Para
defender las diferentes creencias
se
dictan leyes, se aprueban constituciones,
se
abren infiernos y se cierran conciencias.
Cuando
todo lo que hay que hacer es
abrir el corazón y colocarse en
el lugar del otro.
Una
creencia solo es un pensamiento al que consideramos como verdad.
Desde bien pequeños comenzamos nuestra
colección de creencias, y las vamos archivando en nuestro interior para tenerlas
disponibles durante el resto de nuestra vida.
Estamos coleccionando algo que nosotros
“consideramos” que es verdad, pero que su verosimilitud no ha sido certificada
por ningún organismo competente, y en base a esa consideración podemos llegar incluso
a matar por la defensa de ese pensamiento.
Las creencias, del tipo que sean, solo
son un pensamiento. Ninguna es verdad, porque la Auténtica Verdad solo es Una,
y posiblemente ninguno de los que nos movemos por la vida física estamos en
posesión de esa Verdad. Puede ser que alguno posea entre su colección de
creencias una minúscula parte de la Verdad, pero al mezclarse con el resto de sus
creencias puede distorsionarse hasta esa minúscula parte.
Desgraciadamente, para defender las
diferentes creencias se dictan leyes, se aprueban constituciones, se abren
infiernos y se cierran conciencias, cuando todo lo que habría que hacer sería
abrir el corazón y colocarse en el lugar del otro.
Los que hoy promueven una guerra, es
posible que en su próxima vida tengan que defender una paz. Los que hoy
maltratan movidos por los celos, es posible que en su próxima vida sean
maltratados. Los que hoy venden desunión, es posible que en su próxima vida tengan
que pagar un alto precio por volver a unir. Es necesario recordar que existe
una ley denominada “La Ley de la Causa y el Efecto”, que no entiende de
creencias, que está regida solo y exclusivamente por la Verdad, y que la frase “Con
la vara que mides te medirán”, la define perfectamente.
Solo hay un Dios: Único para todos. Solo
hay una Verdad: Todos somos hermanos. Solo hay un país: La Tierra. Solo hay una
religión: El Amor. Con esta pequeñísima porción de Verdad se acabarían las
guerras, el sufrimiento, la desigualdad y el dolor. Con esta pequeñísima
porción de Verdad no ocuparíamos espacio en nuestra mente para archivar
creencias inútiles y maquinar movidos por ellas, y así podríamos usar el espacio vacío para desarrollar esta
parte de Verdad a ver si así conseguíamos ampliarla entre todos.
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