El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 26 de agosto de 2022

Regresión (Recordando otras vidas)



Capítulo III, parte 5. Novela "Ocurrió en Lima" 

El sábado a las nueve y media en punto estaba tocando el timbre en la casa de Indhira.

-    ¿Seguro que eres peruano? –fue la pregunta de Indhira mientras nos saludábamos con un beso en la mejilla.

-    Sí, estoy seguro. Si seguimos mi árbol genealógico creo que podríamos llegar a los incas o, más atrás, a la civilización de Chavín o a la de los Mochicas de Moche.

-    Pues será interesante ver si en la regresión apareces como un inca. ¿Estás hoy más tranquilo?, ¿tienes claro que quieres hacerla? –preguntó Indhira.

-    Creo que estoy totalmente tranquilo y, sí, quiero hacerla. Estoy expectante, como un niño que va al colegio por primera vez –y concluí manifestando una ligera ansiedad- ¿Qué saldrá?

-    No lo sabemos –respondió Indhira- Ten en cuenta que son recuerdos del alma y es ella, el alma, quien decide que vas a recordar. En realidad, el alma va a permitir que recuerdes aquello que sea importante para el momento que estás viviendo en tu vida actual. Esto es como cuando pides algo a Dios o a quien sea santo de tu devoción, nunca te conceden lo que pides, sino aquello que necesitas y, claro, como no es lo que tú querías va a pasar desapercibido y no vas a aprovecharlo. Que no nos pase en esta regresión. Todo será importante.

>>En la primera parte te iré acompañando con mi voz para conseguir que te relajes, cuanto más, mejor. Y después ya te induciré a la regresión. No tengas ningún miedo. Vete contándome todo, sea lo que sea, aunque te encuentres hablando con el pato Donald, porque no sabemos cuáles son los mecanismos del alma para que consigas recordar algún momento importante. 

>>La regresión puede ser a través de sensaciones. Es lo más normal, pero esas sensaciones pueden ser muy nítidas, teniendo la certeza sobre los episodios que se van viviendo. Puede ser pictórica que es como si vieras una película, escenas de la película o, incluso, como si estuvieras viendo fotografías. También puede ser intuitiva que, al principio, sabes cosas de manera intuitiva, pero según avanza la regresión las intuiciones son más definidas. En todos los casos puede ser sinestésica, que es cuando los episodios van acompañados de sensaciones como frío, dolor, calor, tristeza, etc., pero no, necesariamente, siempre.

>> Todas las escenas pueden ser vistas desde dos perspectivas: como si fueras el protagonista o como si el protagonista fuera una tercera persona, pero reconociéndote en alguno de los personajes de la historia.

>> Y te repito, cuéntamelo todo, porque mientras tú estás viviendo tu historia yo estoy aquí, viendo esta sala y no podré acompañarte si no sé qué está pasando.

>> ¿Lo tienes claro?, ¿tienes alguna duda?

-    Antes de contestar hice una respiración profunda- Si, lo tengo claro, no tengo ninguna duda, o las tengo todas, no sé, pero, tampoco sé que preguntar. Empecemos.

-    Mejor vete antes al baño, -me recomendó- que no tengamos que interrumpir la sesión.

A la vuelta del baño, me acosté boca arriba en la camilla. Me tapó mientras comentaba que en la relajación la temperatura del cuerpo baja unos grados y podía quedarme helado.

-    ¿Quieres que grabemos la sesión?, porque la memoria es muy traicionera y puedes olvidar la mitad. Así queda grabado y podrás recordarlo cuando te apetezca.

-    Si, por favor, grábala.

Indhira se sentó en la silla al lado de la cabecera de la camilla y comenzó a hablar muy suave, casi como un susurro. Con el tono justo para que pudiera escucharla sin dificultad.

Me indicó que llevara la atención a mi respiración y respirara por la nariz, de manera lenta y suave, llevando la respiración al abdomen para que, sintiera como subía, en la inhalación, y como bajaba al exhalar. Mientras decía que fuera llevando la atención a cada parte de mi cuerpo sintiendo como con cada exhalación iba llegando la relajación a mi cuerpo.

Tengo que reconocer que me perdí en las indicaciones. Empezó indicándome que comenzara llevando la atención a los pies para seguir subiendo hasta la cabeza. Sin embargo, no había llegado a mis tobillos y ya me había perdido. Sentía su voz como si fuera una dulce melodía, mientras yo permanecía atento a mi respiración y a las sensaciones de mi cuerpo.

