Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Desde
que Indhira llegó a su casa mantuvo una lucha incruenta consigo misma. Todo su
ser, excepto su mente, quería llamar a Antay. Sin embargo, su mente la estaba
boicoteando presentándola las más escabrosas situaciones según se iba acercando
a la decisión de llamarle:
-Ten en
cuenta que tiene terror a comenzar una relación. -era el argumento de su mente.
-Y ella
misma le iba rebatiendo las razones a su mente- Sí, pero hay que tener en
cuenta que él lo pasó muy mal.
-Y,
¿tú?, -seguía su mente- ¿no lo pasaste mal?
-Pero es
diferente, -se defendía Indhira- yo estaba más preparada.
-Ante
una ruptura pocas personas están preparadas. Lo importante es como se recupera
y, este pobre chico aún no se ha recuperado. Y si no se ha recuperado, con el
tiempo que ha pasado, no se va a recuperar nunca. No va a ser feliz porque
siempre va a estar esperando que termines con él, –son terribles las mentes
presagiando desgracias.
Pensaba
que llevaba en la misma situación dos semanas porque, aunque habían ocurrido
muchos acontecimientos, la realidad era que solo habían pasado quince días
desde el maravilloso sábado que pasaron juntos Antay y ella. Estaba decidido,
le iba a llamar, a pesar de lo que pronosticaba la agorera de su mente, e iba a
ser ahora.
Eran
casi las 8 de la noche. Antay acababa de despedir a Diana y a sus compañeros
cuando sonó su celular. En la pantalla apareció el nombre de Indhira.
-Sin
pensarlo dos veces respondió a la llamada- Hola Indhira, ¿cómo estás?
-Hola
Antay, -escuchó la voz de Indhira que sonaba tranquila y tan alegre como la
recordaba- estoy bien, creo que tengo que felicitarte, o ¿no?
-Supongo
que lo dices por el trabajo en la empresa de tu papá, -algo tenía que decir,
porque no había otra razón de la que ella tuviera conocimiento. Y, tampoco
podía saber de otra razón, porque no la había.
-Sí, lo
digo por eso, -y continuó Indhira- hoy, como cada domingo he comido con mis
papás y mi papá nos ha contado los cambios en la empresa, en la que tú pareces
ser la estrella.
-Bueno,
más que la estrella, yo diría que el nuevo, -contestó Antay.
-Siempre
tan modesto, ¿cómo te sientes?
-Estoy
muy contento. Si me hubieran dicho que eligiera un lugar para trabajar y un
trabajo dentro de esa empresa habría elegido algo así, sin dudarlo. En
realidad, más que contento estoy exultante.
>>
Ahora mismo, acaban de salir de mi casa mis antiguos compañeros, a los que les
he explicado como es el nuevo departamento, para ver si les interesaría
acompañarme en una aventura tan apasionante y todos han aceptado.
-Me
alegro infinito. Mi papá está encantado y alucinando porque ya has trabajado
tres días, incluido ayer que era feriado.
-No
tiene mérito. Ya sabes que no tengo mucho que hacer. Trabajar, para mí, es un
buen entretenimiento, -ya estaba bien de hablar de mí, pensó Antay, y cambió el
tema de conversación- y a ti, ¿cómo te va?
-Cómo
siempre. Haciendo terapias y masajes, -le contestó Indhira- Tenemos que vernos,
un día, para tomar un café y me cuentas las impresiones de tu nuevo trabajo con
más tranquilidad.
Es demasiado el tiempo
que muchas personas, en lugar de vivir, le dedican a la duda. Dudan de si se ha
de subir o se ha de bajar, dudan de si se ha de comprar o se ha de vender, dudan
de lo que dicen, dudan de lo que hacen, dudan de lo que piensan, dudan de lo
que sienten, dudan…… dudan……. dudan.
