Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Si a un
hambriento le colocas delante un plato de comida, se lo come seguro; si a un
sediento le pones un vaso con agua, también se la bebe seguro; de la misma
manera que si le regalas dinero a alguien con problemas económicos, no va a
dudar ni un instante en aceptarlo, como si ofreces un trabajo en el que habría
que trabajar muchas horas, pero que sería magníficamente recompensado con un
gran sueldo, sería también aceptado con los ojos cerrados. Pero si a alguien
con problemas emocionales, que son los problemas que azotan a la inmensa
mayoría de la sociedad, le ofreces la posibilidad de liberarse de esos traumas
emocionales, con un ejercicio que no cuesta dinero y que le ocuparía no más de
quince o veinte minutos diarios, la respuesta será que no tiene tiempo, que no
sabe, que no puede, que le faltará continuidad en el tiempo, y mil razones más.
El ejercicio, en cuestión, sería la
meditación y mantener pensamientos positivos conscientes en la mente para
evitar los nefastos pensamientos que con su energía negativa están perjudicando
a la persona. Pero para eso habría que conseguir derribar las barreras de los
hábitos, de las creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que
dirán, de su falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de
su falta de madurez, de la debilidad de su carácter y de los millones de
excusas que va a plantear su mente que no quiere perder el control.
Ante esto,
no queda más remedio que preguntarse: ¿Es realmente el ser humano un animal
racional?, ¿cómo es posible que sea capaz de trabajar duro, de sol a sol, a
cambio de un sueldo y no sea capaz de dedicarse a si mismo quince minutos de un
día de veinticuatro horas para conseguir la estabilidad emocional, cuando además
en una actividad completamente gratuita?
El ser humano que es una dualidad
compuesta por materia y espíritu, está, completamente, descompensado: Es, en la
mayoría de los casos, 90% materia y 10% espíritu, cuando debería de ser 50%
materia y 50% espíritu. Porque nadie nos pide que renunciemos a la vida, a la
diversión, a la alegría, sólo habría que entrar en el propio interior quince
minutos al día. ¡Es terrorífica nuestra sociedad!, ¡No tiene tiempo!, cuando, a
lo peor, se pasan más de quince minutos mirando televisión.
Y el problema añadido es que estas
personas están encargadas de la educación de menores, bien porque sean padres,
educadores, o simplemente amigos o parientes de esos menores. El mejor
aprendizaje de un niño es el ejemplo. ¿Qué ejemplo pueden recibir nuestros
niños de una sociedad tan irracional y material?, ¿qué tipo de educación?, ¿qué
tipo de enseñanza? Ninguna. Están haciendo adultos, mental, física y
emocionalmente enfermos, como sus enseñantes.
Espero que al menos al otro lado de la vida nos exijan algún tipo de
responsabilidad por tan gran despropósito. Bueno, no. Ya sé que al otro lado de la vida no se exige nada, pero si que nos la vamos a exigir, nosotros mismos, a la vuelta a la materia. Ahí nos encontraremos otra vez con más de lo mismo. ¿Hasta cuando?, pues hasta que aprendamos. Así que, ya que estamos aquí, aprendámoslo ahora, y en la próxima vida podremos hacer otras cosas.
Como todo es energía,
mantén tu cuerpo energético limpio de energías sucias, enfermas y/o
contaminadas, para mantener la salud del cuerpo físico y vivir una vida plena,
llena de amor, paz, armonía y felicidad.
Todo
es energía.
Desde
el minúsculo grano de arena que encontramos en el desierto, hasta el planeta
que alberga ese desierto, es energía. Y lo son los animales y las plantas que
habitan en el mismo planeta. Lo es el aire y el agua. Lo es el microcosmos y el
macrocosmos. Lo eres tú, lo soy yo. Lo son nuestras emociones y nuestros pensamientos.
Lo es Dios.
Albert
Einstein ya lo dijo: “Todo es energía y eso es todo lo que hay”.
Pero
no quiero entrar en el macrocosmos. ¡Bastante tenemos con el microcosmos, con
nosotros mismos!
