El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 18 de septiembre de 2012

Verdades que conoce el alma y desconoce la mente (2)

(………………Continuación)

1)      Amar la soledad.
Esta soledad no supone que hemos de retirarnos a un lugar aislado, ni separarnos de nuestros hermanos.
No supone rechazar a nuestros semejantes, ni vivir una vida retraída. Esta soledad supone vivir con desapego y sin temor. Supone no volver al pasado, aunque no se conozca el futuro. Es despegarse del mundo de la materia y reemplazarlo por el mundo de los auténticos valores, los valores del Alma, las verdades que el Alma conoce, pero desconoce la mente.
Cuando el ser humano se desprende de sus envolturas física, astral y mental, se retira en soledad al plano causal, allí donde se encuentra su Alma Superior, para descansar en soledad, y prepararse para su próxima reencarnación.
Pocos seres humanos en la actualidad, son capaces de resistir ningún tipo de soledad, porque son pocos los que pueden vivir una vida plena desde su interior, y necesitan la algarabía del exterior, para sentirse vivos.
En las últimas vidas en la materia, el ser humano será capaz de acercarse a la soledad y al silencio interior, casi como una práctica para su vida en otras dimensiones.
La soledad es el precio de la grandeza.
            9) Dios Es.
                                   Dios está en todas partes, porque todo es Dios.
            Existen infinidad de religiones, que se arrogan ser portadores de la única verdad. Hemos de permanecer neutrales, hemos de permanecer indiferentes a todo aquello que no sea una auténtica realidad espiritual.
            Hemos de adoptar la posición de “todo está bien”, de “no me importa”. Esta indiferencia, es uno de los caminos más rápidos para liberar al “ego” de los pedidos de la mente. Lo cual no quiere decir que afecte a la disposición de la persona hacia otras personas. Recuerda….., todos son nuestros hermanos, crean lo que crean, piensen lo que piensen, sean lo que sean.
            10) Yo no soy el cuerpo.
Identificarse con el cuerpo, supone creer en la separatividad, lo que implica tener que defender permanentemente nuestro espacio, pero no hay que defender nada, porque nada está en peligro.
El cuerpo es caduco, es pasajero, es una ilusión. A veces pienso, que es ahora, cuando vivimos en el cuerpo, cuando estamos realmente muertos; y no viviremos hasta que dejemos acá esta envoltura.
Sin embargo, aunque no seamos el cuerpo, vivimos en él, y necesita, y debe recibir el correspondiente cuidado, ya que todo el trabajo, todo el aprendizaje y todas las experiencias que hemos venido a realizar, las vamos a realizar desde el cuerpo.
Por lo tanto, no hemos de vivir para el cuerpo, pero hemos de mimarlo, porque es el hogar del alma.
11) Vivir para el espíritu y no para el ego.
Cuando los seres humanos empecemos a vivir como almas y nuestra  conciencia haya trascendido el mundo de la ilusión, entonces estaremos más cerca de casa, de la casa del Padre, y podremos ser útiles a nuestros hermanos. La primera lección que debemos aprender es el sentido de los valores en tiempo y espacio, y saber que trabajamos con almas y no alimentamos las personalidades. Hemos de ser impersonales.
Para esto, la primera etapa es ser conscientes, y la siguiente el comienzo de la colaboración y el servicio a los demás. Hasta que no lleguemos a ese punto hemos de trabajar para que todos nuestros pensamientos, palabras y acciones sean realmente impersonales y constructivas, sin alimentar las emociones y los deseos del propio ego.
12) Desapego.
Es imprescindible adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera perspectiva.
Es entonces cuando el ser humano adquiere la libertad, sin que le afecte nada de lo que pueda ocurrir. La actitud ideal es la del observador que de ninguna alguna se identifica con lo que ocurre en los planos físico y emocional, y cuya mente solo es un reflejo de la verdad, verdad que se percibe de manera intuitiva.
Desgraciadamente, no nos están diciendo al oído: “esto es verdad”, “esto no lo es”. Hemos de llegar a esa verdad a través de nuestra intuición interior. Al llegar a ese punto, no habrá reacciones mentales violentas o respuestas emotivas; los vehículos de percepción están pasivos y por lo tanto nada se contrapone a la correcta actitud.
Una de las primeras lecciones que hemos de aprender es el desarrollo de ese desapego interno que nos permitirá unirnos con la concien­cia del hermano y conocer y asegurarnos del mejor modo de ayudarle. Debemos también cultivar esa verdadera humildad que nos obligará a dar todo lo que tenemos para servir de manera altruista y luego olvidar lo que dimos de nosotros mismos.
Mantengamos siempre la actitud de observador en la cabeza. De esta manera el desapego del alma aumentará, mientras se acrecentará y multipli­cará el apego del alma a las almas.
(Continuará………)

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