Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Cuando
parece que me da la espalda, voy a tocarle en el hombro, para que sepa que aún
estoy aquí.
Cuando
parece que camino solo por los barrizales de la vida, calzaré mis botas para no
hundirme en el fango y continuar en Tu busca.
Cuando
parece que mi mente va a ganar en la lucha fratricida que mantiene con mi alma,
voy a grabar Tu imagen a fuego a veinte centímetros de mi cara para sentir Tu
calor.
Cuando
parece que la vida me abofetea a diestro y siniestro, voy a colocar mis brazos
para parar los golpes, mientras te entrego a Ti mis moratones.
Cuando
parece que los míos voltean su cara para no ver como caigo, aparecen ángeles
desconocidos tratando de amortiguar mi caída. Seguro que son Tus ayudantes.
Cuando
parece que estás escondido, busco el agujerito por el que sé que me estás
mirando.
Cuando
parece que las decepciones son el desayuno en la mañana y la tristeza el
almuerzo al mediodía, me preparo una suculenta cena de esperanza, para soñar
Contigo.
Porque
sé que eres la única razón de mi vida.
Porque
nada va a conseguir que Te olvide.
Porque
sé que solo me has soltado un momento para que afiance mis pasos.
se
reconoce de inmediato el camino de retorno a Dios.
Nuestra
real y auténtica misión es encontrar el camino que nos lleve de vuelta Dios. De
él venimos y a Él vamos a volver. Y lo vamos a hacer todos. Unos lo harán con
veinte vidas y otros con veinte mil, pero nadie se va a quedar en el camino.
Pero para recorrer cualquier camino se
ha de hacer con los ojos bien abiertos, es decir, despiertos, porque sino vamos
a tropezar ya que no se puede ver con claridad el camino.
Podríamos pensar que todos los que
hacemos yoga, o meditamos, o escribimos y leemos sobre espiritualidad, o realizamos
cursos, talleres charlas, o que los mismos sanadores y canalizadores, estamos
despiertos.
Pues no es tal. Sólo tenemos un “cierto
conocimiento” que a duras penas traspasa la periferia de nuestra conciencia,
sin estar integrado en el ser. Casi podríamos decir que estamos entreabriendo
los ojos.
¿Cuándo podremos decir que estamos
realmente despiertos? Cuando actuemos, de manera permanente, con amor, con
generosidad, con compasión, con verdad, con humildad, volcados completamente
por y para Dios, sirviéndole a través de nuestros hermanos. La separación, la
discriminación, el orgullo (sobre todo espiritual), el juicio, la crítica, el
menosprecio, la ambición, son signos inequívocos de permanecer dormidos.
Podemos decir que tenemos el
conocimiento del despierto pero seguimos actuando dormidos.
Por eso nos programamos en nuestro Plan
de Vida “misioncitas”, que nos pueden parecer más o menos importantes, sobre
todo para alimento de nuestro orgullo. Pero la autentica misión es reconocer el
camino de vuelta a Dios.
No vivir para Dios es sinónimo
de seguir dormidos.
A los seres humanos aunque
no nos gustan los exámenes sí que nos gustan las evaluaciones, o sino las
evaluaciones como tal, si nos gusta que alguien nos confirme si estamos en el
camino correcto, si hemos avanzado un tramo importante, y si además nos dijeran
que hemos adelantado a “fulanito”, ya sería increíble.
Pero no, en esta
carrera que todos compartimos de volver al seno de Dios, no hay evaluadores, no
hay adversarios, no hay meta, solo hay destino. El estudiante y el adversario,
el evaluador y el evaluado son la misma persona, es uno mismo. Esta es una
carrera contra nosotros mismos, este es un camino de soledad, es un trabajo de
valientes, es una lucha contra un enemigo invisible, es un camino interminable para
una sola vida, es un sendero lleno de recovecos, es una guerra sin cuartel,
unas veces dura y otras menos dura, pero siempre reconfortante, porque aunque de
la sensación de que no se avanza o que incluso hay días o temporadas en los que
parece que se retrocede, no es tal, siempre se avanza, aunque no se sienta.
El camino que nos
conduce a Dios parece sembrado de obstáculos, pero todos son superables, y en
cada posta vamos recibiendo regalos, vamos recibiendo dones que son producto
del propio crecimiento. Es posible que no se sea consciente de los dones que se
van recibiendo, pero solo es por una razón: Se recibe el regalo o el don cuando
la persona ha dejado de desearlo, cuando no lo espera y para ella la obtención
de ese don es una consecuencia lógica y conocida.
