Los caminos
del Señor
Capítulo 7. Novela "Ocurrió en Lima"
Si algo le molestaba a Claudia, asistente
personal del señor Moretti, dueño y presidente de Inmobiliaria Moretti, era
tener que molestarle en los días en los que, como hoy, no había acudido a la
oficina por estar viajando. Cada tres meses viajaba una semana a Bogotá para asistir
a una reunión de trabajo, con el personal de la empresa de Colombia, y hoy era
el día del viaje. Pero no le quedaba más remedio que llamarle.
La
aplicación informática de la empresa, que llevaba algunos días lenta y con
fallas intermitentes, hoy no funcionaba y Ramón, el técnico informático que
realiza el mantenimiento, estaba en la clínica con una pierna rota.
-
Hola Claudia –respondió el señor
Moretti- supongo que no me llama para desearme buen viaje.
-
No señor, -dijo Claudia- ya me
gustaría. Tenemos un problema grave.
-
¿Qué pasa? –inquirió el señor Moretti.
-
Que no se carga la aplicación.
-
Bueno, llame a Ramón, el técnico.
-
Ya le he llamado. Me ha contestado su
esposa. Ramón está en la clínica con la tibia y el peroné rotos. Le intervienen
mañana y va a estar, por lo menos, tres meses con licencia médica. Y me ha
comentado su esposa que después de la operación está pensando en jubilarse. Así
que tendremos que buscar otro técnico. ¿Le busco?
-
Claro. No pierda ni un minuto, ¡hágalo
ya!, ¿lo sabe el señor Arana, el director de operaciones?
-
Seguro que ya sabe que no se carga la
aplicación, pero no hemos hablado.
-
Pues infórmele y que se haga cargo del
problema. Usted busque a un técnico. Acabo de embarcar. Les llamaré en tres
horas y media, en cuanto aterrice en Bogotá.
Claudia
no conocía a ningún técnico informático, porque Ramón se había encargado de
todo lo referente a la informática, durante los últimos diez años, y no habían
necesitado otro. Su dedicación y su trabajo habían sido exquisitos.
Tampoco
quiso perder tiempo preguntando, a unos y a otros, si conocían algún
informático, por lo que comenzó a buscar. Los tres primeros con los que
contactó no podían ir de inmediato. El más rápido no podría hasta el día
siguiente, por la tarde, así que siguió buscando. En su búsqueda llegó a Antay.
-
Hola –contestó Antay a la vista de un
número desconocido.
-
Buenos días. ¿Estoy llamando a Antay
Llica, soluciones informáticas?
- Si, dígame, en que puedo servirle
–Antay abrió los ojos como platos ante lo que parecía la primera llamada de su
nuevo negocio. Bueno, la primera no. En realidad era la segunda.
- Le llamo de Inmobiliaria Moretti. No nos
carga la aplicación y necesitamos un experto que, además, pueda venir de
inmediato.
-
¿Dónde están ubicados?
-
Estamos en San Isidro en la calle Los
Libertadores.
-
Puedo llegar en media hora. Deme la
dirección completa.
Faltaban
cinco minutos para la media hora prometida cuando Antay hizo su entrada en la
inmobiliaria. Después de informarse de si se había realizado algún cambio de
software y si se había instalado algún equipo nuevo se puso manos a la obra.
Encontró una falla en la última actualización que se había realizado en la aplicación
y en poco más de una hora consiguió que la aplicación comenzara a funcionar
correctamente y, según comentó Claudia, iba más rápida que antes.
Mientras
Antay trabajaba en la reparación del problema, Claudia llamó al jefe de
operaciones tal como le había pedido el señor Moretti.
- Señor Arana, supongo que ya sabe que no
funciona la aplicación –le comentó Claudia.
-
Si Claudia, ahora iba a llamarla.
-
El señor Moretti me dijo que le
informara y que usted se hiciera cargo del problema, pero ya no hace falta,
porque he encontrado un técnico que ya ha detectado cual es el origen del
problema y está reparándolo.