El
ser humano es energía. Una energía muy densa que es el cuerpo, visible a los
ojos de todos y, otra energía más sutil, que no puede verse a simple vista, a
no ser que se sea clarividente. Esa energía que no puede verse es la que forma nuestro
cuerpo energético, compuesto por varias capas de energía que conforman lo que
se denomina el aura, donde se encuentran unos centros de energía en forma de
disco o embudo y que reciben el nombre de chakras, que significa rueda que gira.
Los seres humanos somos física, mental y
emocionalmente, en función de la energía que hay en nuestros chakras. Por lo
tanto, si queremos cambiar algo, ya sea en el cuerpo, en los pensamientos o en
las emociones, solo hemos de cambiar la energía de nuestros chakras.
Todas
las emociones son energía, y dependiendo de su calidad y del tiempo que
permanezcan activas, así va a ser la energía generada, energía que se va a ir
acumulando en el cuerpo energético, de tal manera que, cada vez que el chakra
absorbe energía para alimentar al cuerpo físico, lo hace con la energía del
ambiente, y la energía que se encuentra en su cuerpo energético, que es su ambiente,
es esa energía sucia generada por sus propias emociones.
Por
lo tanto, si en el aura se encuentra energía sucia, enferma o contaminada
generada por las emociones y los pensamientos negativos, esa energía sucia es con
la que se va a alimentar cada una de las células, con un claro resultado: el
cuerpo va a enfermar.
Las
enfermedades y las dolencias en el plano físico son el reflejo de un mal
funcionamiento de nuestro plano “no físico”, es decir, de nuestro cuerpo
energético, de forma que cuando tenemos pensamientos o sentimientos negativos,
se genera energía negativa, sucia o enferma que provoca el mal funcionamiento
de las partes del cuerpo físico a la que iba dirigida, manifestándose en forma
de dolencia o enfermedad.
Los
seres humanos somos y nos comportamos según la energía que hay en cada chakra,
por ejemplo: Una persona con un tercer chakra cerrado o con poca energía, (El
tercer chakra es la sede del poder personal), probablemente sentirá terror ante
la situación de tener que hablar en público. Una persona con el segundo chakra
(el de la sexualidad) muy abierto, quizás disfrute variando entre un gran
número de oponentes sexuales, mientras que otro que lo tenga muy cerrado, puede
sentir, incluso, dificultades para mantener una relación monógama.
La
configuración y el contenido de los chakras se forman, en su mayor parte, por
las pautas repetidas de nuestros actos en la vida cotidiana, ya que nosotros
mismos somos siempre el punto central de dichas acciones.
Ángel y
yo terminamos de tomar un café en el puesto de bebidas que
se encuentra en el Parque del Amor, en el distrito de Miraflores de Lima.
Habíamos permanecido durante casi tres horas enfrascados en una conversación atípica,
al menos, para mí, ya que mi interlocutor ponía sobre el tapete aspectos
emocionales que nunca, por mi parte, habían sido objeto de debate, ni tan
siquiera de debate mental.
Las emociones era como si no existieran
en el mapa de mi cuerpo o en el diccionario de mi mente. Yo me sentía bien o
mal, alegre o triste, pero siempre encontraba una razón, convincente, para que
tal cosa ocurriera. Si pasaba algo no previsto era casualidad, si me daba un
golpe en el pie, con una piedra, era mala suerte, si a alguien le tocaba la
lotería, algo que a mí nunca me había pasado, era un golpe de buena suerte y si
me había quedado sin trabajo, como ahora, era porque el dueño de la empresa era
un sinvergüenza, sin escrúpulos.
Todo era debido a la casualidad,
a la buena o mala fe de las personas y a la buena o mala suerte.
Para el miedo siempre había un
motivo real, igual que para la alegría o la tristeza. La felicidad era algo
inexistente, a no ser que se estuviera en posesión de grandes cantidades de
dinero, entonces sí que había suficientes motivos para ser feliz. Estaba
convencido de que eso que decían algunos de que el dinero no da felicidad, era
un eslogan de los pobres para conformarse por su desgracia. Aunque, alguna vez
me llegué a preguntar ¿cómo era posible que una persona inmensamente rica
pudiera no ser feliz y, además, encontrarse triste o deprimida?
