El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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lunes, 25 de abril de 2016

Directos a la meta, sin peajes (1 de 2)

Existe algo mucho más importante
que una mente vacía de pensamientos,
y ese algo es una mente con un pensamiento único,
el pensamiento de Dios.

         Seguro que nadie duda ya de esa parte del Principio de Vibración que dice que “Energías iguales se atraen”, y es este principio la base de prácticamente todos los cursos, talleres, técnicas y métodos de crecimiento, de expansión de la conciencia, de construcción del carácter, de espiritualidad y sanación. Aprendemos a meditar para tratar de vaciar la mente de tantos y tantos pensamientos negativos con los que convivimos sin ser realmente conscientes, para que no atraigan la miseria que estamos generando. Aprendemos técnicas para atraer aquello que deseamos, a base de generar pensamientos conscientes positivos hasta conseguir la emoción correspondiente. Realizamos talleres para aprender a liberarnos de nuestros miedos y de nuestras limitaciones, que son muchas. Asistimos a clases de yoga y similares para liberarnos del estrés y mantener la serenidad y la calma. Leemos ávidamente un libro tras otro con lo que nuestra sabiduría en temas de “espiritualidad” se incrementa después de cada lectura, pero sin hacer prácticamente ningún uso de esa sabiduría, salvo impresionar a los demás. Y es posible que con todo esto consigamos algunos pequeños éxitos, es posible que consigamos ganar alguna “batallita”: Que se serene un poco la mente, que consigamos algunas de las muchas cosas que deseamos, que desaparezca el terror a la muerte y hasta que consigamos vivir una vida más serena. Pero… ¿Nos podemos conformar con eso?, y ¿Por qué no intentamos ganar la “guerra”?


         Si nuestra vida se circunscribiera al espacio de tiempo transcurrido entre el nacimiento y la muerte, sería más que suficiente, ya que el único objetivo de la vida sería vivir bien, sería vivir una vida feliz, carente de problemas y preocupaciones, una vida en la que consiguiéramos satisfacer todos nuestros caprichos.

         Pero el espacio de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte solamente es una vida física, es como esa “batallita” que comentaba en el párrafo anterior. Nuestra vida abarca más, mucho más, muchísimo más, tanto como una eternidad. Esta es la auténtica “guerra”, y nuestro objetivo, no es vivir bien, o vivir una vida feliz, o conseguir nuestros caprichos. Nuestro objetivo es otro, nuestro objetivo es la unión con Dios, lo cual no quiere decir que tengamos que renunciar a esos pequeños placeres.

         Los cursos, talleres, técnicas y métodos de crecimiento y sanación, con los que nos movemos todos en la actualidad son una excelente herramienta para poder acercarnos a vivir una vida feliz, para ir vaciando la mente de pensamientos, incluso para realizar un tímido acercamiento a vivir una vida desde el corazón, una vida basada en el amor. Pero en caso de conseguirse, lo cual es bastante difícil para un porcentaje importante del total de personas que tratan de transitar por este sendero, puede ser válido para la vida actual, pero de poco alcance para nuestra eternidad, porque el aprendizaje del alma va a ser limitado, ya que se va a circunscribir a pequeñas ganancias, que si que vamos a mantener para nuestra siguiente vida, pero que nos va a obligar a volver muchas veces e ir caminando vida tras vida a paso lento.


         Y nuestro avance va a ser tan lento que nos va a obligar a encarnar un sin fin de vidas más, cuando podríamos intentar, incluso sin tantas técnicas, avanzar a paso ligero y recorrer en una sola vida tanto trayecto como veinte o treinta vidas con los pequeños aprendizajes anteriores.

Continuará....................

martes, 23 de febrero de 2016

Mi ego y yo

         Creo necesario explicar a que me refiero en esta entrada cuando digo “mi ego”, y también cuando digo “yo”, y que muy posiblemente no tengan nada que ver con las definiciones dadas a estos términos por psicólogos, por expertos, por científicos o por estudiosos del tema.

