Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
¿Infierno? No hay más infierno que los pensamientos negativos
que tienen como origen nuestras propias miserias: Ira, avaricia, orgullo,
apegos, envidia, críticas, etc. Cada uno de estos pensamientos impregnan de
energía negativa, de energía sucia, de energía enferma y de energía
contaminada a nuestro sistema energético, afectando de manera definitiva al cuerpo físico enfermándolo y manteniendo a la
persona cada vez más alejada de su alma y más alejada de Dios. Son el auténtico y definitivo infierno del ser
humano ya que son los responsables de todas y cada una de las emociones
negativas que mantienen a las personas atados al dolor y al sufrimiento.
¿Qué peor infierno
que una vida de celos, o de miedo, o de odio? No es necesario quemarse en las
llamas del inventado infierno, ya lo hacemos en las llamas reales de las
emociones generadas por nuestros pensamientos.
Supongo que
no es ningún secreto que el bienestar, la serenidad interior, la paz, la
alegría y la felicidad solo son el resultado de una cierta actitud ante la
vida, una actitud que podríamos plasmar como la actitud del “Todo está bien”.
Cuando todo
está bien en cada célula del cuerpo y en cada átomo de nuestra energía, se han
terminado para nosotros los enfados, los reproches, los miedos, las
inseguridades, los celos, las tristezas por deseos incumplidos o las
decepciones por no lograr las expectativas.
Cuando todo está bien no hay razón
para enojarse con el hermano, con la pareja, con los amigos o los desconocidos
por algo que hayan hecho o dicho, porque todo está bien. En las condiciones
actuales el enojo llega porque otros hacen o dicen algo que nosotros
consideramos que no es correcto, pero ¿Tenemos en cuenta lo que ellos
consideran correcto?, ¿Estamos en su mismo momento emocional para entender la
razón de sus palabras o de su actitud?, ¿Estamos en su mismo nivel de
crecimiento para entender sus motivos? Si nos colocáramos en sus zapatos
podríamos entender el porqué. Pero ¿De qué nos valdría entender la razón?,
¿Para justificarla?, ¿Para no enfadarnos?, ¡Que importa!, lo hecho, hecho está.
¿Para qué perder un tiempo precioso en tratar de entender las razones de otra
mente, o de otra alma? Lo mejor es aceptarlo, “Todo está bien”, y si parece
fuera de toda lógica, de nuestra lógica por supuesto, podemos desde el punto de
serenidad en que nos coloca el aceptar todo como bueno, tratar de explicar, con
amor, que es lo que no nos ha gustado y porque.
En el “Todo está bien”, no se trata
de comulgar con ruedas de molino, se trata de no atragantarnos con nuestra
propia indignación, con nuestra propia tristeza, con nuestra propia
intolerancia o con nuestra propia rabia.
En condiciones normales, ¿Qué ganamos
con un arrebato de cólera, de desesperación o tristeza? Si lo que nosotros
consideramos incorrecto, por llamarlo de una manera suave, ya está hecho, ¿Cuál
es nuestro beneficio con ese comportamiento animal e instintivo? Ninguno, no
obtenemos ningún beneficio, antes al contrario, todo son desventajas, todo son perdidas.
Nos desestabilizamos emocionalmente, ocupamos la mente con un discurso de
rabia: “Pero ¿Cómo puede ser que me haga eso a mí?, y si nuestro carácter aun
es algo inmaduro y esa situación se repite con otras personas y se mantiene en
el tiempo, es posible que comience a afectar a nuestra salud, y por supuesto a
la vida, ya que la persona que se encuentra en una situación de ese tipo, está
muy lejos de atisbar, ni aunque sea por un instante, lo que es la felicidad.
Si sucede una vez cada mucho tiempo,
bueno, es algo que hay que trabajar, pero no es tan grave como si la persona se
encuentras permanentemente ofendida con el mundo. En este caso es muy posible
que no esté equivocado el mundo y que sea la persona la que deba de recapacitar
y buscar ayuda para trabajar ese aspecto de su carácter que ronda la
intolerancia.
Recuerda que somos energía. Cada
pensamiento es energía, cada palabra es energía, cada acción es energía, y que
energías iguales se atraen. Con la intolerancia estás atrayendo a tu vida a los
intolerantes, con tu tristeza atraes a los tristes, con tus mentiras atraes a
los mentirosos, con tu rabia a los iracundos, con tu agresividad alos matones.
Si lo que quieres es amor, amaté; si
quieres ser feliz, haz felices a los demás; si quieres que te respeten,
respeta; porque vas a recibir ciento por uno de lo que entregas.
Para esto, la mejor fórmula es “Todo
está bien”. Y si alguien te pregunta ¿Y si realmente no está bien”, pues sigue
aplicando la máxima, “Lo que no está bien, también está bien”.
De la misma manera que una
golondrina no hace verano, una bandera o unos accidentes geográficos no hacen
ni pueblo, ni ciudad, ni provincia, ni región, ni país, ni continente, ni por
supuesto el mundo.
Todo eso lo hacen las personas. Un
mundo sin personas, no sería nada, aunque el mundo que nos hemos dado no es que
sea mucho más que nada. Vivimos en un mundo de desigualdad, desiguales por raza,
por creencia, por sexo; vivimos en un mundo en que no todos tienen las mismas
oportunidades de acceso a las riquezas del planeta, de acceso a la
alimentación, de acceso a la sanidad, de acceso a la cultura, de acceso a la
educación, vivimos en un mundo en el que no nos alegramos por la felicidad de
otro ser humano, muchos ante esto pueden criticar: ”A saber como lo ha logrado”;
vivimos en un mundo de mentiras, un mundo deshonesto, un mundo sin respeto.
Si alguien cree que exagero, que vea
las noticias tres días seguidos. La masacre, el genocidio del pueblo palestino,
lo están generando algunos que se denominanseres humanos, con la anuencia de otros seres humanos; las guerras y/o
conflictos de algún tipo, (guerra civil, drogas, inseguridad, dictaduras, religión,
separatismo, etc.), en países como Siria, Afganistán, Irak, Venezuela, Méjico,
Somalia, Ucrania, Egipto, Corea, Colombia, solo por nombrar los más
representativos, las generan los seres humanos; los asesinatos, los robos, las
violaciones, los provocan los seres humanos; la hambruna de ochocientos
cincuenta millones de personas, siendo aun más dramática en países como
Somalia, Etiopia, Yibuti, Kenia o Uganda, son responsabilidad de los seres
humanos; la extrema pobreza que convive con la extrema riqueza en países de América
Latina, es responsabilidad de los seres humanos. Podría escribir horas y horas
sobre la desigualdad en el mundo, pero parecen suficientes ejemplos.
