Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
El
ser humano tiene una sed insaciable por conocer cómo será su futuro, y acude a
clarividentes, tarotistas, quiromantes, leedores de hoja de coca o de los posos
del café, sólo por citar unos cuantos.
La
información que ofrecen estas personas, puede ser correcta o no, pero si tiene
un efecto sobre la persona, en muchos casos positivo: Condiciona, de alguna
manera su vida, ya que se generan nuevas formas de pensamiento, es decir nuevas
energías, capaces de atraer a su vida, las bondades pronosticadas por el
psíquico.
Es
la “Ley de la Atracción”. Al recibir la noticia de posibles buenos
acontecimientos en su vida, (menos mal que no se suele informar de los malos
augurios), deja de lado las viejas formas de pensamientos, que mantenían a la persona en la ciénaga de su
pensamiento circular, basado en su desgracia, en su mala suerte, en su
sufrimiento, en su dolor, en su incertidumbre; para adquirir nuevas formas de
pensamiento que catapultan a la persona a una nueva esperanza.
No
olvidemos que energías de la misma calidad se atraen, con lo que sin ser
conscientes de ello, empiezan a trabajar a favor de las predicciones del
psíquico.
Pero
ocurriría exactamente lo mismo si se cambia el pensamiento sin haber pasado por
la consulta del futurólogo.
Sin
embargo, nada de esto sería necesario, si fuéramos conscientes de que es el
propio ser humano el que está planificando, de manera permanente, su futuro con
sus acciones, sus emociones y sus pensamientos de hoy. Cada persona es total y
absolutamente responsable única de su vida, y la cosecha que cada uno va a
recoger en el huerto de su vida, es sólo aquello que sembró, regó, abono y
cuidó con mimo con anterioridad a la cosecha.
Solamente
hay que ser conscientes. Conscientes de los pensamientos y de las emociones con
las que convive la persona, para saber cuál será su fruto, ya que son esos
pensamientos y emociones, la semilla que va germinando con el paso del tiempo.
Para
cambiar el fruto, sólo hay que sustituir la semilla.
Todos somos psíquicos. Todos tenemos
los mismos poderes, poderes que estarán más o menos desarrollados, en
funciónde nuestra propia evolución y de
nuestro propio crecimiento. Evolución y crecimiento que es un continuo desde
nuestra primera visita a la materia, por lo que no es fruto de la casualidad “los
poderes” de cualquier persona. Sólo es un efecto de su evolución en vidas
anteriores.
Mucho
mejor que consultar el mañana, es planificarlo y trabajar, para que esa
planificación llegue a buen puerto. Trabajar para crecer y evolucionar, es
conocer de antemano el futuro. Futuro, que de hecho, no interesa en absoluto a
esas personas que han alcanzado un cierto grado de madurez.
Hay
una cita de la Madre Teresa de Calcuta que dice: El perdón es una decisión, no
un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos
más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que
te ofendió.
¿Por
qué tenemos que perdonar? La respuesta es bien sencilla: Porque nos hemos
sentido ofendidos, porque nos han despreciado o humillado, bien sea con
palabras, bien sea con acciones, o sencillamente porque no se han cumplido
nuestras expectativas.
Parece
claro, también, que la ofensa consigue que nuestra paz interior, si es que alguna
vez hemos gozado de ella, se esfume como el humo, envuelta en el rencor
generado por la ofensa. Y mientras el ofendido rememora una y otra vez la
ofensa, alimentando su rencor, destrozando su cuerpo energético con el veneno
generado porsus pensamientos, el
ofensor parece seguir disfrutando de su paz interior, sin sufrir el más mínimo desajuste
emocional.
Antes de
seguir leyendo, medita un poco sobre esto: El que ofende se queda tan feliz, y
el ofendido sufre estresado las consecuencias de la ofensa, que, curiosamente,
la ha causado otro.
Sigue
pensando y contéstate a estas preguntas: ¿No te parece demencial, que sufra el
que no ha hecho nada?, ¿No te parece ridículo darle vueltas y más vueltas a la
ofensa, como si te la estuvieran causando de manera permanente?, ¿Qué pasaría
si una vez recibida la ofensa no volvieras a pensar en ella?, y aun mejor, ¿Qué
pasaría si lo que ahora consideras como ofensa, ni tan siquiera lo
consideraras?