         Cuando digo “mi ego”, me estoy refiriendo a esa parte de mí que parece tener autonomía propia, incontrolable, ingobernable, que sale a la luz sin ningún tipo de control, y que incluso llega, a veces, a avergonzarme a mí mismo, o a crisparme, o consigue que me sienta culpable. Me refiero a ese pensamiento, casi siempre negativo, que surge del interior y es expulsado al exterior con la misma fuerza con la que sale a la superficie la lava de un volcán en erupción. Me refiero a esa palabra, casi nunca amable, que sin haber pasado por el filtro del pensamiento, o al menos eso parece, se entromete de manera grotesca en una conversación elevando la tensión hasta límites insospechados. Me refiero a esas emociones como miedo, orgullo, ira, ansiedad o tristeza que aparecen como reacción a “algo desconocido” que no está debidamente trabajado o controlado. Casi podría resumir el párrafo diciendo que la parte inconsciente que hay en mí es “mi ego”.

         Y por supuesto que conozco cuál es el origen de esta inconsciencia, es la energía acumulada en cada uno de mis chakras, es mi carácter, son mis malos hábitos, es toda esa parte de mí en que me encuentro trabajando para mejorar día tras día y vida tras vida, pero hasta que cambie esa energía está ahí, y me cuesta controlarla.



         Por el contrario, el “yo”, podría decir que es la parte consciente. Es la parte que conoce cuál es el objetivo que persigo, tanto espiritual como material, es la parte que analiza la causa de las emociones descontroladas y trata, no siempre con éxito, de ponerlas a buen recaudo, es la parte que se dedica a mantener ocupada a la mente con pensamientos positivos cuando sospecha que está a punto de pensar un exabrupto, es la parte que se encarga de contar hasta cien para que no salga por la boca la impertinencia que me ahoga para poder hacerlo.

         “Mi ego” y “yo” mantienen una lucha encarnizada por el poder. Hay temporadas, afortunadamente cada vez más cortas, en las que el “ego” se erige en ganador y voy dando tumbos emocionales por la vida, pero para que eso no ocurra, el “yo” ha de permanecer alerta las veinticuatro horas del día.

         Este es el trabajo que mí “yo” realiza:
ü  Estoy empezando a olvidarme de los demás para centrarme en mí, (no es egoísmo), por una razón, si yo estoy bien daré lo mejor de mí, en casa, en la calle, en terapias, en clases, en charlas, en meditaciones, y hasta en las fiestas. Al final los demás se verán favorecidos.
ü   Estoy tratando de que nada me ofenda para no tener que perdonar, pero sin embargo, me perdono a mi mismo por todo: Por cada pensamiento que no sea totalmente positivo, por cada falta de detalle, por la pérdida de paciencia, por dejar aflorar el orgullo, o cuando me atenaza el miedo, en fin, perdono todo en mí, sin sentirme culpable.
ü  Estoy manteniendo mi mente ocupada con pensamientos positivos de todo tipo, pero básicamente YO SOY.
ü  Cuando algo parece que va a afectarme bendigo una y mil veces a la persona o a la situación.
ü  Meditar cada día, cuanto más tiempo mejor.
ü  Y en lugar de trabajar para amar a los demás, estoy trabajando para amarme a mí mismo.

Este último punto, el de amarme a mí mismo es el que más problemas me está causando, porque no sé muy bien cómo hacerlo. De momento estoy tratando, (porque no siempre lo consigo), ser yo mismo siempre, sin caretas: Ser el mismo en casa, en la calle, en el trabajo, escribiendo y pensando, sin dar de mi lo que yo pienso que la gente espera, sino dando realmente lo que soy. Si les gusta bien, si no les gusta, pues ¡benditos sean! Porque si realmente me amo, esta claro que he de dar lo mejor de mi, tal cual soy.

Es posible que dentro de unas cuantas vidas, si en las próximas me acuerdo del trabajo que comencé en esta, que consiga que “mi ego” y “mi yo” sean la misma cosa. Lo iremos viendo.


domingo, 31 de enero de 2016

Emoción y pensamiento

       Puedes visualizar a una madre esperando a su hijo con el que ha quedado a una determinada hora para realizar unas compras. Como el hijo es muy puntual, la madre llega unos minutos antes de la hora de la cita al lugar del encuentro.

-      Llega la hora de la cita y el hijo no llega, y piensa: “¡Qué raro, con lo puntual que es!
-      Pasan cuatro minutos y el hijo sigue sin llegar, y sigues pensando: ¡¿No le habrá pasado nada?, es raro, es muy puntual! El miedo y la ansiedad comienzan a hacer mella.
-      Un minuto más tarde decide llamarle a su teléfono. Lo hace pero su hijo no contesta. Su cabeza está a punto de estallar pensando lo peor, ya que ahora se han unido dos circunstancias que no ocurrirían en condiciones normales: Una: llega tarde, y dos: no contesta la llamada, cuando él es muy puntual y además siempre contesta las llamadas.