Lo más dramático, es que todo esto
es provocado por los hijos de Dios. La esencia de todos los seres humanos, es
divina. ¿Para qué nos vale a los seres humanos nuestra divinidad?, ¿Para
asesinar en nombre de Dios?, ¿Para mutilar a las niñas en su nombre?, ¿Para discriminar
a las mujeres, a los homosexuales, a los divorciados, por mandato de Dios?,
¿Para condenar sin compasión al fuego eterno? Los seres humanos somos más
alimañas con nuestros hermanos que los propios animales.
Es cierto que la vida humana no es
más que un tránsito muy cortito, pero en ese tránsito, el sufrimiento que nos
provocamos a nosotros mismos, y los unos a los otros es de una dureza extrema.
¿No creéis que es momento de actuar
y de vivir desde el corazón?, ¿No creéis que es momento de dejar de vivir desde
nuestras mentes enfermizas?, ¿No creéis que es momento de dejar de vivir desde la
maquinación y desde el engaño? Es momento de vivir la honestidad, es momento de
entregarse, es momento de respetar, es momento de servir, es momento de
recibir, es momento de la felicidad.
Si pudiéramos meter la cabeza por un agujerito
del cielo, para que pudiéramos ver nuestra verdadera grandeza, nuestra
verdadera divinidad, no volveríamos después de esa visión al derroche de vida
que llevamos en la actualidad, y empezaríamos a vivir una vida plena y total,
sin los condicionamientos que nos ponemos ahora, sin miedo.
Nuestro objetivo sólo debería
ser: Transformar el sufrimiento en Amor, transformar la tristeza en alegría,
transformar la pobreza en abundancia, transformar el egoísmo en servicio a los
demás.
Aunque el mundo es un desastre, es posible
mejorarlo. Un mundo más equitativo, un mundo en el que no importe ni el lugar
de nacimiento, ni la raza, ni las creencias, ni el sexo. Un mundo en el que
todos sus habitantes tengan las mismas oportunidades de acceso a las riquezas
del planeta, a la educación, a la sanidad. Un mundo en el que todos sintamos
alegría por ver la felicidad de otro ser humano, un mundo en el que sintamos a
nuestro prójimo como nuestro hermano.
Podemos, si queremos, crear un mundo lleno de
Amor. Cambiando una persona se puede cambiar el mundo, porque conseguirá que
cambie su entorno.
Una
amiga escribió en su muro de una red social: "Aún no entiendo a toda la
gente que juzga sin saber la verdad, y aún así se atreven a hablar y hablar.
Digo yo, si tanto quieren hablar, ¿Por qué no averiguan la verdad?, y después
de eso, hablen lo que quieran. Y a los que les escuchan y les creen, aún peor.
Les diría a toda esa gente que no sabe ni puede ser feliz, y no quiere ver
felices a los demás, que vayan a llevar sus malas energías a otro lado. En mi
casa no son bienvenidos, somos una familia unida, fuerte y feliz, nada nos va a
derrotar, así que no pierdan el tiempo. Gracias”.
Dice
mi amiga que no lo entiende. Es normal, pocos pueden entender que se hable por
hablar, y mucho menos que se hable sin conocimiento de causa, solo por el mero
hecho de hacer daño. Y también es normal que estos charlatanes tengan
auditorio, son personas como ellos, que hoy disfrutan escuchando la crítica, y
mañana serán ellos los abanderados de la crítica.
Criticar
es propio de personas que viven en la periferia de la conciencia, propio de
personas que no se asoman a su interior ni por un momento, propio de personas
que viven por y para la materia, propio de personas con una vida interior muy
pobre.
La crítica es inversamente
proporcional al nivel de atención de la persona. A menos atención, más crítica.
Atención ¿A qué?, atención a los pensamientos. Los pensamientos, para
expresarse, van apareciendo en el cerebro. Estos son como nubecitas de energía
que permanecen alojadas en una de las capas que componen nuestra aura, el cuerpo
mental, y es desde ahí que llegan al cerebro. El trecho que recorren desde el
cuerpo mental al cerebro es como una especie de camino que será mayor cuanto
mayor sea la repetición del mismo pensamiento. Todos tenemos los mismos tipos
de pensamientos, con los matices característicos de nuestras propias creencias.
Por ejemplo: cuando un budista piense en una divinidad lo hará en Buda, un
hinduista en Krishna y un cristiano en Jesús, pero la idea de Divinidad es la
misma para los tres. De la misma manera que existen pensamientos elevados, los
relativos a la Divinidad, a la Unidad, al Servicio, existen pensamientos
negativos que son los relativos al miedo, a la envidia, al orgullo, a la ira,
etc., etc. Y todos, los elevados y los negativos permanecen en el cuerpo mental
de la persona. Dependerá de que pensamientos tienen camino y cuáles no, y como
de ancho sea ese camino, para que al cerebro lleguen unos u otros pensamientos.
Mantener la atención en los
pensamientos hará que la persona sea consciente de que tipo de pensamiento es
el que le llega, y prohíba el paso de los pensamientos negativos. De esta
manera se irá estrechando el camino de los pensamientos negativos para que
estos aparezcan con menos frecuencia, y empezará a ensancharse el camino de los
pensamientos elevados, y sean este tipo de pensamientos los habituales en la
persona.
Pero, ¿Qué es lo que sucede
habitualmente?, pues sucede que las personas al no permanecer atentas a los
pensamientos que llegan a su cerebro, los permiten todos, siendo habituales los
pensamientos negativos, (miedo, rabia, ira, envidia, orgullo, avaricia, etc.),
que cada vez serán más frecuentes y más potentes, siendo esta la causa de tanta
infelicidad y por supuesto de la crítica.
Si alguien quiere realmente
crecer, evolucionar, vivir hacia su interior para llegar a la Luz, lo primero
que ha de hacer es prestar atención a sus pensamientos, y cuando sea consciente
de un pensamiento inútil o negativo, no debe regodearse con ese pensamiento,
dándole vueltas y más vueltas, que es lo mismo que alimentarle, que darle
energía, lo que debe hacer es permitir que se vaya, y para hacerlo, la única
manera que existe para que desaparezca el pensamiento es llevar la atención a
otro sitio, por ejemplo a la respiración, así el pensamiento no tendrá energía
que le alimente, y volverá a su origen, el cuerpo mental.
Así, cuando el pensamiento desaparezca,
no existirá la palabra, no existirá la crítica, ni de palabra, ni de
pensamiento.
Dejar
que se vaya el pensamiento, llevando la atención a la respiración, es abrir la
puerta que comunica directamente con nuestro interior, es abrir la puerta que
comunica directamente con Dios.
La
crítica también es inversamente proporcional a la madurez de carácter. Pero
antes, es bueno saber que es realmente el carácter.
El carácter de una persona lo constituyen las
peculiaridades, cualidades y defectos que la distinguen de los demás.
Como la constitución de todos
nosotros, los seres humanos, es igual para todas las personas, sería natural
esperar que las personas fueran parecidas en todo, o en casi todo.
Pero esto no es cierto. Vemos
por todas partes grandes diferencias de carácter entre las personas,
diferencias en disposición, temperamento, conceptos de vida, en dones, talentos,
aptitudes naturales, etc.