La ofensa
sólo es debida a que se revive una y otra vez, cuando sólo fue realizada en un
momento determinado. ¿Por qué rememorar el hecho permanentemente?, ¿Por qué permitir
que se desestabilicen las emociones los días o los meses posteriores?
Sólo se
ofenden aquellos que no saben vivir la vida, porque sus vivencias son sus
propios pensamientos. Sólo se ofenden los que no saben vivir el presente, porque
viven de manera inconsciente. Sólo se ofenden los que viven lejos del amor, su
esencia, porque el ruido de su mente les impide sentir el corazón.
Vive
conscientemente, y no será necesario el perdón. Porque vivir conscientemente
supone no acumular ofensas, y quien no se ofende no necesita perdonar. Lo que
podemos considerar una ofensa, se produce en un momento preciso, pero al no
revivir ese momento nunca más, no se mantiene en la mente ningún rencor. Sólo
ha sido un episodio más de la vida, posiblemente muy desafortunado para el
hipotético ofensor, pero intrascendente para quien lo recibió.
Todo
es elección. Aunque no seamos conscientes de ello, nos pasamos la vida
eligiendo, y nuestra primera elección es, sin ninguna duda, nuestra llegada a
la vida. Elegimos nacer por el inmenso deseo que tiene el alma de purificarse y
acercarse a Dios, cuando sería más fácil para ella quedarse en los planos en
los que se encuentra, sin ninguna de las necesidades y padecimientos del
cuerpo. Pero es igual, el alma necesita acercarse a su esencia divina y vivir
su divinidad de manera completa, para lo cual tiene que completar su
aprendizaje, tiene que vivir todas las experiencias, tiene que liberarse de sus
deudas y recibir las que le son debidas.
Lo
realmente dramático, es que una vez en el cuerpo, no recordamos nada de esa,
nuestra primera elección, y nos encontramos en la vida, envueltos en pañales,
creciendo y aprendiendo, en casi todas las ocasiones, con dudas y con miedos,
unas lecciones que no son las que necesariamente hemos venido a aprender. Es
como si nos matriculáramos en la Facultad de Filosofía y en vez de enseñarnos a
razonar, nos enseñaran a construir puentes. No nos sirven “casi” de nada las
enseñanzas que vamos recibiendo a lo largo y ancho de nuestra vida, y no es
porque nuestros maestros no lo intenten, en muchos casos con amor, aunque con esa
peculiar manera que tenemos de amar los humanos, el amor del cuerpo, y no el
amor del alma. Pero siguen sin sernos útiles sus enseñanzas, ya que no nos
enseñan a vivir para el alma. Sus enseñanzas están basadas en como engañar a la
vida.
Es
posible, que incluso en ese engañar a la vida, tengamos algunas opciones para
elegir nuestro camino: Estudiar o trabajar, ser ingeniero o escritor,
permanecer solteros o casarnos, tener un hijo o dos, vivir en una casa o en un
piso, etc., etc. Pero siguen siendo opciones de vida, no opciones de alma. Elijamos
la opción que sea, siempre nos faltarán las opciones más importantes, de las
que ni tan siquiera podemos ser conscientes de que están ahí, al alcance de
nuestra mano. Esas opciones, se refieren a la vida del alma, y es normal que no
tengamos conocimiento de ellas, porque nunca, nadie, nos ha hablado de otras
opciones que no sean las referidas a la vida física del cuerpo.
Esas
otras opciones, desconocidas para casi todos los mortales, no van en contra de
la vida, o mejor dicho, no van en contra del libre fluir de la vida. Van a
favor de la vida, y por lo tanto, van a favor del alma.
No
se trata de elegir entre nada físico, ni entre dos deseos, que según nos han
enseñado, nos pueden dar algún momento de efímera felicidad. Se trata de elegir
las condiciones para conseguir, de manera cada vez más duradera, hasta llegar a
permanente, “la felicidad”.
