Somos seres
espirituales viviendo una experiencia humana y, sin embargo, tiene tanto poder
el ego que más parece que seamos un cuerpo despegado del alma, vagando en
soledad por los intrincados caminos de su existencia.
Las
enseñanzas actuales sobre algunas leyes del Universo nos llevan a entender
intelectualmente el poder del pensamiento, el poder de la energía y sus
mecanismos de funcionamiento, a través de los cuales podemos atraer a nuestra
vida aquello que deseamos y apartar lo que categóricamente
rechazamos.
Sin embargo,
y aquí hace gala de su poder el ego, a pesar de entender intelectualmente el
mecanismo para la consecución de la felicidad, (sin entrar en otras
profundidades más o menos espirituales), no permite desarrollar la práctica necesaria
para aplicar la enseñanza en la vida diaria y conseguir así ese estado de paz y
de felicidad que todos consciente o inconscientemente anhelamos.
Todo esto viene a cuento por una conversación
mantenida con un paciente y que nos ha hecho reflexionar juntos sobre el
auténtico poder del ego. Transcribo algunos párrafos de nuestra conversación:
“No me
tienes que hablar del poder del pensamiento positivo, lo conozco, ni del poder
de la meditación, también lo conozco, sabes que medito cada día, pero no es
suficiente, falta algo, me tienes que hablar de ese algo que falta que sea más
profundo y que consiga acallar esa vocecita tenue que acompaña a cualquier
pensamiento positivo o a cualquier meditación”.
“Explícame
como es esa vocecita”, le decía yo.
“Habíamos hablado del poder de la meditación,
de la oración, y de entregarse a Dios. En relación a entregarse a Dios me
decías que me fijara en la historia de la Virgen Maria que siendo joven, recién
casada, le anuncia un ángel que va a quedar embarazada por obra y gracia del
Espíritu Santo y va a dar a luz nada menos que al Hijo de Dios, y ella solo
dice: Hágase en mi según Tu Voluntad Señor. En este punto me indicaste que
hiciera lo mismo, que ante cualquier problema que pareciera irresoluble me
entregara a la voluntad de Dios. Así lo hago y digo y repito una y mil veces,
cada vez que la ansiedad generada por el problema me ahoga y me angustia: Señor
uno mi voluntad a la Tuya; Señor, hágase en mi según Tu Voluntad”.
“A veces,
repetir eso o pensamientos positivos del tipo Yo Soy, me tranquiliza y hace que
se me olvide el problema, pero me he fijado que hay otras veces que pasa algo
curioso: Según estoy diciendo que se haga la Voluntad de Dios, hay una especie
de pensamiento, casi inapreciable, o una especie de sensación o de deseo, que
espera que la voluntad de Dios sea coincidente con mi deseo. Es entonces cuando
pienso que estoy haciendo un trabajo inútil, porque no le doy espacio a Dios para que se haga Su Voluntad”.
“No es un
trabajo inútil”, le contesté, “Sólo es una prueba del enemigo tan poderoso con
el que nos enfrentamos. Es la última etapa de un camino largo y arduo. Un
camino en el que en un principio ni tan
siquiera eras consciente de que tenías pensamientos, porque todo eran
pensamientos. Era como explicarle al pez como era el agua, cuando era su
hábitat. Es igual, tu hábitat eran tus pensamientos. Poco a poco has conseguido
dominarlos, ha sido, o mejor, lo está siendo, un trabajo duro, y eso que queda
es la pataleta del ego. También vas a conseguir acallar esa vocecita, que hasta
no hace mucho era un grito que se podía escuchar, casi fuera de ti”.
“Sigue
trabajando, lo estás haciendo bien. Nunca te dije que fuera fácil. Se puede, no
es imposible”.
Dicen los maestros que nuestro hacer es el mayor obstáculo, ahí que dejar de hacer para poder ser.somos conciencia ese deseo solo es un deseo en la conciencia percibido por la consciencia y no hay que hacer absolutamente nada solo dejar que se vaya por si mismo, como una nube que aparece en el cielo. Sólo es un comentario que me gustaría decirle a esta persona no hace falta que lo publique . Gracias
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