-      Si la cabeza está a punto de estallar, el corazón parece que va a salirse del pecho por la velocidad con la que late, y el estómago arde por el miedo y la ansiedad acumulada. ¡Le ha pasado algo!, ¡Le ha tenido que pasar algo malo, seguro!, ¡¿Qué hago?, ¿A quién aviso?, voy a llamar a su padre y a la policía!
-      Y en ese instante siete minutos después de la hora de la cita aparece su hijo. Suerte que la madre tiene el corazón en la garganta y no puede hablar para recriminarle todo lo que está sintiendo y escucha como le dice: Como veía que iba a llegar cinco minutos tarde te iba a llamar por el celular para avisarte, pero cuando lo he sacado del bolsillo se me ha caído y se ha roto, así que no pude llamarte, lo siento.

No nos interesa mucho lo que sigue a continuación. Solo nos interesa lo que ha ocurrido en esos siete minutos, en los que la madre podría haber sufrido un ataque cardíaco, y todo producto de un pensamiento.

Un porcentaje muy importante de nuestras emociones tienen su origen en la mente. Si queremos evitarlas, solo tenemos que evitar ese tipo de pensamiento.


En este caso la madre solo ha sufrido siete minutos, pero cuantos pensamientos de este estilo tenemos a lo largo del día, y cuantos se han instalado de manera definitiva y están de manera permanente dando vueltas y vueltas en nuestro cerebro. 



martes, 21 de julio de 2015

Miedo al éxito


            El miedo al éxito hace que las personas
 se acomoden en el fracaso,
por ser un espacio confortable y conocido.
Hari Krishan

Sé que puede parecer una locura pensar que pueda haber alguna persona en el mundo que le tema al éxito, o que le rechace. Pero así es. Y no son ni una ni dos, son muchas las personas que por una u otra razón tienen miedo a triunfar.
            Por supuesto que es un miedo inconsciente, y que incluso la misma persona lo negaría una y un millón de veces porque, a simple vista, pudiera dar la impresión de que la persona está dando los pasos adecuados para la consecución del éxito que ansía, porque aunque el deseo externo sea ese, el del éxito, sin embargo, en su interior, de manera totalmente inconsciente, está trabajando para lo contrario.
 