Dudar es como retorcer la vida por
todos los lados, en lugar de vivirla y disfrutarla, en lugar de tomar un camino
y seguirlo, para lo cual es mucho más fácil dejar el plano de la vida liso, sin
arrugarlo, sin entrujarlo. Sobre un plano liso es mucho más cómodo el camino.
Dudar
es volver incesantemente sobre todos los entresijos conocidos, ¿para qué?, ¿para
qué vuelves siempre a los mismos escondites de tu mente si ya los conoces todos?
¿No
te das cuenta de que tu mente no quiere que resuelvas la duda?, porque si lo
haces es una partida ganada a la mente, y la mente no te va a dejar que ganes
ninguna partida, por eso te va a mantener de un sitio a otro, dudando, negándote
la vida, porque la mente no quiere que encuentres la solución.
Dudar
es recorrer, de arriba abajo, todos los senderos una y otra vez. ¡No!, ¡párate!,
y busca el norte, tú norte y síguelo sin dudar. Es posible que no sepas cual es
el norte, pero de lo que si estás seguro es de que no quieres ir al sur, es
decir, que lo que tienes no te causa felicidad, ni te da amor, ni te da
serenidad, solo te genera dudas. Si no tienes claro cuál es el norte, toma
cualquier otro camino que no sea el sur, el sur ya es conocido, ya es vivido,
ya es experimentado, ya es caduco, ya se acabó.
Dudas
y no sabes que camino elegir porque crees que en una de las bifurcaciones está
tu felicidad, está tu amor, está tu alegría, y no sabes cuál es. Pero puede no
ser cierto. Lo que sí vas a encontrar en cada bifurcación son las experiencias
que necesitas vivir para tu crecimiento, para tu evolución, para tu aprendizaje.
Y nunca hay bifurcación equivocada, porque en la otra hay otra experiencia
distinta que también tienes que vivir.
Dudar
es mirar una y mil veces el mismo aspecto, como si quisieras que alguien
decidiera por ti. Pero no puede ser, tu trabajo es decidir la experiencia que
vas a aprender, tu trabajo es decidir la experiencia que vas a vivir, tu
trabajo es decidir si sigues viviendo en el sur con sufrimiento y aburrimiento,
o no.
En
la casa de la duda, el mayordomo es la ignorancia, porque no se sabe, porque no
se decide, porque no se tiene la certeza, en definitiva, porque no se vive,
porque no se Es. La verdadera tragedia de la duda es “no Ser”.
Y
“no Ser” supone que toda tu vida queda condicionada a los demás, que todo tú
poder se lo entregas a la sociedad, a esta sociedad sin entrañas, caduca y
perversa, porque tú eres incapaz de dirigir tu vida, por “el qué dirán”, por
“qué pasará si…”, por “si yo supiera”. El “no Ser”, es la negación de tu
divinidad, negación que te lleva a una falta de amor y de respeto hacia ti mismo
tan grande que pones tu vida, tu crecimiento, tu amor y tu felicidad en manos
de cualquiera. ¡Eres tu quien tiene que decidir tu vida! Porque ¡TU ERES!
Yo sé
que todo es Dios, sé que vivimos en Dios y que Dios habita en nuestro interior.
Esta para mí es una premisa fundamental porque toda mi vida emocional y mental
gira en torno a ella.
Aunque
es fácil de entender la literalidad de la información, puede que no lo sea
tanto su aceptación y, mucho menos, en caso de entenderlo y aceptarlo, integrarlo
en cada una de las células, para vivir y actuar desde ese conocimiento.
Los
seres humanos vivimos en Dios, de la misma manera que el pez vive en el agua. Esto
para mi está fuera de toda duda, cuando, curiosamente, dudo de casi todo.
Para
que se hagan una idea de mi capacidad de dudar, a veces cuando veo mi imagen
reflejada en un espejo me pregunto si la imagen reflejada será igual que la
imagen real e, incluso, me pregunto si los demás me ven igual que la imagen que
yo puedo ver reflejada en el espejo. Otras veces, por ejemplo, cuando estoy
escribiendo con un bolígrafo rojo me pregunto, tontamente, si todos verán el
rojo igual que yo lo veo. Hasta ese punto llega mi capacidad de dudar y de
hacerme preguntas, parece que, con muy poco sentido.