Al final de la relajación volví, otra vez, a sus indicaciones. Justo cuando decía que me visualizara o me sintiera paseando por un jardín. En el jardín había un arco de piedra que, después del paseo, me indicó que atravesara.  

-    Pasa al otro lado –me dijo- Sabes que al otro lado del arco te vas a encontrar en un momento de otra vida. En ese momento, de esa otra vida, que tu alma va a permitir que recuerdes. Pasa sin miedo, tranquilamente.

>> ¿Has pasado?, ¿estás en el otro lado?

-    Tardé en contestar porque en un principio lo veía todo, absolutamente, oscuro y, en realidad, no tenía ninguna sensación, hasta que me pareció sentir que estaba caminando por una playa- Si, ya he pasado.

-    ¿Qué sensaciones tienes?

-    Es como…, paz…, tranquilidad…, es una playa.

-    ¿Hay gente en la playa?

-    No

-    Y tú ¿Qué haces?

-    Estoy paseando por la orilla sin zapatos.

-    ¿Cómo vas vestido?

-    Con un pantalón corto y una especie de polo

-    ¿Eres hombre o mujer?

-    Soy mujer.

-    ¿Sabes que haces en esa playa?

-    Solo estoy paseando, nada más.

-    ¿No se ve a nadie en ningún punto?

-    No

-    ¿Cómo está el mar?

-    Tranquilo. Es un día soleado…, es bonito.

-    Voy a contar hasta tres y cuando llegue a la cuenta de tres vas a retroceder un poco en esa sensación, para ver cómo has llegado a la playa y de dónde vienes, para ver qué es lo que has ido a hacer ahí.

>> 1…, 2…, y 3. Ya estás en ese otro momento, que te va a permitir entender por qué estás ahora en esa playa.

>> ¿Qué sensaciones tienes?

-    Es como estar en una casa…, de madera…, sentada en una silla al costado de una mesa.

-    ¿Cómo es la casa?

-    Es de madera…, parece pequeñita.

-    ¿Es como una casa actual?

-    Parece más antigua…, como una casa de campo.

-    ¿Eres la misma mujer?

-    Sí.

-    ¿Cómo vas vestida?

-    Con una falda más larga…, con un gorrito.

-    ¿Tienes conciencia de si vive alguien más en esa casa?

-    No.

-    Voy a contar hasta tres y, cuando llegue a la cuenta de tres, va a ser la hora del almuerzo y, si hay más gente en la casa, vais a estar todos sentados alrededor de la mesa y así podrás ver quien hay contigo.

>> 1…, 2…, y 3. Es la hora del almuerzo, ¿tienes la sensación de estar almorzando?

-    Sí, tengo la sensación de estar con más gente en la mesa…, con un hombre que tiene barba y la barba es como más pelirroja…, parece como si trabajara en el campo…, con algo relacionado a la leña y hay un bebé pequeño o pequeña…, como en una sillita de madera para bebé.

-    Ese hombre de la barba ¿es algo tuyo?

-    Si…, parece ser mi esposo.

-    Y ¿el bebé?

-    Es hijo mío o hija mía…, no sé muy bien si es niño o niña.

-    ¿Te recuerda ese hombre, no por el aspecto físico, sino por la sensación y, si puedes verle los ojos, por la mirada, a alguien de esta vida actual?

-    No.

-    Y ¿el bebé?

-    Siento como que el bebé todavía no viene, pero quiero que venga.

-    Y ¿quién está en la sillita de madera?, o no está todavía.

-    Si está…, si está…, Lucia. Es la bebé. Es una bebé que se llama Lucia

-    ¿Qué sensación tienes de familia?, ¿sois felices?

-    Si, la amo muchísimo.

-    Y ¿a tu esposo?

-    También. A él le amo muchísimo y yo quiero que venga.

-    ¿Quién quieres que venga?

-    El bebé.

-    ¿Estás embarazada?

-    No –la respuesta fue como sorprendida, porque no entendía el porqué de la pregunta.

-    ¿De dónde tiene que venir?

-    No lo sé. –y lo dije con rotundidad.

-    Voy a contar hasta tres, y a la cuenta de tres, el bebé que tiene que venir va a llegar.

