Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
En
la quietud de la mente no hay movimiento, no hay tiempo, no hay pensamiento.
Eso es meditar. Meditar es un arte, es colocarlo todo en su sitio de manera
que no haya ningún tipo de confusión. En la meditación, la mente descubre por
sí misma la grandeza de todo lo que es verdadero, del objetivo de la vida, de
lo sagrada que es la vida y de todo lo que la envuelve, con lo que llegados a
este punto se tratan todas las cosas con respeto, ya que todas son sagradas.
Pero…… ¿Puede la mente estar realmente
quieta? ¿Puede detener su cháchara tanto en la meditación como en la vida diaria?
¿Puede dejar que comparar de manera permanente? ¿Puede atender al cien por
cien? ¿Puede prestar completamente su atención a todo lo que sucede? O permanece
siempre comparando con el conocimiento acumulado con situaciones anteriores,
con lo que se espera o se desea, con el resto del mundo.
Un magnifico entrenamiento es vivir la
vida con total atención, atención sin comparar, atención con cada célula del
cuerpo. Si se presta total atención a la vida, sin utilizar el propio
conocimiento, sin las creencias, sin los deseos, entonces hay verdadera
atención, y esa atención es silencio, y ese silencio es meditación, verdadera
meditación.
Es en ese momento cuando se produce la
transformación de la mente, y la vida se convierte en comprensión, en
misericordia, en amor. Es en ese momento cuando alcanzamos la meditación. Es en
ese momento cuando la meditación se convierte en un arte. En ese momento cuando abrazamos a Dios.
Los
seres humanos buscamos desesperadamente que nos amen, buscamos amar, buscamos
la relación ideal basada en el amor, y ¿Lo encontramos?, no, encontramos un
sucedáneo, aunque a veces es muy agradable. Si encontramos un sucedáneo es porque realmente no sabemos que es
Amor.
El Amor no es una emoción, no es un sentimiento. El
Amor es una energía, es la fuerza que mantiene girando en perfecto orden a los
planetas en el cielo. El Amor es la fuerza de vida que mantiene los latidos del
corazón. El Amor es la Fuerza Divina que se mueve en todos los seres humanos,
porque somos hijos de Dios, y Dios es Amor.
Crecer……….,
evolucionar……….., madurar……….. Siempre hablamos de crecimiento, siempre
hablamos de evolución. Algunos creen que van a conseguirlo con los años, lo que no sé si todos tienen claro que elhecho de cumplir años no implica ni
madurez, ni crecimiento, ni evolución. Para crecer y evolucionar es imprescindible
que en algún momento de la vida la persona empiece a tomar sus propias decisiones,
y dejarse guiar por……., ¿El sentido común?, si, el sentido común, o mejor esa
voz interior, que es quien te va a guiar de vuelta a casa. Para volver a casa, lo primero y principal es alcanzar a saber quién eres
realmente, y por supuesto de dónde vienes, de cuál es tu casa, para volver a
recorrer el camino de regreso.
Saber
quién eres, implica despertar. La inmensa mayoría de las personas duermen, ni
tan siquiera nos atrevemos a decir que viven dormidos porque no es así, no viven,
sencillamente duermen. No saben quienes son ni de dónde vienen, duermen guiados
en su sueño por su mente poderosa, y lo que ellos creen que viven solo es
ilusión, y creen en su sueño que esa ilusión lo es todo, y se dejan guiar, y ellos
mismos aconsejan, sin saber que no viven, sino que tan solo duermen.
Pero esa
ilusión es nada, sólo ilusión. Es ilusión su aprendizaje, ya que despiertos
pueden tener acceso a todo el Conocimiento; es ilusión su mirar, ya que
despiertos pueden ver más allá de la materia; es ilusión sus pensamientos que
les hacen vivir una vida de creencias engañosas, ya que despiertos pueden vivir
la Totalidad; es ilusión su amor, ya que despiertos pueden vivir el Amor
Divino.
Es en la
ilusión de esa vida de donde nace el miedo, la crítica, la mentira, la defensa
del espacio propio, los celos, la incomprensión, la desigualdad, el egoísmo, el
sufrimiento, la tristeza, la desconfianza, el engaño, etc. Y todo esto, lo
único que hace es retrasar, obstaculizar y empobrecer vuestra conciencia,
vuestros días, vuestra vida.
Para poder
acabar con todo eso, sólo hay que despertar. Incluso los que viven
completamente dormidos pueden hacerlo, sólo es necesario que alguna vez pongan
en duda quienes son realmente, ya que ese es el camino, saber quién eres, y
alcanzar la meta de ser quien eres; de esta manera vas a tener la energía que te
va a llevar a la dicha de crear la vida desde el Amor.