Y aunque la educación y el
medioambiente influyen en el carácter, Esas cualidades aparentes ya se muestran
antes de que la educación o el medioambiente puedan haber tenido cualquier
influencia, porque ya están dentro de la persona y empiezan a desarrollarse antes
de los implantes externos.
Podemos verlo claramente entre
hermanos, uno de ellos puede tener una disposición alegre y feliz; otro, una
más seria, o quizá una malhumorada; uno de ellos puede ser pulcro y ordenado,
mientras otro es descuidado; uno de ellos puede ser generoso; y otro, egoísta;
uno de ellos puede ser temerario e informal, mientras otro es cauteloso y digno
de confianza.
Esto es así, porque una parte
de nuestro carácter ya viene impregnado desde vidas anteriores. Después del
nacimiento se sigue construyendo, o debilitando el carácter, al repetir pensamientos, al repetir emociones y
sentimientos, y por los hechos que resultan de ellos.
Si pensamos en algo muy a menudo y durante suficiente
tiempo, ese pensamiento, como decía anteriormente, tendrá tanta fuerza como la
palabra o la acción. Si repetimos un hechofrecuentemente se convertirá en un hábito.
Es también nuestro carácter lo que determina lo que
nuestra manera de pensar hará cuando nuestros pensamientos no están dirigidos
por nuestra voluntad. Somos entonces como una pluma movida por el viento,
dispuestos, entre otras cosas, a la crítica, de una manera feroz.
Como el carácter de una persona está profundamente
arraigado y no cambia de un día para otro, no podemos cambiarlo como lo hacemos
con nuestra disposición de ánimo, pero si podemos cambiarlo y remodelarlo con
el mismo método que utilizamos al construirlo. Es decir, repetir buenos
pensamientos, buenas palabras, buenas acciones. Si un edificio no es lo que
debería de ser, y queremos remodelarlo o reconstruirlo, eso sólo puede lograrse
al reemplazar partes defectuosas por unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe
hacerse poco a poco.
No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante
un proceso lento y laborioso. Esta es la razón por la cual deberíamos ser muy
cuidadosos con nuestra manera de pensar y con nuestros hechos cuando ocurren
por primera vez.
No existen atajos para remodelar el carácter. Se requiere
un esfuerzo que debe ser constantemente renovado y continuado, con voluntad, a
lo largo del año, mes a mes, día a día.
Está claro, por lo tanto, que
alguien que crítica está lejos de tener una madurez de carácter, madurez que no
se gana con los años por el mero hecho de envejecer, al contrario, con los
años, si no se trabaja el carácter, en vez de madurar y fortalecerse, este se
irá debilitando cada vez más, y la persona, ya que estamos tratando la crítica,
será más criticona.
Y los criticados, ¿Qué pueden
hacer?, pues no pueden hacer nada más que oídos sordos a la crítica, bendecir
al que critica, darse la vuelta, marchar y frecuentar poco al crítico.
Tú, hipócrita, saca primero la viga de tu propio
ojo,
y entonces
verás mejor para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Mateo 7:1
Los seres humanos tenemos una
habilidad especial que no suele ser mencionada en ningún tratado de fisiología:
Es una especie de “visión a ciegas”. Somos capaces de ver una motita en el ojo
de nuestro hermano con una visión completamente obstaculizada por una viga de
enormes dimensiones en nuestro propio ojo.
Y con esa visión especial, encontrar
una aguja en un pajar no suele ser ningún problema, siempre y cuando la aguja
sea un defecto y la paja un buen número de virtudes. Somos capaces de reconocer
un defecto entre mil virtudes, y además ser ciegos para las virtudes, haciendo
una auténtica disección del defecto, analizando las causas, y después de haber
masacrado con la palabra al portador del defecto, le podemos ofrecer, con la
mejor de nuestra falsa sonrisa los remedios para curar su mal.
Más que seres humanos tendríamos que
llamarnos seres hipócritas, porque somos capaces de fingir creencias,
sentimientos, cualidades, opiniones y virtudes que no tenemos, y hablar de
ellas como si fuéramos expertos, cuando ni tan siquiera las practicamos. Somos
capaces de cambiar una cara que juzga con dureza a una dulce sonrisa en un instante,
solo por el mero hecho de ver aparecer “nuestro reo”. Somos capaces de enseñar
un pan con una mano, mientras arrojamos piedras con la otra.
Criticando a los demás, lo único que hacemos es
esconder nuestros auténticos sentimientos, nuestras verdaderas limitaciones,
simular virtudes que no tenemos, y ocultar defectos reconocidos por nosotros mismos.
¿No sería mejor sacar primero la viga de nuestro
ojo, para ver con mayor claridad la paja en ojo ajeno?, ¿Qué pasaría si nos dedicáramos
a alabar las virtudes de los que nos rodean, en lugar de resaltar los
defectos?, ¿Qué pasaría si primero limpiáramos nuestra casa, antes de criticar
la suciedad en casa de los otros?
Para limpiar primero tu casa, te propongo un
juego. Diles a tu familia y a tus amigos que te escriban en un papel, aquello
que menos les agrada de ti, (por supuesto ruégales que sean honestos). Recíbelo
sin juicios, sin críticas y sin justificaciones. Analízalo, y comienza a
trabajar para cambiarlo, porque si eso es lo que opinan de ti, eso lo que eres,
con independencia de lo que tú opines sobre ti mismo.
El vídeo d’avui està dedicat, amt tot el meu cor
als sabadellencs.
¡Qué fácil
es predicar!, ¡Qué fácil aconsejar! No cuesta nada decir: “Lo que has de hacer
es….”, “Ten fe”, “Vive desde el corazón”, “Detén tu pensamiento”, “No tengas miedo”,
“No estés triste”. ¡Qué fácil es!
Pero, ¿Cuántas
veces se coloca el predicador en los zapatos del que sufre, o del que está
triste, o asustado?, ¿Cuántas veces ha vivido el predicador una situación similar
para dar consejos?, y si la ha vivido, ¿Cómo ha salido de ella?
Cada circunstancia
que se presenta en la vida, ni es, ni ha sido, ni será nunca vivida de la misma
manera por diferentes personas. Cada persona vive su circunstancia de manera distinta,
porque cada persona se encuentra en una situación completamente diferente a las
que se pueden encontrar los otros siete mil millones de habitantes que habitan
el planeta. Y son esas situaciones en que se encuentra la persona las que van a
determinar que la persona viva su problemática de una u otra manera.
Porque no es
la circunstancia en sí, es el estado de la persona, el que determina como
sentirse ante las distintas situaciones que va presentando la vida, y es desde
ese estado, desde el que se van a afrontar las situaciones que se presenten. El
consejo general puede servir en algunos casos, muy escasos, pero cada persona
tiene su matiz distinto, para despertar a la situación y hacerse fuerte frente
a ella.
