El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 3 de abril de 2014

Apegos y desapegos


            El mundo con el que nos relacionamos está creado por la Mente.
El apego es una vinculación afectiva intensa que se desarrolla entre dos personas, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y el mantenimiento de la proximidad entre ambas ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección.
Todos conocemos lo que es el apego hacia una persona, porque todos lo vivimos, o vivimos algo parecido en nuestras relaciones con nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja o nuestros amigos. Pero aparte del apego conocido hacia personas, existe otro apego, hacia otras cosas, como pueden ser: La aprobación social, es decir, apego al qué dirán; a la fama, al poder, a los cánones de belleza, a la moda, a internet, al juego, etc. Aunque a todos estos se les denomina adicciones. Y aun podríamos decir que existe otra clase de apego, el apego al sufrimiento, el apego al dolor, el apego a la infelicidad, y aunque parezca sorprendente son muchas las personas que necesitan el sufrimiento para seguir viviendo.
El apego, que es mantener una relación dependiente hacia alguien o hacia algo, hace que la persona entregue su poder a ese alguien o a ese algo. No, en realidad es más que la entrega del poder, es la entrega del alma para conseguir protección, seguridad, apoyo, bienestar emocional o placer.
El apego es, sin exagerar, una obsesión con un objeto o con una persona, y esa obsesión hace creer a la persona, que ese objeto o esa persona, la va a hacer feliz, que va a durar eternamente y que eso es justamente lo que le da sentido a su vida. Eso es un error tremendo, ya que ninguno de esos planteamientos es correcto: Nada dura eternamente, lo que va a hacer que con la perdida llegue el sufrimiento.
Pero además del sufrimiento, con el apego se pierde la libertad, se pierde la dignidad, se pierde el respeto hacia uno mismo.
Ante esto, parece claro que es imprescindible el desapego. Desapego es soltar, desapego es optar por la libertad, desapego es mantener la paz interior, desapego es dejar atrás el victimismo, desapego es amor.
El desapego es libertad porque cambia la relación con los sueños, las metas y los deseos. Porque estos no se olvidan ni se dejan de perseguir, pero la no consecución de los mismos deja a la persona con total indiferencia. La persona no permanece subyugada por el resultado.
El desapego es amor porque aferrarse a algo o a alguien es perder la libertad y es causa de sufrimiento. No quiere decir que no se pueda sentir devoción por una persona o admiración por un concepto. Amar no es poseer. El Amor sólo puede existir en libertad.
En el desapego no hay una relación de dependencia, no hay expectativas.
El desapego es una Ley del Universo. Esta ley dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; solamente renunciamos al interés por el resultado.
Pero, ¿Cómo desapegarse? Hemos de tener claro que desapego no significa cortar con algo o alejarse. Desapego es aprender que no necesitamos nada del exterior para estar en paz y que no controlamos nada. Reflexionemos sobre qué es lo que te da tristeza, enojo, alegría, sobre lo qué reclamas o por qué te quejas, sobre qué es lo qué te quita la paz. Para eliminar todo eso, necesitamos fortaleza, es decir desapego, para permanecer libres de la influencia de los demás, de opiniones, de juicios, de comentarios.
Y para eso, MEDITAR, MEDITAR, MEDITAR. La meditación es una poderosa herramienta. La más poderosa, ya que gracias a ella sentimos como se genera paz, nos aislamos de lo externo, escuchamos a nuestro ser interno, gracias a ella soltamos las ataduras y vivimos en libertad.
El desapego es amar a las personas que nos rodean y dejarlas ir sin que eso nos provoque tristeza. Es estar con nosotros mismos, en nuestra propia libertad. Puede parecer un trabajo duro, pero nos va a reconfortar y sobre todo, nos vamos a sentir libres.
Khalil Gibran en “El Profeta” lo refleja de manera perfecta:
Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar
            ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como
 vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer.
Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son
            impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para
 que Su flecha vaya veloz y lejana.
Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como él
ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.

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