Despierta,
vive desde el centro de tu Ser y comenzarás a ver los frutos; comenzarás a ser
consciente de las sincronicidades, comenzarás a ser consciente de que eres guiado,
y será más fácil para ti vivir tu tiempo, tu único tiempo: el presente; porque
sólo existe hoy, lo que llamas pasado y futuro no existe, por eso has de romper
con esa mente de ilusión que crea los pensamientos que te sujetan a las
acciones de ayer o te proyectan al mañana.
Tu cambio es ahora,
es este el momento de empezar a tomar tus propias decisiones, y seguir los
dictados de tu voz interior, sin dejar que aquellos que todavía están dormidos,
viviendo su ilusión, influyan en tu nueva vida.
Cuando
consigas dejar de vivir la ilusión, será cuando comiences a vivir. ¡Que sea
ahora!, un segundo de retraso sólo es un segundo más de infelicidad.
Es posible que
inspirados en las vidas de los grandes seres, (budas, gurús, santos, maestros,
etc.), dediquemos una parte de nuestro día a la oración, a la meditación o al
recogimiento. Pero también es posible que ahí acabe toda la inspiración y que
una vez finalizada nuestra práctica nos integremos en la vida haciendo gala de
una soberbia sin límites, de una ira irrefrenable, de un rencor destructivo, de
una ambición desmedida, o de una crueldad terrorífica, solo por citar algunas
de las perlas con las que muchos se van paseando por la vida.
Es preferible menos
meditación y más humildad, menos oración y más paciencia, menos recogimiento y
más modestia, menos lecturas y más compasión, menos figurar y más tolerancia, más escuchar, más respeto, más amor.
La
voluntad es esa capacidad de los seres humanos que les mueve a hacer cosas de
manera intencionada. La voluntad es la facultad que permite al ser humano
gobernar sus actos, decidir con libertad y optar por un tipo de
conducta determinado. La voluntad es el poder de elección con ayuda de la
conciencia.
La
voluntad es una facultad indispensable para la realización de cualquier cosa.
Para transitar por el camino que nos conduce a Dios también se ha de tener
voluntad, y mucha.
Los
débiles de carácter difícilmente van a llevar a cabo ningún tipo de trabajo que
no sea obligatorio, y caminar por el sendero que nos conduce a Dios es trabajo,
no es precisamente suave y por supuesto no es obligatorio, por lo que al no
encontrar un premio o una reprimenda material aun se hace más difícil. A los
que recorren este camino se les denomina “guerreros de Luz”, porque es como si
se librara una guerra incruenta, en la que se va a lidiar con el peor enemigo
que podamos encontrar, con nosotros mismos. Ser un guerrero de Luz no es un
trabajo para débiles de carácter, ni para perezosos o indolentes. Es para
auténticos guerreros. Así que si eres débil y te dejas arrastrar por la
indolencia comienza por fortalecer esa parte de tu carácter. Es imprescindible para
llegar a Dios.
Aunque parezca una ironía, es la cruda realidad.
Los seres humanos somos así, y dos personas pueden discutir hasta matarse por
ser hinchas de equipos de fútbol distintos, por tener opciones políticas
distintas o por tener religiones distintas, cuando ellos ni tan siquiera son
los dueños de los clubes de fútbol, que normalmente comen juntos en restaurantes de cinco tenedores, ni son ellos los políticos que se están lucrando a costa de
los votos de los incautos que se pelean, ni son los dirigentes religiosos que
viven en la opulencia acumulando dádivas de gentes que difícilmente llegan a
fin de mes.
Toda tu vida se
desarrolla en “piloto automático”. Sería bueno que en algún momento tomaras los
mandos para pilotar tu vida. Ya que si no, te vas a enojar sin saber muy bien
por qué, vas a gritar sin saber muy bien por qué, vas a sufrir sin saber muy
bien por qué, vas a enfermar sin saber muy bien por qué y vas a morir sin haber
sido consciente de que has vivido.
La vida puede ser una
fiesta o un calvario. Es la persona la única que decide lo que desea vivir, y
como desea vivirlo. Nuestro contrato con Dios, por expresarlo de alguna manera,
es aprender a vivir en la Tierra confinados en un cuerpo como si estuviéramos
al otro lado de la vida. Si Él interfiriera, sería como realizar un examen con
la información del profesor, y en las asignaturas de la vida no valen engaños.