Algo que
desde el exterior puede parecer una tormenta en un vaso de agua, es una
verdadera tragedia para quien la vive, es una verdadera tempestad en mitad del océano,
y escuchar: “Tranquilo, no es nada, ya pasará”, en vez de ser un salvavidas es
una verdadera losa que le hunde más y más en su desdicha, ya que en vez de
tenderle una mano, puede sentir que la están restregando por el rostro que se está
ahogando en una gota de agua.
Quiero hacer
un llamado desde esta plataforma, (y yo también me apunto), a tantos y tantos predicadores,
unos aficionados y otros profesionales, para que se abstengan de dar consejos
si junto a estos no va indexada la técnica a utilizar para salir del bache en
que se encuentra el aconsejado.
Y si no se
tiene la fórmula para que la persona trabaje, mejor que dar consejos es
sencillamente acompañar. Es muy terapéutico, en los momentos más duros y
traumáticos, que alguien esté, sencillamente al lado del que sufre. Un abrazo y
una caricia hace muchísimo más que el comentario: “Tranquilo, no es nada, ya
pasará”.
¡Cuantas
veces culpabilizamos a cualquier cosa que se mueva de nuestras desgracias!, y
aun peor que eso ¡Cuantas veces nos culpabilizamos a nosotros mismos!
Por
un lado, nos sentimos culpables por casi todo: Podemos sentirnos culpables
porque la pareja se enfada, o nos maltrata emocionalmente, o nos humilla y
destruye nuestra autoestima, y justificamos lo injustificable porque nos lo
merecemos, porque no hemos cubierto sus expectativas, etc., etc.
Podemos
sentirnos culpables por cualquier acción pasada, por un acto que cometimos hace
tiempo, por haber herido a alguien de palabra, a veces, da la sensación de que
hay personas que se sienten culpables por el mero hecho de existir. Y la culpa
da vueltas y vueltas en nuestra mente, de manera permanente, sin conseguir ser
conscientes de la realidad, e incluso, distorsionando esa realidad, en vez de
intentar reconciliarse con uno mismo.
Y,
por otro lado, culpabilizamos o criticamos a otros, sin piedad, por causas por
las que, sin embargo, si podríamos considerarnos responsables.
Las dos conductas son perniciosas: Sentirse culpable
podría ser bueno, en tanto en cuanto, nos ponemos en el lugar de los demás y de
lo que ellos podrían sentir. Sin embargo, de la misma manera que tenemos que
aprender a tolerar, comprender y perdonar conductas ajenas, tenemos que ser
capaces de aprender a vivir la realidad y, en caso de cometer un error,
aprender a perdonarnos a nosotros mismos y aprender la lección que conlleva, de
manera intrínseca, el error.
Culpar a los demás, aunque pueda existir razón para
ello, solo consigue alimentar en los demás el resentimiento, la separación y el
silencio.
Nadie es perfecto, y es mejor comprender la conducta
que criticamos y ser capaces de perdonar.
Tenemos
queaprender a liberarnos del sentimiento
de culpa, para ello es necesario identificar las razones que nos llevan a
sentir la culpabilidad, para liberarnos, lo más rápidamente posible de esos
sentimientos negativos. Como con cualquier otro sentimiento negativo, el mero
hecho de reconocer la causa alivia en gran medida la sensación.
En la
culpa, hemos de aprender a ser modestos. Nuestras culpabilidades a menudo son
desproporcionadas. Incluso hay culpabilidades que podríamos llamar orgullosas,
¡un poco como si estuviéramos convencidos de que somos el ombligo del mundo!
Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Hay
que aceptar el hecho de que nadie es responsable de la desgracia de los demás, al
menos no totalmente. A decir verdad, no somos responsables más que de nuestros
propios actos, pensamientos y palabras.
Lo más
importante consiste, sin duda, en saber perdonar y saber perdonarse.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo de la ignorancia,
rasgando el velo de la incomprensión, rasgando el velo del miedo, y se aposente
en el espacio sagrado de los corazones, que es el lugar donde están grabados
los recuerdos de todas las vidas que nos hemos permitido vivir, el lugar donde
se encuentra el verdadero propósito del viaje a la materia, el lugar donde se
guarda el archivo de nuestra verdadera filiación, el lugar donde se encuentra
todo aquello que en nuestro desatino buscamos desaforadamente en el exterior, allí
donde no se encuentra; lugar que de manera inconsciente, y con la inestimable
ayuda de nuestros padres y educadores, hemos cerrado a cal a canto, para hacer oídos
sordos al sufrimiento ajeno, y satisfacer así, sin remordimiento, los caprichos
del ego.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo de la ambición,
rasgando el velo de los deseos, rasgando el velo de las preocupaciones, y se
aposente en las mentes de los hombres, que es cuna del dolor, de la tristeza y
del sufrimiento, para que se adormezcan los pensamientos que separan al ser
humano de su propia esencia, que es
Amor, que es Paz, que es Alegría.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo del poder, rasgando el
velo de la ambición, y se deposite en los despachos de aquellos que rigen los
destinos de la humanidad, para que comprendan de una vez y para siempre, que su
misión es el servicio y el reparto equitativo de la riqueza entre todos los
habitantes del planeta, no solamente entre sus amigos o entre los que más
tienen, y que su trabajo, por el cual rendirá cuentas al otro lado de la vida,
no estará completado mientras una sola persona viva en la pobreza.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo de pobreza, rasgando el
velo de la humillación, rasgando el velo de la discriminación, y se deposite en
el alma de aquellos que malviven la miseria y sienten en ellos la injusticia,
para que se empapen de la energía del Amor y reciban la fortaleza necesaria
para sobrellevar con dignidad una vida injusta a todas luces.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, llegando a ti que paseas tu mirada por
estas líneas, y que mi grito se deposite en tu corazón, y ablande la dureza que
pueda habitar en él, para que trates a todos como a tus hermanos del alma, para
que sientas tu conexión con ellos, para que sientas tu conexión con todo, para
que sientas que eres una parte fundamental, una parte única del Universo. Para
que cambies hacia la justicia y el reparto equitativo, y empiece así a cambiar
tu mundo con tu cambio.
Y
después del grito el silencio, y con el silencio el sueño. He soñado que un
mundo mejor es posible. Un mundo más equitativo, un mundo en el que no importe
ni el lugar de nacimiento, ni la raza, ni las creencias, ni el sexo. Un mundo
en el que todos sus habitantes tengan las mismas oportunidades de acceso a las
riquezas del planeta, a la educación, a la sanidad. Un mundo en el que todos
sintamos alegría por ver la felicidad de otro ser humano, un mundo en el que
sintamos a nuestro prójimo como nuestro hermano. He soñado con un mundo lleno
de Amor.