            Voy a tratar de dar un ejemplo: Piensa en un profesional de cualquier rama, que además es reconocido en su trabajo, como un buen profesional, serio, responsable, trabajador, cumplidor de su palabra, cumplidor con el trabajo y cumplidor con los amigos. Un buen día este gran profesional decide establecerse por su cuenta. Tanto él como su entorno están seguros de su éxito, prácticamente es un éxito anunciado, ya que es conocido, es admirado y respetado.
Sin embargo, pasan los meses y no termina de despegar el negocio. Si, no se puede decir que sea un fracaso, pero no termina de ser un éxito. A duras penas cubre los gastos que genera el negocio, pero poco más. Sus ingresos no son suficientes para los gastos normales de la familia. Él sigue estando contento y esperanzado, siempre pensando que en el próximo mes será el despegue definitivo, pero tampoco y así un mes y otro mes.
¿Cómo puede ser?, se pregunta en las íntimas conversaciones que mantiene consigo mismo. Su entorno tampoco lo entiende. Algo pasa, ¿Qué será?
Nuestro profesional es, además un amante de su familia, y cada día en la despedida, tiene la misma conversación con su esposa:
-          “¿A qué hora vendrás?”, pregunta casi siempre su esposa, a lo que el esposo responde:
-          “Si no viene nadie en cuanto acabe con el cliente que tengo a las seis”.
-          A ver si hay suerte y no viene nadie para que llegues pronto”, finaliza su esposa.
-          “A ver…..”, finaliza el esposo, “¡Hasta la noche!”
Y, ¡qué curioso!, casi siempre tienen suerte, no viene nadie y puede salir pronto para ir a casa.
Sin embargo, al llegar a casa se lamenta:
-          “Es que no viene nadie, no sé cuándo van a empezar a aparecer los clientes, ahora parece que vienen con cuentagotas”.
Nuestro profesional, a veces, le comenta también a su esposa:
-          “Creo que me estoy convirtiendo en un brujo, porque esta mañana he pensado que si no viniera el cliente que tenía cita a las diez me iría bien para poder ir al banco, y no ha venido, y ya ha pasado otras veces con otra gente”.
Hasta aquí nuestra historia. ¿Qué opinas?
Es seguro que nuestro profesional nunca va a conseguir el éxito esperado porque mientras con el pensamiento consciente está deseando el éxito, aunque también es cierto que cada vez con menos emoción por la cruda realidad, con el pensamiento inconsciente, desea intensamente que ese éxito no se produzca, alejando a los clientes con su ferviente deseo de que no vengan para poder ir a casa, o para hacer otras cosas en el tiempo que tendría que dedicar a la atención de los clientes.
Porque no es que se esté convirtiendo en un brujo, solo es que “energías iguales se atraen”, y el Universo se encarga de enviarle aquello que más fervientemente desea, es decir, no clientes. Los que llegan son los pocos que atrae con el deseo consciente del éxito que genera con mucha menos intensidad, y por lo tanto con mucha menos emoción que el deseo de no tener clientes.
¿Qué hacer ante esto? Para revertir la situación va a tener que ser consciente “todo el tiempo” de que necesita clientes para triunfar, y así no los repelerá con sus deseos conscientes contrarios al éxito, que no son más que un miedo inconsciente al éxito.
El miedo al éxito puede ser por infinidad de causas, y los boicots también se pueden manifestar también de infinitas formas.
Es necesaria mucha atención a los pensamientos, a las palabras, a los deseos y a las acciones que boicotean la llegada del éxito. Ayuda a esto el mantener la mente en silencio, para que pueda permanecer alerta a cualquier pensamiento, por eso, también para un caso como este de boicot a los deseos conscientes de la persona sirve la meditación.
Puede ser también una buena herramienta mantener pensamientos conscientes del tipo: “Yo soy el éxito”, “Amo a mis clientes”, “Abro encantado las puertas a todos los nuevos clientes”. “Me siento bendecido por los X clientes”, “Me siento agradecido por los X clientes”.
Si crees que te encuentras en una situación parecida en la que el éxito no llega a ti, cuando no parece que pudiera haber ninguna causa que lo impida, mantente alerta, observa sus pensamientos, observa tus reacciones, observa tus pensamientos, observa tus emociones.

 

miércoles, 2 de julio de 2014

Buscar lo inexistente en lugares equivocados


            Los seres humanos somos especialistas en buscar cosas que no existen, o mejor, que no se pueden ver ni tocar, y además solemos hacerlo en los lugares equivocados. Podríamos pensar que somos majaderos, pero a lo peor no lo somos, porque es algo que hacemos todos los seres humanos, y tantas personas no podemos estar equivocadas, ¿O sí?
            Y, ¿Qué es eso inexistente que los seres humanos buscamos con tanto ahínco en los lugares equivocados?, pues yo diría que casi todo, pero básicamente el amor y la felicidad, así como todo tipo de emociones, sentimientos o energías, es decir todo aquello que no es material, por citar algunas más: alegría, paz, serenidad, conocimiento. Por lo tanto, si no es material, no se ve, y en la sociedad de hoy, “lo que no se ve, no existe”.
            Y es precisamente, todo esto que no se ve, todo esto que no es material, lo que buscamos, ¿Dónde?, en el mundo de la materia. Es decir, el lugar equivocado.
 
            Las emociones, las energías y los sentimientos, no son cosas externas, no son materiales, no se ven. Son cosas del espíritu, y el espíritu, para encontrarlo, para encontrar lo que hay en él y para conectar con él, se ha de viajar hacia el interior de uno mismo. Por lo tanto si realmente queremos encontrar cosas como el amor, la felicidad, la alegría, la paz, etc., etc., no podemos buscarlas fuera de nosotros mismos, porque es el lugar equivocado, y si alguien cree que lo ha encontrado fuera de sí, se engaña, solo es un sucedáneo con caducidad en el tiempo, mientras que si realmente se encuentra donde debe de ser, en uno mismo, se va a encontrar con algo auténtico que va a permanecer en el tiempo, que va a permanecer por los siglos de los siglos.
            Deja de vivir hacia fuera, deja de vivir hacia el exterior. No busques fama, no busques poder, no busques reconocimiento, porque es tan efímero como un suspiro. No busque posesiones, no busques nada material, a excepción de lo necesario para poder vivir, porque esas pertenencias no son equipaje que tu alma, que es la que está realizando los viajes de un lado al otro de la vida, se va a llevar. Sólo se va a llevar las pertenencias que hayas encontrado en tu espíritu.
 