Pues
bien, la primera frase escrita sobre Dios para mi es una Verdad Absoluta.
Pero me
costó trabajo entenderlo y, sobre todo, aceptarlo. Aun no sé si está integrado
en mí.
Creo
que somos un alma inmortal que viaja, de vez en cuando, a la materia
revistiéndose de un cuerpo y cuando está fuera de un cuerpo, es decir, al otro
lado de la vida, está en las mismas condiciones que cualquier otra alma. Por
eso, para mí, es muy fácil imaginar a otros puntos de luz que en la actualidad
no tienen cuerpo, pero que si lo han tenido, como bien pudieran ser Buda,
Moisés, Jesús, Mahoma o Gurú Ram Das, solo por citar a alguno de los grandes
maestros que han sido inspiración de religiones.
Puedo
cerrar los ojos y tratar de visualizar o imaginar puntos de luz, y así imagino
a esos maestros de la misma forma que imagino a los seres conocidos, por mí,
que se han ido con anterioridad. Pero imaginar a Dios me parecía más difícil
porque no ha tenido cuerpo. Y así le fui dando vueltas durante mucho tiempo
hasta que una reflexión hizo saltar la tapa de la duda en mil pedazos: “Si yo
soy un punto de Luz. Dios es la Luz”. Por lo tanto, no lo podía imaginar como
un puntito frente a mí. Él lo era todo, lo llenaba todo, yo estaba dentro de
Él. Todos estamos dentro de Él.
Pero también
sé que no somos Dios, que somos seres humanos, con nuestras limitaciones, con
nuestras dudas y nuestros miedos, con nuestras creencias, nuestras
contradicciones, nuestros errores, nuestras preocupaciones y nuestros deseos.
Quiero
hacer un inciso antes de seguir. El día que los seres humanos dejemos de dudar,
dejemos de tener miedo y amemos a todos como Dios nos ama, ese día no solo
viviremos en Dios, sino que sentiremos el poder de Dios en nosotros mismos.
He pasado una buena parte de mi vida asustado,
tratando de esconderme, lleno de dudas y retando en muchas ocasiones a Dios.
Llevo
tiempo viviendo en un tremendo error. Creo que trabajo para Dios porque me
dedico a la sanación, a formar terapeutas, a guiar meditaciones y tratando de
convencer a los pacientes y a los alumnos de que la auténtica sanación solo la
van a encontrar ellos mismos, cuando aprendan a vivir desde el alma. Por eso
creía que trabajaba para Dios. Por lo tanto, si estaba trabajando para Él, ¿por
qué le encontraba tan lejano y tan esquivo?, a pesar de vivir en Él y que Él
mismo anide en nuestro interior.
El problema es que tenemos un instrumento muy poderoso con nosotros: Nuestra mente.
La
mente es nuestro auténtico enemigo. Tenemos que derrotar a la mente, pero, curiosamente,
la batalla la tiene que liderar la misma mente. Curioso ¿no?, hemos de derrotar
a la mente desde la mente.
Es demasiado el
tiempo que muchas personas, en vez de vivir, le dedican a la duda. Dudan de si
se ha de subir o se ha de bajar, dudan de si se ha de comprar o se ha de
vender, dudan de lo que dicen, dudan de lo que hacen, dudan de lo que piensan,
dudan de lo que sienten, dudan…… dudan……. dudan……..
Dudar es como retorcer la vida por
todos los lados, en lugar de vivirla y disfrutarla, en lugar de tomar un camino
y seguirlo, para lo cual es mucho más fácil dejar el plano de la vida liso, sin
arrugarlo, sin entrujarlo. Sobre un plano liso es mucho más cómodo el camino.
