El tiempo transcurre, la vida va
pasando. Vemos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los
abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontramos en primera
línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno
tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros
inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por
crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaros el relevo.
Pero según vamos creciendo, hasta
envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra
cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones y,
nuestro trabajo sagrado y grandioso en la Tierra.
Lo triste, es que muchos de los que
crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que es lo que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Pero se lo planteen o no, la vida es
una escuela en donde cada uno de nosotros aprende y practica las lecciones
correspondientes a su nivel de estudio, a su nivel de evolución. Y en nuestro
libre albedrío podemos hacer la vida que queramos, Dios nos lo permite, nos
permite adecuar nuestro aprendizaje. Somos libres para vivir nuestra vida,
somos libres para practicar las lecciones o darle satisfacción al cuerpo
físico, somos libres para ser felices o para sufrir, somos libres para
sentirnos culpables o para amar, somos libres para perdonar o para odiar.
Es posible que no tengamos la
capacidad de plantearnos de dónde venimos, que es lo que hacemos en la Tierra,
o donde vamos cuando dejamos el cuerpo. Es posible que no sepamos que estamos
aquí para hacer un trabajo, y no nos planteemos ni una sola vez cual será
nuestra misión. Pero lo que si tenemos, es la voz de la conciencia, y esa
vocecita interior la tenemos todos, y además, no se calla, y nos va diciendo lo
que está bien y lo que está mal. Es cierto que algunos consiguen acallarla,
pero hasta que lo consiguen tienen que sentir su martilleo incesante dentro de
ellos.
No es necesario saber nada de
chakras, ni de energía, ni de Maestros, ni de espiritualidad, ni de meditación,
ni de cosas parecidas, para aprobar el curso de la vida, para evolucionar a un nivel
superior de conciencia, para crecer o para acercarse a Dios.
Lo único que es necesario es escuchar la voz
de la conciencia. Ella nos va a guiar por los vericuetos de la vida, siempre orientándonos
hacia el Amor y hacia la Bondad. Porque el Amor y la Bondad es la meta a la que
tenemos que llegar todos al finalizar nuestro tiempo en la materia.
Podemos no sabemos cuál es nuestra
misión, de hecho no la sabemos “casi” ninguno, pero si actuamos con Amor y Bondad
estamos tomando un atajo seguro, un atajo que nos va a ayudar a convalidar el
resto de asignaturas desconocidas para la mayoría de nosotros.
Dios es Amor, por lo tanto actuar con
Amor, es actuar con Dios, es hacerse su aliado para transitar por la vida.
¿Existe un aliado mejor?
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