Todos
conocemos la esclavitud, situación por la que una persona pertenece a otra.
Desde la antigüedad, hasta nuestros días, hay personas que por una u otra razón
pertenecen a otra que la explota.
Pero esa
esclavitud, conocida por todos, podríamos decir que es, a simple vista, una
esclavitud física. Se esclaviza a la persona para su explotación. Incluso en la
actualidad existe este tipo de esclavitud, y no es pequeño el número de
esclavos, ya que se cifra entre doce y veintisiete millones el número de seres
humanos esclavizados.
Y posiblemente
sean muchos más, ya que existe un tipo de esclavitud como forma de trabajo en
muchos casos legal.
Los niños
soldados, son esclavos; las prostitutas, son esclavas; niños que trabajan en
minas o para empresas multinacionales en países subdesarrollados son esclavos;
trabajadores con sueldos de miseria, son esclavos, y así podríamos seguir hasta
confeccionar una lista interminable.
Pero quiero
hablar de otro tipo de esclavitud. La esclavitud de muchos seres humanos que se
encadenan por propia voluntad, utilizando como grilletes sus propios
pensamientos, sus propios sentimientos y sus propias emociones. Pocos son los
seres humanos que pueden realmente proclamar que son libres.
La libertad,
que es la capacidad del
ser humano para obrar según su propia voluntad a lo largo de su vida, no puede
ser proclamada por tantas y tantas personas que viven atadas a pensamientos de
dolor, que viven subyugados por sus vicios, que permanecen atados
emocionalmente a sus familiares, que vagan temerosos por la vida por lo que otros puedan pensar, que desean
vehementemente el último modelo de auto, etc., etc.
Nadie en las condiciones anteriores
puede proclamarse libre. Es cierto que no están atados con cadenas por otro ser
humano, pero sus cadenas, es posible, que aun sean más difíciles de cortar, porque
mientras los que se encuentran encadenados de cuerpo, en su interior existe el
anhelo de libertad, al menos de libertad de su cuerpo, mientras que los
esclavos encadenados a las cadenas de su mente, ni tan siquiera ansían la
libertad porque no son conscientes de su esclavitud.
Si preguntamos si se sienten libres
contestarán que sí. Y si ahondamos en la pregunta: Pero ¿Realmente te sientes
libre? Llegarán a otra forma de esclavitud. La esclavitud de los que vagan por
la vida sin amar lo que hacen. A estos ante la pregunta de si se sienten
libres, contestarán que no, porque tienen que trabajar cada día en algo que no
les agrada.
No son tampoco conscientes de que el trabajo
es una elección y si realmente amaran su trabajo se sentirían libres en él. Es posible
que el concepto de libertad lo tengan mal entendido y que para ellos la
libertad no sea la libre capacidad de elección, sino que la libertad sea no
hacer nada.
En fin, que realmente hay muy pocos
seres humanos que puedan calificarse como libres. Unos conscientemente porque
no aman la vida, su vida, y otros de manera inconsciente porque viven atados a
su mente.
Para soltarse de las cadenas es
imprescindible que la persona sea consciente de su falta de libertad. Sin esa
condición no puede hacer absolutamente nada, porque no sabe que vive atado.
Sólo cuando la persona sea consciente de su falta de libertad podrá poner los
medios para soltarse de lo que sea que la mantiene prisionera.
Los medios para liberarse son tan
variados como variadas son las situaciones. Es difícil, por lo tanto, dar una
receta, pero me atrevería a recetar, de manera general, la meditación. Con ella
se puede acceder al corazón que es el instrumento donde se pueden encontrar
todas las respuestas, todas las alternativas y las posibles soluciones.