>> 1…, 2…, y 3. Ya estás en ese momento. ¿Qué sensaciones tienes?

-    De mucha ternura –y lo dije llorando por la sensación de amor tan infinita que sentía en mi interior.

-    ¿Está el bebé?

-    Sí.

-    ¿Cómo se llama?

-    No lo sé.

-    ¿Te recuerda alguien de esta vida?

-    A mi mamá.

-    Tu esposo ¿Está contento con el bebé?

-    Si…, él como que me acompaña

-    ¿Él hace el trabajo en el campo con la leña y tú te dedicas a los niños y a la casa?

-    Sí.

-    Avanza, avanza un poco en esa vida, hasta que lleguemos a una situación importante, para entender porque tu alma ha elegido, en primer lugar, que vivas ese recuerdo.

>> Voy a contar hasta tres y, a la cuenta de tres, habrás avanzado hasta ese momento que es importante que recuerdes para esta vida actual.

>> 1…, 2…, y 3. Ha pasado el tiempo. ¿Cuánto crees que ha pasado?

-    ¿Diez años?

-    ¿Seguís teniendo dos niños o tenéis más?

-    Hay dos más

-    ¿Cómo son los niños?

-    Traviesos…, juguetones.

-    Los dos nuevos ¿te recuerdan a alguien de esta vida?

-    El segundo es mi abuelo que era sabio.

-    ¿Seguís siendo felices?

-    Sí.

-    ¿Aparece alguien más en la casa? o ¿solo estáis los niños y vosotros?

-    Solamente nosotros.

-    Voy a contar hasta tres y, cuando llegue a la cuenta de tres, vas a seguir en esa vida, más adelante, en algún momento importante, algo que nos indique porque tu alma ha elegido esa vida.

>> 1…, 2…, y 3. Ya ha pasado el tiempo, ¿cuánto ha pasado?, ¿qué sensación tienes?

-    Como tiempo de tribulaciones. Como con la sensación de que las cosas no están bien. Como que la sociedad ya no es tan armoniosa como antes y tengo que protegerlos y defenderlos de la gente que, por alguna razón, están haciéndoles daño y vulnerando sus derechos.

-    ¿A quién?

-    A la gente…, a los más débiles.

-    ¿Quién eres tú, en esa vida, para defender a la genta a la que están vulnerando sus derechos?

-    Soy una mujer común, pero que se ha alzado. No soy de ninguna alta sociedad ni nada, pero que quiere alzar su voz.

-    ¿Ya no vivís en la casa de madera?

-    No. Ya veo más como un centro de ciudad…, con más gente…, más gris…, más piedra.

-    ¿Qué derechos vulneran de la gente?

-    Es como que los más altos, los que tienen más dinero, no sé…,  los fuerzan a trabajar y no les pagan lo justo. Me molesta cuando hacen daño a los más débiles.

-    Tú ¿cómo los defiendes?

-    No confrontando a los más altos, pero como que agrupándolos y diciéndoles que juntos podemos hacer algo.

-    ¿Te escuchan?

-    Sí. Siento que me ven como una líder.

-    Cuando te llaman, ¿cómo lo hacen?, ¿cuál es tu nombre?

-    No sé.

-    ¿Tu esposo interviene en la lucha contigo?

-    No lo veo.

-    Y ¿tus hijos?

-    Yo los trato de proteger…, no involucrarlos tanto.

-    ¿Son mayores ya?

-    Sí. Jóvenes, pero ya adultos.

-    Avanza un poco más en esa vida a ver como se soluciona esa confrontación que hay con los poderosos y si os lleva a algún sitio práctico o no. Puedes avanzar tu sola. Avanza en esa lucha.

-    Siento que de alguna manera me anulan pero dejo algún legado.

-    ¿Te anulan los poderosos?

-    Sí. Como que no vivo para ver lo que pasó, pero dejo algún legado para ellos.

-    Vamos a ir al momento de tu muerte, a ver como se produce. Voy a contar hasta tres y, cuando llegue a la cuenta de tres, estarás en ese momento.

>> 1…, 2…, y 3. Te estás muriendo. ¿Qué sensaciones tienes?

-    No ha sido una muerte natural.

-    ¿Cómo ha sido?

-    Veo que me están enterrando, es como si me hubieran golpeado o torturado antes, y ahora quieren enterrarme.