Nunca me planteé si Dios estaba
en algún sitio o no. Creía en Él, porque así me lo inculcaron mis padres, pero
no iba más allá de la creencia, no como muchas personas, sobre todo los pobres
y los enfermos, que le rezaban, le rogaban y le pedían que hiciera llegar algo
parecido a una lluvia de dinero o un milagro que les devolviera la salud. Aunque,
la verdad es que no sé para qué le pedían si nunca hacía nada. Pero si a ellos
les tranquilizaba eso, estaba bien. Yo para tranquilizarme miraba el mar.
Y lo que más gracia me hacía
era la tontería del amor. Todos buscando a alguien que les ame para pasar
juntos el resto de la vida. Estaba más que claro que eso no funcionaba porque
había rupturas, maltratos, engaños, silencios, decepciones y hasta asesinatos.
Siempre he creído que lo único que buscan es satisfacer alguna necesidad, ya
sea, física o económica, o para tener compañía, o por un cuestionamiento
social. A mí nunca me ha pasado esa tontería del amor y, por supuesto, sigo
soltero a mis treinta y siete años. Sé que es casi imposible formar una familia
como la que tenía cuando vivían mis padres, porque eran la excepción, así me he
ahorrado disgustos, pérdidas de tiempo, gastos inútiles de dinero, discusiones
y, seguramente, muchas más cosas. Pero, a pesar de mi creencia de que es
imposible formar una familia como la que tuve hasta que murieron mis padres, me
gustaría tenerla y hasta sueño con ella porque, siempre me pareció, cuando
vivían ellos, que los problemas, las preocupaciones, los miedos o cualquiera de
los sinsabores que nos depara la vida se disipan con más facilidad en el seno
de la familia.
Pero sí que hay una regla
inquebrantable que sigo al pie de la letra: El respeto. Es algo que aprendí de
mi padre que siempre me decía: “hijo mío,
eres libre de hacer lo que quieras siempre que no interfieras en la libertad de
los demás. Piensa que lo más importante es respetar a los otros. Piensa en si
eso que vas a hacer, o a decir, te gustaría que te lo hicieran o dijeran a ti y,
después, actúa en consecuencia”. Él me enseñó que el respeto es la
consideración que se ha de tener en el trato a los otros. Y en el término otros
se encuentran todos los seres humanos, pobres y ricos, poderosos y mendigos,
hombres y mujeres, religiosos y ateos, honrados y ladrones, entran hasta los
políticos, en resumen, todos los seres humanos. Esa consideración en el trato
supone, para mí, no juzgar, no criticar, no engañar y ayudar en todo lo
posible.
Soy consciente de que no todo
el mundo me cae bien y de que hay personas peligrosas a las que no conviene
tratar. En esos casos lo que hago es evitarlas.
De alguno de esos temas había
hablado con Ángel o, más bien, escuchado hasta que fui consciente de que era
casi la una de la tarde. Aún tenía que comprar algo para almorzar, ya que a las
tres había quedado con Pablo, uno de mis ex compañeros de trabajo y, gran
amigo, para hablar de la posibilidad de iniciar un negocio entre los dos, por
lo que le dije a mi contertulio que teníamos que dar por terminada nuestra
conversación.
-Ha sido un placer Antay, -replicó
Ángel- espero que nos encontremos algún otro día.
-Para mí también ha sido un placer –dije
levantándome y tendiéndole mi mano para la despedida- Hasta otra ocasión, nunca
se sabe.
Le di la espalda para caminar
hasta el semáforo que me permitiría cruzar la pista del Malecón Cisneros y
enfilar la calle Venecia hasta la avenida Grau que me llevaba directo al lado
de mi domicilio en la avenida José Pardo. Pero como el semáforo es de esos que
se tiene que apretar un botón y, esperar para que la luz cambie a verde, en el
tiempo de espera giré la cabeza para ver si mi compañero había iniciado,
también, su retirada y, ante mi desconcierto, no lo vi por ningún lado. No
estaba en el puesto del café, ni se había adentrado en el parque, ni se le veía
por el paseo. Simplemente, había desaparecido.
Mi curiosidad fue mayor que mi
prisa y volví sobre mis pasos. Nada, no había ni rastro de él. Me acerqué a uno
de los camareros que se encontraba detrás de la barra y le pregunte
directamente:
-Disculpe, ¿sabe por dónde se fue el
señor mayor que estaba aquí conmigo?
