Le
preguntaron a Jesús sobre cuál es el primero de los mandamientos, y Jesús
respondió: El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único
Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos.
Supongo
que cuando Jesús contestaba esto ya debía de saber que al prójimo no se le ama
en exceso, y que parece lógico, ya que tampoco nos amamos a nosotros mismos. ¿Sería
alguien capaz de amar a otros si no se ama a sí mismo? Ciertamente no. ¿Por
qué?
Solo
se puede dar algo que se tiene, y amar a otros es darles amor, es darles
respeto, es darles libertad, es valorarles. De la misma manera que no se puede
dar una moneda si no se tiene, no se puede dar amor si no se tiene.
El
amor es algo permanente, es tan permanente que es la energía que mantiene el
Universo en perfecto orden, es tan permanente que Dios lo entrega, desde
siempre, a nosotros, Sus hijos. Decía Einstein en dos párrafos de una carta que
escribió a su hija Lieserl: “Hay una
fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha
encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas
las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el
universo y que aún no ha sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal
es el amor. Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, que es el
amor querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo
trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida”. Al
final de la siguiente entrada (¿Cómo se que me amo?), aparece la carta
completa.
Esa
energía tiene que existir en la persona para poder entregarla a los demás.
Ya
tenemos claro entonces que el amor es una energía, que no un sentimiento, ya
que el sentimiento solo es un estado de ánimo, es una alteración del ánimo
producida por diferentes factores. El amor es inmutable, no se altera, todo lo
que se puede hacer con él es entregarlo y conseguir que crezca.
Por
lo tanto para amar ha de existir esa energía en el interior de la persona, y si
existe solo es porque la persona ha acumulado la suficiente cantidad de
energía, y la única manera de conseguirlo es amándose a sí misma. No se acumula
amor por generación espontanea. Como todo en la vida, hay que trabajarlo.
Es
entonces cuando las cualidades inherentes al amor las está recibiendo la
persona de sí misma. Eso quiere decir que se respeta a sí misma, sin
infringirse ningún tipo de vejación o autocastigo; que se valora en su justa
medida, sin vanidad, sin soberbia, sin orgullo; que no se juzga ni se critica,
porque sabe que todo está bien y que sus actuaciones están regidas por el amor,
y si algo no está bien y ha de cambiarse, lo hará con amor, con voluntad, con
disciplina, con caridad hacia sí misma, con benevolencia.
Ese
trato que la persona que se ama se da a sí misma, va a ser el mismo trato con
el que va a acercarse a los demás.
Y
por supuesto en ese acercamiento a los demás y en el trato con el que va a
dispensar a todos, no hay diferencia entre familiares, amigos o desconocidos.
Cuando se ama no hay distinción.
Ya
sé que esto es difícil, pero es así. Este es el verdadero motivo de nuestra
estancia en la materia.
Pero
tiene un inicio y no podemos saltarnos los pasos. No se puede amar a nadie si
no nos amamos a nosotros mismos, por lo tanto el primer paso es trabajar en
nosotros.
Continuará…….