-    Y tú ¿cómo lo ves si estás muerta?, ¿estás viendo tu cuerpo?

-     Si, lo estoy viendo.

-    ¿Desde dónde?

-    Desde un poco más arriba.

-    ¿Quién está contigo allá arriba?

-    Mi esposo.

-    ¿Ha muerto antes?

-    Si porque está conmigo

-    Tus hijos ¿siguen abajo?

-    Sí, me da pena.

-    Sigue subiendo en el sitio donde estés, hasta que te encuentres con alguien.

>> Voy a contar hasta tres. Cuando llegue a la cuenta de tres estarás en el punto adónde vas después de haber dejado tu cuerpo.

>> 1…, 2…, y 3. Estás al otro lado de la vida ¿cómo te sientes?

-    Muy feliz –me siento eufórico- me estoy reencontrando con varias almas compañeras.

-    ¿Compañeras de esa vida que acabas de abandonar?

-    De vidas pasadas, de varias. Las estoy viendo…, me están recibiendo…, me abrazan, como que me dan la bienvenida. Me felicitan porque he hecho algo bueno en esa vida. Porque aprendí es esa vida y es lindo volver a reencontrarme con ellos conscientemente.

-    ¿Entre esas almas hay alguien que destaque, que tú conozcas más por ser familia, que tengas más afinidad?

-    Veo nuevamente a mi esposo…, mi papá es un alma sabia también.

-    ¿Está en ese momento contigo allá arriba?

-    Sí. Mi mama también.

-    ¿Los de esta vida actual como Antay?

-    Sí.

-    ¿Qué te dicen?

-    Que lo he hecho bien..., Que estamos creciendo juntos..., Que nos estamos acercando cada vez más arriba. Y que están felices de estar juntos.

-    ¿Piensas ahora, que estás ahí, en los hijos que has dejado abajo?

-    Después de una larga pausa- Los amo…, Quiero protegerlos, pero estoy tranquila en el sitio en que estoy..., De alguna manera, confío en que los puedo bendecir, desde arriba, y que ellos cumplirán su misión.

>> Tengo la sensación de un dolor físico en el lado derecho del pecho.

-    ¿Ahora mismo?

-    Sí.

-    Es posible que sea de cuando te dieron los golpes.

-    Sí, creo que sí.

-    Ahora quiero que pidas hablar con tu Maestro. Pide verle. Pide hablar con él. Maestro o Maestra.

-    Sí.

-    ¿Está?

-    Sí.

-    Pregúntale quien es.

-    No dice quién es, pero se parece a Jesús. Tiene muchísima luz y me extiende sus brazos. Muchísima luz.

-    Pregúntale cuál es tu misión, pregúntale que es lo que has venido a hacer como Antay, ahora que estás allá arriba.

-    He venido a ayudar a los demás.

-    Pregúntale como.

-    No tengo que hacer grandes cosas. Elegir a los más desprotegidos, a los más vulnerables y tratar de cubrir sus necesidades, en lo que pueda, con mucho amor, con mucha entrega

-    Pregúntale si eso es algo que estás haciendo en tus últimas vidas.

-    Sí…, sí, trato de hacerlo

-    Pregúntale si hay algo que pueda decirte que sea bueno para ti saber que no sepas.

>> Es tu Maestro, está al lado de Dios, y lo sabe todo. Lo que pueda decirte te lo va a decir, pregunta. Y si quieres que quede grabado dilo en voz alta.

-    Que no importa que me equivoque, igual me ama y sabe que voy a estar luchando siempre. Que no sea tan duro que igual me ama y que una parte del aprendizaje es equivocarse. Y, sobre todo, que no tenga miedo, porque el miedo solo es falta de amor.

-    Cuando creas que no quieres preguntarle más, dale las gracias.

-    Hay algún familiar o algún amigo de esta vida que ya no esté y que te gustaría saludar.

-    A mi mamá.

-    Habla con ella. Si hay algo que no le dijiste aquí, díselo ahora.

-    Que siempre fue mi mejor amiga. Le doy gracias por el corto tiempo que disfrutamos acá, que fue mi valioso. Sé que siempre está conmigo, que siempre me guía. Siento como me abraza ahorita.

-    ¿Hay algo que quiera decirte para ayudarte en el camino de esta vida?

-    Me dice que sea feliz. Que viva feliz. Ella quiere eso para mí. Y me dice que para conseguir esa felicidad me ayudará volver a creer, firmemente, en Dios.