-¿Perdón?, -el camarero puso cara de
extrañeza,
-Sí, yo estaba aquí hace un momento con
otra persona, me fui hacia el semáforo y no he visto que la otra persona haya
ido a ningún sitio, es como si hubiera desaparecido, -y termine con otra
pregunta- ¿Usted le ha visto?
-Perdone señor, usted sí que ha estado
aquí, pero ha estado solo tomando su café sentado en aquella mesa mirando el mar.
¿Se encuentra bien? -concluyó el camarero.
No parecía que el camarero me
estuviera gastando una broma pesada en confabulación con Ángel, y no creo que
fuera un tipo de esos despistados que podrían olvidar hasta su nombre. Estaba
claro que no estaba soñando y, si no estaba soñando, y el camarero decía la
verdad, solo podía ser que me hubiera vuelto loco, porque no me explicaba cómo
podía haber desaparecido. Yo estaba completamente seguro de haber estado tres
horas con él.
-Gracias
señor, disculpe,-le dije al camarero que se había separado un poco de la barra,
seguramente, tomando precauciones, pensando que como era un loco, podía ser
peligroso.
Y volví al semáforo. Entonces
fui consciente de que lo único que sabía de él era su nombre. No sabía dónde vivía,
ni si trabajaba o estaba jubilado, no sabía si tenía familia y, ahora, para más
“inri”, el camarero me hacía dudar de que fuera real.
Todo había comenzado en la
mañana. Me había levantado raro, con una especie de ahogo. Había tenido un
sueño extraño:
“Estaba en una boda que resultó
ser la mía. Mis padres estaban sentados en el primer banco de la iglesia y yo
permanecía de pie, delante del altar, esperando a la novia que se estaba
retrasando. Estaba feliz porque al fin iniciaba el camino de algo que ilusionaba
desde que tenía uso de razón: Iba a formar una familia y ya me encargaría yo de
que fuera como la que habían formado mis padres. Éramos una familia feliz.
Como la novia no llegaba salí a
buscarla a la calle. En la puerta me encontré un mendigo que, en
agradecimiento, cuando le di una moneda, me dijo:
-La novia no va a llegar. Está atorada
en un atasco. No la esperes, ¡vete!
-No entendía nada, ¿cómo podía ser que
un mendigo me esté contando todo esto como si fuera un mago o un clarividente?-
¿Cómo lo sabe? -le pregunté.
-Porque he sido yo el que ha ocasionado
el atasco –y repitió- No la esperes, ¡vete!
- Por
favor –le suplique- deshaz lo que has hecho. Deja que venga.
-Te estoy haciendo un favor muchacho. Es
la única manera de evitar que sufras más adelante si ella llega a abandonarte
–y volvió a repetir- No la esperes, ¡vete!
-Te suplico que me permitas tenerla a mi
lado. Quiero vivir una vida de amor –lloraba y suplicaba.
-Todo lo que conseguía del mendigo era-
No la esperes, ¡vete!
Y desperté con una sensación de
impotencia que me ahogaba. Aunque, también, podría haber sido que la cena de la
noche me hubiera sentado mal, cuando fui consciente de que me fui a la cama sin
cenar. El estómago vacío o el extraño sueño podían ser la razón de mi rareza. Sentía
la necesidad de tomar aire porque me ahogaba en la casa. Tenía que salir, así
que terminé de adecentar el departamento y salí a la calle.
Hacía un día infernal, pero el
aire que respiraba me estaba viniendo bien y hacía que me recuperara del ahogo
que sentía. Bajé por la avenida Pardo hasta el mar y comencé a caminar por el
malecón. A mi derecha se encontraba el Océano Pacífico, aunque hoy estaba
desaparecido debido a la neblina. La idea era hacer una gran vuelta bordeando
el malecón hasta la avenida Larco y subir por ella hasta Pardo, que me llevaba
de vuelta a casa. Un paseo de hora y media que había realizado en muchas
ocasiones.
Pero al comenzar la andadura
por el Malecón Cisneros escuché, casi a mi lado:
Antay vivía muy cómodo con sus creencias,
a pesar del miedo que sentía cuando se acercaba algún cambio en su vida.