jueves, 22 de mayo de 2014

No sólo existe aquello que se ve con los ojos


            No sólo existe aquello que se ve con los ojos. Existen muchas otras cosas que no se ven, y que están ahí, algunas de ellas de vital importancia para nuestras vidas, entre ellas la más importante de todas: Dios.
            No vemos el aire que respiramos y nos está dando la vida, no vemos el calor del sol y es de vital importancia para el mantenimiento del cuerpo físico, no vemos el perfume ni el aroma de las flores y son embriagadores para los sentidos, no vemos ni el olor de la leña quemando en el fuego, ni el aroma del pan recién orneado, ni el olor a tierra mojada, ni el olor a mar; y están ahí formando parte de recuerdos imborrables de nuestras vidas.  
 
            No vemos cosas como la alegría o la tristeza, aunque vivamos sus efectos. No vemos el miedo que nos paraliza. No vemos la soledad, para unos, alegría serena y para otros, una pesada losa. No vemos la envidia que corroe desde el interior. No vemos el odio que envenena a cada instante. No vemos la ternura, ni la dulzura, que llegan a humedecer nuestros ojos.
           ¿Donde quedarían la ilusión, la energía, el frio, la fe, la gratitud, la soberbia, el perdón, la voluntad, la confianza, el alma o la conciencia?  
            No vemos tampoco los pensamientos que son los únicos responsables de la vida que estamos viviendo, y de nuestro estado emocional y físico.
            No vemos a los ángeles, ni a los maestros, ni a los guías, ni a los santos, ni a los que nos han precedido en la vida, y les rezamos, y les bendecimos, y les pedimos, y les suplicamos.
             No vemos la felicidad, ni la paz, ni el amor, y son el vehículo que nos van a llevar directamente a Dios.
            ¡Que paradoja!, tampoco vemos a Dios, y Dios lo es Todo.      

jueves, 10 de abril de 2014

Encadenados


            Todos conocemos la esclavitud, situación por la que una persona pertenece a otra. Desde la antigüedad, hasta nuestros días, hay personas que por una u otra razón pertenecen a otra que la explota.
            Pero esa esclavitud, conocida por todos, podríamos decir que es, a simple vista, una esclavitud física. Se esclaviza a la persona para su explotación. Incluso en la actualidad existe este tipo de esclavitud, y no es pequeño el número de esclavos, ya que se cifra entre doce y veintisiete millones el número de seres humanos esclavizados.
            Y posiblemente sean muchos más, ya que existe un tipo de esclavitud como forma de trabajo en muchos casos legal.
            Los niños soldados, son esclavos; las prostitutas, son esclavas; niños que trabajan en minas o para empresas multinacionales en países subdesarrollados son esclavos; trabajadores con sueldos de miseria, son esclavos, y así podríamos seguir hasta confeccionar una lista interminable.
            Pero quiero hablar de otro tipo de esclavitud. La esclavitud de muchos seres humanos que se encadenan por propia voluntad, utilizando como grilletes sus propios pensamientos, sus propios sentimientos y sus propias emociones. Pocos son los seres humanos que pueden realmente proclamar que son libres.
 