-
Y ¿Ramón?, ¿por qué no ha venido él?
-
Porque está en la clínica con una
pierna rota. Cuando el técnico finalice le hago una llamada.
-
Gracias Claudia.
Antay
permaneció una hora más en la oficina revisando que todas las máquinas
funcionaran correctamente.
-
Señora Claudia, ya está todo
funcionando de manera correcta. Si no necesita más me retiro. Ya les enviaré la
factura y si vuelven a tener problemas ya sabe dónde encontrarme.
-
Espere, no se vaya todavía. Revise la
computadora de mi jefe que últimamente ha tenido problemas. Él dice que va muy
lenta.
-
Vamos a verla.
Claudia
acompañó a Antay hasta el despacho del señor Moretti.
El
despacho del señor Moretti era tan grande como todo su departamento. La
computadora se encontraba en una mesita lateral adosaba al escritorio que estaba
repleto de carpetas, que parecían bien organizadas, en pequeños montones, un
soporte para celular y tablet, un cargador, un organizador de accesorios con lápices,
bolígrafos y tacos de notas, una lámpara de mesa, un teléfono y un conjunto de
cuatro marcos para fotos. Frente al escritorio una estantería llena de libros y
a la derecha, separada por una mampara de cristal, lo que debía de ser una sala
de juntas, con una mesa redonda y seis sillas a su alrededor.
Antay
se sentó en el sillón para acceder a la computadora que había encendido Claudia
introduciendo la clave de acceso.
Cuando
se sentó se fijó en las fotos de los cuadros. En una estaba el que supuso que
era el señor Moretti con su esposa, en la siguiente una pareja con dos niños,
una pareja sola en la tercera y en la última una chica sola. Cuando observó las
fotografías, con algo más de atención, comprobó que la chica que aparecía sola
era Indhira. Fue entonces cuando Antay fue consciente de que estaba trabajando
en la empresa del padre de Indhira.
Sabía
por la conversación que mantuvo, el sábado anterior, con Indhira, que su padre
tenía una empresa y que le iba muy bien, pero no sabía que fuera una
inmobiliaria.
Dejando
a un lado los pensamientos sobre la fotografía se centró en la computadora del
señor Moretti. Era mucho más sencillo que el problema de la aplicación y en poco
tiempo estuvo solucionado.
Le
estaba diciendo a la señora Claudia que estaba listo cuando la llamada de un
teléfono interrumpió su conversación y escuchó como la señora Claudia le decía
a su interlocutor que la aplicación ya funcionaba correctamente y no solo eso,
sino que, también, estaban solucionados los problemas de su computadora. Claudia
se dirigió a él:
-
Es el señor Moretti, mi jefe, y quiere
hablar con usted –dijo mientras le pasaba el teléfono.
-
Mi nombre es Antay. Dígame señor.
-
Gracias señor Antay. Ya me ha dicho
Claudia que ha solucionado todo a la perfección y en un tiempo récord. Le estoy
muy agradecido y me gustaría saludarle personalmente la próxima semana que
vuelvo a la oficina. ¿Podría pasarse por la oficina el martes?
-
El martes está bien, ¿a qué hora le
parece? –preguntó Antay.
-
En la mañana a cualquier hora antes del
mediodía.
-
Correcto, pasaré a las diez.
- Me parece bien. Gracias nuevamente y
hasta el martes. Páseme, por favor, a Claudia.
Antay
le pasó el teléfono a Claudia que salió del despacho para finalizar la llamada.
A su vuelta, Antay estaba listo para abandonar la empresa.
-
Si le parece bien les enviaré la
factura por e-mail.
- Si, muy bien -le respondió Claudia-.
Muchas gracias, de nuevo, nos ha salvado el día o la semana, porque no sé qué
hubiera pasado de no haber contactado con usted.
- De una manera u otra se habría
solucionado. Ha sido un placer. Nos veremos el martes que he quedado con su
jefe.