Mi nombre es Antay y soy un Trabajador
de la Luz.
Yo sé
que todo es Dios, sé que vivimos en Dios y que Dios habita en nuestro interior.
Esta para mí es una premisa fundamental porque toda mi vida emocional y mental
gira en torno a ella.
Aunque
es fácil de entender la literalidad de la información, puede que no lo sea
tanto su aceptación y, mucho menos, en caso de entenderlo y aceptarlo, integrarlo
en cada una de las células, para vivir y actuar desde ese conocimiento.
Los
seres humanos vivimos en Dios, de la misma manera que el pez vive en el agua. Esto
para mi está fuera de toda duda, cuando, curiosamente, dudo de casi todo.
Para
que se hagan una idea de mi capacidad de dudar, a veces cuando veo mi imagen
reflejada en un espejo me pregunto si la imagen reflejada será igual que la
imagen real e, incluso, me pregunto si los demás me ven igual que la imagen que
yo puedo ver reflejada en el espejo. Otras veces, por ejemplo, cuando estoy
escribiendo con un bolígrafo rojo me pregunto, tontamente, si todos verán el
rojo igual que yo lo veo. Hasta ese punto llega mi capacidad de dudar y de
hacerme preguntas, parece que, con muy poco sentido.
Pues
bien, la primera frase escrita sobre Dios para mi es una Verdad Absoluta.
Pero me
costó trabajo entenderlo y, sobre todo, aceptarlo. Aun no sé si está integrado
en mí.
Creo
que somos un alma inmortal que viaja, de vez en cuando, a la materia
revistiéndose de un cuerpo y cuando está fuera de un cuerpo, es decir, al otro
lado de la vida, está en las mismas condiciones que cualquier otra alma. Por
eso, para mí, es muy fácil imaginar a otros puntos de luz que en la actualidad
no tienen cuerpo, pero que si lo han tenido, como bien pudieran ser Buda,
Moisés, Jesús, Mahoma o Gurú Ram Das, solo por citar a alguno de los grandes
maestros que han sido inspiración de religiones.
Puedo
cerrar los ojos y tratar de visualizar o imaginar puntos de luz, y así imagino
a esos maestros de la misma forma que imagino a los seres conocidos, por mí,
que se han ido con anterioridad. Pero imaginar a Dios me parecía más difícil
porque no ha tenido cuerpo. Y así le fui dando vueltas durante mucho tiempo
hasta que una reflexión hizo saltar la tapa de la duda en mil pedazos: “Si yo
soy un punto de Luz. Dios es la Luz”. Por lo tanto, no lo podía imaginar como
un puntito frente a mí. Él lo era todo, lo llenaba todo, yo estaba dentro de
Él. Todos estamos dentro de Él.
Pero también
sé que no somos Dios, que somos seres humanos, con nuestras limitaciones, con
nuestras dudas y nuestros miedos, con nuestras creencias, nuestras
contradicciones, nuestros errores, nuestras preocupaciones y nuestros deseos.
Quiero
hacer un inciso antes de seguir. El día que los seres humanos dejemos de dudar,
dejemos de tener miedo y amemos a todos como Dios nos ama, ese día no solo
viviremos en Dios, sino que sentiremos el poder de Dios en nosotros mismos.
He pasado una buena parte de mi vida asustado,
tratando de esconderme, lleno de dudas y retando en muchas ocasiones a Dios.
Llevo
tiempo viviendo en un tremendo error. Creo que trabajo para Dios porque me
dedico a la sanación, a formar terapeutas, a guiar meditaciones y tratando de
convencer a los pacientes y a los alumnos de que la auténtica sanación solo la
van a encontrar ellos mismos, cuando aprendan a vivir desde el alma. Por eso
creía que trabajaba para Dios. Por lo tanto, si estaba trabajando para Él, ¿por
qué le encontraba tan lejano y tan esquivo?, a pesar de vivir en Él y que Él
mismo anide en nuestro interior.
El problema es que tenemos un instrumento muy poderoso con nosotros: Nuestra mente.
La
mente es nuestro auténtico enemigo. Tenemos que derrotar a la mente, pero, curiosamente,
la batalla la tiene que liderar la misma mente. Curioso ¿no?, hemos de derrotar
a la mente desde la mente.
Hoy
algo ha cambiado…….. CONTINUARÁ
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