He soñado
contigo, que no sólo sientes la humedad en tus ojos ante el sufrimiento de un
niño o la soledad de un anciano, sino que te rebelas ante la injusticia, ante
la discriminación del tipo que sea, ante la pobreza. He soñado contigo, y he
visto como trasmutabas tu rabia en compasión, y tu compasión en ayuda, porque
sabes que la compasión por sí sola no resuelve problemas, que es tu entrega la
que alivia el sufrimiento.
¿Hasta qué punto se podría vivir sin comprometerse, con ninguna organización, que persiga algún tipo de ideal, ya sea esta organización religiosa, política, deportiva, económica o social, ya sea como asociado, como simpatizante o como militante?
Ha surgido en mí la pregunta, razonando sobre el ser humano. Si tenemos claro que no somos el cuerpo, que somos fruto de nuestros pensamientos y creencias, que nuestro objetivo es alcanzar el Amor, la Verdad, la Paz y la Felicidad; y que, como decía Buda, para evitar el sufrimiento se ha de evitar el deseo. Es posible, que pertenecer a cualquier tipo de organización de tiene como bandera la consecución de un deseo puede ser contraproducente para el crecimiento del ser.
A no ser que ese deseo sea, permitirme la expresión, “superior”, y sirva como espoleta para ponerse en camino hacia algo “divino”, hacia algo “espiritual”, olvidando de inmediato que el camino se inició por un deseo, ya que la satisfacción llega con el caminar y no con la consecución de ese deseo inicial.
Si dejamos a un lado las ONG’s y fundaciones de ayuda humanitaria, que son las únicas que parecen acercarse a ese ideal “superior”, (no todas), el resto de organizaciones más bien parecen una especie de lavanderías donde lavar los cerebros y conseguir, unos pocos, vivir a cuerpo de rey, a costa de todos los demás.
Los fines de cualquier otra organización, (es posible que haya alguna excepción), sólo persiguen el embrutecimiento del ser humano, llenando su mente de deseos, criticando y enfrentándole a organizaciones contrarias, apegando a este al cuerpo, separándole del alma, incluidas las organizaciones religiosas. Separando al ser humano cada vez más de ese que decíamos nuestro objetivo: la consecución del Amor, de la Paz, de la Verdad y la Felicidad.
Como un ejemplo vale más que mil palabras, permitirme algunos en los que he meditado en esta reflexión, que pueden expresar de manera muy gráfica lo negativo de la pertenencia del ser humano a cualquier tipo de organización:
¿Qué pasa con los simpatizantes de una agrupación deportiva?, por ejemplo de un club de futbol. Como hay dos clubs de España que levantan pasiones en el mundo, nos valen como ejemplo, Real Madrid y Barcelona. Los socios o simpatizantes de estos clubs quieren que su equipo gane siempre, pero no se conforman con eso, necesitan que pierda el contrario, es decir necesitan de lo malo para alcanzar una felicidad tan efímera que durará solo una semana. ¿Dónde encontrar el ideal superior?, ¿Dónde la Verdad?, ¿Dónde el Amor?, ¿Dónde la Paz?, ¿Cuántas personas que viven en la más absoluta de las miserias podrían comer con el dinero que se despilfarra en el futbol? Yo ya pasé por esta reflexión, la dejo ahora en tus manos.
Y la pertenencia física o moral a un partido político, ¿Adónde nos lleva? Se supone que el fin de cualquier partido político es llegar al poder para conseguir el bienestar de los ciudadanos. Y mi reflexión me lleva a preguntar: ¿A qué ciudadanos? En cualquier régimen, sea este de derechas, de centro o de izquierdas, los únicos ciudadanos que parecen salir siempre favorecidos son los que tienen más potencial económico, por lo tanto parece que ya no están cumpliendo con su premisa principal que es “el ciudadano”. Y si realmente quieren nuestro bienestar, ¿Para qué tantos partidos diferentes?, ¿Por qué hay corrupción?, ¿Por qué se enfrentan unos partidos con otros?, ¿Por qué se enfrentan unos países con otros?, ¿Por qué nos llevan a las guerras?, ¿Por qué permiten que haya conciudadanos que pasen hambre, mientras ellos viven en la opulencia? Si un gobierno quisiera terminar con la pobreza de su país, lo conseguiría de inmediato, sólo hay que repartir equitativamente la riqueza, ¿o no?
Aun es más dramático con las organizaciones religiosas. Predican el Amor, y matan en nombre de Dios, o discriminan en Su nombre, o viven en palacios de oro, permitiendo la miseria a su alrededor. Los que parece que podrían estar más cerca de la Verdad, viven engañando y atemorizando a sus seguidores con castigos divinos y eternos.
Ante esta perspectiva, he llegado a algunas conclusiones: La pertenencia a cualquier organización es apego, y además parece que sus afiliados y dirigentes no parecen gente sería, sino más bien superficiales, ya que discriminan, critican, juzgan y desean lo peor para los contrarios. La pertenencia a estas asociaciones no potencian el crecimiento de las personas, no buscan la Verdad, no conocen el Amor, ni la Compasión, ni la Tolerancia, ni la Hermandad. Viven del engaño, de la prepotencia, de la amenaza y del miedo.
Por lo tanto, si realmente queremos alcanzar la Verdad y conocer el Amor, hemos de apearnos del mundo, pero ya que no podemos, si que podemos separarnos de cualquier organización con fines “inferiores”, es decir, cualquier organización que no persiga el ideal de la Felicidad, de la Paz, de la Igualdad, de la Hermandad, de la Verdad y el Amor.
Ante cualquier circunstancia negativa, lo primero que hacemos es mirar a nuestro alrededor para encontrar un chivo expiatorio al que cargarle con la responsabilidad de nuestro fallo. A veces, demasiadas, hasta nos sale bien la jugada y conseguimos que alguien se sienta mal y responsable de nuestras desastrosas acciones, o de nuestro mal humor, o de nuestra infelicidad. Culpabilizamos a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestro jefe, a la sociedad. Cualquiera es culpable menos uno mismo.
Pero……… Solo nosotros somos responsables de nuestros propios actos. En cualquiera de nuestras acciones, poco importan las situaciones o las circunstancias en las que nos veamos inmersos, poco importan las razones que demos para justificar cualquiera de nuestros actos, poco importa que achaquemos las “culpas” a los demás, poco importa el estado emocional en el que nos encontremos cuando actuamos, porque siempre, siempre, los únicos responsables de nuestras acciones somos nosotros mismos.
Si ante cualquier acción, pretendemos culpabilizar a otros, y con eso creemos que estamos libres de culpa, ¡error!, la culpa sólo es de aquel que realiza la acción. Es posible que la mente se quede satisfecha y encuentre justificación, pero no la conciencia, no el alma.
Existen tantas mentes que viven en el error y tantas conciencias diminutas, que sin ningún pudor enseguida sentencian: “la culpa es tuya”, “si no hubiera sido por ti no hubiera pasado”. Son irresponsables, son inmaduros, son manipuladores, y la manipulación es “maltrato emocional”. No culpar a los demás de las propias decisiones es signo de valentía, de madurez y de humildad, ya que el orgullo dificulta la petición de perdón, necesario para limpiar la acción realizada.
