Este es
el inicio de un largo camino. “Yo Soy” el cambio
Ya
estamos viendo en los países en los que se están empezando a relajar las
medidas de confinamiento cual es la preocupación de los dirigentes que son los
que tendrían que liderar el tan ansiado cambio: Que la economía, tal como la
conocemos, no termine de hundirse y que todo vuelva a la normalidad económica
lo antes posible. Justo a esa normalidad basada en la desigualdad que no
queremos.
Es
posible que se den algunos cambios, sobre todo, alguna mejora de la sanidad,
que está siendo el pilar de contención de la pandemia. Países que estaban
desmantelando su sanidad pública intentarán detener su deterioro y otros que
tienen una sanidad del siglo XIX intentarán adecuarse al siglo XXI. Pero poco
más.
La
pandemia, para los que sobrevivan, no va a servir más que para empobrecer a la
clase media y terminar de hundir a la clase baja. La clase súper alta, que es
la que realmente organiza el mundo a su antojo para su propio beneficio, no se
va a ver afectada en lo más mínimo, salvo que va a enriquecerse un poco más. Incluso
pueden salir mejor parados porque algunos, puede ser que les idolatren aún más
porque donan millones para ayudar a frenar la pandemia. ¿Qué es un millón o dos
o veinte comparado con lo que tienen?, es como para el resto de nosotros dar un
dólar a un pobre a la puerta de una iglesia. Una limosna.
Lo que esta
pandemia ha vuelto a dejar al descubierto es la solidaridad de muchísimas
personas en cualquier parte del mundo. La solidaridad siempre emerge en las
catástrofes, lo cual es fantástico, pero se reduce cuando la situación vuelve a
la normalidad. Y mientras no se consiga una igualdad real, en la que no pase
hambre ni un solo ser humano, la solidaridad va a seguir siendo necesaria.
Por lo
tanto, los que tenemos claro que el orden mundial debería de cambiar tenemos
que liderar el cambio. O, mejor, más que liderar el cambio tenemos que comenzar
a abrir la puerta para que este se realice, porque va a ser una lucha sin
cuartel, silenciosa y larga, muy larga, posiblemente nos lleve más de un siglo.
A no ser que tengamos en unos años una nueva pandemia que mate a dos millones
de personas y se lleve por delante la economía tal como la conocemos.
Casi
todos los que creemos que vivimos en una sociedad injusta e iniciemos ahora la
lucha o, mejor, que seguimos en la lucha que iniciamos hace algún tiempo, es
seguro que volveremos a la vida dentro de cien o doscientos años y, es posible,
que entonces sigan las desigualdades pero tendremos ya un terreno preparado y
abonado por nosotros en esta vida, para que sea más fácil la batalla final, ya
que nuestros hijos, nuestros nietos, bisnietos y tataranietos habrán seguido la
estela que ahora iniciamos nosotros.
¿Cómo
tiene que ser esa lucha? Ahora tiene que ser espiritual, porque nosotros no
podemos cambiar el sistema económico, pero si podemos cambiar la
espiritualidad. Tampoco podemos salir a las calles siete mil quinientos
millones de seres a reclamar un cambio de orden cuando cada uno de los siete
mil quinientos millones tiene una idea de orden diferente en su cabeza. Si no
fuera así, no habría tanto voto disperso. Personalmente nunca he entendido como
un obrero puede votar a la derecha. Pero aunque se vote a la izquierda, da lo
mismo. Son los mismos con una corbata de distinto color. Y lo que necesitamos
no son líderes de derecha o de izquierda, necesitamos lideres humanos, que se
sientan iguales, que amen a sus conciudadanos, que lloren con ellos, que rían
con ellos, que el sufrimiento de uno sea su propio sufrimiento, que no sepan de
economía, que no sepan de leyes, que sepan de justicia humana, de igualdad, de
compasión y de humildad.
Por lo
tanto, hemos de dejar de lado, aunque sigamos en la lucha por reducir la
desigualdad, las batallas política y económica para centrarnos en la batalla
espiritual.
Así como hay diferentes sistemas
políticos y económicos y diferentes religiones, en lo referente a la
espiritualidad, no hay dudas, solo existe un orden, el orden del Amor, que
conlleva inherente todos sus atributos: alegría, fe, igualdad, humildad,
comprensión, justicia social, tolerancia, paz, serenidad, misericordia,
felicidad, generosidad, compasión, libertad, aceptación, bondad, honestidad,
fortaleza, respeto, servicio.
Porque
el cambio, el auténtico cambio, es actuar desde el Amor. El Amor solo tiene una
regla, la Regla de Oro: Trata a los demás como tú mismo quieres ser tratado.
Tenemos que ser el cambio que
propugnamos realizando nuestro propio trabajo interior para ser el Amor que
demandamos al mundo, porque al final de todo el camino, dentro de uno, cinco o
mil años, la energía que va a mover el mundo es el Amor. Ese es el cambio, ese
es el final del camino. Empecemos en nosotros mismos y hagámoslo ya, no
esperemos a mañana.
Nuestro
objetivo tiene que ser elevar nuestra vibración en el Amor para ir influyendo
en los que nos rodean y estos a su vez influir en otros y estos en otros y así
sucesivamente hasta llegar al poder. Es un trabajo lento ¿verdad? Y más lento
porque es una batalla con uno mismo y, aunque sea incruenta, es la más
terrorífica de las batallas.
Para
eso lo mejor es comenzar por el principio. Saber de dónde partimos cada uno de
nosotros, porque el final del camino es el mismo para todos: aprender a Amar.
Como
pasar de donde estamos al Amor no es tarea fácil, mejor vayamos ganando cada
una de las partes, subiendo un peldaño tras otro, que no son otros que las
cualidades del Amor, para llegar al Todo. Hoy trabajo la paciencia, el mes que
viene la tolerancia, al otro el perdón y, así, un día tras otro llegaremos a la
cima.
Voy a
terminar esta entrada con unas preguntas. A partir de la próxima intentaré
desgranar como ganar cada una de las etapas que nos van a llevar a la cumbre.
Podéis
escribir y contestar para unificar ideas.
¿Tenemos
claro que todos SOMOS UNO, que somos lo mismo, todos con el mismo origen, todos
con el mismo fin?
¿Tenemos
claro que somos más que un cuerpo?
¿Tenemos
claro para que venimos a la vida?
¿Tenemos
claro que organizamos nuestra vida antes de encarnar?
¿Tenemos
claro que la pandemia estaba contemplada en nuestro Plan de Vida?
Si
tenemos claro que está contemplada en nuestro Plan de Vida y, por lo tanto,
aceptada por nuestra alma ¿Qué esperábamos ganar con ella?
La
contestación a estas preguntas y, algunas más, lleva implícito el trabajo a
realizar.
Cuídense,
todos somos necesarios, ya que si falta uno tendremos que suplir su vibración
entre los demás.
Bendiciones.