-    ¿Hay algo más que quieras hacer ahí arriba?

-    ¿Quiero preguntarle al que fue mi esposo si nos vamos a volver a encontrar y de qué manera?

-    Pregúntale. Y pregúntale, también, cuantas veces os habéis encontrado.

-    Me viene a la mente el número cuatro.

-    Estas en un sitio donde te pueden explicar que tiene que ver ese número cuatro. Vuelve a pedir a tu maestro, a tu mama o a tus guías, porque aparece el número cuatro en tu mente.

-    Nadie dice nada

-    Pide otra vez hablar con Jesús, con tu Maestro, para preguntarle si has coincidido con Él en la tierra como hombre

-    Si

-    ¿Quién eras?, pregúntaselo.

-    Era un hombre. Vestido con túnica marrón en un lugar como desértico, con tierra, con mucho sol. No me dice quién era y se va…, desapareció.

-    ¿Quieres permanecer ahí más rato o bajamos a ver otra vida en la Tierra?

-    Quiero seguir aquí. Se está muy bien. Se acerca alguien…, también con mucha luz.

-    ¿Puedes ver quién es?

-    Sí. ¡Oh!, es Ángel.

-    ¿Te dice alguna cosa?

-    Bendito seas hijo.

>> Te amo, te protejo…, tienes que dejar pasar las luchas internas entre hacer lo que crees que se espera de ti y lo que te hace feliz…, haz siempre lo que te hace feliz, porque si haces eso, eso es lo correcto…, Dios te ama tanto que no te imaginas todo lo que tiene para ti..., la experiencia humana es para aprender, pero no tienes que perder de vista tu esencia espiritual.

>> ¿Cómo tengo que ayudar a los demás?

>> Ya lo estás haciendo. Recuerda no hacer a los demás lo que no quieres para ti. Te amo y te bendigo.

>> Se ha ido. Me he quedado solo.

-    Es momento de volver Antay.

>> Vuelve a sentir que estás pasando por el arco de piedra que atravesaste al principio, pero ahora haciendo el camino de vuelta, para volver al jardín. Paséate por él y piensa que todo lo que ha pasado solo es un recuerdo. Tu vida es esta que estás viviendo.

>> Haz tres respiraciones profundas alargando la inhalación…, comienza a mover suavemente las manos y los pies y cuando te apetezca puedes abrir los ojos. 

En la página NOVELA: Ocurrió en Lima, puedes leer completos los capítulos I, II y III

miércoles, 24 de agosto de 2022

Diario íntimo de un babau (4) El tiempo

 



Sábado 20 de agosto 2022

 Si como dicen los “maestros” el tiempo no existe, ¿Cómo puede ser que esté ahora sentado en una cafetería haciendo tiempo?

 

Si diario, ya sé que te hago trabajar sábados y domingos, pero es cuando dispongo de un poco más de tiempo, y como disfruto más escribiendo y leyendo que viendo la tele, aquí estoy como un pequeño o gran dictador ocupando tu fin de semana. Además, creo que hacemos un buen equipo, como lo pueden hacer las fresas y la nata, las uvas y el queso, el whisky con hielo o los amantes de Teruel.

Me vas muy bien. Porque, con mi verborrea y mi dispersión, cuando necesito meditar sobre algún tema, gracias a ti puedo poner sobre el tapete todas las opciones, y ver así, con una sola mirada, todas las posibilidades sin quedarme enganchado en la primera parte de la solución, de la misma manera que se esparcen, boca arriba, las piezas de un puzle para tener más fácil su resolución.  

Son las 10 de la mañana. No hace mucho frío. Estoy en la terraza, al lado de una de esas estufas de exteriores, de “La Baguette”, que como dice su publicidad es café, restaurante, panadería, pastelería y mucho más. Estoy haciendo tiempo hasta las 11:30, hora en la que tengo que recoger a mi hijo que está haciendo un taller de “legos” a 5 minutos de aquí. Así que aprovecho esta hora y media para comer un pincho de tortilla y tomar un jugo de naranja y un chocolate caliente y, por supuesto, para marear a mi diario.