Dudar
es volver incesantemente sobre todos los entresijos conocidos, ¿Para qué?, ¿Para
qué vuelves siempre a los mismos escondites de tu mente si ya los conoces todos?
Tu mente no quiere que resuelvas la duda, porque si lo haces es una partida
ganada a la mente, y la mente no te va a dejar que ganes ninguna partida, por
eso te va a mantener de un sitio a otro, dudando, negándote la vida, porque la
mente no quiere que encuentres la solución.
Dudar
es recorrer de arriba abajo todos los senderos una y otra vez. ¡No!, ¡Párate! Y
busca el norte, tú norte y síguelo sin dudar. Es posible que no sepas cual es
el norte, pero de lo que si estás seguro es de que no quieres ir al sur, es
decir, que lo que tienes no te causa felicidad, ni te da amor, ni te da
serenidad, solo te genera dudas. Si no tienes claro cuál es el norte, toma
cualquier otro camino que no sea el sur, el sur ya es conocido, ya es vivido,
ya es experimentado, ya es caduco, ya se acabó.
Dudas
y no sabes que camino elegir porque crees que en una de las bifurcaciones está
tu felicidad, está tu amor, está tu alegría, y no sabes cuál es. Pero puede no
ser cierto. Lo que sí vas a encontrar en cada bifurcación son las experiencias
que necesitas vivir para tu crecimiento, para tu evolución, para tu aprendizaje.
Y nunca hay bifurcación equivocada, porque en la otra hay otra experiencia
distinta que también tienes que vivir.
Dudar
es mirar una y mil veces el mismo aspecto, como si quisieras que alguien
decidiera por ti. Pero no puede ser, tu trabajo es decidir la experiencia que
vas a aprender, tu trabajo es decidir la experiencia que vas a vivir, tu
trabajo es decidir si sigues viviendo en el sur con sufrimiento y aburrimiento,
o no.
En
la casa de la duda, el mayordomo es la ignorancia, porque no se sabe, porque no
se decide, porque no se tiene la certeza, en definitiva, porque no se vive,
porque no se Es. La verdadera tragedia de la duda es “no Ser”.
Y “no Ser” supone que toda tu vida queda
condicionada a los demás, que todo tú poder se lo entregas a la sociedad, a
esta sociedad capitalista, caduca y perversa, porque tú eres incapaz de dirigir
tu vida, por “el qué dirán”, por “qué pasará si…”, por “si yo supiera”. El “no
Ser”, es la negación de tu divinidad, negación que te lleva a una falta de amor
y de respeto hacia ti mismo tan grande que pones tu vida, tu crecimiento, tu amor
y tu felicidad en manos de cualquiera. ¡Eres tu quien tiene que decidir tu
vida! Porque ¡TU ERES!
Es demasiado
el tiempo que muchas personas, en vez de vivir, le dedican a la duda. Dudan de
si se ha de subir o se ha de bajar, dudan de si se ha de comprar o se ha de
vender, dudande lo que dicen, dudan de
lo que hacen, dudan de lo que piensan, dudan de lo que sienten, dudan…… dudan…….
dudan……..
Dudar es
como retorcer la vida por todos los lados, en lugar de vivirla y disfrutarla,
en lugar de tomar un camino y seguirlo.
Dudar es volver incesantemente sobre
todos los entresijos conocidos, ¿Para qué?, por un capricho de la mente, porque
tu mente no quiere que resuelvas la duda, porque si lo haceses una partida ganada a la mente, y la mente
no te va a dejar que ganes ninguna partida, por eso te va a mantener de un
sitio a otro, dudando, negándote la vida, porque la mente no quiere que
encuentres la solución.
Dudar es recorrer de arriba abajo
todos los senderos una y otra vez.
Dudar es mirar una y mil veces el
mismo aspecto, como si quisieras que alguien decidiera por ti.
