Cinco vidas en una
He
vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de
una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande,
comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente
en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra
también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra
mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.
Todos los
cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás,
sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por
lo nuevo que estaba entrando en mi vida.
No
tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno
cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a
vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran
más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por
delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando
haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de
blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.
El otro,
treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui
cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro
muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que
disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir,
sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya
que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que
una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido
más llevadera.
Tengo
claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego
aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el
apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis
compañeros de viaje por la vida.
El
diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una
inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien
puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera
encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor.
Creo
que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos
grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué
venimos a la vida.
Afortunadamente
solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos
últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.
Vivo
independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos
hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma
edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.
Estoy a
punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en
cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con
sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he
programado para vivir 92 años.
Reflexionando
sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera
vivido, al menos, cinco vidas en una.
Cuento
como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné
el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a
novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.
La
segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi
independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.
Es
curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene
una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme
por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.
La
cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de
yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba
cursos de formación de terapeutas y hacía sanación. Este ciclo fue más corto, de tan solo diez
años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.
Y, por
último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años,
lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa,
a la sanación y la escritura.
En
plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo,
¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que
está iniciando una nueva etapa?
Hace
tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando
un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos
y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no
sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando
al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas
muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.
¡Cuídense
y así cuidarán al otro!
¡Bendiciones!
CONTINUARÁ
Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.
Que cierto!!! Y bonito relato (la musica a pelo jaja)
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