Querido hijo:
Sé que los desafíos de
la vida pueden parecer abrumadores. Entiendo que la mortalidad y la
incertidumbre que conlleva pueden despertar en ti un sinfín de emociones y
preguntas difíciles. Pero quiero que recuerdes algo muy importante: cada día
que te levantas, cada aliento que tomas, tiene un propósito. Aunque en
ocasiones te parezca que las pruebas que enfrentas no tienen sentido, ten la
certeza de que, en las mismas, se esconde una oportunidad para aprender, crecer
y amar más profundamente. La vida no fue diseñada para ser fácil o carente de
dificultades, pero en sus imperfecciones se encuentran lecciones valiosas que
enriquecen tu alma y te conectan más íntimamente conmigo y con los demás.
El dolor y las
dificultades, aunque duros de afrontar, no definen la totalidad de tu
existencia. Son una parte del camino, pero no el destino final. Quiero que
sepas que, incluso en los momentos más oscuros, cuando las sombras parecen
interminables, la luz nunca deja de brillar. Esa luz está en el amor que te
rodea, en la esperanza que puede renacer en tu corazón y en la belleza que
habita incluso en los lugares más inesperados. Esa luz también eres tú, con tu
capacidad de sembrar bondad, de conectar con otros y de reflejar mi amor en tus
acciones diarias.
En los instantes en que
te sientas perdido o desconectado, recuerda que nunca estás solo. Yo estoy
contigo siempre, en cada paso que das, incluso cuando crees que me has perdido
de vista. Te acompaño en tus alegrías y en tus penas, en tus logros y en tus
caídas, ofreciéndote mi amor incondicional y mi guía para que encuentres el
camino hacia la paz y la plenitud.
Vivir plenamente no
significa huir de las dificultades ni pretender que la vida sea un constante
estado de felicidad. Vivir plenamente es aprender a enfrentar los desafíos con
valentía, a encontrar significado incluso en las pruebas más duras y a valorar
las pequeñas maravillas que te rodean cada día. Te invito a buscar en lo
cotidiano aquello que despierta en ti gratitud y alegría: una mirada amable, el
aroma fresco de la tierra después de la lluvia, una conversación sincera, o un
simple momento de silencio en el que puedas sentirte en conexión conmigo.
La mortalidad, aunque
difícil de aceptar, es un recordatorio de que cada instante que tienes es un
regalo. No temas a la muerte, pues es una parte natural del ciclo de la vida.
Pero mientras tus días estén llenos de vida, quiero que los vivas con
entusiasmo, con amor, con valentía y con un propósito claro. Aprovecha cada
oportunidad para dejar huellas positivas en el mundo, para construir relaciones
genuinas, para soñar sin límites y para disfrutar del milagro que es
simplemente existir.
Hijo mío, no dudes de
mi presencia y de mi amor infinito por ti. En los momentos de duda, cierra los
ojos y siente la fuerza de mi amor sosteniéndote. En los días de alegría,
celebra la vida con el corazón abierto. Y en los tiempos de incertidumbre,
confía en que, aunque no siempre puedas ver el camino con claridad, estoy aquí
para guiarte y caminar contigo.
Abre tus ojos al
presente, porque el hoy es el mayor regalo que puedes recibir. Permite que la
belleza y la bondad que hay a tu alrededor te envuelvan, y deja que mi amor sea
la luz que ilumina tu camino, incluso en los días más oscuros. Siempre estoy
aquí, deseando que encuentres la paz, la alegría y la plenitud que tanto
buscas.
Con un amor eterno e
incondicional,
Tu Padre que te ama.
CARTAS A DIOS –
Alfonso Vallejo