En la casa de la duda, el mayordomo
es la ignorancia, porque no se sabe, porque no se decide, porque no se tiene la
certeza, en definitiva, porque no se vive, porque no se Es. La verdadera
tragedia de la duda es “no Ser”.
Y“no Ser” supone que toda tu vida queda condicionada a los demás, que
todo tú poder se lo entregas a la sociedad, a esta sociedad capitalista, caduca
y perversa, porque tú eres incapaz de dirigir tu vida, por “el qué dirán”, por
“qué pasará si…”, por “si yo supiera”. El “no Ser”, es la negación de tu
divinidad, negación que te lleva a una falta de amor y de respeto hacia ti mismo
tan grande que pones tu vida, tu crecimiento, tu amor y tu felicidad en manos
de cualquiera. ¡Eres tu quien tiene que decidir tu vida!¡Sin dudar!, porque ¡TU ERES!
El mayor problema con el que nos
encontramos los seres humanos al llegar a la vida es, sin ninguna duda, la
falta de conocimiento: No sabemos de dónde venimos, no sabemos adónde vamos, no
sabemos que hemos venido a hacer aquí,y
por no saber, ni tan siquiera sabemos lo que somos.
Esta falta
de conocimiento no sería problema, si aquellos que nos entrenan para nuestra
vida de adultos estuvieran en posesión de él y nos lo enseñaran, pero no es
tal. Nuestros padres y educadores tampoco saben ni lo que son, ni de dónde
vienen, ni adonde van, ni que han venido a hacer aquí y, lógicamente, la enseñanza
que imparten para nuestro crecimiento, a pesar de su buena voluntad, es lo poco
que ellos saben, es lo que a ellos les han enseñado y eso es pura y llanamente
una pequeña porción, menos de lo mínimamente imprescindible, para poder
sobrellevar nuestra vida física, con más o menos dignidad.
La enseñanza
que recibimos es para el desarrollo de la vida física y material, pero no
recibimos ninguna enseñanza para el desarrollo y control de nuestras emociones,
no nos enseñan a amar, no nos enseñan a valorar y a respetar al resto de seres
humanos, y ni tan siquiera recibimos las herramientas necesarias para hacer
frente a tantos y tantos conflictos emocionales con los que nos vamos a
encontrar a lo largo y ancho de nuestra vida.
El resultado de nuestra educación y
de nuestra enseñanza, está a la vista, es de sobra conocido por todos, es ni
más ni menos, que el reflejo de la misma sociedad de la que formamos parte, y
nuestra sociedad está enferma, corrompida y carente de valores, es una sociedad
materialista cuya bandera es el dinero, una sociedad en la que prima la
apariencia: una buena figura, una cara tersa y sin arrugas, una casa rodeada de
jardín, el auto último modelo, el celular y la tablet de última generación, los
del norte mirando por encima del hombro a los del sur, los blancos creyéndose
superiores a los negros, los hombres tratando de dominar a las mujeres, los
magnates del mundo capitalista esclavizando y explotando a los integrantes del
tercer mundo, intolerantes con el diferente, juzgando los unos a los otros, haciendo
del engaño el “modus operandi”, desconociendo que es el respeto, viendo pasar
por delante de la puerta el hambre y la miseria sin ningún tipo de compasión, y
además engañados, manipulados y distraídos por nuestros dirigentes políticos y
religiosos, con la basura de la tele, o con el futbol, o con las procesiones, o
despertando en nosotros un ridículo y patético sentido de patriotismo, a través
de la bandera, de la comida del país o de la hazaña de algún compatriota, y por
si eso fuera poco, también atemorizados por horrendos castigos para aquellos
que mueran en pecado.
¡Pobre ser humano!, con este panorama,
son auténticos héroes todos los que deciden, o mejor decidimos, nacer a este
lado de la vida, sin nadie que nos enseñe, engañados y vilipendiados por los
que tendrían que velar por nosotros, hemos de acercarnos solos a ese
conocimiento, buscando algo que alivie nuestros dolores, buscando algo que
apague la sed de conocimiento, la sed de Amor, la sed de Dios.
