Terminábamos la entrada de “Yo Soy el Alma” diciendo que “Para vivir desde tu alma y hacer que florezca y se convierta en una llama dorada, has de llevar una vida de virtud, haciendo servicio, teniendo apropiadas relaciones con otras personas y con la Naturaleza y mediante la práctica regular de la meditación, de la oración y del silencio”.
¿Lo desarrollamos un poco?, ¿qué es una vida de virtud?: La palabra virtud, del latín “virtus”, igual que su equivalente griego, “areté”, significa "cualidad excelente", "disposición habitual a obrar bien en sentido moral".
Para Platón, la virtud es “la perfección del alma”, y para Aristóteles la virtud es una "excelencia añadida a algo como perfección".
La virtud es un hábito, es un hábito mediante el cual potenciamos las cualidades del alma, (inclusividad, amor, alegría, felicidad, participación, soledad, indiferencia espiritual, impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma interior, responsabilidad, sabiduría e intuición), y como todo hábito requiere un aprendizaje y una repetición; es decir, se requiere voluntad, por lo que bien podríamos decir que la virtud es una cualidad de la voluntad que, además, supone un bien para un@ mism@ y para los demás.
Desde siempre nos han enseñado que las virtudes son: Teologales y morales. Las virtudes teologales son tres:
- Fe: Creer lo que no vemos. Por ejemplo el alma, por ejemplo Dios.
- Esperanza: Confiar en que vamos a alcanzar la Iluminación y vamos a disponer de los medios necesarios.
- Caridad: Amar a Dios, amarnos a nosotros mismos, y a los otros, como a nosotros mismos.
Las virtudes morales son cuatro:
- Prudencia: Saber cuál es el verdadero bien, y elegir los medios justos para realizarlo.
- Justicia: Consiste en la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde.
- Fortaleza: Asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien.
- Templanza: Modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos.
Los buenos hábitos, es decir, las virtudes, consiguen que se vaya estableciendo el dominio de la inteligencia en la vida del espíritu, es decir, es utilizar la inteligencia. Los vicios dispersan las fuerzas de la persona, mientras que las virtudes las concentran y las ponen al servicio del alma.
Una persona que es perezosa, que tiene el vicio de la pereza, puede fijarse, propósitos estupendos, pero es incapaz de cumplirlos: su propósito resulta derrotado por la pereza, por la resistencia del cuerpo a moverse. ¡Es imprescindible la voluntad! Voluntad para meditar, voluntad para no juzgar, voluntad para dejar de fumar, voluntad para no comer carne, voluntad para vivir y ser feliz, voluntad para ser cada día mejor, voluntad para amar, voluntad para servir a los demás, voluntad……….., voluntad………., voluntad.
Una persona que tiene virtudes, es decir que tiene voluntad, es libre, es mucho más libre que la persona que no tiene ninguna virtud, que es como una hoja movida por el viento. La persona con voluntad es capaz de hacer lo que quiere, cualquier cosa que decida, mientras que la otra es incapaz. La persona que no tiene virtudes, que no tiene voluntad, no decide por sí misma, sino que algo decide por ella.
¿Qué es una vida de servicio? Los valores más importantes de la esencia humana son el esfuerzo desinteresado, el servicio y la lucha a favor de una sociedad mucho mejor y unos seres humanos superiores.
El servicio es el ejercicio de la caridad. Una actitud de servicio es reconocer en cada ser humano una persona valiosa, una persona de quien se puede aprender y a quien se puede ayudar, una actitud de servicio es mostrar interés por lo que le sucede a la otra persona, es la capacidad de entender que sienten las personas, es incluir en nuestra vida el hábito de ayudar antes de ser ayudados, al hábito de comprender antes de ser comprendidos, el arte de amar antes de ser amados.
Cuando desarrollas una actitud de servicio a los demás, estas intercambiando servicio por poder. El poder que se recibe es una influencia sobre las personas a las que has ayudado, que hace que te conviertas para ellas en un líder, quieren estar contigo, te vuelves importante para ellas, eres como un imán para esas personas, te necesitan, te consultan, te respetan.
La actitud de servicio va siempre unida a una actitud positiva, es por eso que las personas con actitud de servicio a los demás, son personas alegres, optimistas, que esperan siempre lo mejor de la vida
Las personas con actitud de servicio son responsables de sus propias vidas, tienen el control de sus vidas a pesar de las circunstancias. No viven echándole la culpa a los demás de lo que les sucede.
Se puede reaccionar en forma positiva o negativa; las personas responsables de su propia vida eligen reaccionar en forma constructiva, no se dejan influenciar negativamente del ambiente. Son aquellas personas que deciden hacer lo que hay que hacer, a pesar de las circunstancias, y punto.