Las emociones eran como si no existieran
en el mapa de su cuerpo o en el diccionario de su mente. Se sentía bien o mal,
alegre o triste, pero siempre encontraba una razón, convincente, para que tal
cosa ocurriera. Si pasaba algo no previsto era casualidad, si se daba un golpe
en el pie, con una piedra, era mala suerte, si a alguien le tocaba la lotería,
algo que a él nunca le había pasado, era un golpe de buena suerte y si se había
quedado sin trabajo, como ahora, era porque el dueño de la empresa era un
sinvergüenza, sin escrúpulos.
Todo era debido a la casualidad, a la buena
o mala fe de las personas y a la buena o mala suerte.
Para el miedo siempre había un motivo
real, igual que para la alegría o la tristeza. La felicidad era algo
inexistente, a no ser que se estuviera en posesión de grandes cantidades de
dinero, entonces sí que había suficientes motivos para ser feliz. Estaba
convencido de que eso que decían algunos de que el dinero no da felicidad, era
un eslogan de los pobres para conformarse por su desgracia.
Nunca se planteó si Dios estaba en algún
sitio o no. Creía en Él, porque así se lo inculcaron sus padres, pero no iba
más allá de la creencia, no como muchas personas, sobre todo los pobres y los
enfermos, que le rezaban, le rogaban y le pedían que hiciera llegar algo
parecido a una lluvia de dinero o un milagro que les devolviera la salud.
Aunque, la verdad es que no sabía para qué le pedían si nunca hacía nada. Pero
si a ellos les tranquilizaba eso, estaba bien. Él para tranquilizarse miraba el
mar.
Y lo que más gracia le hacía era la
tontería del amor. Todos buscando a alguien que los ame para pasar juntos el
resto de la vida. Estaba más que claro que eso no funcionaba porque había
rupturas, maltratos, engaños, silencios, decepciones y hasta asesinatos.
Siempre había creído que lo único que buscan es satisfacer alguna necesidad, ya
sea, física o económica, o para tener compañía, o por un cuestionamiento
social. A él nunca le ha pasado esa tontería del amor y, por supuesto, sigue
soltero a sus treinta y siete años. Sabe que es casi imposible formar una
familia como la que tenía cuando vivían sus padres, porque eran la excepción,
así se he ahorrado disgustos, pérdidas de tiempo, gastos inútiles de dinero,
discusiones y, seguramente, muchas más cosas. Pero, a pesar de su creencia de
que es imposible formar una familia como la que tuvo hasta que murieron sus
padres, le gustaría tenerla y hasta sueña con ella porque, siempre le pareció,
cuando vivían ellos, que los problemas, las preocupaciones, los miedos o
cualquiera de los sinsabores que depara la vida se disipan con más facilidad en
el seno de la familia.
Sin embargo, entre Indhira y Ángel estaban desmontando
sus creencias. Que si somos una chispa de la Energía Divina, que todos somos
iguales, que estamos naciendo y muriendo hasta que aprendamos a amar, que Dios
no interviene en nuestras vidas, que cuando venimos a la vida lo hacemos con
una programación, que una vez en la vida desconocemos, que tenemos libertad de
acción y ni el mismo Dios sabe cuáles serán nuestras elecciones. Y, ahora, para
colmo, que podemos recordar vidas anteriores con una simple técnica.
Antay pensaba escuchándolos que somos como conejillos
de indias correteando en una gran jaula que se llama Tierra, pero sin saber
cómo hemos llegado aquí ni adónde nos dirigimos en nuestras correrías. Aunque
creamos que si sabemos tras qué corremos. Lo podemos llamar felicidad,
estabilidad, tranquilidad y, para conseguirlo, vamos tras el dinero, que es lo
que consideramos primordial para vivir esa felicidad, de la misma manera que
los conejillos de indias van tras los ramos de apio.
Esto que parece una enseñanza esencial, ¿cómo puede
ser que no lo enseñe nadie? Y, como nadie nos enseña, en lugar de aprender a
amar, nos dedicamos a lo contrario, permitiendo que a nuestro alrededor exista
el hambre, la desigualdad, el miedo, la guerra, el odio, la envidia o la
enfermedad, solo por mencionar alguno de los males con los que convivimos en
nuestra sociedad.