Y en el fragor de alguna de las
batallas de la vida, en mitad de un duelo, de una enfermedad o de una depresión,
encontramosalgo o a alguien que nos insinúa
que la vida no es lo que estamos viviendo, que esto que vivimos sólo es una
ilusión, que somos mucho más grandes que el cuerpo que nos alberga, y que
tenemos una misión, que no pasa, en absoluto, por ganar más dinero, ni por
tener más poder, sino que se trata de todo lo contrario, de ayudar, de
acompañar, de compartir, de respetar, de amar. Y si teníamos poco, por el
momento dolorosa en el estábamos viviendo, se añade la duda, ¿Será verdad?, ¿Cuál
será esa misión?, ¿Cómo seré de grande?, ¿Dónde puedo conocer todo esto? Y así
se inicia una búsqueda que es posible que dure el resto de la vida, y de
próximas vidas, y se comience a transitar por un camino, que en un principio creíamos
desconocido, pero que según lo transitamos nos sentimos “como en casa”. Sin saberlo
vamos al encuentro de Dios.
Los caminos por los que se inicia la
búsqueda son tantos como personas lo inician y tan diferentes como las personas
que lo transitan. Pero lo importante no es que o a quien se van a encontrar al
final del camino, lo importante es el camino en sí mismo, porque al final del
camino está Dios, pero también lo está en cada milímetro del recorrido, y lo
está porque Dios es el Camino.
¡Qué fácil
es predicar!, ¡Qué fácil aconsejar! No cuesta nada decir: “Lo que has de hacer
es….”, “Ten fe”, “Vive desde el corazón”, “Detén tu pensamiento”, “No tengas miedo”,
“No estés triste”. ¡Qué fácil es!
Pero, ¿Cuántas
veces se coloca el predicador en los zapatos del que sufre, o del que está
triste, o asustado?, ¿Cuántas veces ha vivido el predicador una situación similar
para dar consejos?, y si la ha vivido, ¿Cómo ha salido de ella?
Cada circunstancia
que se presenta en la vida, ni es, ni ha sido, ni será nunca vivida de la misma
manera por diferentes personas. Cada persona vive su circunstancia de manera distinta,
porque cada persona se encuentra en una situación completamente diferente a las
que se pueden encontrar los otros siete mil millones de habitantes que habitan
el planeta. Y son esas situaciones en que se encuentra la persona las que van a
determinar que la persona viva su problemática de una u otra manera.
Porque no es
la circunstancia en sí, es el estado de la persona, el que determina como
sentirse ante las distintas situaciones que va presentando la vida, y es desde
ese estado, desde el que se van a afrontar las situaciones que se presenten. El
consejo general puede servir en algunos casos, muy escasos, pero cada persona
tiene su matiz distinto, para despertar a la situación y hacerse fuerte frente
a ella.
Algo que
desde el exterior puede parecer una tormenta en un vaso de agua, es una
verdadera tragedia para quien la vive, es una verdadera tempestad en mitad del océano,
y escuchar: “Tranquilo, no es nada, ya pasará”, en vez de ser un salvavidas es
una verdadera losa que le hunde más y más en su desdicha, ya que en vez de
tenderle una mano, puede sentir que la están restregando por el rostro que se está
ahogando en una gota de agua.
Quiero hacer
un llamado desde esta plataforma, (y yo también me apunto), a tantos y tantos predicadores,
unos aficionados y otros profesionales, para que se abstengan de dar consejos
si junto a estos no va indexada la técnica a utilizar para salir del bache en
que se encuentra el aconsejado.
Y si no se
tiene la fórmula para que la persona trabaje, mejor que dar consejos es
sencillamente acompañar. Es muy terapéutico, en los momentos más duros y
traumáticos, que alguien esté, sencillamente al lado del que sufre. Un abrazo y
una caricia hace muchísimo más que el comentario: “Tranquilo, no es nada, ya
pasará”.