Vamos por un momento
a utilizar la imaginación. Imagina que la distancia que nos separa de Dios es
cuantificable en un millón de kilómetros. Imagina también que cada kilómetro se
corresponde con una determinada vibración de la energía, más rápida y más sutil
cuanto más cerca de Dios, (esto es realidad), y más lenta y pesada cuanto más
cercana a la materia, (esto también es real). Imagina que una persona que vive
una vida total y absolutamente material, sin tener ningún tipo de conocimiento,
y que ni tan siquiera sabe de su divinidad, ni por equivocación cree en ella, y
tampoco sabe el papel que está representando en la materia, se encuentra en el kilómetro cero, es decir un millón de kilómetros separada de Dios. Imagina, por
el contrario, que una persona que se encuentre en su última vida de encuentra
solamente a cien kilómetros de Dios.
En la energía se
encuentra todo el conocimiento. Imagina que podemos cuantificar ese
conocimiento de cero a mil. Cero es el conocimiento que se encuentra en la
energía que compone la materia, y mil es el conocimiento de Dios.
Según se avanza por el
camino que conduce directamente a Dios, va cambiando la vibración, se va
acelerando, se va volviendo más sutil, con la consecuencia lógica de acceder al
conocimiento disponible en esa vibración. De ese conocimiento el caminante
puede ser consciente de varias maneras: Puede comenzar a ver otras energías,
puede comenzar a oír las voces de sus maestros y guías, puede tener sueños
lúcidos, informativos y premonitorios, puede comenzar a tener certeza de cosas,
que no sabe como las sabe, pero las sabe, puede sentir cada vez con más fuerza
el estado físico, mental y emocional de las personas, puede volverse mucho más
sensible a la energía que le rodea, se atreve a seguir con total confianza sus
intuiciones porque tiene la seguridad de que son certeras, de la misma manera que
su eficacia en las sanaciones, si es curador, se incrementa de forma
exponencial, sabiendo las actuaciones que debe realizar el paciente para su
sanación, o para su aceptación de la enfermedad.
¿Quiere decir que
todos van a acceder a ese conocimiento? Si, con matices. Cualquiera que llegue
a un nivel determinado de energía va a tener acceso a ese conocimiento, a esos
dones, a esos regalos, a no ser que existan ciertas clausulas en su Plan de
Vida que lo impidan, ya que el Plan de Vida es la auténtica hoja de ruta por la
que se rige toda la vida en la materia.
Seguro que nadie duda ya de esa parte del
Principio de Vibración que dice que “Energías iguales se atraen”, y es este principio
la base de prácticamente todos los cursos, talleres, técnicas y métodos de
crecimiento, de expansión de la conciencia, de construcción del carácter, de
espiritualidad y sanación. Aprendemos a meditar para tratar de vaciar la mente
de tantos y tantos pensamientos negativos con los que convivimos sin ser
realmente conscientes, para que no atraigan la miseria que estamos generando.
Aprendemos técnicas para atraer aquello que deseamos, a base de generar
pensamientos conscientes positivos hasta conseguir la emoción correspondiente.
Realizamos talleres para aprender a liberarnos de nuestros miedos y de nuestras
limitaciones, que son muchas. Asistimos a clases de yoga y similares para
liberarnos del estrés y mantener la serenidad y la calma. Leemos ávidamente un
libro tras otro con lo que nuestra sabiduría en temas de “espiritualidad” se
incrementa después de cada lectura, pero sin hacer prácticamente ningún uso de
esa sabiduría, salvo impresionar a los demás. Y es posible que con todo esto consigamos
algunos pequeños éxitos, es posible que consigamos ganar alguna “batallita”:
Que se serene un poco la mente, que consigamos algunas de las muchas cosas que
deseamos, que desaparezca el terror a la muerte y hasta que consigamos vivir
una vida más serena. Pero… ¿Nos podemos conformar con eso?, y ¿Por qué no
intentamos ganar la “guerra”?
Si nuestra vida se circunscribiera al
espacio de tiempo transcurrido entre el nacimiento y la muerte, sería más que
suficiente, ya que el único objetivo de la vida sería vivir bien, sería vivir
una vida feliz, carente de problemas y preocupaciones, una vida en la que
consiguiéramos satisfacer todos nuestros caprichos.
Pero el espacio de tiempo que
transcurre entre el nacimiento y la muerte solamente es una vida física, es
como esa “batallita” que comentaba en el párrafo anterior. Nuestra vida abarca
más, mucho más, muchísimo más, tanto como una eternidad. Esta es la auténtica “guerra”,
y nuestro objetivo, no es vivir bien, o vivir una vida feliz, o conseguir
nuestros caprichos. Nuestro objetivo es otro, nuestro objetivo es la unión con
Dios, lo cual no quiere decir que tengamos que renunciar a esos pequeños
placeres.