La libertad, que es la capacidad del ser humano para obrar según su propia voluntad a lo largo de su vida, no puede ser proclamada por tantas y tantas personas que viven atadas a pensamientos de dolor, que viven subyugados por sus vicios, que permanecen atados emocionalmente a sus familiares, que vagan temerosos por la vida  por lo que otros puedan pensar, que desean vehementemente el último modelo de auto, etc., etc.
Nadie en las condiciones anteriores puede proclamarse libre. Es cierto que no están atados con cadenas por otro ser humano, pero sus cadenas, es posible, que aun sean más difíciles de cortar, porque mientras los que se encuentran encadenados de cuerpo, en su interior existe el anhelo de libertad, al menos de libertad de su cuerpo, mientras que los esclavos encadenados a las cadenas de su mente, ni tan siquiera ansían la libertad porque no son conscientes de su esclavitud.
Si preguntamos si se sienten libres contestarán que sí. Y si ahondamos en la pregunta: Pero ¿Realmente te sientes libre? Llegarán a otra forma de esclavitud. La esclavitud de los que vagan por la vida sin amar lo que hacen. A estos ante la pregunta de si se sienten libres, contestarán que no, porque tienen que trabajar cada día en algo que no les agrada.
 No son tampoco conscientes de que el trabajo es una elección y si realmente amaran su trabajo se sentirían libres en él. Es posible que el concepto de libertad lo tengan mal entendido y que para ellos la libertad no sea la libre capacidad de elección, sino que la libertad sea no hacer nada.
En fin, que realmente hay muy pocos seres humanos que puedan calificarse como libres. Unos conscientemente porque no aman la vida, su vida, y otros de manera inconsciente porque viven atados a su mente.
Para soltarse de las cadenas es imprescindible que la persona sea consciente de su falta de libertad. Sin esa condición no puede hacer absolutamente nada, porque no sabe que vive atado. Sólo cuando la persona sea consciente de su falta de libertad podrá poner los medios para soltarse de lo que sea que la mantiene prisionera.
Los medios para liberarse son tan variados como variadas son las situaciones. Es difícil, por lo tanto, dar una receta, pero me atrevería a recetar, de manera general, la meditación. Con ella se puede acceder al corazón que es el instrumento donde se pueden encontrar todas las respuestas, todas las alternativas y las posibles soluciones.

martes, 18 de septiembre de 2012

Verdades que conoce el alma y desconoce la mente (2)

(………………Continuación)

1)      Amar la soledad.
Esta soledad no supone que hemos de retirarnos a un lugar aislado, ni separarnos de nuestros hermanos.
No supone rechazar a nuestros semejantes, ni vivir una vida retraída. Esta soledad supone vivir con desapego y sin temor. Supone no volver al pasado, aunque no se conozca el futuro. Es despegarse del mundo de la materia y reemplazarlo por el mundo de los auténticos valores, los valores del Alma, las verdades que el Alma conoce, pero desconoce la mente.
Cuando el ser humano se desprende de sus envolturas física, astral y mental, se retira en soledad al plano causal, allí donde se encuentra su Alma Superior, para descansar en soledad, y prepararse para su próxima reencarnación.
Pocos seres humanos en la actualidad, son capaces de resistir ningún tipo de soledad, porque son pocos los que pueden vivir una vida plena desde su interior, y necesitan la algarabía del exterior, para sentirse vivos.
En las últimas vidas en la materia, el ser humano será capaz de acercarse a la soledad y al silencio interior, casi como una práctica para su vida en otras dimensiones.
La soledad es el precio de la grandeza.
            9) Dios Es.
                                   Dios está en todas partes, porque todo es Dios.
            Existen infinidad de religiones, que se arrogan ser portadores de la única verdad. Hemos de permanecer neutrales, hemos de permanecer indiferentes a todo aquello que no sea una auténtica realidad espiritual.
            Hemos de adoptar la posición de “todo está bien”, de “no me importa”. Esta indiferencia, es uno de los caminos más rápidos para liberar al “ego” de los pedidos de la mente. Lo cual no quiere decir que afecte a la disposición de la persona hacia otras personas. Recuerda….., todos son nuestros hermanos, crean lo que crean, piensen lo que piensen, sean lo que sean.
            10) Yo no soy el cuerpo.
Identificarse con el cuerpo, supone creer en la separatividad, lo que implica tener que defender permanentemente nuestro espacio, pero no hay que defender nada, porque nada está en peligro.
El cuerpo es caduco, es pasajero, es una ilusión. A veces pienso, que es ahora, cuando vivimos en el cuerpo, cuando estamos realmente muertos; y no viviremos hasta que dejemos acá esta envoltura.
Sin embargo, aunque no seamos el cuerpo, vivimos en él, y necesita, y debe recibir el correspondiente cuidado, ya que todo el trabajo, todo el aprendizaje y todas las experiencias que hemos venido a realizar, las vamos a realizar desde el cuerpo.
Por lo tanto, no hemos de vivir para el cuerpo, pero hemos de mimarlo, porque es el hogar del alma.
11) Vivir para el espíritu y no para el ego.
Cuando los seres humanos empecemos a vivir como almas y nuestra  conciencia haya trascendido el mundo de la ilusión, entonces estaremos más cerca de casa, de la casa del Padre, y podremos ser útiles a nuestros hermanos. La primera lección que debemos aprender es el sentido de los valores en tiempo y espacio, y saber que trabajamos con almas y no alimentamos las personalidades. Hemos de ser impersonales.
Para esto, la primera etapa es ser conscientes, y la siguiente el comienzo de la colaboración y el servicio a los demás. Hasta que no lleguemos a ese punto hemos de trabajar para que todos nuestros pensamientos, palabras y acciones sean realmente impersonales y constructivas, sin alimentar las emociones y los deseos del propio ego.
12) Desapego.
Es imprescindible adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera perspectiva.
Es entonces cuando el ser humano adquiere la libertad, sin que le afecte nada de lo que pueda ocurrir. La actitud ideal es la del observador que de ninguna alguna se identifica con lo que ocurre en los planos físico y emocional, y cuya mente solo es un reflejo de la verdad, verdad que se percibe de manera intuitiva.
Desgraciadamente, no nos están diciendo al oído: “esto es verdad”, “esto no lo es”. Hemos de llegar a esa verdad a través de nuestra intuición interior. Al llegar a ese punto, no habrá reacciones mentales violentas o respuestas emotivas; los vehículos de percepción están pasivos y por lo tanto nada se contrapone a la correcta actitud.
Una de las primeras lecciones que hemos de aprender es el desarrollo de ese desapego interno que nos permitirá unirnos con la concien­cia del hermano y conocer y asegurarnos del mejor modo de ayudarle. Debemos también cultivar esa verdadera humildad que nos obligará a dar todo lo que tenemos para servir de manera altruista y luego olvidar lo que dimos de nosotros mismos.
Mantengamos siempre la actitud de observador en la cabeza. De esta manera el desapego del alma aumentará, mientras se acrecentará y multipli­cará el apego del alma a las almas.
(Continuará………)

