El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 12 de diciembre de 2011

Hermanos del alma

La hermandad es la única gran realidad, todos los seres somos hermanos, con independencia del color, de la religión, de la cultura o la civilización; sólo existe una humanidad. Todos los seres humanos somos iguales y divinos, y la única diferencia estriba en el progreso que cada ser humano ha realizado, manifestándose ese progreso en una mayor inteligencia y experiencia.
¿Qué pasaría si todos los seres humanos tuviéramos conciencia de nuestra hermandad?, ¿Qué pasaría si actuáramos bajo ese concepto de hermandad en todos los aspectos de la vida?, ¿Qué pasaría si el político, el empresario, el obrero, el pueblo, el religioso, se sintieran los unos a los otros como hermanos?, ¡Es tan fácil!, en la Tierra solo habría paz, alegría, equidad y amor. ¡Es tan sencillo y, sin embargo, tan lejos de que la mayoría alcance esa comprensión!
Hace poco más de dos mil años, Jesús difundió un postulado fundamental: “Ama al prójimo como a ti mismo”, sin embargo, a pesar de nuestros golpes de pecho, de nuestras visitas a las iglesias, o de emocionarnos en las procesiones, o con el sufrimiento de un niño, parece que hemos hecho poco caso.  Es posible que nos amemos a nosotros mismos y que tratamos de amar a las personas que nos agradan y a nuestra familia. Pero amar como verdaderos hermanos del alma, de manera incondicional, y amar al prójimo, sólo porque es un alma como nosotros, de naturaleza perfecta y con un destino infinito, ha sido siempre considerado como un sueño, un hermoso sueño del que hablamos y escribimos, pero para el que no trabajamos ni un ápice.
Desde que recibimos el mensaje de que nos amemos los unos a los otros como Dios nos ama, no hemos hacho absolutamente nada realmente práctico. Seguimos con nuestras peleas, nuestros odios, nuestro egoísmo, tratando de satisfacer nuestros cuerpos y nuestros apetitos materiales, dedicando todos nuestros esfuerzos para la consecución de nuestros egoísmos personales. 
            El amor, para la mayoría de la gente, no es realmente amor, sino una mezcla de deseo de amar y deseo de ser amado, más un deseo de realizar cualquier cosa para demostrar y evocar este sentimiento y, en consecuencia, sentirse más cómodo en la propia vida interna.
Este seudo amor, basado principalmente en la “teoría” del amor y del servicio, es la característica de casi todas las relaciones humanas, entre marido y mujer o padres e hijos. Ilusionados por un sentimiento hacia ellos y conociendo muy poco el amor del alma, amor que es libre en sí mismo y deja libres también a los otros.  
Más que amor, ese sentimiento es afecto; y el afecto sólo es el deseo, proveniente del cuerpo astral o emocional; no es el amor del alma, espontáneo, altruista, que no pide nada separado, que no pide nada para sí, ya que todo es hermandad. Y este sentimiento de afecto o seudo amor ata y confunde a toda la gente de buena voluntad, imponiéndole obligaciones que no existen y produciendo una especie de sueño del que se debe despertar mediante la difusión del amor verdadero y desinteresado.
Ese sentimiento que llamamos amor, en el ser humano más inferior se manifiesta como pasión animal, y es a medida que el ser va evolucionando cuando la facultad de amar va evolucionando también con la persona, pasando por distintas etapas: amor a la pareja, amor familiar, a los conocidos, al medio ambiente, y por último a la humanidad. Aumentando también gradualmente la sensación de hermandad, ya que ese último eslabón del amor, es el amor del alma, y para el alma no hay separación, sólo existe la identificación del corazón con total amor; cuanto más amor se demuestre, más amor llega. Sin obligaciones, sin ataduras.
Sentir y amar a todos como hermanos lleva al servicio, y el servicio incrementa la energía del amor. Entonces el ser humano da y recibe, porque el Universo le responde y las riquezas materiales y espirituales, llegan a él hasta la saciedad, cuando ya nada pide para sí.
Amor es la expresión de la vida de Dios, Amor es la fuerza coherente que renueva todas las cosas, Amor es todo lo que es, Amor es hermandad porque todos somos hijos de Dios y por lo tanto hermanos en la divinidad. Cuando se alcanza el Amor por todos los seres, sin tener en cuenta quienes son, el único propósito de la vida es servir y ayudar al mundo, siendo las necesidades del prójimo de mayor importancia que las propias.
Sólo quienes aman verdaderamente a sus semejantes pueden ver las cosas con claridad, sin sentirse atados hacia nada ni hacia nadie, y ayudando a todos sin distinción.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Servicio

          En el libro de Alice A. Bailey, (canalizadora del Maestro Tibetano Djwhal Khul), “Sirviendo a la Humanidad”, se define el servicio como el efecto espontáneo del contacto con el alma, el cual es tan definido y estable que la vida del alma puede afluir al mecanismo que el alma debe obligatoriamente emplear en el plano físico.

El servicio no es una cualidad ni una acción, tampoco es una actividad que la gente debe realizar de manera obligada, ni tan siquiera es un método para salvar al mundo. Servir es una manifestación de la vida. Es un anhelo y un impulso evolutivo del alma.
Es un instinto del alma y, por lo tanto, innato y peculiar al desarrollo del alma. Así como el “deseo” es la característica sobresaliente de la naturaleza inferior, el “servicio” es la característica sobresaliente del alma.
Pero ¿Cuántos seres humanos en la actualidad tienen contacto con su alma?, ¿Cuántos siguen los dictados de su naturaleza superior, desoyendo los deseos y los anhelos de su naturaleza inferior?, ¿Cuántos ocupan su tiempo en despertar, en crecer, en evolucionar, en servir, en amar?, ¿Cuántos son capaces de dar para un mendrugo de pan a quien no tiene, en lugar de una tableta menos de turrón, o de un juguete?, ¿Cuántos son capaces de ayudar una semana, en detrimento de una semana de sus vacaciones?
La mayor parte del tiempo y del dinero se pierden y gastan en cosas “no esenciales”. La inmensa mayoría de las personas dan poco o nada de su tiempo y de su dinero. Sin embargo, aun hay algunas personas que ofrecen, con sacrificio, lo único que poseen, y el poder y la energía que tal actitud libera es muy grande, mucho más grande que el poder y la energía conseguidos a base de meditar y meditar y meditar. Otros, los más, dan lo que les sobra y sólo cuando no implica sacrificio. Está bien, menos es nada, pero no es suficiente para satisfacer el anhelo del alma, de hecho, sólo se satisface el deseo del ego.
No es suficiente dar lo que sobra, se debe dar al máximo con comprensión y justicia para que la era del amor y de la luz, nuestra Era de Acuario, se introduzca con mayor celeridad. No importa dónde o a quien dar, basta dar, poco si se tiene poco tiempo o dinero; mucho, si se posee más.
El auténtico servicio es como una fuente que brota de manera espontanea en las personas de buena voluntad, de su corazón amoroso y de su mente inteligente. Es el resultado de entender que somos seres espirituales y no un cuerpo que quiere satisfacer sus deseos; es el efecto del ser humano cuando expresa lo que en realidad es, un divino Hijo de Dios; el servicio surge en la persona que sigue su camino hacia la realización, sin pensar en sí misma.
Es el sentirse separado de todo, lo que ha llevado a la humanidad a la situación de materialismo actual. Es imprescindible aceptar el desafío de vivir desde el alma, para dar nuestro tiempo, para dar nuestro dinero, para difundir estas ideas de unión con todo, de servicio a todos, de amor universal, en nuestra sociedad dormida, para ayudar a despertar a los que nos rodean, ignorando las críticas y las palabras de odio o de incomprensión. Hemos de tratar de olvidar nuestros asuntos, nuestras penas y preocupaciones, ante la urgencia de la tarea de ayuda material y espiritual que tenemos por delante, y llevar bien alta la bandera de la unidad, el amor, el servicio y la comprensión.
Nuestra vida ha de ser más profunda, y más en contacto con la propia alma. Hemos de ofrendar todo lo que poseemos para poder avanzar en el trabajo de salvación mundial, eliminar de la vida todos los obstáculos, dar todo lo que uno tiene, aunque sea una hora de tu tiempo a la semana, o un euro, un dólar, un sol o un bolívar; dar hasta el dolor de dar, hasta el valor de renunciar a nuestros pequeños o grandes deseos para que nuestra ayuda sea más eficaz.
Es cierto que para eso es imprescindible la inteligencia, la valentía y la buena voluntad. Pero tú puedes, tienes las tres cualidades.