Los cursos, talleres, técnicas y
métodos de crecimiento y sanación, con los que nos movemos todos en la
actualidad son una excelente herramienta para poder acercarnos a vivir una vida
feliz, para ir vaciando la mente de pensamientos, incluso para realizar un
tímido acercamiento a vivir una vida desde el corazón, una vida basada en el
amor. Pero en caso de conseguirse, lo cual es bastante difícil para un
porcentaje importante del total de personas que tratan de transitar por este
sendero, puede ser válido para la vida actual, pero de poco alcance para
nuestra eternidad, porque el aprendizaje del alma va a ser limitado, ya que se
va a circunscribir a pequeñas ganancias, que si que vamos a mantener para
nuestra siguiente vida, pero que nos va a obligar a volver muchas veces e ir caminando vida tras vida
a paso lento.
Y nuestro avance va a ser tan lento que
nos va a obligar a encarnar un sin fin de vidas más, cuando podríamos intentar,
incluso sin tantas técnicas, avanzar a paso ligero y recorrer en una sola vida tanto
trayecto como veinte o treinta vidas con los pequeños aprendizajes anteriores.
¿Buscas ganar más dinero?, ¿Buscas a tu
media naranja?, ¿Buscas a tu alma gemela?, ¿Buscas la perfección en tus hijos?,
¿Buscas la casa de tus sueño?, ¿Buscas ascender en tu trabajo?, ¿Buscas la
felicidad?, ¿Buscas el último modelo de teléfono?, ¿Buscas la salud?, ¿Buscas
vivir sin estrés?, ¿Buscas el amor?, ¿Buscas crecer espiritualmente?, ¿Buscas
la iluminación, ¿Buscas a Dios?
Está claro: Si estás buscando algo es
porque careces de ese algo.
A los que buscan se les denomina
buscadores, aunque más que buscadores habría que decirles “carecedores”, ya que
la carencia es anterior a la búsqueda y causa de esta, sin embargo, como la
palabra no existe en la lengua castellana, les tendríamos que llamar
necesitados. Necesitados de amor, necesitados de felicidad, necesitados de Dios,
y a la vez: buscadores de quimeras, buscadores de sueños, buscadores de
ilusión.
Reflexiona: ¿Estás seguro de que te
falta algo, o de que tienes carencia o necesidad de algo?
Si
la respuesta es “si”, si crees que te falta algo es que no estás aprovechando
tus recursos al cien por cien, ya que realmente no tenemos carencias, nada
necesitamos, estamos completos con lo que tenemos, estamos completos tal como
somos, ¿Crees que Dios nos hubiera dejado incompletos en el mundo?, ¿Crees que
Dios hubiera permitido que vivieras con todo eso que crees que te falta?
Y,
¿Cuándo esperas conseguirlo?, ¿Mañana?, ¿Más adelante?, ¿Dentro de algunos
años?, y ¿Qué vas a hacer hasta que lo consigas?, y si te mueres antes ¿Qué?, ¡Te
morirás incompleto!, sin embargo, viniste completo a la vida.
Mientras
luchas, porque eso es lo que se supone que haces para conseguirlo, ¿Estás
aprovechando tus recursos para vivir al cien por cien, o estás utilizando esos
recursos para conseguir lo que te falta, dejando claramente de vivir?
Somos completos, estamos en Dios, pero
tenemos un problema creemos que no es así, creemos que tenemos que conseguir
algunas cosas para ser felices, y esto nos convierte en esclavos, esclavos de fuentes
externas, tenemos que lograr…., tenemos que conseguir…., tenemos que poder…..
Tenemos
todo lo material que necesitamos para realizar el trabajo que cada uno ha
venido a hacer, pero si no lo mantenemos y lo perdemos de vista tratando de
conseguir más lo perderemos todo. La misma Ley de la Atracción tiene algunas excepciones:
La más importante es que si lo que deseas atraer está en contraposición con la
esencia de tu Plan de Vida, es decir con aquello que es el “leitmotiv” de la
vida, no lo vas a conseguir de ninguna manera.
Y
en cuanto a nuestro bagaje espiritual todos tenemos el mismo y es un bagaje
completo. Somos espirituales por naturaleza, el Amor es nuestra esencia, la
felicidad nuestro derecho de vida.
Dios
ya está en nosotros, no le busques, cuando le buscas en el exterior pierdes de
vista tu centro, pierdes de vista a Dios.
El ser
humano lleva en su maleta emocional una serie de máscaras que va utilizando en
el transcurso del día, Cuando se levanta por la mañana se pone la máscara de la
prisa, al llegar a la oficina se pone la de jefe, o la de subordinado, o la de
señor de la limpieza, o la de vigilante, y así una tras otra en función de las
distintas interacciones que va teniendo a lo largo de su día, y lo hace con la
misma facilidad que lo pueden hacer los profesionales de la risa en el circo
para conseguir las carcajadas de su público. Pero existe una notable
diferencia, mientras para unos es una profesión para los demás la máscara no es
más que una cortina de humo para ocultar sus miserias.
