El mundo
con el que nos relacionamos está creado por la Mente.
El apego es una vinculación afectiva intensa
que se desarrolla entre dos personas, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y el
mantenimiento de la proximidad entre ambas ya que esto proporciona seguridad,
consuelo y protección.
Todos conocemos lo que es el apego hacia
una persona, porque todos lo vivimos, o vivimos algo parecido en nuestras
relaciones con nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja o nuestros
amigos. Pero aparte del apego conocido hacia personas, existe otro apego, hacia otras cosas, como pueden ser: La
aprobación social, es decir, apego al qué dirán; a la fama, al poder, a los
cánones de belleza, a la moda, a internet, al juego, etc. Aunque a todos estos
se les denomina adicciones. Y aun podríamos decir que existe otra clase de
apego, el apego al sufrimiento, el apego al dolor, el apego a la infelicidad, y
aunque parezca sorprendente son muchas las personas que necesitan el
sufrimiento para seguir viviendo.
El apego, que es mantener una relación
dependiente hacia alguien o hacia algo, hace que la persona entregue su poder a
ese alguien o a ese algo. No, en realidad es más que la entrega del poder, es la
entrega del alma para conseguir protección, seguridad, apoyo, bienestar emocional
o placer.
El apego es, sin exagerar, una
obsesión con un objeto o con una persona, y esa obsesión hace creer a la
persona, que ese objeto o esa persona, la va a hacer feliz, que va a durar
eternamente y que eso es justamente lo que le da sentido a su vida. Eso es un error
tremendo, ya que ninguno de esos planteamientos es correcto: Nada dura
eternamente, lo que va a hacer que con la perdida llegue el sufrimiento.
Pero además del sufrimiento, con el
apego se pierde la libertad, se pierde la dignidad, se pierde el respeto hacia
uno mismo.
Ante esto, parece claro que es
imprescindible el desapego. Desapego es soltar, desapego es optar por la
libertad, desapego es mantener la paz interior, desapego es dejar atrás el
victimismo, desapego es amor.
El desapego es libertad porque cambia
la relación con los sueños, las metas y los deseos. Porque estos no se olvidan
ni se dejan de perseguir, pero la no consecución de los mismos deja a la
persona con total indiferencia. La persona no permanece subyugada por el
resultado.
El
desapego es amor porque aferrarse a algo o a alguien es perder la libertad y es
causa de sufrimiento. No quiere decir que no se pueda sentir devoción por una
persona o admiración por un concepto. Amar no es poseer. El Amor
sólo puede existir en libertad.
En el
desapego no hay una relación de dependencia, no hay expectativas.
El desapego es una Ley del Universo. Esta ley dice que para adquirir cualquier cosa en el
universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa
que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la
intención ni al deseo; solamente renunciamos al interés por el resultado.
Pero, ¿Cómo desapegarse? Hemos de tener claro que desapego
no significa cortar con algo o alejarse. Desapego es aprender que no
necesitamos nada del exterior para estar en paz y que no controlamos nada. Reflexionemos
sobre qué es lo que te da tristeza, enojo, alegría, sobre lo qué reclamas o por
qué te quejas, sobre qué es lo qué te quita la paz. Para eliminar todo eso, necesitamos
fortaleza, es decir desapego, para permanecer libres de la influencia de los
demás, de opiniones, de juicios, de comentarios.
Y para eso, MEDITAR, MEDITAR, MEDITAR. La meditación
es una poderosa herramienta. La más poderosa, ya que gracias a ella sentimos
como se genera paz, nos aislamos de lo externo, escuchamos a nuestro ser
interno, gracias a ella soltamos las ataduras y vivimos en libertad.
El desapego es amar a las personas que nos rodean y
dejarlas ir sin que eso nos provoque tristeza. Es estar con nosotros mismos, en
nuestra propia libertad. Puede parecer un trabajo duro, pero nos va a
reconfortar y sobre todo, nos vamos a sentir libres.
Khalil Gibran en “El Profeta” lo refleja de manera perfecta:
Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la
casa del mañana que vosotros no podéis visitar
ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos
como
vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer.
Vosotros sois el arco desde el
que vuestros hijos, como flechas vivientes, son
impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la
senda del infinito y os doblega con Su poder para
que Su flecha vaya veloz y lejana.
Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así
como él
ama la
flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.
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