A mi alrededor están todas las mesas ocupadas. Es un buen sitio para desayunar o para tomar alguna cosita con amigos o familiares. Siento un poco de vergüenza porque todos los que están solos y muchos de los que están acompañados, están ampliando los beneficios de Movistar, Claro, Entel o Bitel, que son las empresas de telefonía en el Perú. Soy como una oveja negra. No estoy mirando mi celular, estoy escribiendo. ¡Que bochorno!, ¿qué pensarán de mí?

Y si supieran que estoy escribiendo tonterías, aun sería peor. Claro, ellos no saben que soy un babau.  

Esta mañana bajo la ducha pensaba que cada gota de agua es como un bit de información que penetra, con suavidad, por cada poro de mi cabeza, hasta depositarse en alguna de las pocas neuronas que todavía se mantienen activas en mi cerebro. Y es cuando varios bits se depositan en la misma neurona, que completan una información. Eso ocurre algunas veces y salgo de la ducha con una o varias ideas en mi cabeza. Unas lógicas, que parecen ser la respuesta a alguna pregunta que llevaba ya cierto tiempo dando vueltas por mi cerebro o, la solución de algún problema que, también, se paseaba, con todo descaro de la cabeza a cualquier punto de mi aura para desequilibrar, con el miedo, la inseguridad o la duda que genera el problema, mi estado emocional. Y, otras, no tan lógicas.

Hoy ha sido uno de esos días en los que la idea, más que solucionar un problema, ha acrecentado aún más mis dudas. Se trata del concepto “tiempo”. Sali de la ducha con la pregunta: Si no existe el tiempo al otro lado de la vida y los que están allí nos están viendo de manera permanente, ¿cómo se computarán nuestros 20, 40, 60 u 80 años? Solo hubo pregunta, no llegó respuesta.

Pues el tiempo ha pasado volando. Son las 11:15 y tengo que ir a buscar a mi hijo.

 

Domingo 21 de agosto 2022

 

Hoy domingo, sentado, cómodamente, en casa, sigo dándole vueltas al tiempo.

Una vez hice una canalización con una médium y estuve hablando con mi padre, que había fallecido hace 40 años y, en la despedida, le dije “hasta pronto”, a lo que él respondió, “pronto para mí, pero a ti aún te queda tiempo”.

En 4 ocasiones a lo largo de mi vida he tenido una experiencia curiosa con el tiempo. Me impresionaron tanto que las recuerdo como si hubieran ocurrido hace 10 minutos. En ellas estaba haciendo un trabajo, (los 4 eran diferentes), en el que estaba tan concentrado que después de hacer el trabajo, que yo pensaba que había durado entre 2 y 3 horas, resultó que no habían pasado ni 15 minutos en el reloj.

Fueron sensaciones extrañas. Cómo si se hubiera detenido el tiempo. Pero el tiempo no se detuvo. Lo que fue diferente fue el cómputo. Y pienso que, incluso, el computo podría haber sido más pequeño de los 15 minutos, si la concentración hubiera sido absoluta. Y me pregunto, ¿mi cuerpo, en ese tiempo, envejeció 3 horas o 15 minutos?

Creo que, con una atención del ciento por ciento, a lo que va ocurriendo en la vida, el tiempo, en el reloj, sería “0”. ¿Envejeceríamos?

Meditando en el silencio, en la nada, también me ha pasado, pero no ha sido, para mí, tan llamativo como en esas 4 ocasiones, porque ellas han sido en la vida de cada día, no haciendo un inciso para sentarme a meditar.

Yo sé que una atención completa, de manera permanente, es imposible. Pero sería magnifico conseguirla en el quehacer de cada día. Sería burlar a la materia. Y sin materia no hay tiempo.

En fin, ya ves, diario, en que ocupo mi pensamiento. Cosas de ser un babau.

¿Regresión?, ¿qué es?

 

Capítulo III, parte 4. NOVELA "Ocurrió en Lima"

-    Casi de inmediato volvió a la sala- Pues me han dado fiesta el resto de la tarde. Mi paciente ha cambiado la visita y ya no tengo más.

-    Lo siento –supongo que debía de ser incómodo que diez minutos antes de una cita la anulen.

-    No te preocupes, estoy acostumbrada. Estas cosas pasan con más frecuencia de la que te imaginas. ¿Por dónde íbamos cuando sonó el teléfono?

-    Hablabas del libre albedrío. Pero no quiero molestarte más. Creo que es hora de irme, haciendo uso de mi libre albedrío, valga la redundancia. Mi trabajo ha terminado, aunque no he hecho nada, porque la computadora funciona correctamente.