Es posible
que ni el mismo ser humano sepa realmente quien es y cómo es. Bueno quien es,
es seguro que no lo sabe. Él cree que es Don Fulano de Tal, y actúa desde ese
pedestal, sea alto o bajo, no importa, cuando ese nombre es el que le han dado
a su cuerpo, de la misma manera que su vehículo es Audi o Toyota, porque su
cuerpo es su vehículo. Quien realmente es, es un hijo de Dios. Entonces, si la
persona no sabe quién es, parece lógico que tampoco sepa como es.
Este
desconocimiento hace que actúe de mil maneras diferentes, en función de quien
se encuentra delante. La persona no es la misma con su pareja que con sus
hijos, no es la misma con su jefe que con sus compañeros, no es la misma con
sus amigos que con sus vecinos, y así podríamos seguir enumerando encuentros,
en los que encontraríamos que la persona es diferente en todos y en cada uno de
ellos.
Es posible
que ni un observador imparcial lograra saber exactamente como es la persona
objeto de su observación, a no ser que la observara en su soledad, situación
difícil, porque en soledad no se actúa, en soledad se siente, y hay muchas
posibilidades que incluso en su soledad no sea ella misma al cien por cien, ya
que estará dándole vueltas a un millón de cosas y haciendo que sus sentimientos
y emociones vayan variando, desde aquello que le sucedió ayer hasta como le
gustaría realmente ser.
Es curioso, porque casi nadie está
contento consigo mismo, por infinitas razones. Todos quieren ser lo que no son,
pero casi nadie es capaz de ponerse a trabajar para llegar a ser esa persona
que quisiera ser, o ponerse a trabajar para aceptar lo que es.
El ser
humano es un cúmulo de contradicciones: Busca la felicidad fuera de sí mismo,
cuando la tiene en su interior; busca que le amen cuando es incapaz de amarse a
sí mismo; elige una pareja y envidia a las parejas de los demás; es incapaz de
trabajar para la realización de sus sueños, pero obliga a sus hijos a
realizarlos, sin pensar que posiblemente sus hijos tengan sus propios sueños; es
incapaz de reconocer sus defectos, pero es un maestro en el arte de juzgar y de
criticar los defectos de los demás; como no reconoce sus defectos no trabaja
para mejorarlos, pero reparte consejos a diestro y siniestro para que los demás
mejoren los suyos; busca la paz viajando a los confines del mundo, cuando la
podría encontrar si realizara el corto trayecto que existe entre su mente y su
corazón.
Lo que viene
a continuación es un consejo, si no te apetece no lo leas:
Medita.
Si sigues mi
consejo y meditas
-Empezarás
a conocerte un poco y disminuirán tus contradicciones.
-Casi
sin proponértelo van a encontrarte de frente con la felicidad.
-Descubrirás
que el amor es una energía y no esa tonta sensación que tienes cuando ves a
alguien del sexo contrario.
-Llegarás
a ser consciente de que lo más importante en el mundo eres tú, y que eso,
además, no es ser egoísta.
-Tendrás
las fuerzas suficientes para correr detrás de tu sueño.
-Serás
consciente de que tus hijos son también seres humanos, que no son de tu
propiedad y que tienen que realizar su propio camino.
-En
el viaje que vas a realizar dentro de ti comenzarás a descubrir tus defectos y
trabajarás para ir eliminándolos.
-Sabrás
que no has venido a este mundo a juzgar a nadie.
-Que
los consejos los puedes dar, pero cuando te los pidan.
-Aprenderás
a respetar y tratarás a todos tan solo como quieres que te traten a ti.
Así, no solo sabrás quien eres: Un
hijo de Dios, sino que sabrás como eres: Un ser de amor y podrás llevarlo por
bandera sin necesitar máscaras porque no tendrás que ocultar ninguna miseria.
¿De qué valdría la vida si no sufriéramos?,
no valdría de nada, ya que el aprendizaje deviene del sufrimiento, y venimos a
la vida, no sé si decir a aprender que somos uno con Dios, o sencillamente a
recordarlo.De cualquier
forma, teniendo en cuenta que al llegar a la vida humana olvidamos
completamente quiénes somos y de donde procedemos, lo mismo nos da aprender que
recordar.
Pero imaginar que se aprendería de
una vida en la que desde el primero hasta el último día no existiera ningún
tipo de desencanto, ni de desencuentros, ni de dolor, ni de tristeza, ni de
sufrimiento. No habría aprendizaje ya que no existiría ese momento de
reflexión, producto de la desesperación, en la que el ser humano inicia su
andadura con una sola interrogante, ¿Por qué?