El servicio a los demás también es un signo de madurez. Las personas con actitud de servicio comprenden todos los beneficios que obtienen al comportarse de esta manera con las demás personas y descubren que es una filosofía de vida, un estilo de vida, el cual es un privilegio alcanzar. Servir a los demás solo se le es dado a los seres grandes.
De todo lo anterior podemos concluir que la actitud de servicio es una marca indeleble de la gente superior, del líder, de la gente iluminada, de las personas con personalidad magnética, del padre y la madre amorosos, del maestro comprometido con su profesión, del estudiante responsable, del empresario triunfador, del empleado eficaz, es decir todo lo que cualquier persona puede desear: ¡una bendición divina! ¡un privilegio! Reservado solo para los seres superiores.
En 1888 Mahatma Gandhi fue a Inglaterra, donde estudió Derecho. Una vez iba caminando por una calle de Londres y fue sorprendido por un chaparrón de agua. Gandhi empezó a correr para huir de la lluvia y logró refugiarse debajo del alero de un lujoso hotel, ahí se quedó parado mientras pasaba el vendaval. A los pocos minutos apareció una lujosa limosina y de ella salió un magnate inglés, le bajaron las maletas y el coche fue conducido hasta el estacionamiento.
¡Oye tú!, cógeme las maletas, gritó el británico a Gandhi. Gandhi miró hacia los lados y hacia atrás para ver a quién se dirigía el magnate, ¡eh tú, hindú!, repitió el inglés con fuerza, ¡He dicho que me cojas las maletas!
Gandhi se dio cuenta de que era con él a quien hablaba el potentado, y entonces se acercó a cargarlas. El inglés le ordenó que lo siguiera hasta el cuarto piso; él subió por el ascensor y el hindú por las escaleras, porque en esa época los hindúes eran considerados menos que los demás.
Una vez que Gandhi dejó las maletas en el sitio indicado, se dispuso a retirarse.
¡Mira tú, indio!, ¿Cuánto te debo?, dijo el magnate. Señor, usted no me debe nada, contestó Gandhi cortésmente.
¡Mira tú, indio!, ¿Cuánto te debo?, dijo el magnate. Señor, usted no me debe nada, contestó Gandhi cortésmente.
¿Cuánto me vas a cobrar por subirme las maletas?, insistió el hombre. Señor, repitió Gandhi, yo no voy a cobrarle nada.
¿Tú trabajas aquí?, ¿no? No señor, yo no trabajo aquí; yo estaba en la puerta esperando que dejara de llover para continuar mi camino.
Si tú no trabajas aquí, ¿por qué subiste las maletas? Porque usted me pidió que lo hiciera, y lo hice, dijo Gandhi.
¿Quién eres tú? Yo soy Mohandas Karamchand Gandhi, estudiante de Derecho de la India. Bien, bien... entonces, ¿cuánto me vas a cobrar? Señor ya le dije, no le voy a cobrar nada y nunca pensé en cobrarle, dijo Gandhi.
Si tú no pensabas cobrarme nada por subirme las maletas, dijo nuevamente el inglés, entonces ¿por qué me la subiste? Señor, expresó el futuro Mahatma, yo le subí las maletas a usted por el inmenso placer que me causa el colaborar con los demás, por eso lo hice, porque para mí servir es un placer.
Sin comentarios.
De las relaciones apropiadas con otras personas no nos vamos a extender: Trata a los demás como tú quieres ser tratado,
¿Por qué relaciones apropiadas con la Naturaleza?: La Tierra es nuestra casa, la Tierra nos da la vida, todos los seres que la habitamos estamos unidos a ella y entre nosotros. Inspiramos aire y expiramos dióxido de carbono que necesitan los vegetales. Bebemos agua. Comemos plantas que han crecido en la tierra fértil, absorbiendo lluvia, luz y calor del Sol. Utilizamos los recursos naturales de la Tierra como fuentes de energía.
Sin embargo, nuestro planeta está enfermo. Está afectado por la contaminación, por los residuos, por la lluvia ácida....... En definitiva, por causas generadas por las acciones humanas. Así, la Tierra es un lugar especial, pero frágil, muy frágil. ¡Estamos destruyendo la Tierra!, ¡estamos destruyendo nuestra casa y nuestra despensa!, ¡estamos preparando para nuestros hijos y nietos parajes desérticos, sin agua, sin aire, sin sol! ¡Cuida la Tierra como tu casa, recicla, ahorra energía, cuida del agua, respeta los animales y las plantas! Respetar la Tierra es respetarte tú.
De la meditación, de la oración y del silencio, no es necesario decir nada.
Pasemos en silencio a nuestro espacio de meditación.