Una persona madura y responsable toma decisiones conscientemente, acepta las consecuencias de sus actos, y está dispuesta a rendir cuenta de ellos, porque la responsabilidad es un valor fundamental, es una prueba de madurez.
El camino más rápido para mejorar en responsabilidad es apreciar claramente que de nuestro comportamiento dependen cosas grandes. Las personas con ideales y metas elevadas se responsabilizan enseguida de sus decisiones, no culpabilizan jamás a nadie. Son las personas que creen que tienen ideales y que sólo mantienen esos ideales en la mente, sin realizar ninguna acción seria para la consecución de esos ideales, los que en su frustración culpabilizan a todo lo que se mueve a su alrededor.
La mejor forma para eliminar ese inmenso y extendido defecto, es pensar antes de culpabilizar a nadie que la persona que está ante ti eres tu mismo. ¿Recuerdas?………. “trata a los demás como tu mismo quieres ser tratado”, “con la vara que mides te medirán”.
Estudiad, estudiad, estudiad: Llegareis a ser mediocres
Amad, amad, amad: Seréis grandes.
Tomaseo
Cuando en un principio leía que el Amor es algo que anida dentro de nosotros, que se encuentra en nuestro interior, no entendía muy bien como podía ser. Cuando leía que el Amor es una energía, que es la energía que mantiene en orden el Universo, aun lo entendía menos. Cuando leía que no se ama realmente si se hace distinción entre las personas, mi confusión llegaba a su grado máximo. Estaba acostumbrado a querer a los míos, a mi familia, a mis amigos. Y bueno…….., es posible que el Amor anidara dentro de mí, aunque no lo tuviera nada claro, ya que sólo salía al exterior para manifestarse, de alguna manera, ahora sé que de una manera muy rudimentaria, cuando se trataba de ellos, y cuando veía al panadero, al vecino del quinto o al urbano que paseaba por la calle, no sentía absolutamente nada.
¿Cómo se podía querer a todo el mundo igual?, ¿Cómo se podía sentir Amor sin expresarlo a alguien?, ¿Cómo se podía amar sin que alguien fuera el objeto y la razón de ese Amor?, ¿No sería una más de tantas teorías de la New Age y, que llevarla a la práctica sólo estaría al alcance de unos pocos privilegiados?, ¿No sería charlatanería para llenar libros y vender más?
Cuando leía o escuchaba esto, estaba inmerso en algo que yo pensaba que era un proceso de transformación. Leía todos los libros de crecimiento interior que llegaban a mis manos con verdadera avidez, a veces, dos y tres a la vez, asistía a un sinfín de cursos, de charlas, de conferencias, practicaba yoga y meditaba de manera regular. Pero……… ¡tenía que faltar algo!, yo no sentía, o no creía sentir ese Amor que publicitaban en los libros.
En alguna de las charlas escuché que tendríamos que saber quiénes éramos, cuáles eran nuestras debilidades, y la faceta más característica de nuestro carácter. Todo ello con el objetivo de comprobar que tipo de energía nos envolvía, con tanta intensidad, que no permitía expresarse en toda su extensión cualquier otro tipo de energía. Y no podíamos olvidar que el Amor es una energía.
Tuve que pedir ayuda, yo no sabía, como casi nadie, cuáles eran mis mayores defectos. Ninguno de nosotros terminamos de conocernos, alguien dijo: “nadie se conoce, lo único que conoce es su sombra”, y es cierto, ni tan siquiera sabemos cómo somos físicamente, pues lo que conocemos de nosotros es, a fin de cuentas, nuestra imagen reflejada en un espejo, y ¿Será real el reflejo?,¿Será tan real como lo que los demás ven directamente?
Volviendo a la ayuda, resultó una lista que parecía interminable, en la que aparecían defectos y más defectos, de los que algunos yo pensaba, incluso, que eran virtudes. Y comencé el trabajo. Ahora puedo asegurar que ahí comenzó el verdadero trabajo de transformación, todo lo anterior sólo había sido un aperitivo: Se trataba de invocar, pensar y actuar, en y con, la virtud contraria al defecto. Encabezaba la lista el orgullo, y con él comencé el trabajo, cada vez que era consciente de que mi actuación, mis palabras, mis pensamientos o mis emociones se identificaban con el orgullo, trataba de pensar, hablar y actuar con humildad. Así poco a poco se fue reduciendo, aunque he de confesar que aún quedan resquicios. Después comencé con el segundo defecto de la lista, y después el tercero.
Además de todo ese trabajo, en mis meditaciones, llevaba la atención al chakra del alma, treinta centímetros por encima de mi cabeza, y repetía el mantra: “Yo Soy al Alma, Yo Soy Paz, Yo Soy Amor”.A partir de aquí, (había transcurrido tiempo, quizás tres años), comenzaron a ocurrir cosas: Sentía compasión donde antes había insensibilidad; sentía misericordia donde antes había dureza; el desasosiego se había transformado en paz; buscaba lo mejor de las personas cuando antes resaltaba la crítica; sentía serenidad donde antes residía el miedo; sentía alegría con la alegría de las personas y dolor ante su tristeza, “mi tiempo” cada vez era menos mío para dar un poco de él a los demás, “mi vida” empezó a ser menos mía, si alguien necesitaba de ella.
Ocurrieron más cosas, pero lo importante es que empecé a entender lo que era realmente el Amor. Virginia Satir, terapeuta familiar y escritora norteamericana, escribió acerca del amor incondicional un pequeño y profundo poema que refleja perfectamente lo que es el Amor: "Te quiero amar sin aferrarme, apreciarte sin juzgar, unirme a ti sin invadirte, invitarte sin exigir, abandonarte sin culpa, examinarte sin culpar y ayudarte sin insultar. Si puedo recibir lo mismo de ti, entonces podremos encontrarnos y enriquecernos de verdad".
No son necesarias más palabras: No siento, aun, que ame al vecino del quinto conla misma intensidad que amo a mi esposa, a mi hija, a mi madre, a mis hermanos o a mis amigos; pero siento por él y por el resto de seres humanos la misma comprensión y la misma compasión, trato de no juzgar, ni criticar, ni culpar, ni exigir, ni mentir, ni herir, ni atar a mí, absolutamente a nadie, trato de ser leal y honrado, trato de no coartar la libertad de nadie y respetar completamente sus pensamientos, sus palabras, sus actos, su vida. Y muchísimas veces lo consigo.
Y lo más importante de todo “soy feliz” sin necesitar nada del exterior, absolutamente nada, por lo que puedo entregar este Amor y esta Felicidad a los míos y a los que no lo son, para que puedan ellos sentirlo y vivirlo igual que yo. Hay que “predicar con el ejemplo”.