¿Infierno? No hay más infierno que los pensamientos negativos
que tienen como origen nuestras propias miserias: Ira, avaricia, orgullo,
apegos, envidia, críticas, etc. Cada uno de estos pensamientos impregnan de
energía negativa, de energía sucia, de energía enferma y de energía
contaminada a nuestro sistema energético, afectando de manera definitiva al cuerpo físico enfermándolo y manteniendo a la
persona cada vez más alejada de su alma y más alejada de Dios. Son el auténtico y definitivo infierno del ser
humano ya que son los responsables de todas y cada una de las emociones
negativas que mantienen a las personas atados al dolor y al sufrimiento.
¿Qué peor infierno
que una vida de celos, o de miedo, o de odio? No es necesario quemarse en las
llamas del inventado infierno, ya lo hacemos en las llamas reales de las
emociones generadas por nuestros pensamientos.
La enseñanza para la
vida espiritual no debería estar deslindada de la enseñanza para la vida
física, pero desgraciadamente si lo está. En la familia y en la enseñanza para
la vida, enseñan temas religiosos, que no espirituales,es por lo tanto la persona la que una vez
alcanzada la edad adulta tiene que buscar su espiritualidad si es que su alma
así lo demanda.
Toda la enseñanza que recibimos los seres humanos es aquella que es
científicamente demostrable, más o menos necesaria para que nuestra economía
sea rentable, y a todo eso hay que añadir todo lo que nos cause satisfacciones
físicas. En ningún momento nos enseñan los pasos esenciales para conseguir la
felicidad, cuando es el objetivo de búsqueda inconsciente de todos los seres humanos;
en ningún momento nos enseñan cómo vivir en paz, sin estrés, con alegría y sin
sufrimiento. Se supone que con la enseñanza impartida va a ser suficiente para
conseguir todo aquello que sea físico o afecte a este de manera directa, y que
cualquier emoción desbocada ha de ser gestionada por la propia persona, se
supone que a través de ciencia infusa, porque otra no se ha recibido.
El ser humano es
responsable de todos y cada uno de sus pensamientos, de todas y cada una de sus
palabras, de todos y cada uno de sus actos y de todas y cada una de sus
omisiones, nada de esto está en el Plan de Vida. Dios, en su infinito Amor, ha
dejado que el ser humano actúe según su conciencia, sin inmiscuirse para nada
ni en las decisiones ni en las realizaciones de su vida.
Las personas con las
que te vas encontrando en la vida solo han sido colocadas por ti, precisamente
para que seas consciente de ese defecto que traes de fabrica, para que seas
consciente de la debilidad de tu carácter, para que seas consciente de la baja
autoestima que sientes por ti, para que seas consciente de tus miedos, de tus
malos hábitos, de tu pereza o tu falta de voluntad, para que seas consciente de
tu falta de respeto y de tu falta de compasión, en suma, esas personas han
pactado contigo en tu Plan de Vida ser un espejo donde aparezcan reflejadas tus
debilidades, para que sea más fácil para ti subsanar todos esos “defectillos”,
y empezar así a amarte para acumular la energía del amor y poder así comenzar a
entregársela a los demás.
Cuanto más seas tu
mismo, sin máscaras, más cerca estarás de amarte a ti y de amar a los demás.
Tienes que aprender a
amarte a ti, ya que si no te amas a ti mismo, difícilmente podrás amar a los
demás. Si no te respetas a ti mismo, difícilmente podrás respetar a los demás.
Si no te valoras a ti mismo, difícilmente podrás valorar a los demás.
A pesar de que tengamos
guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida
de otra manera es personal de cada uno.
Nadie va a decidir en qué momento está
preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta
a Dios, salvo la propia alma.
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y
de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el
sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión,
en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.
El
saber que somos Hijos de Dios, que estamos es la vida porque hemos decidido vivir,
saber que Dios nos vigila, nos cuida, nos Ama y nos mima, poder disfrutar de
los placeres de la vida, de los abrazos, de las caricias y de los besos,
debería ser motivo más que suficiente para estar en la vida alegres y felices,
pero no es así, a pesar de eso no somos felices.
¿Quiere decir que
todos van a acceder a ese conocimiento? Si, con matices. Cualquiera que llegue
a un nivel determinado de energía va a tener acceso a ese conocimiento, a esos
dones, a esos regalos, a no ser que existan ciertas clausulas en su Plan de
Vida que lo impidan, ya que el Plan de Vida es la auténtica hoja de ruta por la
que se rige toda la vida en la materia.