Se
trata de desaprender lo aprendido. Se trata de elegir la paz en lugar de la
guerra. Se trata de elegir la alegría en lugar de la tristeza. Se trata de
elegir la acción en lugar de las dudas. Se trata de elegir la risa en lugar del
llanto. Se trata de aceptar en lugar de criticar. Se trata de elegir el respeto
en lugar de despreciar. Se trata de elegir el perdón en lugar del odio. Se
trata de bendecir en lugar de maldecir. Se trata de elegir el servicio al
prójimo en lugar de ignorarle. Se trata de elegir al amor en lugar del miedo.
Se trata en vivir desde el alma, mimando al cuerpo. Se trata de elegir la humildad
y no la soberbia. Se trata de vivir en la verdad y no en el engaño. Se trata de
alegrarte por el bien de tu hermano sin envidias. Se trata de vivir desde el
corazón. Se trata de amarnos a nosotros mismos. Se trata de aceptar el libre
fluir de la vida sin oposición. Se trata de aceptarnos y presentarnos ante los
demás tal como somos, sin máscaras, sin engaños.
Se
trata de elegir la felicidad en lugar del sufrimiento.
Las
pruebas y los sufrimientos más duros con los que nos encontramos los seres
humanos, llegan de la lucha con la naturaleza emocional, llegan de una lucha
interna con los deseos.
La
persona que logra dominar sus deseos ha avanzado un paso de gigante y decisivo
en pos de su felicidad.
Pero,
¿Qué es un deseo?: El deseo es la atracción que se siente por algo que
proporciona placer, o la repulsión de aquello que causa dolor.
¿Cómo
se genera?: Supón que te sientas a comer. Cuando el bocado entra en contacto
con el paladar, se producen unas vibraciones, que aparecen como una sensación
particular en el cuerpo emocional. Si el plato es sabroso, según tu gusto, la
sensación será agradable. Una vez que terminas la comida, la sensación
desaparece, pero permanece el recuerdo de esta, y ese recuerdo puede despertar
por cualquier otra causa, sobre todo por asociación de ideas. Entonces desearás
saborear ese bocado nuevamente.
Nos
vale este ejemplo, que se puede extrapolar a cualquier otra cosa, sea del tipo
que sea.
Esta
claro, que la no consecución de los deseos, bajo cualquier aspecto provoca
sufrimiento, en mayor o menor grado.
Pero,
también está claro, que no podemos, de ninguna manera cerrar nuestros sentidos,
ni vaciar de ideas nuestra mente.
¿Qué
hacer entonces? Lo que hay que hacer es permanecer alerta, estar en guardia, y
evitar el sentir atracción o repulsión, ya que es de ahí, de donde nace el
deseo de repetir la sensación, si es agradable, o de evitarla, si es
desagradable.
No
todas las cosas nos causan sensaciones de agrado o repulsión, hay percepciones
neutras. Así han de ser todas.
Una
persona que no entiende la naturaleza del deseo, o que no está dispuesta a
controlarla, queda atrapada por esas atracciones y repulsiones, que no son más
que ligaduras que van atando a la persona a los mundos inferiores.
No
se trata, por tanto, de no sentir placer por una experiencia, no, el placer es
el resultado natural del contacto del cuerpo con situaciones u objetos
placenteros. Para eso hay que desarrollar fuerza suficiente, y para eso es
necesario ver y sentirlo todo como un mero observador. Tú no eres los deseos.
Ten claro que cualquier deseo es vibración y únicamente hay que cambiar la
vibración.
Ser
sólo un observador requiere:
a)Ver el desarrollo y funcionamiento de todos los
deseos y emociones que surgen en la mente. Por ejemplo, si te enfadas o caes
bajo la influencia de cualquier otra emoción, sea buena o mala, observa que
sucede. Al principio notarás que te dejas agitar sin ser consciente de ello;
pero con vigilancia y práctica vas a desarrollar en la mente una especie de
hoja de ruta, o de hábito que registrará todos los movimientos emocionales.
Serás, de entrada, un observador silencioso, aunque de momento no seas capaz de
controlar los deseos.
b)Examinar de una manera impersonal esos deseos, y
juzgar, de manera crítica y honesta, para que te vale ese deseo. Si has podido
vivir sin él hasta el presente, cuanto de importante es para ti.
Este
trabajo no es muy eficaz si se hace a toro pasado. Hay que aprender a observar en
el momento mismo en que estés influenciado por la emoción. Para esto, no es
necesario detener la rutina de la vida, ya sólo va a ser una parte de la mente
la que se ocupe de ese trabajo.