Recuerda que tienes que vivir
contigo mismo por la eternidad.
Facundo Cabral.
Si te olvidas de ti, tarde o temprano, los demás,
siguiendo tu ejemplo,
también se olvidarán, y quizás deduzcan que no
existes.
Joege Bucay.
Más
de una vez habrás oído, porque te lo han dicho a ti o se lo decían a otros: “Lo
que tienes que hacer es amarte, valorarte y respetarte”.
Está
muy bien, ¡es tan fácil dar consejos!, pero ¿Cómo hacerlo?, ¿Cómo llegar
realmente a amarse a uno mismo?, ¿Cómo sabemos que es amor lo que podemos
sentir hacia nosotros mismos y no es una forma de egoísmo?
He
encontrado el libro de un psicólogo clínico, Walter Riso: “Aprendiendo a
quererse a sí mismo”, que lo explica de mejor manera de lo que yo podría
hacerlo. Por lo tanto, esta entrada y posiblemente las dos siguientes son un
extracto de dicho libro. Este libro lo podéis encontrar en Internet.
La
sociedad ha orientado el aprendizaje social a fortalecer el amor dirigido a los
demás y ha olvidado que el requisito esencial para dar es la auto-aceptación.
Es imposible entregar amor si no te quieres a ti mismo.
Nuestra
civilización intenta inculcar principios como el respeto al ser humano, el
sacrificio, el altruismo, la expresión del amor, el buen trato, la
comunicación, etc., pero estos principios están dirigidos al cuidado de otros
humanos. El auto-respeto, el auto-amor, la auto-confianza y la auto-comunicación,
no suelen tenerse en cuenta. Más aun, se considera de mal gusto el quererse
demasiado. Si una persona es amigable, expresiva, cariñosa y piensa más en los
otros que en ella misma, es evaluada excelentemente. Si alguien disimula sus
virtudes, niega o le resta importancia a sus logros, es decir, miente o se
auto-castiga, ¡es halagado y aceptado!
No
sólo rechazamos la auto-aceptación honesta y franca, no nos importa que sea
cierta o no, sino que promulgamos y reforzamos la negación de nuestras
virtudes. Absurdamente, las virtudes pueden mostrarse, pero no verbalizarse.
Para
evitar caer en la pedantería insufrible del sabelotodo, hemos caído en la
modestia auto-destructiva de la negación de nuestras virtudes. Por no ser
derrochadores, somos mezquinos. Los psicólogos clínicos saben que ese estilo de
excesiva moderación hacia uno mismo es el caldo de cultivo de la tan conocida y
temida depresión. Tienes el derecho a
quererte y a no sentirte culpable por ello, a disponer de tu tiempo,a descubrir tus gustos, a mimarte, a cuidarte
y a elegir.
Desde
pequeños nos enseñan conductas de auto-cuidado personal: lavarnos los dientes,
bañarnos, cortarnos las uñas, controlar los esfínteres y vestirnos. ¿Pero qué
hay del auto-cuidado y de la higiene mental? No se nos enseña a querernos, a
gustarnos, a contemplarnos y a confiar en nosotros mismos.
Hacia un buen concepto de ti
mismo.
La cultura nos ha enseñado a
llevar un garrote invisible, pero doloroso, con el que nos golpeamos cada vez
que equivocamos el rumbo o no alcanzamos las metas personales. Hemos aprendido
a culparnos por casi todo lo que hacemos mal y a dudar de nuestra
responsabilidad cuando lo hacemos bien.
Si fracasamos, decimos: “Dependió de mí”,
si logramos el éxito: “Fue pura suerte”.