Conozco una persona,
que me permite contar sus vivencias en cuanto a los dones se refiere, pero no
dar pistas sobre su identidad, y que desde que tiene uso de razón ha suspirado
por ver la energía y por escuchar a los maestros, y que no ha conseguido, a
pesar de que parece caminar con paso firme por el camino que conduce a Dios.
Dice que tiene que conformarse con una intuición a la que escucha y sigue como
si de la autentica palabra de Dios se tratara, y algo que define como
clarisensibilidad, que es la base para realizar su trabajo de sanador, que es como
le gusta definirse, pero nada más, a pesar incluso de realizar cursos y
trabajos específicos para activar, al menos, la clarividencia. El dice: “Llegue
a estar obsesionado, cuando veía a otras personas, con dotes de clarividencia o
clariaudiencia a las que yo con mi desmedida soberbia, calificaba como no
merecedores de esos dones”.
Su trabajo personal,
sobre todo para eliminar su orgullo, y sus meditaciones, le fue serenando, y
llegó así a la aceptación de que por alguna razón desconocida él no era merecedor
de tales privilegios.
“La razón desconocida”, cuenta, “era mi Plan
de Vida. En Él aparece contemplado que voy a realizar mi camino de retorno a
Dios y cumplir con mi misión, en solitario, sin ayuda, o al menos sin una ayuda
tan evidente como la que tus guías te puedan prestar sobre como es el camino y
los obstáculos con los que te puedes ir encontrando”.
“A cambio”, prosigue,
“he aprendido a confiar plenamente en la intuición y a traducir las sensaciones
de mi cuerpo físico. Y si bien no me hablan, en muchísimas ocasiones van
poniendo pensamientos en mi mente, que yo sé que no son míos. Pensamientos
necesarios para la realización de las terapias, aunque nunca para algún aspecto
concreto de mi propia vida”.
Este es un magnífico
ejemplo de que no hay dos vidas iguales, ni tan siquiera en el logro de algo
que se encuentra al alcance de todos cuando llegan a cierto punto en su
crecimiento. Es como el montañero que sabe que en lo alto de la montaña hay una
fuente de agua clara, pura, limpia y cristalina, porque todos los que han
llegado a la cima relatan que han bebido, y después de una ascensión a la cima
de la montaña, más o menos penosa, encuentra que debido a las últimas lluvias,
el agua de la fuente sale turbia.
No piensan los que se
inician en el camino de retorno a Dios que van a conseguir este o aquel don, o
al menos no deberían pensarlo. El objetivo del viaje, el objetivo de la vida,
no es conseguir un don, es encontrarse con Dios. Por lo que los que se inician
en el camino, cuando se encuentran con ese don, lo aceptan y siguen su camino
sin darle importancia, ya que cuando han llegado a él, su alma ya sabe que
puede sucederle eso, y aun más cosas, y por sabido no es sorprendente. No es el
objetivo del camino conseguir un don, el objetivo es encontrarse con Dios.
Son
millones las personas que en la actualidad se encuentran desarrollando algún
tipo de trabajo, llamémosle de crecimiento, aunque posiblemente muchas de ellas
no lo califiquen así, bien sea porque su único objetivo es mantener un nivel adecuado
de estrés, o encontrar la paz, o mantener una salud óptima, o adelgazar, o mejorar
las relaciones con su entorno, o vaya usted a saber las razones por las que
cada persona comienza a hacer yoga, a meditar, a leer, o a asistir a cursos,
charlas y conferencias, que tratan de esa otra parte del ser humano que no se
ve, pero que no solo dejan a la persona con una serenidad especial, sino que la
permiten moverse por el mundo con una fuerza emocional desconocida.
Pues aunque no lo sepan, están
creciendo, están madurando, están fortaleciendo su carácter, están expandiendo
su conciencia, o lo que es lo mismo están comenzando a realizar el trabajo para
el que han venido a la vida: conectarse con su alma y comenzar a vivir desde el
corazón. Muchos serán conscientes al cabo de cierto tiempo, otros puede ser que
nunca. Pero es igual, aunque se realice el camino con los ojos vendados se
avanza en el camino, ya se quitarán la venda cuando sea el momento.
Pero aún hay más, con los ojos
vendados, o sin venda en los ojos, creyendo que están creciendo en conciencia o
solo liberando su estrés, avanzando rápido o caminando a paso lento, se van a
topar con Dios. Lo sepan o no, crean en Él o no, ahí está, porque Dios les
envuelve y su crecimiento no es más que comenzar a vibrar de manera más sutil,
no es más que ampliar su campo energético, no es más que agrandar sus chakras,
no es más que sustituir sus energías sucias, lentas y pesadas por otras
energías más limpias, brillantes y luminosas, acercándose, sin ellos saberlo a
la Energía Divina.
