Hay
una cita de la Madre Teresa de Calcuta que dice: El perdón es una decisión, no
un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos
más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que
te ofendió.
¿Por
qué tenemos que perdonar? La respuesta es bien sencilla: Porque nos hemos
sentido ofendidos, porque nos han despreciado o humillado, bien sea con
palabras, bien sea con acciones, o sencillamente porque no se han cumplido
nuestras expectativas.
Parece
claro, también, que la ofensa consigue que nuestra paz interior, si es que alguna
vez hemos gozado de ella, se esfume como el humo, envuelta en el rencor
generado por la ofensa. Y mientras el ofendido rememora una y otra vez la
ofensa, alimentando su rencor, destrozando su cuerpo energético con el veneno
generado por sus pensamientos, el
ofensor parece seguir disfrutando de su paz interior, sin sufrir el más mínimo desajuste
emocional.
Antes de
seguir leyendo, medita un poco sobre esto: El que ofende se queda tan feliz, y
el ofendido sufre estresado las consecuencias de la ofensa, que, curiosamente,
la ha causado otro.
Sigue
pensando y contéstate a estas preguntas: ¿No te parece demencial, que sufra el
que no ha hecho nada?, ¿No te parece ridículo darle vueltas y más vueltas a la
ofensa, como si te la estuvieran causando de manera permanente?, ¿Qué pasaría
si una vez recibida la ofensa no volvieras a pensar en ella?, y aun mejor, ¿Qué
pasaría si lo que ahora consideras como ofensa, ni tan siquiera lo
consideraras?
La ofensa
sólo es debida a que se revive una y otra vez, cuando sólo fue realizada en un
momento determinado. ¿Por qué rememorar el hecho permanentemente?, ¿Por qué permitir
que se desestabilicen las emociones los días o los meses posteriores?
Sólo se
ofenden aquellos que no saben vivir la vida, porque sus vivencias son sus
propios pensamientos. Sólo se ofenden los que no saben vivir el presente, porque
viven de manera inconsciente. Sólo se ofenden los que viven lejos del amor, su
esencia, porque el ruido de su mente les impide sentir el corazón.
Vive
conscientemente, y no será necesario el perdón. Porque vivir conscientemente
supone no acumular ofensas, y quien no se ofende no necesita perdonar. Lo que
podemos considerar una ofensa, se produce en un momento preciso, pero al no
revivir ese momento nunca más, no se mantiene en la mente ningún rencor. Sólo
ha sido un episodio más de la vida, posiblemente muy desafortunado para el
hipotético ofensor, pero intrascendente para quien lo recibió.
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