sábado, 10 de diciembre de 2011

La "Gracia" de morir

            La “Gracia” de morir, de morir definitivamente para este planeta, no le es dada a todo el mundo, es más, le es dada a poquísimos, es un honor que esos pocos se han ganado con su trabajo y con su Amor. Si, podemos ser pasto para los gusanos, abono para la tierra o un poco de polvo arrojado al mar; pero eso no es morir, eso sólo es tomarse un respiro, un descanso en los ciclos de la vida. Para morir hay que ganárselo, para morir definitivamente hay que saber vivir, ya que mientras no aprendamos a vivir vamos a estar volviendo a esto, que no parece mal denominado como “valle de lagrimas”.
            ¿Qué es saber vivir?: Es tomar parte activamente de la vida, es manejar las emociones, es amarse y respetarse uno mismo, es amar a los demás a través de ese amor que uno siente por sí mismo, es respetar la Naturaleza, es ser justo y compasivo, es no dejarse arrastrar por la corriente del pensamiento social del “qué dirán”, es estar despiertos, ya que la sociedad actual y sus componentes, no es que estén dormidos, no, es que están absolutamente inertes.
            Para vivir realmente, obsérvate. ¿Cuánto  y cómo manejas tus emociones?, ¿Te dejas arrastrar por ellas?, ¿Eres consciente de su presencia? Es muy importante saber manejar las emociones. Ojo, manejar las emociones no significa reprimirlas o negarlas, sino transformar emociones negativas en positivas, para que nos puedan ayudar en nuestro camino. Para ello, es necesario, en primer lugar tomar conciencia de ellas, lo cual implica hacer una introspección. Las emociones se originan en nuestro interior como consecuencia de un estímulo externo, o de un pensamiento. Posiblemente la mejor manera de hacer introspección es meditar, ya que mientras meditamos observamos, no juzgamos ni nos criticamos, simplemente observamos las emociones que surgen.
            Una vez identificada la emoción, es bueno encontrar el origen de la misma. Por ejemplo, podemos sentir miedo, porque nos imaginamos que va a pasar algo malo o porque realmente existe un peligro. En cualquiera de los dos casos, sea irreal o no, debemos ser conscientes de que estamos sintiendo miedo, pero también debemos ser conscientes de que somos nosotros mismos los que elegimos sentirnos de esa manera. Es nuestra elección. Si, ya sé que puedes no estar de acuerdo, porque según los acontecimientos que están sucediendo en tu vida, vas a decir que no te queda más remedio que sufrir o tener miedo. No es cierto, ¿alguna vez has pensado que puede haber otra manera de vivir la situación? Piensa en ello, y descubrirás que si que existen otras formas de vivir cualquier situación, por triste y grave que sea. ¡Inténtalo!, ¿Por qué no cambiar el punto de vista?
Ese cambio de perspectiva, es lo que se denomina inteligencia emocional: Es lo que nos ayuda a usar correctamente las emociones para tomar las riendas de nuestra vida.
Para saber vivir también es necesario apearse del carrusel de vanidades en el que viajan la mayoría de los humanos. Quien va montado en ese carrusel, gasta tontamente, porque lo comprado es lo último en moda, porque lo lleva el vecino, porque alguien dice que hay que gastar ahora en Navidad; quien va montado en ese carrusel miente o dice parcialmente la verdad, por el que dirán, porque no piensen que soy bobo, por ganar tiempo; quien va montado en ese carrusel, no tiene en cuenta que todos somos hermanos; quien va montado en ese carrusel, no es consciente de que todo lo que va viendo una y otra vez mientras el carrusel gira y gira, sólo son sueños, sueños vacios. Y no es muy difícil bajar del carrusel: Sólo piensa, por ejemplo, que hoy es tu último día de vida. ¿Para qué gastar tontamente?, ¿Por qué no ayudar al hermano?, ¿Por qué engañar?
No recuerdo donde leí, que la vida es como un negocio, en el que las acciones del negocio es el tiempo del que disponemos. Al nacer tenemos una cantidad de acciones, una cantidad de tiempo, la cual no tenemos manera de incrementar; y vamos pagando nuestra vida con el dinero de esas acciones, el cual es el paso del tiempo. Siéntate ahora y piensa como estás invirtiendo tus acciones, tu tiempo. ¿Cuánto de él has malgastado inútilmente?, ni tan siquiera parece que has obtenido lo que parecía más importante, “ser feliz”. Por lo tanto, has fracasado negociando tus acciones, y lo que es más grave, te estás engañando a ti mismo/a.
Pero, se están agotando tus acciones, se está terminando tu tiempo,….. Sin trabajar……. Sin amor……. Sin respetarte……. lo cual es una señal inequívoca de que no vas a ser uno/a de los/as afortunados/as en conseguir la “Gracia” de morir para siempre, tendrás que volver, con una nueva cuenta bancaria repleta, para que la inviertas bien, o para que nuevamente la malgastes. ¡Está en tus manos!
¿Tan difícil es dedicarle una hora al día a tu alma? Te quedan veintitrés para dedicarle al cuerpo, parece un poco descompensado. Dedicas tiempo a lo que no eres: un cuerpo, y abandonas aquello que eres: el alma. ¡Empieza ahora!, no esperes al 1 de Enero, porque tampoco lo harás entonces.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡¡¡CRISIS!!!

            Vivo en una sociedad en la que la palabra carece de valor, vivo en una sociedad corrupta en todos sus estamentos, corrupta en la calle; vivo en una sociedad en la que las personas son infravaloradas, maltratadas y engañadas; vivo en una sociedad en la que el ciudadano no tiene ningún derecho, ni social, ni laboral, ni de salud, por no tener, no tiene ni derecho de paso en los cruceros peatonales; vivo en una sociedad en la que la propia mujer se degrada ante el machismo brutal de esos ciudadanos sin derechos; vivo en una sociedad en la que demasiados niños vagabundean como perros callejeros, vivo en una sociedad en la que se llenan la boca de “patria” y de “Dios”, sin conocer su verdadero significado; vivo en una sociedad maltratada por el alcohol, obnubilada por el sexo, y atolondrada por el futbol, vivo en una sociedad sin valores.