Esto debe de ser ese Amor que anida en nuestro interior. Yo sigo trabajando en ello. Hasta llegar a sentir el Amor que sentía, por ejemplo Jesús, creo que aun me queda un largo, un larguísimo trecho. Y tú……….. ¿Cómo lo llevas?
Todos nacemos imperfectos. Si fuéramos perfectos ya no tendría ningún objeto una nueva vida en la Tierra, porque todo el trabajo estaría realizado y asimilado en vidas anteriores. Nacemos porque todavía tenemos carencias y aprendizajes pendientes. Cada persona tiene sus propias imperfecciones: orgullo, impaciencia, pereza, envidia, miedo, rabia, odio, etc. Pero al final de la eliminación de todas nuestras imperfecciones, y la adquisición de lo que son nuestras carencias, todavía tenemos por delante el aprendizaje más importante: aprender a Amar.
Podemos trabajar de dos maneras: Por un lado, trabajando cada imperfección, para eliminar esta y adquirir la virtud contraria, que es la carencia. La lentitud o rapidez de este trabajo depende totalmente de la consciencia de la persona. Si esta es consciente de su defecto y de su carencia, el trabajo será rápido, ya que la sola consciencia de la imperfección elimina esta en un ochenta por ciento. Pero el problema estriba en que la persona no es consciente de que ha de eliminar, que ha de aprender, que ha de practicar y que ha de adquirir. No olvidemos que al poco tiempo de entrar en el cuerpo perdemos la memoria de toda la planificación de nuestra vida, por lo que no sabemos qué hemos de hacer, ni para que estamos aquí, y además, cargamos con nosotros, como una pesada losa, todas nuestras acciones, nuestros deseos y pensamientos de vidas anteriores. Esto deja a la persona a merced de su libre albedrio, de su propio pensamiento o de los dictados de su corazón. Dependerá de lo grande que sea la conexión con su corazón, y la desconexión de su mente, que sea más o menos consciente de sus necesidades.
Pero hay otro camino, podemos tomar un atajo: Podemos ir directamente al aprendizaje más importante: Aprender a Amar. Con la energía del Amor desaparece, de inmediato, la energía del miedo. Pero eso solo es el principio, cuando realmente se Ama, desaparecen todas las carencias y se adquieren de inmediato todas las virtudes.
Pensar, por un momento, en los personajes que todos admiramos, y de los que leemos su vida y su obra: Su bandera es el Amor, su tarjeta de presentación es la bondad, y su dedicación a los demás es absoluta. No existe en ellos nada parecido a la pereza, a la envidia, al odio o al rencor. Su preocupación no es donde pasarán las vacaciones, ni tener un coche más grande que el de su vecino. Su ocupación permanente es Amar y ayudar al prójimo, sea conocido o no, sea próximo o lejano, sea blanco o negro.
Seguramente crees que esto no es para ti porque ya amas suficiente. Puedes hacer tu mismo/a la prueba de cuán grande es tu amor. Si aun existe en tu vida un punto de intolerancia, de orgullo, de incomprensión, de falta de voluntad, de crítica, de envidia, etc., es que no amas lo suficiente. Si encuentras defectos en los demás, si la no consecución de tus deseos te entristece, aún no amas lo suficiente. Si discriminas por la raza, por el idioma, por la religión o por cualquier otra causa, es que no amas lo suficiente.
Reflexiona en la soledad de tu meditación si amas lo suficiente y cual es el camino que quieres seguir. Pero te aseguro que el atajo del Amor no sólo es más rápido, sino que también es más cómodo. ¡Tú eliges!
Trabajamos duro para conseguir incrementar nuestro nivel de energía y de vibración, para ser cada día mejores personas, para ayudar cada vez más, para ser más compasivos y más tolerantes, para acercarnos más a Dios. Es cierto, que caemos y nos volvemos a levantar, pero seguimos trabajando con determinación. Y según vamos alcanzando mayores niveles de vibración, somos conscientes del “conocimiento y del poder” que se encuentra en nosotros y, cuando descubrimos “eso”, queremos mantener, a toda costa, el nivel de vibración alcanzado.
Mantener la energía, no es difícil, sólo hay que mantenerse en el nivel de pureza de la vibración conseguida. Me explico: A más vibración, más sutileza; ¡recordar que nuestro fin es llegar a integrarnos con la Energía Divina!, es decir, Sutileza Total. Por lo tanto, hemos de actuar, física, mental, emocional y espiritualmente, de acuerdo con aquello que queremos alcanzar, hemos de actuar como si ya estuviéramos vibrando con la Energía Divina: Bondad absoluta, Verdad absoluta, Amor absoluto, Paz infinita, Certeza total.
Y cada vez que nuestra actuación se sale de estos parámetros de “totalidad”, nuestro nivel de energía decrece: Cada vez que no decimos la verdad absoluta, cada vez que intentamos manipular, cada vez que intentamos sacar beneficio a costa de otros,cada vez que dudamos de nuestra divinidad, cada vez que se apodera el miedo de nosotros, cada vez que no compartimos nuestro conocimiento, nuestro poder, nuestro dinero, nuestra compasión; cada vez que juzgamos o criticamos. En todos estos casos nuestro nivel de energía desciende, unas veces somos conscientes de ello, y otras no lo somos. Pero cuando eso ocurre, nos volvemos más terrenales, alejándonos del espíritu y perdiendo el contacto con nuestra alma.
Es cierto, que cuando desaparece la causa del descenso de energía, esta vuelve, normalmente, al punto de partida. Pero mientras dura la bajada, ¡y puede ser de larga duración!, estamos más expuestos a los peligros del cuerpo y de la mente, a todos esos peligros que con tanto trabajo y sacrificio, vamos dejando atrás: miedos, dudas, anhelos, deseos, tristeza, etc. Y son justamente todos estos peligros, la causa primera del descenso de la energía, ya que es la identificación con el cuerpo y la conexión a través de la mente con las cuestiones terrenales, la causa más normal de la desconexión de nuestra alma.
Es como la pescadilla que se muerde la cola: Estamos fantásticos, pero por alguna razón, desconocida o no, aparece un punto de, por ejemplo, miedo en nuestra mente. De manera inmediata desciende la energía, la mayoría de las veces bruscamente. Con el nivel de energía y de vibración en su punto más bajo, el pensamiento de miedo se apodera de nosotros contanta fuerza, que somos incapaces de tener consciencia de la desconexión. En ese momento, nos convertimos, nuevamente, en los trogloditas, que éramos antes de alcanzar nuestro nivel superior de vibración.
Afortunadamente, nuestro trabajo sirve para algo y, siempre, en algún momento, somos conscientes de nuestro estado. Es entonces cuando elegimos seguir terrenales, o volver a nuestro estado inicial de vibración. Para volver al estado inicial, no es suficiente con proponérselo, ni tan siquiera con sentarse a meditar en ese momento, ya que la mente ha tomado el mando y no lo va a dejar fácilmente.
