¡Qué
difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran
una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades
parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en
posesión de Dios?
—Pero
tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender
a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender,
porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan
guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente,
enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan
interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y
contextos en los que se desarrollan.
>>
El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la
idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras
que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir
perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras
acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.
>>No
obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita
sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente
ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina.
Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros
mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a
las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a
veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.
>>No hay que seguir los
pasos de una religión.
>>La
verdadera espiritualidad, es como una búsqueda personal y continua de entender
y vivir según lo que uno percibe como lo divino. En este camino, es crucial
cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más
pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual
siempre nos esforzamos por acercarnos.
—No lo he entendido
muy bien papá, pero me quedo más tranquilo sabiendo que Dios nunca se ofende.