domingo, 9 de septiembre de 2012

Rediseñar la vida

            ¿Alguna vez te has sentado a la orilla de un río para contemplar como corre el agua por su cauce? El agua que iba pasando, lenta o rápida, por delante de ti, nunca era la misma, siempre era distinta. Lo podrías comprobar si algo flotara en el agua, pasaría por tu espacio visual, sin detenerse ni un instante. Así es la vida, siempre continua, sin detenerse, como el fluir del agua por el cauce del río.
            Y si la vida no se detiene, ¿Por qué intentamos detenerla nosotros, quedándonos anclados en sucesos del pasado, en palabras que alguien nos ha dirigido, o sencillamente en nuestros propios pensamientos?, ¿Qué pasaría si construyéramos en el río una especie de brazo, por el que el agua fluyera para ir a dar a algún lugar donde quedara estancada?, pues que al cabo del tiempo, el agua estancada comenzaría a descomponerse. Se volvería putrefacta y maloliente.
            Ocurre exactamente lo mismo cuando detenemos, en nosotros, el libre fluir de la vida.  Por un lado, nos perdemos vivir la vida, no estamos en su cauce, y la vivimos de manera tangencial, viéndola pasar desde el punto en que nos encontramos detenidos, no la vivimos plenamente. Y por otro lado, en ese permanecer estancados, estamos alimentando nuestro cuerpo físico con la energía estancada, que como el agua, también se pudre. Ahí surge la enfermedad, ya sea física, mental o emocional.
            Nuestra percepción de la vida, no es entonces clara. La vemos y la vivimos a través de nuestra aura, que es tan putrefacta y maloliente como el agua estancada; la observamos a través de nuestros pensamientos, que también permanecen detenidos en algún punto del pasado, y entonces, podemos calificar a la vida, posiblemente, como mala, triste, dura, etc., según sean los propios pensamientos; la sentimos a través de nuestras emociones, que atados a nuestros pensamientos, son incapaces de vivir una vida plena.
            Ante eso, sólo nos queda, para vivir la realidad de la vida, salir del punto donde nos quedamos estancados, y volver al cauce de la vida para seguir su fluir, como un corcho que flotara en la corriente del río.
            Es bueno para no quedarnos anclados en algún punto del pasado, rediseñar la propia vida. Siéntate en soledad y en silencio, con un papel y un lápiz, y honestamente, comienza a rediseñar tu vida, comienza a escribir como es la vida que te gustaría vivir: Lugar de residencia, tipo de vivienda, trabajo, relaciones, etc., etc., etc.
Una vez hecho, compáralo con la vida que vives. Es posible que llegues a la conclusión de que tu vida actual, de seguir en las mismas condiciones, no tiene ningún aliciente. Cuando la realidad, es que cada instante de vida siempre es nuevo, siempre es pleno, siempre está lleno de alicientes, de sincronicidades, de alegrías. Cada instante de vida, vivido plenamente, es un instante menos que nos queda para llegar a gozar de nuestra plena divinidad, sin estar atados al cuerpo, sin estar atados a la materia, que tan difícil hace nuestro recorrido.
            A partir de ahí, está en tus manos hacer realidad la vida escrita en el papel. Recuerda que, en la actualidad, estás viviendo la vida que en algún momento decidiste vivir. Cada acción genera una reacción. Tu vida de hoy, es fruto de tus acciones del pasado. Si tu vida actual no coincide con el nuevo diseño, comienza a trabajar, “con valentía”, para conseguir esa nueva vida. Olvídate de lo que digan o piensen los demás. Tu felicidad sólo depende de ti, no de lo que otros digan o piensen.