            Pero no solamente la sociedad en la que yo vivo está carente de valores, el resto de sociedades a lo largo y ancho del planeta se encuentran peor o en parecidas circunstancias. En el primer mundo, después de décadas de lucha para conseguir la adquisición de derechos, estos se están evaporando como consecuencia de la rapiña de empresarios y banqueros, que con la aquiescencia de los políticos y la bendición de los religiosos, han provocado la famosa “crisis”, debido a los altos precios que han impuesto a las materias primas, a la sobrevalorización de productos como la vivienda, a una desorbitada inflación a nivel mundial y a una expansión artificial del crédito, entre otras causas. Del tercer mundo no es necesario comentar nada, ya que siempre han mantenido crisis de todo tipo, entre ellas, la peor de todas, la alimentaria.
            Y mientras los ciudadanos cada vez tenemos menos derechos y menos trabajo ¿Cómo afecta la crisis a políticos, empresarios y banqueros? Sencillamente no les afecta. Siguen repartiéndose, sin pudor, grandes sumas de dinero, en planes de jubilación, en beneficios, en compensaciones por cesar en sus cargos.
            Los ciudadanos, en algunos países, se rebelan y se indignan, pero…… ¿De qué sirve la indignación?, ¿Para qué sirven las manifestaciones y concentraciones?, ¿Qué cambios están provocando? Ninguno, o como mucho, como en los países árabes, que los mismos dirigentes cambien la corbata. De nada sirven las manifestaciones, si a su finalización entramos a los grandes almacenes para consumir y seguir haciendo el juego al capital.
¿Para qué es necesario gastar dinero para el amigo invisible en tonterías que van a un cajón para siempre, o al cubo de la basura?, ¿Para qué compramos un sinfín de juguetes a los niños?, ¿Qué ganamos con ponernos enfermos de comidas y cenas en las fiestas que se aproximan?, ¿Cuánto nos vamos a gastar en estas fiestas, programadas por el capital, para que este sea aún más ostentoso y nosotros más empobrecidos? Si hasta lo dicen descaradamente, adornamos con luces las ciudades porque animan al consumo. ¡Somos borregos!
¿Cuál será y cuándo se dará el punto de inflexión necesario para que la misma sociedad tome conciencia de su degradación y adopte la decisión de respetarse a sí misma como colectivo y a sus componentes de manera individual?
¿Por qué no comenzamos ahora?, ¿Qué pasaría si dejáramos de sentirnos individuales y nos uniéramos en asociaciones? Consumiendo menos, ayudando a los desamparados por la crisis, comprometiéndonos con los que sufren las desigualdades, con la pobreza, con el hambre; dando la espalda a la política que no se ocupa de su labor principal que es servir al ciudadano; dando la espalda a la religión, que del brazo de los poderosos y rodeados de riquezas, sólo atemorizan a sus fieles y les manipulan en nombre de Dios.
Está bien que nos manifestemos, está bien que llenemos las redes sociales de frases bonitas, pero ¡ACTUEMOS EN ALGO QUE SIRVA PARA ALGO!, ¡A Dios rogando y con el mazo dando!

viernes, 25 de noviembre de 2011

El juego de la vida

            Vivimos confinados en un cuerpo, sin tener ni idea de quienes somos, creyendo que somos ese cuerpo, creyendo que los acontecimientos de nuestro entorno son los que nos hacen ser felices o infelices, creyendo que somos entes separados de todo y que tenemos que defender nuestro espacio, creyendo que en esa separación somos hombres o mujeres, blancos o negros, cristianos o musulmanes, creyendo que tenemos que lidiar con todo lo que va llegando a nosotros.

            Nos tomamos la vida con tanto dramatismo que para defender nuestra verdad discutimos, insultamos, peleamos y hasta hay quien llega a matar, directamente si no tiene el suficiente poder, o indirectamente arrastrando tras de sí a las masas iniciando una guerra.
            Pero la vida no tiene nada de dramática, la vida es un juego, un juego creado por nosotros mismos, en el que todo lo que existe es lo que cada uno experimenta. No tenemos idea de la grandeza de quienes somos: Todos somos uno, siempre lo hemos sido, y lo único que existe es el Amor. Solo nosotros en nuestro juego de la vida hemos creado nuestra propia limitación, nuestra ilusión, nuestra separación, nuestra dualidad, nuestro miedo.
            Nos pasamos la vida queriendo alcanzar algo que llamamos iluminación, queriendo regresar al seno del Padre. Pero no hay adonde regresar porque nunca nos hemos ido, es como cuando éramos niños en nuestro colegio y salíamos al patio a jugar. Estar en el colegio y salir al patio no nos obligaba a un trabajo extraordinario para volver a casa. El juego de la vida es igual. No hay a donde ir, todo está en nuestra conciencia. El seno del Padre no está lejos, nuestra casa no está lejos, la iluminación no está lejos. Todo está en nuestro interior.
            Si estamos viviendo esta experiencia humana, tan magnífica, es sólo para jugar, y las reglas de nuestro juego nos permiten crear las experiencias necesarias para jugar. El problema estriba en que una vez creada la experiencia nos identificamos con ella, nos creemos que somos aquello que hemos creado, y esto sólo nos lleva al dolor y al sufrimiento, generados por la separación y por la distancia que ponemos entre nosotros y nuestra verdad.
            Nuestra experiencia, nuestro juego, es vivir la vida desvinculándonos de cada suceso, exprimiendo la experiencia al máximo, sin identificarnos con esas experiencias que se van sucediendo, ya que todo lo que acontece en la vida es fruto de nuestra creación, es el tablero y los peones necesarios para nuestro aprendizaje; ya que todas las personas con las que vamos teniendo contacto, están ahí para que nosotros podamos hacer nuestro juego, a la vez que ellos hacen el suyo. Todas las personas estamos creando lo que necesitamos, con el único objetivo que llegar a vivir desde el interior, para llegar a la verdad de lo que somos, para llegar a la Fuente de todo, para llegar a Dios.
            Sabrás que estás en tu interior o a punto de cruzar el umbral cuando te inunde el Amor, el Amor porque sí, el Amor por todo, el Amor por todos, y además en cada instante, porque esa es la única energía que mora en ti, es tu esencia. Las otras energías son las que tú creas cuando te identificas con los sucesos cotidianos. Y cuando llegues ahí, sabrás que es Amor, porque la sensación que se vive es de una total y absoluta serenidad, es de paz, duradera en el tiempo, con independencia de las experiencias que te has creado, para vivir y aprender de ellas.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Yo solo soy responsable de mis actos

Ante cualquier circunstancia negativa, lo primero que hacemos es mirar a nuestro alrededor para encontrar un chivo expiatorio al que cargarle con la responsabilidad de nuestro fallo. A veces, demasiadas, hasta nos sale bien la jugada y conseguimos que alguien se sienta mal y responsable de nuestras desastrosas acciones, o de nuestro mal humor, o de nuestra infelicidad. Culpabilizamos a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestro jefe, a la sociedad. Cualquiera es culpable menos uno mismo.  
Pero……… Solo nosotros somos responsables de nuestros propios actos. En cualquiera de nuestras acciones, poco importan las situaciones o las circunstancias en las que nos veamos inmersos, poco importan las razones que demos para justificar cualquiera de nuestros actos, poco importa que achaquemos las “culpas” a los demás, poco importa el estado emocional en el que nos encontremos cuando actuamos, porque siempre, siempre, los únicos responsables de nuestras acciones somos nosotros mismos.
Si ante cualquier acción, pretendemos culpabilizar a otros, y con eso creemos que estamos libres de culpa, ¡error!, la culpa sólo es de aquel que realiza la acción. Es posible que la mente se quede satisfecha y encuentre justificación, pero no la conciencia, no el alma.
Existen tantas mentes que viven en el error y tantas conciencias diminutas, que sin ningún pudor enseguida sentencian: “la culpa es tuya”, “si no hubiera sido por ti no hubiera pasado”. Son irresponsables, son inmaduros, son manipuladores, y la manipulación es “maltrato emocional”. No culpar a los demás de las propias decisiones es signo de valentía, de madurez y de humildad, ya que el orgullo dificulta la petición de perdón, necesario para limpiar la acción realizada.
Una persona madura y responsable toma decisiones conscientemente, acepta las consecuencias de sus actos, y está dispuesta a rendir cuenta de ellos, porque la responsabilidad es un valor fundamental, es una prueba de madurez.
El camino más rápido para mejorar en responsabilidad es apreciar claramente que de nuestro comportamiento dependen cosas grandes. Las personas con ideales y metas elevadas se responsabilizan enseguida de sus decisiones, no culpabilizan jamás a nadie. Son las personas que creen que tienen ideales y que sólo mantienen esos ideales en la mente, sin realizar ninguna acción seria para la consecución de esos ideales, los que en su frustración culpabilizan a todo lo que se mueve a su alrededor.
La mejor forma para eliminar ese inmenso y extendido defecto, es pensar antes de culpabilizar a nadie que la persona que está ante ti eres tu mismo. ¿Recuerdas?………. “trata a los demás como tu mismo quieres ser tratado”, “con la vara que mides te medirán”.

martes, 15 de noviembre de 2011

Nuestras carencias, nuestro camino

             Los seres humanos siempre se han diferenciado de los animales en que sufren una clase determinada de dolor que los animales no sufren. Todas las formas de vida sufren enfermedades, accidentes, pérdidas, mueren. Pero los seres humanos, además de todo esto, experimentan sufrimiento y angustia mental y emocional. Desde siempre los seres humanos han experimentado dolor emocional, insatisfacción, descontento, falta de paz.