No habría pregunta, ya que en los
momentos de felicidad, no conozco a nadie que se pregunte ¿Por qué esta
felicidad?, ¿Por qué esta vida de lujo?, ¿Por qué mi vida es tan perfecta?
Afortunadamente no existe este tipo
de vida, ya que incluso en la vida más perfecta que uno pudiera imaginar
aparecería la enfermedad, la mentira, la envidia, el rencor, el dolor y la
muerte.
Es necesario, es imprescindible el
dolor y el sufrimiento para la evolución y para el crecimiento del ser humano,
es necesario para tomar conciencia de la Verdad Divina, para tomar conciencia
de que estamos viviendo una ilusión. Al olvidar lo que somos al encarnar, (Uno
con Dios), nos damos la oportunidad de experimentar el dolor de la separación
de Dios. Es en la creencia de nuestra separación cuando vemos a los que nos
rodean como potenciales enemigos, de los que nos tenemos que defender, y son
ellos, o por ellos por los que sufrimos, ya que a través de ellos se están generando
las condiciones emocionales por las que sentimos todo tipo de sufrimiento: culpabilidad,
miedo, ansiedad, perdidas, y un innumerable etcétera.
Es gracias a este dolor y a este
sufrimiento que despertamos y volvemos a recordar lo que realmente somos. Somos
seres divinos, somos uno con Dios, todos somos lo mismo, todos estamos embarcados
en la misma misión, todos somos hermanos. Pero hasta que llegue el momento de
despertar, hasta que seamos conscientes de que esto solo es un sueño,
intentemos, al menos, en nuestro sueño de la vida reflexionar sobre lo que
realmente nos está haciendo sufrir, y comprenderemos, que por muy duras que nos
parezcan las causas, no ganamos nada, (hablando en términos físicos), por
alargar el sufrimiento días y días. La enfermedad no remite con el sufrimiento,
el ser querido que ha muerto no vuelve por mucha pena que se genere, el dinero
no se alarga por mucho que se sufra, el amor perdido no volverá a pesar del
llanto.
Necesitamos sufrir porque es la
espoleta para el crecimiento, pero un sufrimiento extremo, una explosión de
sufrimiento permanente, sin conciencia de lo que somos, nos empequeñece aun
más.
Los seres
humanos somos especialistas en buscar cosas que no existen, o mejor, que no se
pueden ver ni tocar, y además solemos hacerlo en los lugares equivocados.
Podríamos pensar que somos majaderos, pero a lo peor no lo somos, porque es
algo que hacemos todos los seres humanos, y tantas personas no podemos estar
equivocadas, ¿O sí?
Y, ¿Qué es
eso inexistente que los seres humanos buscamos con tanto ahínco en los lugares
equivocados?, pues yo diría que casi todo, pero básicamente el amor y la
felicidad, así como todo tipo de emociones, sentimientos o energías, es decir
todo aquello que no es material, por citar algunas más: alegría, paz,
serenidad, conocimiento. Por lo tanto, si no es material, no se ve, y en la
sociedad de hoy, “lo que no se ve, no existe”.
Y es
precisamente, todo esto que no se ve, todo esto que no es material, lo que
buscamos, ¿Dónde?, en el mundo de la materia. Es decir, el lugar equivocado.
Las
emociones, las energías y los sentimientos, no son cosas externas, no son
materiales, no se ven. Son cosas del espíritu, y el espíritu, para encontrarlo,
para encontrar lo que hay en él y para conectar con él, se ha de viajar hacia
el interior de uno mismo. Por lo tanto si realmente queremos encontrar cosas
como el amor, la felicidad, la alegría, la paz, etc., etc., no podemos
buscarlas fuera de nosotros mismos, porque es el lugar equivocado, y si alguien
cree que lo ha encontrado fuera de sí, se engaña, solo es un sucedáneo con
caducidad en el tiempo, mientras que si realmente se encuentra donde debe de
ser, en uno mismo, se va a encontrar con algo auténtico que va a permanecer en
el tiempo, que va a permanecer por los siglos de los siglos.
Deja de
vivir hacia fuera, deja de vivir hacia el exterior. No busques fama, no busques
poder, no busques reconocimiento, porque es tan efímero como un suspiro. No
busque posesiones, no busques nada material, a excepción de lo necesario para
poder vivir, porque esas pertenencias no son equipaje que tu alma, que es la
que está realizando los viajes de un lado al otro de la vida, se va a llevar.
Sólo se va a llevar las pertenencias que hayas encontrado en tu espíritu.
Fragmento de “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de
la Barca
Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Nos pasamos la vida soñando, nos pasamos la
vida buscando. Buscando la felicidad, buscando la paz, buscando el amor, buscando
la seguridad, buscando, buscando, buscando.