Por el
simple hecho de observar las emociones, ya se van a eliminar algunas.
Este
control se ha de practicar intensa y persistentemente hasta que seas dueño
absoluto de tu vida emocional. Es necesario tener voluntad y paciencia. Las
personas débiles o poco evolucionadas, se cansarán pronto de llevar a cabo una
tarea tan aburrida y abandonarán pensando que es algo inalcanzable.
Esta
disciplina es ardua y difícil, y el grado de éxito va a depender de tu nivel de
evolución, de la intensidad de tu esfuerzo y de la sinceridad con que enfoques
el problema.
No
existen formulas mágicas para nada en esta vida, todo requiere trabajo, pero
una vez obtenido el dominio, cesa la necesidad de mantener un esfuerzo
constante, ya que los deseos y emociones van a cuadrar automáticamente con tus
objetivos de vida.
Es
posible, que algunos se pregunten qué aliciente queda para vivir, si se
analizan los deseos y las emociones de manera implacable, y dirán que el
deleite de la vida depende, no sólo de sentir esos deseos, sino de
identificarse con ellos. Es una buena pregunta, y la respuesta, sólo puede ser
que esperen al resultado, cuando una vez dominada la naturaleza inferior, se
observa que cada vez están más cerca de la paz que da la comprensión y de una
felicidad permanente.
Así que
para conseguir es paz y esa felicidad, hay que ser valientes, trabajadores, pacientes,
y dispuestos a prescindir de los placeres y goces temporales de la vida en la
materia.
Si nunca
esperas nada de nadie nunca te decepcionarás.
Sylvia
Plath
¿Cuántas
veces nos hemos sentido decepcionados poralguien o por algo que ha sucedido en nuestra vida?
Pero,
¿Qué es la decepción?, en Wikipedia aparece la definición de decepción como un sentimiento de insatisfacción que surge cuando
no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona. Se forma en unir
dos emociones primarias, la sorpresa y la pena. La decepción, si perdura, es un
desencadenante para la frustración y más adelante, la depresión. Similar al
arrepentimiento, se diferencia en que el sentimiento de arrepentimiento se
enfoca básicamente en fallas en elecciones personales mientras que el de
decepción se enfoca más en la insatisfacción proveniente del aspecto externo.
Es una fuente de estrés psicológico.
Ahí
está el problema, en el no cumplimiento de nuestras expectativas. Y esa
decepción afecta a nuestra vida emocional generando tristeza, melancolía,
rabia, dolor, y un sinfín de emociones, todas negativas, que también afectan
indefectiblemente a nuestra vida física y a nuestra vida mental.
Mentalmente
nos atrapa, cayendo en la trampa de la mente, en la trampa de estar preguntándonos
¿Por qué?, ¿Por qué nos hacen daño?, ¿Por qué nos rechazan?, ¿Por qué no nos
prestan atención?. Sin darnos cuenta vivimos en pensamientos repetidos,
obsesivos, circulares, durante tiempo, manteniéndonos alejados del libre fluir
de la vida y llenándonos de energías negativas generadas por esos pensamientos,
tan alejados de la comprensión, de la aceptación y del amor.
Físicamente
permanecemos alterados, nerviosos, alimentando nuestro cuerpo físico de
una especie de veneno, que antes o después va a afectar de manera negativa
alguna función de nuestro cuerpo.
El
sendero parece claro, ¡Hay que evitar la decepción!, pero ¿Cómo? La receta aun
es más sencilla, ¡ACEPTACIÓN!
La aceptación consiste en eliminar la
expectativa, en eliminar el deseo. Lo cual no significa que la acción de una
persona, o cualquier situación nos agrade o nos haga felices. La felicidad
llegará después, aceptando.
Aceptar en ver las cosas como son, no
como a nosotros nos gustaría que fueran. Es observar las situaciones y los
sucesos, sin juzgar, sin esperar nada, ya que cuando no aceptamos, y esperamos
algo, es una prueba clara de que queremos controlar las situaciones,queremos controlar a las personas, queremos
controlar el mundo. Y no funciona así. Las personas son como son, y nadie,
excepto ellas mismas, puede cambiarlas.
