No
creo exagerar ni un ápice afirmando que prácticamente todos los seres humanos
tenemos algún punto de conflicto: de infelicidad, de miedo, de incomodidad, de
insatisfacción, de frustración, de envidia, de rechazo, de prepotencia, de
egoísmo, de orgullo, de inferioridad, de duda, de celos, de impaciencia, de
ira, de pena, de impotencia, de tristeza, de rencor, de avaricia, de depresión.
Y creo que tampoco exagero si digo que no
somos totalmente conscientes de ese, nuestro punto de conflicto. Es claro que al
no ser conscientes no podemos trabajar para eliminarlo, y que aunque
desconocido, afecta muchísimo a nuestro campo energético, y por ende, a nuestro
propio crecimiento.
Es
posible que nuestro punto de conflicto se encuentre tan adentro y tan escondido
en nosotros, que no solo nosotros no seamos conscientes, sino que ni tan
siquiera los que nos rodean tengan constancia, al cien por cien, de nuestro
fallo. Y eso que los que nos rodean son los más indicados para explicar cuáles
son nuestros fallos, porque ellos los ven, mientras que nosotros, lo único que
podemos alcanzar a ver es nuestra sombra.
Es
decir, que nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, y seriamos capaces de
matar defendiendo la idea de que no hay razón para tal extremo.
Es
un caso difícil, porque con la meditación que es casi un “cura todo”, no es
suficiente, y no lo es porque la meditación es un abono que lo mismo hace que
crezcan las buenas que las malas hierbas. Para que la meditación surta efecto
ha de pasar mucho tiempo para que la energía positiva que se genera pueda ir
desplazando las energías negativas de ese “algo” que se encuentra escondido y
posiblemente repartido en cada célula del cuerpo.
La
“atención” y la “aceptación”, que son las mejores recetas para conseguir vivir
una vida plena, en este caso adquieren doble valor. La atención porque con ella
se puede descubrir la reacción emocional ante cualquier circunstancia, que en
condiciones normales, en “piloto automático” pasaría desapercibida, y si se
consigue descubrir esa reacción es mucho más fácil eliminarla aplicando la
receta de usar la virtud contraria. Y la aceptación, porque aceptando no se da
entrada ni cabida a cualquier negatividad escondida en el carácter, con lo cual
a base de no usarlo acabaría agotándose.
Y
mientras tanto seguir con nuestra meditación. Sería fantástica una meditación
que active la energía del amor, porque es la energía más poderosa que existe,
es un buen limpiador.