-    No me molestas y ya has oído que tengo toda la tarde libre. Pero si tienes otras cosas que hacer, espera que te pago –parecía decepcionada.

-    No me debes nada. La computadora estaba bien y ha sido un placer tomar el té contigo. Además, somos vecinos, no he venido de lejos, vivo a dos cuadras de tu casa –mi pensamiento, que no pierde una sola ocasión para mortificarme, dijo de inmediato: “Pues si trabajas por tu cuenta y regalas todas las visitas vas a pasar mucha hambre”.

-    No, por favor. No puedo aceptarlo, es tu trabajo.

-    Indhira, soy muy terco. No te voy a cobrar.

-    De acuerdo, pero hagamos un intercambio. Yo te hago una terapia a cambio. ¿Qué te parece?

-    Está bien, pero no se me ocurre que puedes hacerme. Yo me siento bien –y era cierto. Aunque mi pensamiento, de inmediato, encontró su razón: “Tienes miedo”.

-    Podemos hacer una regresión –fue la respuesta de Indhira.

-    Disculpa mi ignorancia, pero no sé qué es una regresión –en realidad, era la primera vez que escuchaba la palabra. Sé que regresar es volver, pero no se me ocurría asociarla a nada de lo que pudiera hacer Indhira.

-    La regresión es una técnica que se utiliza para hacer que una persona recuerde acontecimientos de otras vidas –e Indhira continuó con su explicación- se puede realizar como terapia para entender el origen de traumas o problemas psicosomáticos o, también, como curiosidad.

-    ¿Cómo se llega a esos recuerdos? –tengo que reconocer que me daba un poco de respeto hurgar en otras vidas, si es que esas existían.

Entre Ángel y esta mujer estaban desmontando mis creencias. Que si somos una chispa de la Energía Divina, que todos somos iguales, que estamos naciendo y muriendo hasta que aprendamos a amar, que Dios no interviene en nuestras vidas, que cuando venimos a la vida lo hacemos con una programación, que una vez en la vida desconocemos, que tenemos libertad de acción y ni el mismo Dios sabe cuáles serán nuestras elecciones. Y, ahora, para colmo, que podemos recordar vidas anteriores con una simple técnica.

Se me ocurre pensar que somos como conejillos de indias correteando en una gran jaula que se llama Tierra, pero sin saber cómo hemos llegado aquí ni adónde nos dirigimos en nuestras correrías. Aunque creamos que si sabemos tras qué corremos. Lo podemos llamar felicidad, estabilidad, tranquilidad y, para conseguirlo, vamos tras el dinero, que es lo que consideramos primordial para vivir esa felicidad, de la misma manera que los conejillos de indias van tras los ramos de apio.

Esto que parece una enseñanza esencial, ¿cómo puede ser que no lo enseñe nadie? Y, como nadie nos enseña, en lugar de aprender a amar, nos dedicamos a lo contrario, permitiendo que a nuestro alrededor exista el hambre, la desigualdad, el miedo, la guerra, el odio, la envidia o la enfermedad, solo por mencionar alguno de los males con los que convivimos en nuestra sociedad.

-    Se puede llegar a través de hipnosis –respondió Indhira, sacándome de mis pensamientos- pero yo lo hago son una simple relajación.

-    Indhira, no te rías de mí, pero creo que tiene razón mi pensamiento. Me da un poco de miedo –no me quedó más remedio que reconocerlo.

-      No hay razón para tener miedo, te lo aseguro –lo decía seria y de manera convincente- Vamos a estar conversando, como ahora, solo que estarás acostado en la camilla y algo más relajado que ahora porque, en realidad, pareces un poco tenso y eso que te has ido soltando. Si necesitas ir asimilándolo podemos hacerla otro día, no hace falta que sea hoy.

-    Si, gracias. Creo que necesito asimilarlo –sentí un gran alivio de no hacerla en ese momento- ¿Cuándo te va bien?

-    ¿Qué haces el sábado?, porque yo tengo todo el día libre.

-    Yo tengo libre cada día, estoy sin trabajo. Me parece bien el sábado, ¿a qué hora te va bien? –creo que me estaba envalentonando.

-    Teniendo en cuenta que necesitamos entre dos y dos horas y media, ¿qué te parece a las nueve y media?