La aceptación es como un puente que nos
traslada de la decepción a la paz, del dolor a la alegría, del sufrimiento a la
felicidad. Aceptación es vivir el presente, es vivir la realidad, tal cual es,
es vivir a los demás como lo que son, seres divinos. La aceptación, al
mantenernos en la realidad, lejos de vivir una vida de pensamientos, nos
permite ser conscientes de todas las oportunidades que nos rodean, para poder fijar
y seguir el rumbo de nuestra vida hacia la felicidad.
Un/a
voluntario/a es la persona que se compromete de forma desinteresada a ayudar a
otro y lo hace, generalmente, con capacidad de obrar, de forma organizada y en
el seno de una institución o proyecto.
Para que
una acción sea voluntaria han de cumplir tres condiciones:
1) Ha de ser desinteresada, es decir, el voluntario no
persigue ningún tipo de beneficio ni gratificación por su ayuda.
2) Es intencionada, persigue un fin y un objetivo
positivo (buscar un cambio a mejor en la situación del otro) y legítimo (el
voluntario goza de capacidad suficiente para realizar la ayuda y de cierto
consentimiento por parte del otro que le permite que le ayude).
3) Está
justificada, es decir, responde a una necesidad real del beneficiario de la
misma. No es un pasatiempo ni un entretenimiento sin más, sino que persigue la
satisfacción de una necesidad que hemos definido previamente como tal.
Generalmente
se busca el beneficio del otro a través de un esfuerzo personal. En el caso de
voluntariado de asistencia directa, hay que tener en cuenta que la relación del
voluntario con los destinatarios de su acción voluntaria ha de ser de persona a
persona (sin juicios, prejuicios, estereotipos, etc.), y la mejor herramienta
para esta relación es la comunicación.
Una de las
características del voluntariado es el “Espíritu de servicio”: Servir quiere
decir dar, sacrificar una parte de sí mismo, de lo que se posee, en favor de
otros, escribió Jean-G. Lossier: Es necesario, en primer lugar, conocerse,
encontrarse a sí mismo, único medio de conocer y de encontrar a los demás.
Es muy
cierto que cuanto más grande sea nuestra riqueza interior, más frutos producirá
nuestro trabajo. Si no hay luz en nosotros, ¿cómo iluminaremos el camino?
Derechos
del voluntariado:
·Recibir, tanto con carácter inicial como permanente,
la información, formación, orientación, apoyo, y en su caso, medios materiales
necesarios para el ejercicio de las funciones que se les asigne.
·Ser tratados sin discriminación, respetando su
libertad, dignidad, intimidad y creencias.
·Participación activa en la organización en que se
inserten, colaborando en la elaboración, diseño, ejecución y evaluación de los
programas, de acuerdo con sus estatutos o normas de aplicación.
·Ser asegurados contra los riesgos de accidente y
enfermedad derivados directamente del ejercicio de la actividad voluntaria, con
las características y por los capitales asegurados que se establezcan
reglamentariamente.
·Disponer de una acreditación identificativa de su
condición de voluntario.
·Realizar su actividad en las debidas condiciones de
seguridad e higiene en función de la naturaleza y características de aquélla.
·Obtener el respeto y reconocimiento por el valor
social de su contribución.
Perfil del Voluntario/a
Formación Profesional:
Terapeuta
en cualquiera de las ramas. (Imprescindible titulo)
Funciones
que deberá desarrollar:
Realización
de terapias gratuitas.
Tiempo
mínimo de voluntariado requerido para desarrollar la labor:
Terapeutas
de Cusco: Como mínimo un día a la semana.
·Permanencia pactada con la Dirección del Centro.
Terapeutas
del exterior: La permanencia se tratará con la Dirección del Centro.
Condiciones del voluntariado
Del Centro:
·Proveerle los materiales necesarios para realizar su
trabajo.
·El Centro no brinda ni alojamiento ni alimentación.
Todo es por cuenta del voluntario/a.
·Mientras realiza su voluntariado, podrá asistir de
manera gratuita a las actividades realizadas en la Fundación, salvo talleres y
cursos realizados por personal ajeno, en los que tendrán un descuento por su
participación.
El Voluntario/a deberá:
·Cumplir con los horarios de voluntariado a los que se
ha comprometido.