(Del libro "Vivir ahora, vivir sin tiempo" de Alfonso
Vallejo)
el
dinero o la fama no eran tan importantes como respirar.
Lo
esencial sucede y lo demás es prescindible.”
―
Angus Young
La respiración es la vida.
Antes de relacionar las emociones y la
respiración, veamos primero que es la respiración.
Lo
primero que hace un bebé al tomar contacto con la vida física fuera del útero
de su madre es tomar una inhalación, y lo último que él mismo realiza cuando
abandona la vida es completar esa respiración con una exhalación.
Y ese ser humano, mientras dura su vida,
va a respirar, de manera autónoma, sin ser en absoluto consciente de su
respiración, entre 12 y 16 veces por minuto.
La
respiración es el proceso mediante el cual el aire entra en el cuerpo inspirado
a través de la nariz, (mejor que por la boca), y es conducido por la tráquea a
los pulmones, o mejor dicho a través de bronquios y bronquiolos hasta los
alveolos. A los alveolos es donde llega la sangre cargada de anhídrido
carbónico, (CO2), procedente de la combustión celular donde se cambia por el
oxígeno del aire, (inversamente a lo que realizan las plantas en la
fotosíntesis).
Es importante inspirar
y expirar por la nariz, ya que así el aire se filtra, se
calienta y se humedece, recuperando la humedad cuando se exhala.
Tipos
de respiración: Aun cuando anatómicamente no sea muy
correcto, se pueden dividir los pulmones en tres partes: superior, media e
inferior.
Por lo que, en función
de la zona pulmonar que se utilice la respirar, se puede hablar de tres tipos
de respiración: - Superior o clavicular.
- Media o costal. - Inferior o abdominal.
A
estas tres se puede añadir una más, la respiración completa, que engloba a las
tres.
Respiración
clavicular o superior: Es la que ofrece menor volumen para
el intercambio, haciendo intervenir los músculos de la zona superior, que no
son músculos de la respiración, acumulando tensión en cuello y hombros.
Se
produce un menor intercambio gaseoso porque se hace trabajar la parte superior
de los pulmones, que es, justamente, la parte más pequeña, con menor número de
vasos sanguíneos, por lo que existe un menor flujo sanguíneo en la zona.
Respiración media o
costal: Normalmente se da asociada a la superior o a la
inferior.
Respiración
abdominal o inferior: Es la más recomendada. A menor
gasto energético, ya que moviliza menos músculos y muy poco las costillas
flotantes, mayor intercambio gaseoso.
Se utiliza el
diafragma, que es el músculo de la respiración, y el desplazamiento de este
músculo hacia el abdomen es lo que produce la expansión y el estiramiento de
los pulmones con lo que el aire entra en ellos por succión.
Al haber un mayor intercambio
gaseoso, por ser mayor la superficie de los pulmones que intervienen en este
tipo de respiración, hace que sea necesario respirar menos veces que si se
realiza una respiración clavicular o superior.
De tal manera, que mientras una persona
que respira con la parte superior realiza tres respiraciones, otra que hace una
respiración abdominal respira solamente dos.
Respiración
completa: Es la respiración compuesta de los tres tipos anteriores. Se
comienza bajando el diafragma y llenando primero la zona inferior,
posteriormente la media y por último la superior.
La
respiración ideal es la respiración abdominal, ya que además de utilizar el
diafragma, que es el músculo específico de la respiración, tiene otros efectos: - Produce un rítmico masaje visceral que
ayuda a la digestión, a la circulación en el hígado y a las venas de la zona. - Sitúa el mayor intercambio en la zona
inferior de los pulmones, donde tiende a transitar un mayor volumen sanguíneo. - Es una respiración más vertical que
horizontal, ya que lleva el abdomen hacia delante y las vértebras lumbares
ligeramente hacia atrás; lo cual resulta importante a la hora de evitar el
agarrotamiento y la rigidez.
Existe
una profunda conexión entre el pensamiento y la respiración.
El ritmo de los movimientos respiratorios corresponde en una forma notable al
ritmo de los pensamientos.