También ha habido desde siempre unas pocas personas con el conocimiento de que la mayoría de este sufrimiento se debe a la separación del  ser humano respecto de sí mismo. La mayoría de nuestras insatisfacciones no provienen de enfermedades o de problemas materiales, sino de “no ser nosotros mismos”. El sufrimiento no es inevitable. Sólo se debe a no saber quienes somos, a no conocer nuestro ser, a no conocer nuestra verdadera naturaleza, a no ser libres para ser nosotros mismos. Es esta separación de nosotros mismos la que nos deja un sentimiento de vacío, un profundo sufrimiento, que con el tiempo puede derivas, y de hecho deriva en enfermedades físicas y mentales.
Cuando la persona es consciente de que la causa de su sufrimiento es su vacío profundo, si ella quiere, y es capaz de hacerlo, hay maneras para que esa persona pueda realizar el viaje de regreso a sí misma. El trabajo a realizar se hace siguiendo cualquier camino, cualquier método, o cualquiera de las filosofías que reconocen el hecho del sufrimiento y su causa, y enseñan como devolver a la persona a su auténtica naturaleza y eliminar así el innecesario sufrimiento causado por esa separación interior.
El trabajo no es, realmente, eliminar el sufrimiento, ya que el deseo de regresar a la auténtica naturaleza de uno mismo es un impulso innato, que existe en presencia o incluso en ausencia de sufrimiento. Cuanto más en contacto estamos con nosotros mismos, más percibimos ese innato deseo de saber y ser lo que realmente somos. Deseamos la libertad para poder vivir como deberíamos vivir, para desarrollar todo nuestro potencial. Cuando no lo hacemos, sufrimos, pero ese sufrimiento, más que ser un problema, es simplemente el deseo de nuestro auténtico ser para vivir, para ser libre. Es una señal de que queremos regresar a nuestra verdadera naturaleza.
¿Qué podemos hacer para volver a tomar contacto con nosotros mismos? En primer lugar es imprescindible tenerlo claro, para que no falte la voluntad, mucha o poca, para realizar cualquier trabajo. Es realmente difícil el camino de regreso a lo que somos, y desde siempre, han sido muy pocas personas, las que han elegido emprender el camino,  muchas menos las que han conseguido llegar, seriamente, a alguna parte, y muchísimas menos las que han conseguido completar el trayecto.
Pero la causa no es, precisamente, la falta de voluntad, sino el miedo al fracaso. Miedo que se encuentra ligado totalmente a la voluntad. De tal manera que cuando una persona trata de emplear su voluntad, empieza a experimentar un miedo terrible. La persona desconoce incluso que ese miedo está ahí. Solamente sabe que no puede disponer de su voluntad, que no es capaz de actuar con determinación, que no puede hacer cosas difíciles.
No es que la persona no quiera ejercer su voluntad, es que no sabe cómo hacerlo, no puede hacerlo. No puede disponer de ella. Se ha separado de ella debido a determinados miedos inconscientes, y debido a que esos miedos son inconscientes, la mente consciente no tiene control sobre ellos.
Y aun hay más, la gente no desea comprometerse en trabajos de búsqueda interior porque temen perder su libertad personal. En todos nosotros existe un profundo temor de perder nuestro sentido de identidad, el sentido de quienes somos, nuestra privacidad, nuestra individualidad, aunque no existen razones conscientes para ello.
De tal modo, que emprender, seriamente, cualquier tipo de trabajo es difícil debido a que la voluntad, el compromiso, la comprensión, generalmente no están disponibles para nosotros debido a los miedos y resistencias reprimidos, los cuales son completamente inconscientes y controlan nuestro comportamiento.
Realmente, lo que queremos buscar es nuestra propia esencia, pero ella, ya está en nosotros, por lo tanto, lo único que tenemos que hacer, es recordar. Recordar cada una de las cualidades de nuestra propia esencia: la verdad, el amor, la compasión, la misericordia, la voluntad, la fortaleza, la alegría. Todo eso es nuestra esencia.
Dependiendo de nuestro guía en el camino, se puede enfatizar una u otra cualidad. Los maestros dicen cosas diferentes, unos dicen que hay que entregarse a Dios, otros buscan la “perla azul”, otros dicen que hay que hacer un esfuerzo consciente, buscar la voluntad; otros dicen que la respuesta es el vacío, otros el amor; y a mil maestros que consultáramos, tendrían mil respuestas diferentes, aunque, a fin de cuentas, todo es lo mismo. Y puesto que la mayoría de las personas desconoce que nuestra esencia posee muchas cualidades, cada uno piensa que el otro está equivocado.
No lo están. Lo que pasa es que cada maestro enseña aquello que más ha trabajado. Y lo ha trabajado más porque seguramente, cuando él comenzó su viaje al interior, era de lo que más necesidad tenía. Era el mayor vacío que tenía, era su carencia principal.
Cada uno tiene sus propias carencias. Cuando nacemos tenemos nuestra esencia al completo, según vamos creciendo se van fortaleciendo cada una de las cualidades de nuestra esencia, pero algunas, pueden debilitarse e incluso desaparecer en función del ambiente en que vivimos, de las enseñanzas recibidas, de los traumas, de los desengaños. Cada vez que surge algún conflicto, hay una disminución de determinada cualidad. A veces nuestra fortaleza, a veces nuestro amor, a veces nuestra autoestima, o la compasión, o la alegría, o la intuición, resultan heridas, y más tarde, completamente bloqueadas.  
 Cuando una de nuestras cualidades es finalmente bloqueada por una experiencia personal, lo que queda en el lugar de esa cualidad es una sensación de vacío. De tal modo que se crea en la persona la sensación de que se carece de algo, y por lo tanto, que algo anda mal. Cuando sentimos esa deficiencia, tratamos de llenar ese vacío que sentimos en nosotros, y tratamos de llenarlo con cualidades similares, siempre erróneas, o tratamos de llenarlo desde el exterior.
Imaginemos, por ejemplo, que sentimos que el amor por nuestra madre es rechazado, que no es apreciado. Entonces, ese amor en nosotros, es herido, dañado. Donde debería estar el amor, hay un vacío. Lo que entonces hacemos para obtener ese amor del que sentimos su pérdida, es tratar de obtenerlo de nuestro exterior. Deseamos que alguien nos ame de tal modo que el vacío en nuestro interior sea llenado con amor. Sabemos exactamente qué queremos, pero nos olvidamos de que fue nuestro propio amor el que perdimos; creemos que hemos perdido algo del exterior, de forma que tratamos de recuperarlo desde el exterior.
Conectados a cada carencia están las memorias de las situaciones que provocaron la herida y la cualidad que se perdió. Están todas allí, pero reprimidas. No recordamos que sucedió o que perdimos, y lo que hacemos es llenar el vacío, con emociones, con creencias. Y esas creencias forjan nuestra personalidad. Creemos que somos eso. Pero no es así, esos son remiendos  que hemos ido haciendo para aliviar nuestras carencias.
Para emprender el camino de regreso hemos de aprender a sentirnos a nosotros mismos. La mayoría de la gente circula por la vida sin esa conciencia de sí mismos porque están tratando de evitar la sensación de vacío, la falsedad, la sensación de que “algo anda mal” en sus vidas.
¿Qué hay que sentir de uno mismo? Hay que saber la cantidad de voluntad de la que se dispone, sea cual sea, todo el amor y la comprensión que de uno mismo se pueda tener, sean cuales sean. Hay que tener un verdadero deseo de regresar a nuestra verdadera naturaleza. Y sobre todo, tener claro que las dificultades surgen de nuestro interior, de nuestros propios conflictos. Porque si creemos que vamos a solucionar los problemas ganando algo más de dinero, siendo un poco más guapo, teniendo niños, comprando un coche mejor, y cosas así, estamos perdidos, no vamos a llegar a ningún sitio. El verdadero camino comienza al ver que las dificultades surgen de nuestro interior y al sentir que la satisfacción que buscamos también procede de ese interior.
            A partir de aquí, cualquier técnica que nos ayude a conectar con nosotros es correcta. Meditación, trabajar virtudes que hagan desaparecer los defectos, fortalecer conscientemente las carencias, más amor, más comprensión, más fortaleza, más voluntad. Todas ellas, han de sentirse desde el interior, nada está fuera de nosotros, absolutamente nada. Buscar, por ejemplo, el amor en una pareja en el exterior, es sencillamente tratar de esconder un vacío. El amor ya está dentro, y cuando aparezca la pareja, lo único que hay que hacer es ofrecerle ese amor.
Lo ideal es trabajar al unísono todas nuestras cualidades, No tratemos, por ejemplo, de desarrollar únicamente el amor. El amor es sólo una de nuestras cualidades. Pero el amor sin la voluntad, no será auténtico; la voluntad sin amor no nos permitirá gozar de la dicha de amar. Solamente el desarrollo de todas las cualidades nos permitirá convertirnos en plenos y verdaderos seres humanos.
Y durante todo el trayecto, hay que estar presentes. Estar por completo aquí y ahora es ver la verdadera naturaleza de las cosas, es el camino más rápido para llegar al interior, es más rápido que meditar durante tres horas diarias mirando una pared. Hay que combinar la meditación, con la presencia, con la conciencia de querer seguir caminando, con la realidad de que todo está en nosotros.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Dejemos de ser bebés