·Mantener en todo momento el respeto a la población
beneficiaria.
·Cumplimiento de las normas internas de la Fundación.
Para ofrecerte como
voluntario/a:
Enviar un e-mail al correo de
la Fundación con:
·Un escrito en el que indicará
su predisposición para ser voluntario, así como su motivación y
disponibilidades.
·El cuestionario que aparece a
continuación, relleno con la información solicitada.
·Copia de tus títulos
escaneados.
C U E S T I O N A R I O
Nombre:
…………………………………………………………………………………………………….
Sexo:
………………………………………………………………………………………………………….
Fecha de nacimiento:
………………………………………………………………………………….
El tiempo transcurre, la vida va
pasando. Vemos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los
abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontramos en primera
línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno
tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros
inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por
crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaros el relevo.
Pero según vamos creciendo, hasta
envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra
cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones y,
nuestro trabajo sagrado y grandioso en la Tierra.
Lo triste, es que muchos de los que
crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que es lo que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Pero se lo planteen o no, la vida es
una escuela en donde cada uno de nosotros aprende y practica las lecciones
correspondientes a su nivel de estudio, a su nivel de evolución. Y en nuestro
libre albedrío podemos hacer la vida que queramos, Dios nos lo permite, nos
permite adecuar nuestro aprendizaje. Somos libres para vivir nuestra vida,
somos libres para practicar las lecciones o darle satisfacción al cuerpo
físico, somos libres para ser felices o para sufrir, somos libres para
sentirnos culpables o para amar, somos libres para perdonar o para odiar.
Es posible que no tengamos la
capacidad de plantearnos de dónde venimos, que es lo que hacemos en la Tierra,
o donde vamos cuando dejamos el cuerpo. Es posible que no sepamos que estamos
aquí para hacer un trabajo, y no nos planteemos ni una sola vez cual será
nuestra misión. Pero lo que si tenemos, es la voz de la conciencia, y esa
vocecita interior la tenemos todos, y además, no se calla, y nos va diciendo lo
que está bien y lo que está mal. Es cierto que algunos consiguen acallarla,
pero hasta que lo consiguen tienen que sentir su martilleo incesante dentro de
ellos.
No es necesario saber nada de
chakras, ni de energía, ni de Maestros, ni de espiritualidad, ni de meditación,
ni de cosas parecidas, para aprobar el curso de la vida, para evolucionar a un nivel
superior de conciencia, para crecer o para acercarse a Dios.
Lo único que es necesario es escuchar la voz
de la conciencia. Ella nos va a guiar por los vericuetos de la vida, siempre orientándonos
hacia el Amor y hacia la Bondad. Porque el Amor y la Bondad es la meta a la que
tenemos que llegar todos al finalizar nuestro tiempo en la materia.
Podemos no sabemos cuál es nuestra
misión, de hecho no la sabemos “casi” ninguno, pero si actuamos con Amor y Bondad
estamos tomando un atajo seguro, un atajo que nos va a ayudar a convalidar el
resto de asignaturas desconocidas para la mayoría de nosotros.
Dios es Amor, por lo tanto actuar con
Amor, es actuar con Dios, es hacerse su aliado para transitar por la vida.
¿Existe un aliado mejor?
A
veces parece que la mente fuera un contrincante de Dios, un contrincante del
Amor, un contrincante de la propia paz y felicidad del ser humano, ya que todo,
o casi todo lo que sale de ella es para separar, en lugar de unir; para separarnos
de Dios, del Amor, de la serenidad y la dicha. Es decir, nos separa de su
esencia y nos une al dolor y al sufrimiento, posiblemente por ser sus propias
creaciones.
Y,
sin embargo, la mente también ha sido creada por Dios, como todo lo que existe.
¡Cuánta soberbia!, no sólo no reconocer su linaje, sino enfrentarse a su propio
Creador. Su soberbia está siempre al acecho para salir a la luz a la mínima
oportunidad, al menor resquicio que dejamos en su puerta.
Después
de años de meditación diaria e intenso trabajo para limpiar las “malas hierbas”
de mi cuerpo, para eliminar o sustituir los malos hábitos, para fortalecer el carácter
en contraposición con la mente y taponar así los resquicios por donde esta pudiera
asomar su soberbia, y para desterrar, también, todo tipo de creencias y
verdades, aun aparecen, en algunas ocasiones, dudas, miedos e intolerancias.