Aunque cada persona, sabe mejor que nadie como volver a dominar a su mente, cuento mi formula: Si puedo, trato de tomar contacto con la naturaleza: no hace falta escalar una montaña, puede ser un jardincito, un árbol de la calle o una maceta de casa; lo importante es que sea un espacio de energía limpia y más poderosa de la que en ese momento me rodea; y en ese espacio, respiro lenta y suavemente por la nariz, mientras imagino, pienso o visualizo como esa energía limpia hace crecer mi aura. La punta de la lengua la tengo en el paladar, y entre la inhalación y la exhalación, hago una pequeña retención. A la vez, voy repitiendo lentamente en mi interior “Yo Soy el Alma”.
Con esto se recupera nuevamente el nivel de vibración inicial. Todo son técnicas. Lo importante es tener la paciencia y la voluntad para llevarlas a cabo.
Los seres humanos tenemos, en todo momento, libertad para elegir los derroteros por los que queremos que discurra nuestra vida.
Haciendo uso de esa libertad de elección los seres humanos van tomando decisiones y eligiendo caminos, que les llevan a su propio sufrimiento o al de las personas que les rodean, sin ser conscientes, de que otra decisión distinta a la tomada con anterioridad, les podría suponer una paz interior equidistante ciento ochenta grados, del sufrimiento generado por la primera decisión.
Recuerdo cuando mi mente era todavía una jaula de grillos, cuál era mi estrategia para evitar, en todo lo que pudiera, tomar decisiones que me desestabilizaran emocionalmente: Pensaba “Si se parara mi corazón en los próximos dos minutos, ¿De qué me serviría este enfado?, incluso, aunque en mi mente pensara, y en mi interior sintiera, que era mía la razón, ¿Qué ganaba con el disgusto si dejaba de existir en los dos minutos siguientes? Y de manera inmediata trataba de suavizar la situación, y eso era suficiente para mantener mi estabilidad emocional, aunque no siempre lo conseguía. La situación, entonces, podía variar o no, pero incluso, si no lo hacia y todo seguía igual en el exterior, yo, al menos, me mantenía estable.
Haciendo uso de mi libertad de elección, hace ya tiempo que decidí intentar no sufrir por los demás, y en su lugar intentar amarles, a pesar de……. Amar a los demás supone tenderles siempre la mano, supone eliminar la crítica, incluso de pensamiento, supone no verse afectado por juicios ajenos, supone intentar ayudar cuando lo soliciten, supone no inmiscuirse en vidas ajenas, supone aceptar cualquier vida, y cualquier situación de esas vidas, supone alejarse cuando no se es aceptado, supone desear siempre lo mejor para todos, a pesar de……..
¿Cuál es la diferencia entre sufrir por los demás o amarles? Ya sabemos que todo es energía, y que la energía afecta físicamente, sanando o enfermando al cuerpo, en función de la calidad de esa energía. El sufrimiento es energía sucia, oscura, pesada, es esa energía que va afectando al cuerpo de manera negativa, enfermándole lentamente como si una gota de veneno entrara en él cada día. El amor también es energía, pero a diferencia de la anterior es una energía limpia, clara, luminosa y sanadora.
Sufrir o amar, amar o sufrir, sólo es una elección, pero esa elección, a diferencia de otras, como el lugar de vacaciones o el color del coche, cambia completamente la vida, ya que permite vivir, de manera permanente, algo que los seres humanos buscamos desde que tenemos uso de razón: la felicidad.
Todos podemos decidir cuál es la forma de vida que queremos, sólo hemos de tener claro cómo queremos vivir y trabajar para ello. Puedo asegurarte que se consigue. ¡Tú decides!
¿De que serviría enfadarte con el vecino, si dos horas después tuvieras la visita de la muerte?, ¿Tendría algún objeto mantener sentimientos de rencor hacia tu hermano, si ese mismo día dejaras de existir?, ¿Cuán importante sería pisar a tu compañero de trabajo para conseguir un ascenso, si al día siguiente ya no fueras a trabajar por haber muerto?, ¿Cómo te gustaría dejar este mundo?, ¿Sabiendo que has hecho felices a tus seres queridos, o con el regusto amargo de haberte pasado las últimas horas de tu vida criticando cualquier acción de tu familia?, ¿Cómo te gustaría que te recordaran?, ¿Como la persona que ayudó a los demás cada vez que se presentaba una oportunidad, o como el egoísta que no sólo no prestaba ningún tipo de apoyo, sino que además, se apropiaba de todo lo que pudiera favorecerle aunque perjudicara a sus hermanos?
Reflexiona durante un momento………….. Imagínate que mañana no verás el nuevo día, ¿cómo te gustaría despedirte? ¿Te gustaría que dijeran eso tan manido de “tanta paz lleve como paz deja”? No, no somos lúgubres ni tétricos, puede pasar, de lo único que podemos estar seguros es de que vamos a morir. No sabrás lo que vas a comer mañana, ni cómo será el hotel de tus vacaciones, pero puedes estar seguro/a de que un día vas a dejar de existir en tu cuerpo físico. ¿Por qué no mañana?, ¿Alguien te ha dicho que será dentro de diez, veinte o cincuenta años?
Reflexiona……….., reflexiona……….., reflexiona si merece la pena la vida que llevas de críticas, de enfados, de rencores, de tristeza, de silencios, reflexiona………
¿Qué pasaría si supieras la fecha de tu muerte y esta estuviera próxima?, ¿No te gustaría que tus compañeros de trabajo, al ver tu asiento vacío, les inundara un sentimiento de amor y lealtad por lo mucho que has hecho por ellos?, ¿No te sentirías feliz porque cada persona con la que has tenido contacto te recordara por tu amabilidad, por tu sencillez, por tu colaboración, por tu alegría?, ¿No les harías saber a los tuyos lo mucho que les quieres, lo feliz que te han hecho, cuanto han hecho por ti?
¡Pues hazlo!, Cuando te levantes de la silla después de leer esto empieza a actuar como si mañana fuera tu último día en la Tierra: No critiques, ¿de qué sirve?, y además no serás criticado/a; no juzgues, ¿de qué sirve?, y además no serás juzgado; expresa tu amor a todos, ayudando, apoyando, colaborando, todos son tus hermanos, y lo verás más claro cuando dejes el cuerpo y veas tu conexión con todo y con todos. Sin cuerpo ni hay razas, no hay sexo, no hay ideologías, no hay creencias, Pero sobre todo expresa tu amor a los tuyos: que no pase ni un solo día sin decirles “Te quiero”, que no pase ni un día más sin pedir perdón por tu comportamiento crítico, que no pase ni un segundo más por tu ¿maltrato emocional?
Así llegarás al último día de tu vida alegre, feliz, en paz y lleno/a de amor. Así la energía que te llegue el día que te vayas será amor puro, y te ayudará a seguir creciendo allá donde vayas.
Actúa cada día como si fuera el último. No lo dejes para mañana, puede ser tarde, muy tarde, puede ser que ya no estés.