            La sociedad actual, nuestra sociedad, está inmersa en una crisis, y no solamente en la crisis económica que afecta a todo el primer mundo. Está inmersa en una crisis de valores, no, más que una crisis de valores, mejor llamarle ausencia de valores. Porque ¿Dónde queda la verdad, el bien, lo sagrado, la solidaridad, la honestidad, la generosidad, la colaboración, la lealtad, la palabra, el respeto?

El ser humano está prisionero del trabajo, de la moda, de la comodidad, de la superficialidad, del dinero, del poder, del halago, de la admiración de los demás, del que dirán; y para conseguir liberarse de esa prisión de acaparamiento de cualquier tipo, no repara en medios, aunque sea pisoteando y engañando a otro ser humano.
Lo único que ofrece nuestra sociedad es un ambiente tóxico y nocivo en el que es imposible poder cultivar los valores humanos, que son, justamente, con los que se puede conseguir un cambio de rumbo en el mundo actual. Es imprescindible apartarse de los estamentos de poder, ya sean políticos, religiosos o de otro tipo, porque estos, que deberían ser servidores del pueblo y procurar por su bienestar y su felicidad, lo están utilizando para satisfacer cualquiera de esos fines tóxicos que la sociedad y sus más afamados representantes tienen como bandera.
Por lo tanto, ha de ser la persona, en solitario, y en su soledad, la que ha de cambiar los planteamientos que le presenta la sociedad y actuar por cuenta propia. Ha de ser cada persona, la que consiga cambiar la sociedad a través de su propio cambio, para que surja una nueva, basada en el respeto, en el amor y en los valores del corazón.
Antes de seguir dejarme presentaros un relato muy gráfico que encontré en Internet: Había una vez un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para disminuirlos y pasaba días y días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo pequeño invadió su lugar de trabajo, diciendo que quería ayudarle a trabajar, y el científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar, pero viendo que era imposible sacarle de allí, el padre pensó en algo que pudiese darle, con el objetivo de distraer su atención por un largo rato.
Se encontró entonces con una revista en donde venía el mapa del mundo, ¡justo lo que necesitaba! Con unas tijeras recortó el mapa en varios trozos y junto con un rollo de cinta autoadhesiva transparente, se lo entregó a su hijo diciendo: "Como sé que te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo en pedazos para que tú lo repares sin ayuda de nadie".
El científico calculó que al niño le llevaría mucho tiempo componer el mapa, que no conocía de nada, por lo que se dispuso a volver a su tarea.
Pero no fue así. Pasado un breve tiempo, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente: "Papá, papá, ya hice todo, he conseguido terminarlo".
El padre no dio crédito a las palabras del niño. Pensó que se habría aburrido y que querría irse a jugar. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño, pero para su sorpresa, el mapa estaba completo y perfectamente ensamblado.
"¿Cómo había sido capaz si no conocía nada del mundo?", se preguntó el padre. El niño, respondió feliz: "Papá, yo no sé cómo es el mundo, pero al otro lado del mapa del mundo estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí conozco bien. Y entonces, cuando conseguí arreglar al hombre, también había logrado arreglar el mundo."
Grafico, ¿no? Es el hombre el que tiene que cambiar para que el mundo cambie. Es el hombre el que ha de hacer una transición de lo viejo a lo nuevo, y así, todos juntos, lograremos un mundo mejor.
Ese cambio, esa transición, sólo es un cambio de conciencia, o crecer, o evolucionar, o madurar, o construir el carácter. En la actualidad, el ser humano es como un bebé, o como un borreguito. Va allá a donde le dictan los patrones de esta sociedad caduca, y va como las ovejas, sin salirse del patrón, porque……. ¿Qué pensará la gente? Si se sale del patrón, y empieza a respetar a los demás, y a ayudarlos, y a sentir compasión, y empieza a meditar, y no buscar las alabanzas, y no criticar, y tratar a los demás, sean quienes sean, como sus hermanos, y a ser honesto y generoso; la gente, la sociedad, puede pensar que es un loco, o que está abducido por una secta.
En muchas ocasiones, o en todas, el disparo de salida para empezar a dejar de ser bebé, y empezar a crecer, se siente en el interior: Es como un vacio, como un aburrimiento, las cosas que antes llamaban la atención, ahora cansan. A partir de ese instante es cuando hay que dejar atrás eso que impide el crecimiento: El miedo, miedo al rechazo, miedo a la crítica, miedo a la soledad.
La vida de los seres humanos, está construida sobre ese miedo, que los padres y educadores se encargan de incentivar. La persona está encogida por ese miedo, lo que la hace estar permanentemente a la defensiva, siempre la falta algo, siempre tiene necesidad de más. Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones. La persona está vacía, y ese vacío, no lo puede llenar con nada de lo que le pueda presentar la sociedad.
Para aliviar ese vacío, la persona ha de recogerse desde el exterior, hacia su interior, para empezar a sanar sus heridas, las producidas por la lucha permanente contra el vacío generado por la sociedad. ¿Cómo?, aceptando, permitiendo, perdonando y amando. Sin querer que las cosas sean como a uno le gustaría. No, las cosas son como son, y no hay que tener ningún interés en como deberían ser.
A fin de cuentas, lo único que hay que sanar es el miedo que hay detrás de todo: miedo a enfrentarse con la propia oscuridad, miedo a vivir, miedo a dejar que se exprese lo que el corazón siente. Y todo eso equivale a falta de Amor.
Es bueno, al llegar a ese punto, preguntarse: ¿qué quiero realmente?, porque si se ha llegado aquí, ya no valen los modelos y las normas que dan los ideales políticos, personales o espirituales, los estándares de salud, de belleza o sanidad, de cómo deberían ser las cosas, o de cómo hay que comportarse. Todos tratan de definir lo que es bueno e interesa a la persona.
¡Que pocos aciertan: lo único que es bueno para la persona es el Amor!, y el Amor no está en el exterior, está dentro, rodeando a la persona con su presencia, ¡sólo hay que permitirlo! Porque nosotros, ya somos Amor, y Paz, y Luz, y Sabiduría; pero no permitimos que se exprese ninguna de esas cualidades, las tapa el miedo.
Deja que el mundo sea como es, no quieras cambiarlo a través de la mente, no lo vas a conseguir; pero si puedes cambiar “tu mundo”, únicamente cambiando tú, únicamente creciendo y dejando de ser ese borreguito que va detrás de los cánones que la sociedad marca. Y si somos muchos los que cambiamos, el mundo dará un giro de 180 grados.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Yo confieso......... Amor

Estudiad, estudiad, estudiad: Llegareis a ser mediocres
Amad, amad, amad: Seréis grandes.