Algunas personas, por tener un
sistema de auto-evaluación inadecuado, adquieren el vicio de auto-rotularse
negativamente por todo. Se cuelgan carteles con categorías generales. En vez de
decir: “Me comporté torpemente”, dicen: “Soy torpe”. Utilizan el “soy un inútil”
en vez de “me equivoqué en tal o cual cosa”.
Palabras
que deberían suspenderse de nuestra lengua y ser consideradas “malas palabras”:
NUNCA, SIEMPRE, TODO y NADA. Lo único que generan son confusión y malos
entendidos.
Como
es de esperar, si deseas fervientemente el éxito, el poder y el prestigio, temerás
al fracaso. Este miedo te hará dirigir la atención más hacia las cosas malas
que hacia las buenas, con el fin de “prevenir” los errores que tanto temes.
Esto lleva a desconocer las aproximaciones a la meta, así como los esfuerzos y
pequeños ascensos que realices en la escalinata hacia tus logros personales.
Por querer ver el árbol, no verás el bosque.
1.- Trata de ser más flexible, tanto con otros como
contigo:
-
No pienses en términos absolutistas: No hay nada totalmente bueno ni malo.
-
Debes tener tolerancia a que las cosas se salgan a veces del carril.
-
Aprende a soportar, a perdonar y a entender tu rigidez como un defecto, no como
una virtud.
-
Las cosas rígidas son menos maleables, no soportan demasiado y se quiebran.
-
Si eres normativo, perfeccionista, intolerante y demasiado conservador, no
sabrás que hacer con la vida. Ella no es así.
-
La gran mayoría de los eventos cotidianos te producirán estrés, porque no son
como a ti te gustaría que fueran.
- Concéntrate durante una semana o dos, en
los matices:
·No te apresures a categorizar de
manera terminante.
·Detente y piensa si realmente lo
que dices es cierto.
·Revisa tu manera de señalar y
señalarte. No seas drástico.
·Evita utilizar palabras como
siempre, nunca, todo o nada.
-No es lo mismo decir: “Robó una vez”, que “ser un
ladrón”.
-Las personas no son, simplemente se comportan.
§Permítete no ser tan normativo.
·Sé más informal un día, a ver qué ocurre.
§Trata de no ser perfeccionista.
§Convive con el desorden una
semana. Piérdele el miedo.
§No rotules ni te auto-rotules.
§Intenta ser benigno.
§Habla solo en términos de
conductas.
§Concéntrate en los matices.
§La vida está compuesta de
tonalidades, más que de blancos y negros.
§Escucha a las personas que piensan
distinto de ti.
2.- Revisa tus metas y las posibilidades reales
para alcanzarlas.
-No te coloque metas inalcanzables.
-Exígete de acuerdo con tus posibilidades y
habilidades.
-Cuando definas alguna meta, define también las sub-metas
o los escalones.
-Intenta disfrutar de cada peldaño como si se
tratara de una meta en sí misma.
-No esperes llegar al final para descansar y
disfrutar. Busca estaciones intermedias.
-Escribe tus metas, revísalas, cuestiónalas y
descarta aquellas que no sean viables.
-La vida es muy corta para desperdiciarla.
-Si tus metas son inalcanzables, vivirás frustrado y
amargado.
3.- No auto-observes sólo lo malo.
-Si sólo te concentras en tus errores, no verás tus
logros.
-Si sólo ves lo que te falta, no disfrutarás del
momento, del aquí y el ahora.
-No estés pendiente de tus fallos como un radar.
-Cuando te encuentres focalizando negativamente de
manera obsesiva, para.
4.- No pienses mal de ti.
-Sé más benigno con tus acciones.
-Afortunadamente no eres perfecto.
-No te insultes ni te faltes al respeto.
-Lleva un registro sobre tus auto-evaluaciones
negativas.
-Si detectas que el léxico hacia ti mismo es
ofensivo, cámbialo. Busca calificativos constructivos.
-Ejerce el derecho a equivocarte.
-Los seres humanos, al igual que los animales,
aprendemos por ensayo y error, no por ensayo y éxito.