Las
pruebas y los sufrimientos más duros con los que nos encontramos los seres
humanos, llegan de la lucha con la naturaleza emocional, llegan de una lucha
interna con los deseos.
La
persona que logra dominar sus deseos ha avanzado un paso de gigante y decisivo
en pos de su felicidad.
Pero,
¿Qué es un deseo?: El deseo es la atracción que se siente por algo que
proporciona placer, o la repulsión de aquello que causa dolor.
¿Cómo
se genera?: Supón que te sientas a comer. Cuando el bocado entra en contacto
con el paladar, se producen unas vibraciones, que aparecen como una sensación
particular en el cuerpo emocional. Si el plato es sabroso, según tu gusto, la
sensación será agradable. Una vez que terminas la comida, la sensación
desaparece, pero permanece el recuerdo de esta, y ese recuerdo puede despertar
por cualquier otra causa, sobre todo por asociación de ideas. Entonces desearás
saborear ese bocado nuevamente.
Nos
vale este ejemplo, que se puede extrapolar a cualquier otra cosa, sea del tipo
que sea.
Esta
claro, que la no consecución de los deseos, bajo cualquier aspecto provoca
sufrimiento, en mayor o menor grado.
Pero,
también está claro, que no podemos, de ninguna manera cerrar nuestros sentidos,
ni vaciar de ideas nuestra mente.
¿Qué
hacer entonces? Lo que hay que hacer es permanecer alerta, estar en guardia, y
evitar el sentir atracción o repulsión, ya que es de ahí, de donde nace el
deseo de repetir la sensación, si es agradable, o de evitarla, si es
desagradable.
No
todas las cosas nos causan sensaciones de agrado o repulsión, hay percepciones
neutras. Así han de ser todas.
Una
persona que no entiende la naturaleza del deseo, o que no está dispuesta a
controlarla, queda atrapada por esas atracciones y repulsiones, que no son más
que ligaduras que van atando a la persona a los mundos inferiores.
No
se trata, por tanto, de no sentir placer por una experiencia, no, el placer es
el resultado natural del contacto del cuerpo con situaciones u objetos
placenteros. Para eso hay que desarrollar fuerza suficiente, y para eso es
necesario ver y sentirlo todo como un mero observador. Tú no eres los deseos.
Ten claro que cualquier deseo es vibración y únicamente hay que cambiar la
vibración.
Ser
sólo un observador requiere:
a)
Ver el desarrollo y funcionamiento de todos los
deseos y emociones que surgen en la mente. Por ejemplo, si te enfadas o caes
bajo la influencia de cualquier otra emoción, sea buena o mala, observa que
sucede. Al principio notarás que te dejas agitar sin ser consciente de ello;
pero con vigilancia y práctica vas a desarrollar en la mente una especie de
hoja de ruta, o de hábito que registrará todos los movimientos emocionales.
Serás, de entrada, un observador silencioso, aunque de momento no seas capaz de
controlar los deseos.
b)
Examinar de una manera impersonal esos deseos, y
juzgar, de manera crítica y honesta, para que te vale ese deseo. Si has podido
vivir sin él hasta el presente, cuanto de importante es para ti.
Este
trabajo no es muy eficaz si se hace a toro pasado. Hay que aprender a observar en
el momento mismo en que estés influenciado por la emoción. Para esto, no es
necesario detener la rutina de la vida, ya sólo va a ser una parte de la mente
la que se ocupe de ese trabajo.
Por el
simple hecho de observar las emociones, ya se van a eliminar algunas.
Este
control se ha de practicar intensa y persistentemente hasta que seas dueño
absoluto de tu vida emocional. Es necesario tener voluntad y paciencia. Las
personas débiles o poco evolucionadas, se cansarán pronto de llevar a cabo una
tarea tan aburrida y abandonarán pensando que es algo inalcanzable.
Esta
disciplina es ardua y difícil, y el grado de éxito va a depender de tu nivel de
evolución, de la intensidad de tu esfuerzo y de la sinceridad con que enfoques
el problema.
No
existen formulas mágicas para nada en esta vida, todo requiere trabajo, pero
una vez obtenido el dominio, cesa la necesidad de mantener un esfuerzo
constante, ya que los deseos y emociones van a cuadrar automáticamente con tus
objetivos de vida.
Es
posible, que algunos se pregunten qué aliciente queda para vivir, si se
analizan los deseos y las emociones de manera implacable, y dirán que el
deleite de la vida depende, no sólo de sentir esos deseos, sino de
identificarse con ellos. Es una buena pregunta, y la respuesta, sólo puede ser
que esperen al resultado, cuando una vez dominada la naturaleza inferior, se
observa que cada vez están más cerca de la paz que da la comprensión y de una
felicidad permanente.
Así que
para conseguir es paz y esa felicidad, hay que ser valientes, trabajadores, pacientes,
y dispuestos a prescindir de los placeres y goces temporales de la vida en la
materia.
¡Querer
es poder!