Tomaseo 

Cuando en un principio leía que el Amor es algo que anida dentro de nosotros, que se encuentra en nuestro interior, no entendía muy bien como podía ser. Cuando leía que el Amor es una energía, que es la energía que mantiene en orden el Universo, aun lo entendía menos. Cuando leía que no se ama realmente si se hace distinción entre las personas, mi confusión llegaba a su grado máximo. Estaba acostumbrado a querer a los míos, a mi familia, a mis amigos. Y bueno…….., es posible que el Amor anidara dentro de mí, aunque no lo tuviera nada claro, ya que sólo salía al exterior para manifestarse, de alguna manera, ahora sé que de una manera muy rudimentaria, cuando se trataba de ellos, y cuando veía al panadero, al vecino del quinto o al urbano que paseaba por la calle, no sentía absolutamente nada.
¿Cómo se podía querer a todo el mundo igual?, ¿Cómo se podía sentir Amor sin expresarlo a alguien?, ¿Cómo se podía amar sin que alguien fuera el objeto y la razón de ese Amor?, ¿No sería una más de tantas teorías de la New Age y, que llevarla a la práctica sólo estaría al alcance de unos pocos privilegiados?, ¿No sería charlatanería para llenar libros y vender más?
Cuando leía o escuchaba esto, estaba inmerso en algo que yo pensaba que era un proceso de transformación. Leía todos los libros de crecimiento interior que llegaban a mis manos con verdadera avidez, a veces, dos y tres a la vez, asistía a un sinfín de cursos, de charlas, de conferencias, practicaba yoga y meditaba de manera regular. Pero……… ¡tenía que faltar algo!, yo no sentía, o no creía sentir ese Amor que publicitaban en los libros.
En alguna de las charlas escuché que tendríamos que saber quiénes éramos, cuáles eran nuestras debilidades, y la faceta más característica de nuestro carácter. Todo ello con el objetivo de comprobar que tipo de energía nos envolvía, con tanta intensidad, que no permitía expresarse en toda su extensión cualquier otro tipo de energía. Y no podíamos olvidar que el Amor es una energía.
Tuve que pedir ayuda, yo no sabía, como casi nadie, cuáles eran mis mayores defectos. Ninguno de nosotros terminamos de conocernos, alguien dijo: “nadie se conoce, lo único que conoce es su sombra”, y es cierto, ni tan siquiera sabemos cómo somos físicamente, pues lo que conocemos de nosotros es, a fin de cuentas, nuestra imagen reflejada en un espejo, y ¿Será real el reflejo?,  ¿Será tan real como lo que los demás ven directamente?
Volviendo a la ayuda, resultó una lista que parecía interminable, en la que aparecían defectos y más defectos, de los que algunos yo pensaba, incluso, que eran virtudes. Y comencé el trabajo. Ahora puedo asegurar que ahí comenzó el verdadero trabajo de transformación, todo lo anterior sólo había sido un aperitivo: Se trataba de invocar, pensar y actuar, en y con, la virtud contraria al defecto. Encabezaba la lista el orgullo, y con él comencé el trabajo, cada vez que era consciente de que mi actuación, mis palabras, mis pensamientos o mis emociones se identificaban con el orgullo, trataba de pensar, hablar y actuar con humildad. Así poco a poco se fue reduciendo, aunque he de confesar que aún quedan resquicios. Después comencé con el segundo defecto de la lista, y después el tercero. 
Además de todo ese trabajo, en mis meditaciones, llevaba la atención al chakra del alma, treinta centímetros por encima de mi cabeza, y repetía el mantra: “Yo Soy al Alma, Yo Soy Paz, Yo Soy Amor”.  A partir de aquí, (había transcurrido tiempo, quizás tres años), comenzaron a ocurrir cosas: Sentía compasión donde antes había insensibilidad; sentía misericordia donde antes había dureza; el desasosiego se había transformado en paz; buscaba lo mejor de las personas cuando antes resaltaba la crítica; sentía serenidad donde antes residía el miedo; sentía alegría con la alegría de las personas y dolor ante su tristeza, “mi tiempo” cada vez era menos mío para dar un poco de él a los demás, “mi vida” empezó a ser menos mía, si alguien necesitaba de ella.
Ocurrieron más cosas, pero lo importante es que empecé a entender lo que era realmente el Amor. Virginia Satir, terapeuta familiar y escritora norteamericana, escribió acerca del amor incondicional un pequeño y profundo poema que refleja perfectamente lo que es el Amor: "Te quiero amar sin aferrarme, apreciarte sin juzgar, unirme a ti sin invadirte, invitarte sin exigir, abandonarte sin culpa, examinarte sin culpar y ayudarte sin insultar. Si puedo recibir lo mismo de ti, entonces podremos encontrarnos y enriquecernos de verdad".
No son necesarias más palabras: No siento, aun, que ame al vecino del quinto con  la misma intensidad que amo a mi esposa, a mi hija, a mi madre, a mis hermanos o a mis amigos; pero siento por él y por el resto de seres humanos la misma comprensión y la misma compasión, trato de no juzgar, ni criticar, ni culpar, ni exigir, ni mentir, ni herir, ni atar a mí, absolutamente a nadie, trato de ser leal y honrado, trato de no coartar la libertad de nadie y respetar completamente sus pensamientos, sus palabras, sus actos, su vida. Y muchísimas veces lo consigo.
Y lo más importante de todo “soy feliz” sin necesitar nada del exterior, absolutamente nada, por lo que puedo entregar este Amor y esta Felicidad a los míos y a los que no lo son, para que puedan ellos sentirlo y vivirlo igual que yo. Hay que “predicar con el ejemplo”.
Esto debe de ser ese Amor que anida en nuestro interior. Yo sigo trabajando en ello. Hasta llegar a sentir el Amor que sentía, por ejemplo Jesús, creo que aun me queda un largo, un larguísimo trecho. Y tú……….. ¿Cómo lo llevas? 

lunes, 31 de octubre de 2011

La razón de la vida

             La mayor parte de nosotros vamos caminando por la vida sin objetivo, sin destino, sin la menor idea de nuestro motivo, sin comprender qué camino es el que estamos recorriendo, ni porque lo estamos haciendo. Cuando somos conscientes de esa falta absoluta de objetivo, y observamos que estamos caminando con grandes y constantes esfuerzos, y sin ninguna idea respecto del fin hacia el que nos dirigimos, entonces desciende sobre nosotros una especie de hormigueo, de desazón, de desorientación. Nos sentimos perdidos, abandonados, sin esperanza. Llega a nosotros una especie de escepticismo, de desilusión, de aburrimiento y, nos preguntamos: de si después de todo, merece la pena el tomarse el trabajo de vivir y de respirar, ante lo que tenemos por delante, que nos parece desconocido. Pero ¿Es realmente imposible hacer una conjetura respecto de la razón de nuestra existencia?