lunes, 13 de febrero de 2012

Alma, cuerpo, deseo, emoción

            Hay algo que ronda en mi interior desde hace días, o meses, y soy incapaz de ponerle palabras. Es un estado de ánimo, es algo que sabes y que no sabes cómo, ni por qué lo sabes. Tengo la misma sensación de cuando tienes un nombre o una palabra en la punta de la lengua y no termina de salir, o de cuando despiertas de un sueño, que con los ojos aun cerrados sabes que has soñado, pero en cuanto abres los ojos el sueño desaparece.
            Es algo que conocía intelectualmente, pero que aun no había hecho carne, es decir, que no era algo consustancial de mi carácter. Es algo muy sutil, es la disminución, que aún no la eliminación, de emociones, tanto las que suponen alegría o exaltación del estado de ánimo, como las que arrastran a la persona a un estado de impotencia o tristeza.
            Aun no sé cómo ha llegado esa disminución de emociones. Aunque en realidad más que una disminución de emociones es la constatación de que “todo está bien”, es el no ponerle vías a la vida y dejar que discurra por sí sola,  es la eliminación o disminución del deseo, es no esperar cosa alguna de algo o de alguien, es dejar que todo llegue sin haber realizado un pronóstico previo. Es vivir sin más, y además vivir feliz.   
            ¿Cómo llegar a este punto? El factor más importante pasa por ser conscientes de la vida:
-          Es primordial saber quién eres. Tienes que tener claro que eres un alma que durante una temporada has decidido vivir en la materia. Pero este concepto ha de estar total y absolutamente claro. No vale tener claro el concepto sólo intelectualmente, tiene que estar asimilado y ser una característica del carácter. Para llegar a vivir desde el alma se ha de trabajar con constancia en dos direcciones:
a)      Entrar, cada vez con más frecuencia, en nuestro interior, donde se encuentra todo el conocimiento del alma. Eso se consigue meditando, y
b)      Ser conscientes cuando vivimos desde el cuerpo, para rectificar y vivir desde el alma de manera consciente, para que se vaya grabando en nuestros chakras dicha manera de actuar.  
-          Es también importante ser consciente de tus pensamientos. Ahí están los deseos, están las expectativas, están las críticas, están los juicios. Ante cualquier deseo, hazte estas preguntas: ¿Qué gana mi alma con la consecución o no consecución de ese deseo?, y si dejo mi cuerpo dentro de una hora ¿Para qué quiero conseguir nada? Son preguntas que yo me he estado haciendo durante tiempo.
-          También puedes meditar en el chakra del alma, situado a treinta centímetros por encima de tu cabeza; incluso puedes ir repitiendo: “Yo soy el alma”. El chakra se activa, aparecerá una llama dorada encima de tu cabeza, y te mantendrás más unido a tu Alma Superior.
A la hora de la verdad todo son técnicas. Casi nada se aprende y se consigue por generación espontanea. De nada vale leer, ni escuchar, si no practicas. Todo conlleva su trabajo, aprender a andar, a leer, aprender un oficio,  aprender a conducir, poder comer cada día y pagar un techo donde cobijarnos. Todo requiere trabajo, dejar de vivir desde el cuerpo con ¿sufrimiento?, y vivir ¿felices? desde el alma, también.