He encontrado un cuento de Jorge
Bucay, que trata sobre un buscador que va en busca de un tesoro que soñó
durante varias noches.
Había una vez en la ciudad de
Cracovia, un anciano piadoso y solidario que se llamaba Izy. Durante varias
noches, Izy soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río;
soñó que a un costado del río y debajo del puente se hallaba un frondoso árbol.
Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un
tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda su vida.
Al principio Izy no le dio
importancia, pero después de repetirse el sueño durante varias semanas,
interpretó que era un mensaje y decidió que él no podía desoír esta información
que le llegaba de Dios o no se sabía de dónde, mientras dormía.
Así que, fiel a su intuición, cargó
su mula para una larga travesía y partió hacia Praga.
Después de seis días de marcha, el
anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar, en las afueras de la ciudad, el
puente sobre el río.
No había muchos ríos, ni muchos
puentes. Así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que
en su sueño: el río, el puente ya un costado del río, el árbol debajo del cual
debía cavar.
Sólo había un detalle que en el sueño
no había aparecido: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la
guardia imperial.
Izy no se animaba a cavar mientras
estuviera allí el soldado, así que acampó cerca del puente y esperó. A la
segunda noche el soldado empezó a sospechar de ese hombre cerca de SU puente,
así que se aproximó para interrogarlo.
El viejo no encontró razón para
mentirle. Por eso le contó que venía viajando desde una ciudad muy lejana,
porque había soñado que en Praga debajo de un puente como éste, había un tesoro
enterrado.
El guardia empezó a reírse a
carcajadas:
—Mira que has viajado mucho por una estupidez –le dijo el
guardia—. Hace tres años que yo sueño todas las noches que en la ciudad de
Cracovia, debajo de la cocina de la casa de un viejo loco, de nombre Izy, hay
un tesoro enterrado. Ja... Ja... mira si yo debiera irme a Cracovia para buscar
a este Izy y cavar debajo de su cocina... Ja... Ja... Ja....Izy agradeció
humildemente al guardia y regresó a su casa.
Al llegar, cavó un pozo debajo de su
propia cocina y sacó el tesoro que siempre había estado allí enterrado.
Los seres
humanos somos como ese buscador, siempre detrás de nuestro sueño, lo malo, es
que no llegamos al final de ningún camino en el que un soldado nos explique
también su sueño. Buscamos lejos, buscamos en el exterior algo que está y
siempre ha estado en nosotros.
Soñamos que
vamos a encontrar el amor cuando encontremos a nuestra media naranja, soñamos
que esa misma pareja es la que nos va a dar la felicidad, soñamos con los hijos
perfectos, soñamos con el trabajo ideal, soñamos con una jugosa cuenta
corriente en el banco, soñamos con el último modelo de coche, soñamos con una
mansión, soñamos, soñamos, soñamos. Y se nos pasa la vida en un sueño, sin
conseguir hacer realidad ninguno de esos sueños. Y si se llega a conseguir
alguno de ellos, de inmediato volvemos a soñar.
No es malo
correr detrás de los sueños, no es malo tratar de materializar nuestros deseos,
al contrario, es bueno, ya que nuestros sueños y nuestros deseos son la espoleta
que nos impele a la acción. Sin embargo, la no consecución de las expectativas
que podamos generarnos, son causa de dolor y sufrimiento. Vayamos detrás de los
sueños, corramos detrás de los deseos pero sin expectativas, sin condicionar
nuestra felicidad a la consecución de nuestro objetivo.
Condicionar nuestra felicidad,
nuestro amor, nuestra paz, nuestra serenidad, a la consecución de esos deseos, es
fracaso seguro. Y es fracaso seguro porque nada del exterior va a conseguir que
seamos felices. Por una sencilla razón, todo está en el interior. El amor, la
felicidad, la paz, la alegría, la serenidad, se encuentran en nuestro interior,
de la misma manera, que se encuentran la voluntad, la paciencia, la fortaleza,
la valentía o el miedo.
De la misma manera que la consecución
de nuestras metas físicas requiere trabajo, requiere voluntad, requiere
paciencia, necesitamos trabajar para conseguir nuestras metas emocionales. Con
una diferencia, una vez conseguidas perdurarán para siempre a lo largo de todas
nuestras vidas, mientras que los logros físicos pueden durar, como máximo, una
vida, la que ahora vivimos.
Para poder llegar a contactar con eso
que se encuentra en nosotros, solo se ha de apartar los sentidos del exterior,
solo hemos de prohibir a nuestro pensamiento que se vaya al pasado o que pasee
por nuestro incierto futuro, solo hemos de encontrar el silencio.