Por lo tanto, si se
realiza una respiración clavicular, se respira más veces por minuto, con lo
cual, los pensamientos van a presentarse con más rapidez, y el trabajo para
controlarlos ha de ser mucho más intenso, mientras que, con una respiración
abdominal, los pensamientos aparecerán más lentamente, y serán más fáciles de
controlar.
La respiración
clavicular es la respiración que realiza un alto porcentaje de la población,
con lo cual, es fácil entender la razón por la que son esclavos de sus
pensamientos, de sus preocupaciones y de sus emociones.
Tan
profundo es el lenguaje de nuestra respiración, que se comporta de acuerdo, no
solo a como estamos, sino también a como somos.
Las
emociones tienen una incidencia muy importante en la respiración: El
miedo inhibe y bloquea la respiración, el estrés hace que se respire de manera
entrecortada, la ansiedad, la ira y la angustia, aceleran la respiración,
mientras que la tristeza la ralentiza.
La
respiración es un proceso inconsciente, pero a diferencia de otros procesos,
circulatorio, digestivo, etc., también se puede controlar de manera consciente,
porque no sólo está regida por el sistema nervioso vegetativo, sino también por
el sistema nervioso central.
Por lo tanto, de la misma manera que la emoción modifica
la respiración, se puede utilizar la respiración para modificar la emoción.
Al controlar voluntariamente la respiración, se tiene la posibilidad de
recuperar el equilibrio y gestionar la emoción.
Y
la mejor respiración para recuperar el control emocional es la respiración
abdominal. Es la respiración natural, es la que tienen los bebés cuando nacen.
Practicar esta
respiración es beneficioso para el organismo ya que ayuda a mejorar la
circulación y a oxigenar órganos vitales como el corazón y el hígado. En lo
emocional favorece la relajación, la concentración, elimina la tensión muscular
y combate la fatiga, la ansiedad y la depresión.
Practicar la respiración
abdominal de forma habitual favorece que se pueda ejercitar de forma natural en
los momentos en que es necesario tomar el control de la emoción.
Sin embargo, a pesar de
que la respiración utilizada habitualmente sea la respiración superior o
clavicular, se puede, en momentos de emociones desbordadas realizar una
respiración abdominal lenta, de manera consciente.
Para ello, puedes
sentarte o acostarte. En la posición de acostado es más fácil manejar la
respiración abdominal, así que, si tienes problemas para realizar ese tipo de
respiración, acuéstate:
- Coloca una mano en el
punto del ombligo para comprobar que sube y baja, y comienza a ser consciente
de la respiración.
- Inhala suave y
lentamente por la nariz.
- Realiza una pequeña
retención antes de expulsar el aire.
- Exhala lentamente
también por la nariz.
- Vuelve a realizar una
pequeña retención antes de volver a tomar aire.
En cinco minutos se comenzará a
estabilizar la emoción desbocada, pero puedes seguir el tiempo que consideres
oportuno.
Se pueden realizar respiraciones
específicas dependiendo de qué es lo que se quiere logar:
Cuando
la persona se siente estresada, enfadada, inquieta o ansiosa,
respirar por la fosa nasal izquierda.
Esta técnica es ideal para quienes tienen problemas para dormir o necesitan
relajarse.
- Sentados con la columna recta y los pies
apoyados en el piso.
- Tapar la fosa nasal derecha con el
pulgar derecho y mantener el resto de los dedos juntos y apuntando hacia
arriba.
- Respirar lenta y profundamente 26 veces
por la fosa nasal izquierda y la persona se sentirá totalmente tranquila y en
paz.
- Si se respira por la por la fosa nasal
izquierda durante 5 minutos, se calmará completamente.
Por lo tanto, para
activarse, respirar por la fosa nasal derecha. Esta
respiración resulta magnífica cuando la persona, pese a estar exhausta, no se
puede permitir parar. Va bien practicarla, por ejemplo, cuando a la persona le
entra el sopor a media tarde. Se practica como la anterior, tapando el orificio
izquierdo y respirando 26 veces por la derecha.
Normalmente
siempre tenemos una fosa nasal más abierta que la otra. Aproximadamente cada
dos horas cambia la fosa dominante, con lo que se equilibra la polaridad
energética.
En
situaciones de actividad debería dominar la fosa derecha y en otras más
tranquilas o inactivas, la izquierda. Por eso, es recomendable dormir con la
cabeza apoyada sobre el lado derecho, así se usa el izquierdo, más apropiado para
el sueño y el descanso.