Es
cierto que cada vez son menos en cantidad, más espaciadas en el tiempo y de
menor duración, pero están ahí, como escondidas, aparecen y se pasean por mi
mente cuando menos lo espero.
En
el momento que toman posesión de mí, soy consciente, en todos los casos, de las
razones que expone mi mente para su justificación: “Es la constatación de un
hecho”, “Es alguien que está mintiendo a sabiendas”, “Es una injusticia”, “Es
un ladrón”, bla, bla, bla. La mente, tan poderosa ella, trata de enredarme con
argumentos que sabe que son mi debilidad. ¡Cómo no va a saberlo!, si entre
todos los pensamientos que se pasean por mi cuerpo mental, estos tienen un
ancho camino hasta el cerebro para poder expresarse a su antojo, casi una autopista.
En
la mayoría de los casos estoy siendo consciente de esos pensamientos que aparecen
en mi mente, (ya es algo). Unas veces, las más, consigo que el pensamiento se
quede en eso, sólo pensamiento, y en el momento siguiente, una vez disipado el
pensamiento, busco el silencio, para contrarrestar ese desliz de la mente,
contraponiendo pensamientos elevados para limpiar las energías de baja calidad
generadas por los pensamientos anteriores.
Existen
otras ocasiones, es cierto que son las menos, (pero existen), en las que no soy
capaz de detener el pensamiento y este viaja hasta la boca, saliendo de esta a
borbotones, ensuciando todo lo que encuentra a su paso, en primer lugar a mi
propio cuerpo. Es increíble, la mente trabaja en mi contra. Cuando soy
consciente de esto, me dejaría caer de bruces para pedir perdón a todos a los
que ha ensuciado mi palabra, generada por malignos pensamientos.
Aunque
todavía no me dejo caer de bruces, si que intento sentarme a meditar de
inmediato para solicitar el perdón y bendecir la situación pasada una y mil
veces.
Me
pregunto: Si yo que estoy bastante entrenado, la mente me busca las vueltas
para dominar con sus razones, ¿Qué será de aquellos que ni tan siquiera
distinguen entre ellos y su mente? Es entonces cuando entiendo la cantidad de
vidas de sufrimiento por las que hemos de pasar una y otra vez, ya que las
Leyes del Universo se cumplen de manera inexorable, se tenga conocimiento de
ellas o no.
¡En
fin!, supongo que este es el peaje que hemos de pagar por nuestra matriculación
en nuestro curso de evolución y crecimiento. Voy a seguir meditando y
trabajando para eliminar las “malas hierbas” que de manera constante van
creciendo en nuestro campo.
Esta
es una de tantas historias que circulan por la red. Pero para mí no ha sido una
más, ya que he llorado como hacía tiempo no lo hacia, y me apetece compartir
mis lagrimas con vosotros.
El
día que mi hija nació, en verdad no sentí gran alegría, ya que la decepción que
sentía, parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener
una hija.
¡Yo quería un
varón!
A
los dos días de haber nacido fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y
agotada, y la otra radiante y dormilona.
En
pocos meses me dejé cautivar por la sonrisita de mi Carmencita, y por la
infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a
amarla con locura.
Su
carita, su sonrisita y su mirada, no se apartaban ni por un instante de mis
pensamientos, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacia
planes sobre planes, todo sería para mi Carmencita.
Este
relato era contado a menudo por Rodolfo, el padre de Carmencita, y yo, también
sentía gran afecto por la niña, que era la razón más grande para vivir de
Rodolfo, según decía él mismo.
Una
tarde estaba mi familia y la de Rodolfo haciendo picnic a la orilla de un río,
cerca de casa, y la niña entabló una conversación con su papá, todos
escuchábamos:
-Papi,….. cuando cumpla quince años, ¿Cuál será mi regalo?
-Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta
mucho para esa fecha?
-Bueno papito,….. tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque
yo nunca lo he visto por aquí.
La conversación se
extendía y todos participábamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras
casas.