La vida que
vivimos es ilusión, es fantasía, es un cúmulo de preocupaciones, de deseos
incumplidos, de desengaños, de mentiras, de desamores, que nos va llevando poco
a poco, en la mayoría de los casos, a la insatisfacción, como mal menor, o a la
tristeza, al dolor o al sufrimiento.
Sin embargo, no todo está perdido, y
no lo está porque en esa vida de fantasía, que hemos decidido vivir los seres
humanos, casi siempre existe un momento en el que como un rayo de luz aparece
en nuestro interior un mensaje directo del corazón, un mensaje, que nos acerca
al menos a la duda de si es correcta la vida que llevamos o si existe alguna
otra manera de vivir que sea más placentera emocionalmente.
El mensaje
que se recibe, es escueto, y suele aparecer en los momentos de mayor dramatismo
de nuestra vida, puede ser en la enfermedad, puede ser en el sufrimiento, puede
ser en la depresión o en la tristeza, puede ser en la desaparición de un ser
querido, o en una etapa de estrés en nuestra vida.
Ese mensaje parece
que llega cuando se han agotado las vías convencionales que la sociedad pone a
nuestro alcance para la solución de conflictos, sin haber encontrado en ellas
la solución del problema o sin haber encontrado el desahogo emocional que nos
permita salir del pozo en el que, sin saber muy bien como, hemos caído. Pero no
es así. El mensaje siempre está ahí, pero es tan suave que es imposible percibirlo
cuando nuestra mente se encuentra aturdida con todo el ruido producido por el
fragor de la batalla de nuestras preocupaciones.
Es cuando en
medio de la desesperación la mente se aquieta como dando por perdida la batalla
cuando escuchamos un leve susurro que nos impulsa a dudar de si la manera de
gestionar nuestra vida y nuestro dolor es el correcto, y si no sería posible aplicar
una solución distinta a la de darle vueltas y más vueltas a un problema que
para el que sufre, atado a una rueda que gira y gira, siempre en el mismo
sentido, parece inviable cualquier solución.
En ese
momento, de nosotros depende detener la rueda y seguir a la luz. Porque puede
la persona no hacer caso del susurro, o puede comenzar a razonar que eso que le
llega es una tontería, o puede, al menos conceder a su intuición el beneficio
de la duda y buscar esa nueva manera de solucionar su problema.
La solución
del problema tiene un primer peldaño, que es el silencio, el silencio mental, porque
es en él donde se va a encontrar la sabiduría necesaria para enfocar los
problemas de una manera más sana y más inteligente. Y tiene un segundo peldaño,
que es el trabajo. Será a partir de ese momento cuando la persona decida si
quiere trabajar para conseguir su serenidad, o prefiere volver al maltrato que
le genera el carrusel de su mente.
Pero siempre
será necesario haber sentido ese rayo de luz y haber tratado de seguir su
resplandor.
Somos muchas
las personas que nos encontramos imbuidos en la búsqueda de la felicidad. Bueno,
en realidad creo que no somos muchos, creo que somos todos. Sin embargo, a
pesar de que somos tantas las personas que estamos buscando lo mismo, la
encuentran muy poquitas, y las que lo consiguen son la excepción.
¿Será porque
no hay mucha cantidad de ella en el mundo? No, no es eso, porque en cuanto a la
cantidad de felicidad que se puede encontrar en la vida no hay problema. Hay
felicidad suficiente para todos. La vida está llena de felicidad, porque la
felicidad es la misma vida. No es cierto que la vida sea sufrimiento. La vida
es alegría, es una fiesta, es felicidad. Los ángeles, que normalmente, salvo
raras excepciones, no encarnan, matarían por venir a la vida, (ya sé que es una
manera un poco tosca de expresarlo). Los que no vienen a la vida no saben lo
que es una caricia, un beso, la risa de un niño, el perfume de las flores o la
inmensidad del océano. Y nada de eso es sufrimiento. El sufrimiento no lo da la
vida, el sufrimiento se lo añadimos nosotros a nuestra vida solamente con una
cosa: nuestro pensamiento.
¿Será entonces que no la encontramos porque
no sabemos exactamente qué es lo que estamos buscando? Esto parece más
probable, porque ¿Sabemos exactamente que es la felicidad?
Algo parece claro, buscamos lo
conocido, buscamos aquello que nos han enseñado, buscamos lo que vemos que
buscan otros, buscamos lo que la sociedad nos va mostrando cada día, buscamos
aquello por lo que tanto han luchado nuestros mayores. Y lo que se encuentra
cuando se busca todo esto, es más de lo mismo, es sufrimiento.
La felicidad está claro que no se
encuentra en nada de eso que buscamos, ya que sino, muchos serían los que la
encontrarían, pero no, no la encuentra “casi” nadie, es una búsqueda
infructuosa. Y es una búsqueda infructuosa porque esperamos que la felicidad
llegue cuando encontremos la pareja ideal, el trabajo ideal, los hijos ideales,
etc., y todo eso, la experiencia de la vida nos dice que no llega a dar la
felicidad, y no llega la felicidad porque todo eso es caduco, es incompleto.