Esta pregunta, proveniente de la tristeza, de la desesperación, de la desesperanza y del aburrimiento, hecha por nosotros en el momento que tenemos conocimiento de la inconsistencia de nuestra vida, es probablemente la misma pregunta que todos se han hecho en todas las épocas anteriores a la nuestra.
Solamente llegar al conocimiento de la inutilidad de una vida sin objetivo, solamente llegar a la pregunta de cuál es la razón de nuestra existencia, es como haber alcanzado a tocar las borlas del alma. A partir de aquí, empieza el verdadero trabajo de nuestra existencia: descubrir la razón de ser y trabajar para la consecución de esa razón, trabajar para abarcar la totalidad del alma, no sólo de su envoltura.
En un principio, incluso parece que podemos conformarnos con saber cómo cambiar el dolor por el placer; o lo que es lo mismo, encontrar por medio de qué procedimiento puede regularse la conciencia, con objeto de que la sensación más agradable sea la que siempre se experimente. Para esto tenemos una herramienta poderosa: la mente. Regular la conciencia puede ser conseguido por el esfuerzo del pensamiento.
Si una persona mantiene su mente fija en algún asunto determinado con la concentración suficiente, obtiene, más pronto o más tarde, la iluminación con respecto al mismo. A la persona que consigue eso se le llama genio, inventor, inspirado.
Por lo tanto, si en lugar de mantener el pensamiento concentrado en un asunto determinado, lo mantenemos concentrado en ¿la nada?, en ¿la respiración?, en ¿las sensaciones del cuerpo?, en suma nos mantenemos en meditación, llegaríamos no a la iluminación sobre el asunto en el que estuviéramos concentrados, llegaríamos a la Iluminación absoluta, llegaríamos a la unión con el alma.
Para eso, hace falta valor, ya que podemos estar concentrados en nuestros miedos, tiempo y tiempo, sin aburrirnos, sin cansarnos, sin voluntad, alcanzando la “iluminación” en nuestras miserias, y no somos capaces de utilizar ni un gramo de voluntad para alcanzar la Iluminación con mayúscula.
Llegar a saber cuál es la razón de nuestra existencia, abandonar esa convicción y no trabajar por ello, es como llegar a la cima de una montaña, con gran esfuerzo, y al llegar arriba, tumbarse y dejarse caer rodando por la ladera de la montaña, para volver otra vez al valle. ¡No!, una vez arriba de la primera cima, hay que mantenerse en la cima, sin miedo, sin vacilación, para buscar la siguiente cima y empezar la siguiente escalada.
Cada persona se siente atraída por determinados placeres, y encuentra en su consecución el mayor de los deleites. Y naturalmente, durante su vida, se dirige a estos placeres de un modo incluso inconsciente, de la misma manera que el girasol se va volviendo hacia el sol. Pero, ¡qué curioso!, cada vez que se consigue el placer, este se pierde, y vuelta a comenzar. Es una lucha permanente, es un trabajo que oprime terriblemente el alma. Es más, realmente nunca se alcanza el placer, porque al final este se escapa. Y eso sucede porque se pretende satisfacer las necesidades del alma por el contacto de objetos externos. Es imposible que nada del exterior pueda satisfacer al ser interno, que es el que reina en el interior, y que no tiene sentidos para la materia. Nada le limita al ser interior, está en todas partes, está en el Universo, y el Universo sería incompleto sin el ser interior.
Esta es la razón de la vida. Conocer la grandeza del ser interior y conectar con él. Cualquier otra significación que se le quiera dar a la vida carece de sentido.
Por lo tanto, amigos/as, cuando lleguéis a esta conclusión, cuando lleguéis a la razón de vuestra existencia, abandonar la persecución de los placeres externos, porque seguiréis subiendo, con esfuerzo, a la cima y rodando de inmediato hacia abajo, para volver a subir y volver a caer.

domingo, 30 de octubre de 2011

Los engarces de la vida

            Todo lo que llega a nosotros desde el exterior: tristezas, disgustos, perdidas, enfermedades, no podemos permitir que afecten a la serenidad de nuestra mente. Porque todo, no es más que el resultado de nuestras vidas pasadas, y cuando llegan, sólo hemos de pensar que todo mal es transitorio y, por lo tanto, hemos de mantener la serenidad. Preocuparse por ello, es inútil, ya que son producto de nuestro Karma, y lo cierto, es que quedan totalmente fuera de nuestro control.

            No preocuparse por ellas, y no perder la serenidad, no quiere decir que no debamos ocuparnos de ellas. No sólo si debemos ocuparnos, sino que podemos hacer mucho. Podemos dirigirlas y modificar sus efectos sobre nosotros. ¿Cómo?, depende de la circunstancia. Imagina que alguien te empuja con la suficiente fuerza para desequilibrarte, pero si cambias la postura y afianzas los pies en el suelo, el empujón existirá, pero es muy posible que te mantengas en pie. Es lo mismo en las circunstancias de la vida, mantener el equilibrio es no darles más energía a través del pensamiento, que sería como amplificar el empujón y esperarlo apoyado sobre un solo pie.
            Todo depende de la actitud. Si afrontamos cualquier circunstancia de las que nos llegan del exterior con el ánimo y la actitud de que estamos cancelando una deuda, y que una vez cancelada, la deuda finalizará para siempre, es mucho más fácil de soportar el sufrimiento.
            No hay mal que cien años dure. Cualquier mal es transitorio, a no ser que lo mantengamos en nuestra mente de manera indefinida. Sólo tenemos que observar los ciclos de nuestra vida, pérdidas, enfermedades, situaciones desagradables: Todas han pasado, todas pasan al cabo de muy poco tiempo. Sólo aquellos que dan vueltas y más vueltas a cualquiera de sus circunstancias, sufren el dolor indefinidamente.
            No hay que adelantarse a los problemas, no hay que buscarlos, cuando lleguen, lo único que hay que hacer es ponerles remedio, y una vez solucionados, hay que olvidarlos. Un antiguo proverbio chino dice: “Si las cosas tienen solución, ¿por qué preocuparse?, y si no la tienen, ¿por qué preocuparse?”.
            El pago de nuestras deudas kármicas es muy pequeño, comparado con lo que se puede llegar a sufrir por las actitudes mentales erróneas, que pueden duplicar, triplicar o incluso multiplicar por diez el sufrimiento. La cantidad de deuda kármica que se ha de pagar no se puede modificar, pero si está a nuestro alcance incrementarlo o reducirlo.
            Cualquier dolor, cualquier sufrimiento, pasa. Lo único que permanece es nuestra serenidad, nuestra paz, nuestro crecimiento, nuestro carácter y nuestra evolución. Cuanto mayor sea el trabajo realizado en la construcción de nuestro carácter, cuanto mayor sea nuestra evolución, cuanto mayor sea nuestra conexión con nuestra alma, mucho menor sea el sufrimiento generado por las circunstancias de la vida. Circunstancias, que no aparecen de la nada, no aparecen por generación espontánea, sólo es nuestra propia programación, nuestra ruta de vida, para pagar nuestras deudas y seguir creciendo.
            Si permanecemos atentos/as a la vida, si la recibimos recogidos en nuestro silencio interior, observándola como un/a observador/a neutral, nos daremos cuenta de que los obstáculos que llegan enganchados a la vida, se resuelven sólo con estar presentes, verdaderamente presentes, viviendo el instante. Así comprobaremos que el problema llega, se resuelve y desaparece. Pero si nos quedamos agazapados reviviendo, en nuestra mente, el obstáculo pasado, aunque se haya ido con el discurrir de la vida, este seguirá con nosotros indefinidamente.
            El sufrimiento solo es una manifestación más de inmadurez, y será más o menos intenso, y más o menos duradero, en función de nuestro grado de inmadurez. La inmadurez nos abarca a todos, para eso estamos aquí, para conquistarla, para ganarle la batalla, poco a poco, avanzando en cada vida en la construcción de nuestro carácter, que es lo que nos va a llevar a conquistar la paz y la serenidad permanente.

jueves, 27 de octubre de 2011

La pareja ideal

            En muy raras ocasiones podemos contemplar una pareja ideal o perfecta. La mayoría de las parejas no tienen, afortunadamente, más que una especie de tolerancia mutua y son muchísimas las parejas que continúan juntas debido simplemente a la presión de la opinión pública y a la conveniencia por la falta de dinero, o por los niños. Pero, a pesar de eso, e incluso en más de una ocasión, las personas se casan o decidir unir sus vidas, y todos, sin excepción, lo hacen con la esperanza de que van a encontrar la mayor de las felicidades que puede conseguirse.