A los seres humanos aunque
no nos gustan los exámenes sí que nos gustan las evaluaciones, o sino las
evaluaciones como tal, si nos gusta que alguien nos confirme si estamos en el
camino correcto, si hemos avanzado un tramo importante, y si además nos dijeran
que hemos adelantado a “fulanito”, ya sería increíble.
Pero no, en esta
carrera que todos compartimos de volver al seno de Dios, no hay evaluadores, no
hay adversarios, no hay meta, solo hay destino. El estudiante y el adversario,
el evaluador y el evaluado son la misma persona, es uno mismo. Esta es una
carrera contra nosotros mismos, este es un camino de soledad, es un trabajo de
valientes, es una lucha contra un enemigo invisible, es un camino interminable para
una sola vida, es un sendero lleno de recovecos, es una guerra sin cuartel,
unas veces dura y otras menos dura, pero siempre reconfortante, porque aunque de
la sensación de que no se avanza o que incluso hay días o temporadas en los que
parece que se retrocede, no es tal, siempre se avanza, aunque no se sienta.
El camino que nos
conduce a Dios parece sembrado de obstáculos, pero todos son superables, y en
cada posta vamos recibiendo regalos, vamos recibiendo dones que son producto
del propio crecimiento. Es posible que no se sea consciente de los dones que se
van recibiendo, pero solo es por una razón: Se recibe el regalo o el don cuando
la persona ha dejado de desearlo, cuando no lo espera y para ella la obtención
de ese don es una consecuencia lógica y conocida.
Vamos por un momento
a utilizar la imaginación. Imagina que la distancia que nos separa de Dios es
cuantificable en un millón de kilómetros. Imagina también que cada kilómetro se
corresponde con una determinada vibración de la energía, más rápida y más sutil
cuanto más cerca de Dios, (esto es realidad), y más lenta y pesada cuanto más
cercana a la materia, (esto también es real). Imagina que una persona que vive
una vida total y absolutamente material, sin tener ningún tipo de conocimiento,
y que ni tan siquiera sabe de su divinidad, ni por equivocación cree en ella, y
tampoco sabe el papel que está representando en la materia, se encuentra en el kilómetro cero, es decir un millón de kilómetros separada de Dios. Imagina, por
el contrario, que una persona que se encuentre en su última vida de encuentra
solamente a cien kilómetros de Dios.
En la energía se
encuentra todo el conocimiento. Imagina que podemos cuantificar ese
conocimiento de cero a mil. Cero es el conocimiento que se encuentra en la
energía que compone la materia, y mil es el conocimiento de Dios.
Según se avanza por el
camino que conduce directamente a Dios, va cambiando la vibración, se va
acelerando, se va volviendo más sutil, con la consecuencia lógica de acceder al
conocimiento disponible en esa vibración. De ese conocimiento el caminante
puede ser consciente de varias maneras: Puede comenzar a ver otras energías,
puede comenzar a oír las voces de sus maestros y guías, puede tener sueños
lúcidos, informativos y premonitorios, puede comenzar a tener certeza de cosas,
que no sabe como las sabe, pero las sabe, puede sentir cada vez con más fuerza
el estado físico, mental y emocional de las personas, puede volverse mucho más
sensible a la energía que le rodea, se atreve a seguir con total confianza sus
intuiciones porque tiene la seguridad de que son certeras, de la misma manera que
su eficacia en las sanaciones, si es curador, se incrementa de forma
exponencial, sabiendo las actuaciones que debe realizar el paciente para su
sanación, o para su aceptación de la enfermedad.
¿Quiere decir que
todos van a acceder a ese conocimiento? Si, con matices. Cualquiera que llegue
a un nivel determinado de energía va a tener acceso a ese conocimiento, a esos
dones, a esos regalos, a no ser que existan ciertas clausulas en su Plan de
Vida que lo impidan, ya que el Plan de Vida es la auténtica hoja de ruta por la
que se rige toda la vida en la materia.
Estamos en un viaje de ida y vuelta y nuestras
pertenencias materiales a la vuelta van a ser las mismas que a la ida. Nuestra
maleta de vuelta sólo va a contener las experiencias del alma: más paciencia
que a la ida, más amor, más voluntad, más misericordia, más hermandad.