Para controlar la ira
expulsar con fuerza el aire, y hacer una retención antes de tomar una nueva
inhalación cuando lo pida el cuerpo. Esa inhalación será de forma pasiva, sin
intervenir ni en alargar ni en acortar. Sola se controla la exhalación. Se
puede repetir hasta notar que llega la calma.
Para
refrescar el cuerpo, bajar la fiebre, e incluso como ayuda para dejar de fumar,
practica Sitali Pranayama. - Esta respiración consiste en inspirar
por la boca con la lengua rizada y ligeramente salida y expirar por la nariz,
sin meter la lengua. - Ayuda a dejar de fumar. Se puede
practicar siempre que se sientan deseos de fumar, ya que disminuirá el impulso
adictivo y desaparecerá la urgencia. - Es recomendable su práctica diaria para
mantener una buena salud. Puede que después de cada sesión se note un sabor a
cobre o metal en la lengua; son las toxinas que elimina el cuerpo. - Se puede realizar durante un mínimo de 3
minutos y un máximo de 31.
La
respiración lenta reduce las sensaciones de dolor.
Cuanta
más lenta es la respiración, la calma y la tranquilidad serán su reflejo
inmediato. Si se consigue reducir el número de respiraciones de 16 a 8 la
serenidad será la tónica habitual, y si se consigue llegar a 4 respiraciones
por minuto, la vida será un estado de meditación.
Meditaciones sobre la
respiración:
Respiración
cuadrada:
·Sentados con la espalda recta y los pies
apoyados en el piso.
·Inhala suave y lentamente por la nariz,
contando 6.
·Realiza una pequeña retención antes de
expulsar el aire, contando 6.
·Exhala lentamente también por la nariz,
contando 6.
·Vuelve a realizar una pequeña retención
antes de volver a tomar aire, contando 6.
Meditación
So Hung:
• INHALA pensando “So”
• EXHALA pensando “Hung”
Meditación
sencilla para mejorar la atención
• Siéntate cómodamente en una silla con
las plantas de los pies bien apoyadas en el suelo. Las manos apoyadas en los
muslos con las palmas mirando hacia arriba.
• Cierra los ojos y coloca la punta de la
lengua tocando el paladar.
• Lleva la atención a tu respiración.
• Siente como entra el aire por tus fosas
nasales (observa dónde roza y cuál es la temperatura del aire).
• Siente cómo expiras. Hazlo por la nariz.
(Observa también dónde roza y la diferencia de la temperatura con el aire que
entraba).
• Permanece atento a tu respiración.
•Cuando seas consciente de que aparece
algún pensamiento (porque seguramente aparecerán y puede que no seas consciente
hasta mucho tiempo después), vuelve suavemente a tu respiración.
• La mejor técnica para que desaparezca un
pensamiento es quitarle la energía, y eso se hace quitándole la atención. Es
decir, lleva tu atención a otro sitio, y como estás meditando en la
respiración, vuelve la atención a la respiración.
• Hazlo de 10 a 15 minutos en la mañana y
otros 10 a 15 minutos en la tarde.
Fijarse en la sensación
que se produce en los agujeros de la nariz al entrar y salir el aire de la
respiración.
Mantener la atención en
esa percepción sutil y observar la total duración de cada inspiración y de cada exhalación.
Si es difícil, se
pueden contar las respiraciones, o la respiración completa o contando la
inhalación y la exhalación; empezando de nuevo cada vez que se pierda la
cuenta.
Los
seres humanos buscamos desesperadamente que nos amen, buscamos amar, buscamos
la relación ideal basada en el amor, y ¿Lo encontramos?, no, encontramos un
sucedáneo, aunque a veces es muy agradable. Si encontramos un sucedáneo es porque realmente no sabemos que es
Amor.
El Amor no es una emoción, no es un sentimiento. El
Amor es una energía, es la fuerza que mantiene girando en perfecto orden a los
planetas en el cielo. El Amor es la fuerza de vida que mantiene los latidos del
corazón. El Amor es la Fuerza Divina que se mueve en todos los seres humanos,
porque somos hijos de Dios, y Dios es Amor.