Las personas, en su interior, saben que sólo junto a otra pueden conseguir y acelerar su evolución, pueden aprender a amar y por eso se embarcan en la aventura de unión con otra persona.
Es como arriesgar todo a una sola carta y en contadas ocasiones logran materializar los deseos de felicidad plena. El problema reside en que cada miembro de la pareja busca en el otro algo que satisfaga sus propios anhelos, sus propias necesidades, cada parte busca que es lo que la otra parte puede dar, cada parte busca recibir.
 Si esto no se da, que es lo normal y natural, entonces el deseo de unión continuará como una sensación de necesidad no satisfecha ya que no se han cumplido las expectativas, y pueden ocurrir varias cosas: que se busque la satisfacción en otra unión, que tampoco se va a encontrar; que se separen; o que sencillamente se toleren.
El ser humano no es solamente un cuerpo físico, que es aquello que vemos, es mucho más, es un conjunto formado por hasta siete cuerpos. Para no complicarnos únicamente vamos a enunciarlos:
El séptimo cuerpo es el plano del espíritu puro. La energía le llega directamente de la Divinidad. En este plano, “Todo es Uno, y Uno es Todo”.
El sexto cuerpo, es el plano de la espiritualidad inferior.
El quinto cuerpo o mental superior, es el plano de la mente abstracta.
El cuarto cuerpo o mental inferior, que es el plano de la mente concreta. Es el plano del pensamiento concreto y se caracteriza por la memoria.
El tercer cuerpo, es el astral superior. Es donde se materializan las emociones y el deseo de unión.
El segundo cuerpo, es el astral inferior. Es el plano de los instintos, y se caracteriza por el deseo de atraer o poseer.
El primer cuerpo es el físico, de sobra conocido por todos nosotros.
La realidad es que la unión entre seres humanos no es más que una mera conjunción de cuerpos físicos, regida por el deseo de atracción. Es decir, la unión de los dos primeros cuerpos del ser humano. Faltará la unión de, al menos, otros cinco cuerpos. Y hasta que la unión no se realice en todos y cada uno de ellos, esta será incompleta, y la pareja permanecerá constantemente en un estado de hambre, ya sea sexual, emocional, intelectual o espiritual, que les hará buscar de manera permanente a su verdadera pareja.
Cada persona tiene distinto grado de evolución.
Un ser más primitivo, o mejor, menos evolucionado, apenas exigirá a su pareja más que la gratificación de sus sentidos, quedando completamente indiferente una vez que sus pasiones han quedado saciadas.
En el ser humano corriente de nuestra época, sólo están preparados normalmente para la unión los tres primeros cuerpos: el físico, el instintivo y el emocional; esto es: es capaz de unión física, de deseo instintivo y de tierno afecto por su pareja, pero faltará el acoplamiento intelectual, y por supuesto el espiritual.
Un ser ya más evolucionado, con su cuerpo mental en actividad, buscará una pareja que tenga intereses semejantes a los suyos propios. Será una unión física, instintiva, emocional, serán compañeros intelectuales y buscarán juntos la Divinidad.
Por lo tanto, es fácil entender, que si una persona tiene ya tres cuerpos en pleno funcionamiento y es capaz de un amor tierno y profundo y se une con una persona que no tiene más que dos cuerpos en actividad, que carece de todo concepto de una vida en común que vaya más allá de la gratificación pasional y física, no puede menos que producirse un desastre. O bien, si una persona tiene cuatro cuerpos en actividad y se une con otra que no es capaz de ser una compañera/o y amiga/o, también esa unión será un desastre.
Es una verdadera fortuna para una pareja si su crecimiento es igual y simultáneo. Entonces encontrarán en su unión una expansión y enriquecimiento de su amor, y según se vaya poniendo en funcionamiento un cuerpo tras otro y se una con el de su pareja, se conseguirá una unión que estará alcanzando verdaderamente el cielo. Si, por el contrario, uno ha alcanzado su plena evolución mientras que el otro todavía sigue creciendo más y más, la unión que comenzó felizmente terminará en un fracaso, ya que el más elevado de los dos será consciente de necesidades que el otro no puede ni comprender ni satisfacer.
En la pareja perfecta, la misma pareja se une con todos sus cuerpos, estando hasta sus cuerpos superiores en total funcionamiento. Esto les lleva a experimentar  mayor expansión y profundidad en su amor. La unión física, cuando existe deseo mutuo, dará armonía y equilibrio a su sistema nervioso; el amor unirá los deseos y aspiraciones en uno y enlazará a ambas personalidades; la adquisición de un  conocimiento común hará su amistad más y más estrecha; las creencias en similares conceptos y principios, dirigirán sus vidas por los mismos cauces, y los fines y objetivos espirituales completarán su unión hasta que habiendo alcanzado sus conciencias el nivel del espíritu puro, este gran amor de dos almas sobrepasará todas las limitaciones y absorberá el Universo entero en su unión.
Cuando se logra esto, se ha conseguido en el mundo físico el más grande impulso de evolución que es posible lograr. Estos dos seres, unidos así en todos los planos, “entran en la luz y no salen de ella nunca más” como entes separados, sino que se convierten en un solo ser con una doble naturaleza, completa en sí misma.

domingo, 23 de octubre de 2011

Hablar por hablar

            Desde el principio de los tiempos, los seres humanos hablan unos de otros, prácticamente sin parar. Parece que ese es un buen entretenimiento, que ahora sigue siendo así, y así lo seguirá siendo hasta que todos hayan alcanzado un cierto grado de madurez y evolución.

             Pero todo ese hablar, que en muchas, muchísimas ocasiones, está falto de amor, sólo es una vibración pasajera en el aire, y no será más que eso, a no ser, que nosotros decidamos y permitamos que sea otra cosa. Lo que digan los demás, por muy desagradable que sea, no debe de importarnos en absoluto. De hecho, si no escuchamos lo que dicen de nosotros, está claro que no nos va a importar, pero si lo escuchamos, tampoco debería importarnos, porque si nos importa, si nos enoja, si nos llena de rabia, sólo es un problema nuestro, sólo es un signo de nuestra propia inmadurez, somos nosotros mismos los que nos estamos haciendo daño, no las palabras de los demás.
            Por qué… ¿Qué sabe nadie de los demás?, ¿Qué saben de sus circunstancias?, ¿Qué saben de sus sentimientos o sus emociones? Lo que digan los demás no tiene ninguna importancia, nunca saben lo que dicen. Y de la misma manera que ellos no saben nada de nuestras circunstancias, ¿Qué conocemos nosotros de las suyas?, nada, nadie sabe nada de nada de lo que pasa en un instante por el interior de la persona, por lo que el que escucha tampoco sabe las razones por las que otro puede hablar de él. En todos los casos, lo único que hay que ser: es amable, es amoroso, es bendecir al que habla.
            Cualquier sentimiento de sentirse ofendido o herido, solo es debido a la sensación de separación, de falta de unidad con todo lo creado, de sentir la necesidad de tener que estar defendiendo el propio espacio de manera permanente, solo es debido a la mente, ¡tan egoísta ella!. En el momento que aceptamos que todos somos la misma energía, y dejamos de pensar en nosotros mismos, ya no se siente ninguna ofensa, todo está bien, por muy grave que sea lo que se escuche.
            Jesús dijo: “Ama a tu enemigos y ruega por aquellos que te injurian”.
            Todos sufrimos juicios, críticas e injurias. No hay que preocuparse por ello. La Ley del Karma, colocará a todos y cada uno en su sitio. El trabajo de los que sufren los juicios, las críticas y las injurias es amar más, es perdonar, ser más bondadosos. Así las críticas y las injurias van a servir para un mayor crecimiento y más evolución del injuriado.