Confundimos los estados de alegría,
de bienestar, de serenidad, de amor humano, con la felicidad, y la felicidad es
algo que dura eternamente porque no se basa en nada caduco, y la pareja, y el
trabajo, y los hijos, y la cuenta en el banco, y las vacaciones, son caducos.
Pueden durar un mes, un año, o incluso una vida, pero acaban desapareciendo y
entonces se nos acaba eso que podíamos denominar como felicidad.
La felicidad es un estado interior,
es algo que se encuentra cuando nos sumergimos en nuestro interior, se
encuentra cuando conectamos con nuestro corazón, se encuentra cuando dejamos a un
lado a los pensamientos y a sus acólitos: los deseos. Y esto, como nadie nos lo
ha enseñado, ni es lo que busca el grueso de la sociedad, no es lo que se busca
habitualmente. Incluso “los profesionales”: profesores de yoga, meditadores y
terapeutas, que parecen estar más cerca de esto, no van, tampoco, mucho más
allá de la teoría.
Pero si que hay que hacer lo que esos
profesionales predican. Podemos recordar al papa Alejandro VI que decía: “Haced
lo que yo os diga, pero no lo que yo haga”.
De cualquier forma, como llegar a ese
estado de felicidad, de alegría y de paz interior, no se consigue en dos días,
sino que es un trabajo que lleva su tiempo, posiblemente incluso más de una
vida. Lo que podemos hacer es aprovechar lo mejor de nuestra vida, aunque sea material,
aunque sea caduco. Es bueno acostumbrarse a estar bien y a ser pseudo-feliz, aunque sea
a temporadas, porque es una manera de romper el sufrimiento que la sociedad nos
inculca a cada instante.
Los seres humanos
nunca hemos vivido realmente de acuerdo a la enseñanza recibida. La enseñanza
de los Grandes Seres y de los Grandes Maestros han servido, por un lado, para editar
libros y más libros con sus enseñanzas, y para producir películas y más películas
sobre sus vidas; y por otro lado, para que algunos hombres, más avispados,
vivan a expensas de esas enseñanzas, atemorizando a todos con castigos
realmente malvados, impropios de alguien que es el adalid del amor.
Los seres humanos no vivimos de acuerdo a lo
que sabemos ni ponemos en práctica los conocimientos adquiridos: No dejamos
que la Luz llegue a nosotros, estamos controlados por los deseos, la ambición,
la codicia y la carne, en vez de escuchar la voz interior, esa voz que nos
acerca a nuestra esencia espiritual. Esencia espiritual que da la sensación de haberse
perdido y encontrarse solo en los libros.
La espiritualidad se
habla, pero no se vive. La espiritualidad se busca, sin tener una idea clara de
lo que realmente significa, por eso no se encuentra. Nos emocionan miles de
frase hermosas que aparecen en las redes sociales, sin ser capaces de aplicar
en nuestra vida ni uno solo de esos sabios consejos, pero los reenviamos, y los
compartimos, creyendo, que así vamos a alcanzar a vivir la espiritualidad. Pero
por muchas veces que las compartamos, seguimos con nuestras preocupaciones,
nuestros miedos, nuestras dudas, nuestra ansiedad, nuestra frustración por no cumplirse
nuestros deseos, etc., etc. Y cuando realmente se vive la espiritualidad, todo
eso desaparece.
Donde buscamos la
espiritualidad no la vamos a encontrar, no está en nada que se encuentre en el exterior,
ni en libros, ni en películas, ni en cursos, ni en conferencias. La espiritualidad no es necesario buscarla
porque ya habita en nosotros, somos seres espirituales.
Somos seres
espirituales viviendo durante una temporada, una experiencia humana.
Experiencia en la que estamos atrapados desde hace miles de vidas, y de la que
tratamos de salir, está claro que sin éxito, ya que sino, se acabaría para
siempre nuestra experiencia dentro del cuerpo, se acabaría el sufrimiento.
Para darnos de bruces
con nuestra esencia espiritual, sólo es necesario bucear en nuestro interior. Y
para entrar dentro de nosotros es imprescindible el silencio, el silencio
mental, y para conseguir ese silencio tenemos que meditar. De poco sirve, el
practicar de vez en cuando, ha de ser algo que tenga continuidad en el tiempo,
ha de llegar a convertirse en nuestra actividad más importante. A fin de
cuentas, no somos este cuerpo, al que le dedicamos muchas horas de nuestro día,
somos el alma, somos ese espíritu con el que queremos volver a conectar.