Todo
es elección. Aunque no seamos conscientes de ello, nos pasamos la vida
eligiendo, y nuestra primera elección es, sin ninguna duda, nuestra llegada a
la vida. Elegimos nacer por el inmenso deseo que tiene el alma de purificarse y
acercarse a Dios, cuando sería más fácil para ella quedarse en los planos en
los que se encuentra, sin ninguna de las necesidades y padecimientos del
cuerpo. Pero es igual, el alma necesita acercarse a su esencia divina y vivir
su divinidad de manera completa, para lo cual tiene que completar su
aprendizaje, tiene que vivir todas las experiencias, tiene que liberarse de sus
deudas y recibir las que le son debidas.
Lo
realmente dramático, es que una vez en el cuerpo, no recordamos nada de esa,
nuestra primera elección, y nos encontramos en la vida, envueltos en pañales,
creciendo y aprendiendo, en casi todas las ocasiones, con dudas y con miedos,
unas lecciones que no son las que necesariamente hemos venido a aprender. Es
como si nos matriculáramos en la Facultad de Filosofía y en vez de enseñarnos a
razonar, nos enseñaran a construir puentes. No nos sirven “casi” de nada las
enseñanzas que vamos recibiendo a lo largo y ancho de nuestra vida, y no es
porque nuestros maestros no lo intenten, en muchos casos con amor, aunque con esa
peculiar manera que tenemos de amar los humanos, el amor del cuerpo, y no el
amor del alma. Pero siguen sin sernos útiles sus enseñanzas, ya que no nos
enseñan a vivir para el alma. Sus enseñanzas están basadas en como engañar a la
vida.
Es
posible, que incluso en ese engañar a la vida, tengamos algunas opciones para
elegir nuestro camino: Estudiar o trabajar, ser ingeniero o escritor,
permanecer solteros o casarnos, tener un hijo o dos, vivir en una casa o en un
piso, etc., etc. Pero siguen siendo opciones de vida, no opciones de alma. Elijamos
la opción que sea, siempre nos faltarán las opciones más importantes, de las
que ni tan siquiera podemos ser conscientes de que están ahí, al alcance de
nuestra mano. Esas opciones, se refieren a la vida del alma, y es normal que no
tengamos conocimiento de ellas, porque nunca, nadie, nos ha hablado de otras
opciones que no sean las referidas a la vida física del cuerpo.
Esas
otras opciones, desconocidas para casi todos los mortales, no van en contra de
la vida, o mejor dicho, no van en contra del libre fluir de la vida. Van a
favor de la vida, y por lo tanto, van a favor del alma.
No
se trata de elegir entre nada físico, ni entre dos deseos, que según nos han
enseñado, nos pueden dar algún momento de efímera felicidad. Se trata de elegir
las condiciones para conseguir, de manera cada vez más duradera, hasta llegar a
permanente, “la felicidad”.
Se
trata de desaprender lo aprendido. Se trata de elegir la paz en lugar de la
guerra. Se trata de elegir la alegría en lugar de la tristeza. Se trata de
elegir la acción en lugar de las dudas. Se trata de elegir la risa en lugar del
llanto. Se trata de aceptar en lugar de criticar. Se trata de elegir el respeto
en lugar de despreciar. Se trata de elegir el perdón en lugar del odio. Se
trata de bendecir en lugar de maldecir. Se trata de elegir el servicio al
prójimo en lugar de ignorarle. Se trata de elegir al amor en lugar del miedo.
Se trata en vivir desde el alma, mimando al cuerpo. Se trata de elegir la humildad
y no la soberbia. Se trata de vivir en la verdad y no en el engaño. Se trata de
alegrarte por el bien de tu hermano sin envidias. Se trata de vivir desde el
corazón. Se trata de amarnos a nosotros mismos. Se trata de aceptar el libre
fluir de la vida sin oposición. Se trata de aceptarnos y presentarnos ante los
demás tal como somos, sin máscaras, sin engaños.
Se
trata de elegir la felicidad en lugar del sufrimiento.
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