Una mañana me
encontré con Rodolfo enfrente del colegio donde estudiaba Carmencita, quien ya
tenía catorce años. Rodolfo se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de
su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de Carmencita. Eran
notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos, y las anotaciones que
habían escrito sus profesores eran realmente conmovedoras. Felicité al dichoso
papá.
Carmencita ocupaba
toda la alegría de la casa, ocupaba la mente y el corazón de toda su familia,
especialmente el de su papá.
Fue un domingo muy
temprano cuando nos dirigíamos a misa, que Carmencita tropezó con algo, eso creímos
todos, y dio un traspiés. Su papá la agarró de inmediato para que no cayera. Ya
instalados en la iglesia, vimos como Carmencita fue cayendo lentamente sobre el
banco y casi perdió el conocimiento.
La tomamos en
brazos mientras su papá buscaba un taxi para ir al hospital.
Allí permaneció
durante por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía una
grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no parecía ser algo
definitivo, había que practicarla más pruebas para llegar a un diagnóstico
firme.
Los días iban
pasando, Rodolfo renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Carmencita.
Su madre quería hacerlo, pero decidieron que ella trabajara, ya que sus
ingresos eran superiores a los de él.
Una mañana, Rodolfo
se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:
-¿Voy a morir, no es cierto?, ¿Te lo dijeron los doctores?
-No mi amor,…. No vas a morir. Dios que es tan grande, no permitiría que
pierda lo que más amo sobre este mundo. Respondió el padre.
-¿Van a algún lugar?, ¿Pueden ver desde lo alto a su familia?, ¿Sabes
si pueden volver? Preguntaba su hija.
-Bueno hija,…… en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre
eso. Pero si yo muriera no te dejaría sola. Estando en el más allá buscaría la
manera de comunicarme contigo. En última instancia utilizaría el viento para
venir a verte.
-¿Al viento?, y ¿Cómo lo harías?
-No tengo la menor idea hijita. Sólo sé que si algún día muero,
sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa
fresca bese tus mejillas.
Ese mismo día por
la tarde, llamaron a Rodolfo. El asunto era grave. Su hija se estaba muriendo.
Necesitaba un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte
días más.
-¡Un corazón!
-¿Dónde hallar un corazón?
-¡Un corazón!
-¿Dónde, Dios mío!
Ese mismo mes
Carmencita cumpliría sus quince años. Y fue el viernes por la tarde cuando
consiguieron un donante. Una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas
iban a cambiar.
El domingo por la
tarde ya Carmencita estaba operada. Todo salió como los médicos lo habían planeado.
¡Éxito total!
Sin embargo,
Rodolfo todavía no había vuelto por el hospital y Carmencita lo extrañaba
muchísimo. Su mamá la decía que todo estaba muy bien, y que su papito será el
que trabajaría para sostener a la familia.
Carmencita
permaneció en el hospital por quince días más. Los médicos no habían querido
dejarla ir, hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.
Al llegar a casa se
sentaron en un enorme sofá, y su mamá con los ojos llenos de lágrimas la
entregó una carta de su padre.
“Carmencita, hijita de mi corazón. Al momento de
leer mi carta, ya debes de tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu
pecho. Esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron.
No puedes imaginarte ni remotamente cuanto
lamento no estar a tu lado en este instante.
Cuando supe que ibas a morir, decidí dar
respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez añitos, y a la cual
no respondí.
Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie
jamás haría por su hija….
Te regalo mi vida entera, sin condición alguna,
para que hagas con ella lo que quieras.
¡¡Vive hija mía!!, ¡¡Te amo con todo mi corazón!!
Carmencita lloró
todo el día y toda la noche, y al día siguiente fue al cementerio y se sentó
sobre la tumba de su papá. Lloró como nadie lo ha hecho jamás y susurró:
-Papi,….. ahora puedo comprender cuanto me amabas. Yo también te amaba
y nunca te lo dije. Ahora comprendo la importancia de decir “Te amo”, y te pido
perdón por haber guardado silencio tantas veces.
En ese instante,
las copas de los árboles se movieron suavemente, cayeron algunas hojas y
florecillas, y una suave brisa rozó las mejillas de Carmencita. Alzó la mirada
al cielo, intentó secar las lágrimas de su rostro, se levantó, y emprendió el
regreso a su hogar.