¿Qué crees que necesitas?
Si en este momento sientes necesidad de algo, aunque no sepas exactamente qué, revisa y mira a tu alrededor. Más aún, empieza por revisar tu vida y párate en el momento aquel en que empezaste a necesitar, a desear, a querer, a poseer. Es entonces, cuando te darás cuenta de que eres incompleto/a, ya que si fueras completo/a no tendrías necesidad de nada.
La vida y lo que tú crees que es tu propia vida no están sincronizadas.
Tu caminas hacia una dirección, pero el viento te mece, te para, te empuja y todo lo que es se resiste a ti.
Quizás, en algún momento, aunque haya sido sólo un instante, has podido sentir y vibrar diferente, y tú mismo/a te has maravillado, te has reconocido en un tiempo y un espacio diferente. Feliz, en paz. Y entonces has creído que era un sueño, que era irreal, que es imposible sentir y vivir en este estado de plenitud. Y sientes que quieres, aún a pesar tuyo, quieres vivirlo, aferrarte y no moverte de ahí.
Aunque no sabes bien de que se trata, dónde estás y que te está pasando, en tu interior sabes que sí, sabes que ese es tu estado natural, porque te sientes cómodo/a, te sientes pleno/a. Es algo que “puedes pensar” como desconocido pero que sientes que es tu lugar.
Entonces, tanto si eso ha durado un minuto, como una hora, un día o una semana completa, ¡Piensas! Sí, empiezas a pensarlo y lo pones en duda. Te juzgas a ti mismo/a bajo el poder de tus pensamientos y desde los ojos de los demás. No crees que puedas permanecer mucho más tiempo ahí, porque te parece que sino “estás fuera del mundo”.
Y te dices a ti mismo/a, erróneamente, “despierta” “toca de pies en el suelo”, “vuelve a la realidad”.
Pero no te das cuenta que aquello que tu llamas realidad, en verdad, es solamente el mundo exterior, el mundo de los convencionalismos, de los juicios, del vivir en función de lo que pensarán los demás, según lo que “está bien” y lo “que está mal”.
Y en un instante, la Luz, la paz, la certeza, la calma, se desvanecen y vuelves a sufrir. Incluso más que antes porque ahora ya sabes, ahora ya conoces un poco más de ti y sientes que no puedes compartirlo con demasiadas personas o casi ninguna de las que te rodean. Claro, te preocupa que puedan pensar de ti. Entonces empieza el esfuerzo para olvidar quien eres, para volver al “mundo real”, el único que crees conocer y adaptarte a él nuevamente.
El desconcierto entre lo que eres y lo que haces, entre dónde te has sentido en casa y dónde te dice tu mente que deberías estar – el escenario de la vida donde has decidido interpretar un papel- es una constante que ya sabes que se irá repitiendo cíclicamente y que no podrás, y a lo mejor, ni querrás evitar.
El alma, prisionera de ti mismo/a no dejará nunca de hacerse presente y en ella sentirás como Dios, amoroso, te extiende su mano para que vuelvas a Casa, a la verdadera realidad.
Asimismo tu pensamiento incesante tampoco dejará de decirte lo “loco/a” que estás por el hecho de permitirte sentir. Y te conducirá, momento a momento, al mundo del cuerpo, de los deseos, de los anhelos, del sufrimiento.
Más en esta lucha serás tan libre, que nadie, y cuando digo nadie me refiero a los ángeles, tus Guías o Dios te obligará a seguir la vida de tu corazón y situarte en el Camino, tu Camino. Solamente tú podrás decidirlo.
Sólo tú puedes decidir SER y desplegar tus alas para SER, para vivir en unidad completa, sin esfuerzo, en el mundo del espíritu, en el mundo del alma aquí en la tierra, en una conjunción perfecta que te envuelve y, además, feliz como nunca te habrías atrevido a soñar.
Por eso, cuando vuelvas al mundo supuestamente real no olvides nunca quién eres en realidad. Sé firme como una roca en lo que sientes y ninguna tempestad que te llegue en forma de palabras, de reproches, de juicios, ni de opiniones de los demás, podrá doblegar nunca, ninguna de las ramas de ese árbol de la vida que tu eres, porque estarás tan enraizado/a a la tierra y a la vida, que tu voluntad sólo será una. La Voluntad de Dios que ha obrado en ti maravillas.
Entrada publicada por Elisenda.