-    Pues no se hable más, a las nueve y media me tienes aquí –hoy es miércoles, así que tengo dos días para hacerme a la idea.

-    Perdona –dijo Indhira- no quiero meterme donde nadie me llama, pero ¿cómo puede ser que no tengas trabajo cuando la informática, hoy, la necesita todo el mundo?

-    Porque la empresa donde trabajaba cerró y aun no encuentro nada –no le comenté sobre mi falta de fe, ¿para qué?

-    ¡Ah!, creía que te dedicabas de manera independiente. ¿Por qué no lo haces?

-    Es una idea que me ronda la cabeza e, incluso tu llamada me pareció una especie de señal de que tenía que hacerlo. Sí, tengo que pensarlo ya, porque no me apetece mucho tener un jefe –mientras decía esto me daba la sensación de que en mi interior ya estaba tomada la decisión, solo tenía que llegar a la parte consciente.

Aun estuvimos hablando dos horas más. En ese tiempo, dos desconocidos, que se sueltan y se sienten cómodos, que fue lo que nos ocurrió a nosotros, pueden hablar de muchos temas. Ella supo de mí que estaba soltero, que vivía solo en un departamento y que le tenía miedo al amor, como ella dedujo. Yo no estaba, para nada, de acuerdo con sus deducciones y tuvimos un extenso intercambio de opiniones sobre el tema. Al final, creo que ella tenía razón y que tenía mucho miedo a comprometerme.

Indhira tiene treinta años. Nacida en Lima, es psicóloga y mientras estudiaba en la universidad Mayor de San Marcos fue realizando los cursos y talleres de masaje, de maestría Reiki, de terapeuta de Sat Nam Rasayan y de terapeuta de regresiones. Al finalizar la carrera, en lugar de poner un despacho como psicóloga, puso en centro de terapias y masajes.  

Vive sola, desde hace cinco años, después de mantener una relación de tres años que terminó de manera abrupta cuando llegó a casa y se encontró a su pareja en la cama con una amiga suya de la infancia. Desde entonces no ha vuelto a tener, no solo una relación, sino que, ni tan siquiera, una sola cita. En su caso, ella misma reconoce que tiene pánico a comenzar una nueva relación y que no pasa por su cabeza ni una sola vez. Lleva cinco años sola y dice que se ha acostumbrado a ser la dueña de sus tiempos. Los domingos va a almorzar a casa de sus padres que, también, viven en Lima y se reúne toda la familia que, además, de sus padres la componen un hermano mayor, casado con dos hijos, y una hermana casada que, en la actualidad, está embarazada. Indhira es la pequeña.

Eran las seis cuando salía de su casa. Ya había caído la noche sobre Lima. La computadora no había vuelto a presentar ningún fallo. Esta era otra cosa extraña para añadir al curriculum de Ángel, ya que parece que el fallo solo se produjo para que Indhira y yo nos conociéramos. ¿Habría sido él el responsable de la falla de la computadora? Ese hombre es especial.

En la salida dejamos el formulismo de darnos la mano y nos dimos un casto beso en la mejilla, quedando emplazados para el sábado a las nueve y media de la mañana.

Estaba muy confundido. No estaba seguro de que es lo que había pasado cuando me encontré con Indhira. Se paralizó el mundo, incluidos mis pensamientos, ya que fue como si toda la energía se concentrara en mis ojos para poder escudriñar, con total atención, a través de su mirada y sumergirme en su interior. Yo sabía que no la conocía de nada, sin embargo, la sensación era de familiaridad. Era como ese amigo al que no ves desde que se acabó el colegio y, un día, al reencontrarle es como si no hubiera pasado el tiempo.

“Pero tampoco la conoces del colegio”, terció mi pensamiento que no perdía oportunidad de martirizarme y, siguió: “puede ser que la conozcas de otra vida. Búscala el sábado cuando hagas la regresión”. Parece que mi pensamiento sabía más de regresiones que yo.

Me apetecía caminar, antes de volver a casa, y aproveché que tenía que comprar algo de comida para dar un paseo hasta un súper lo suficientemente alejado para poder pasear, al menos tres cuartos de hora.

En el paseo hice un repaso de mi encuentro con Indhira. Tenía claro que me había impresionado. Había estado muy cómodo con ella y hasta me hacía ilusión saber que en dos días íbamos a volver a encontrarnos. Aunque sentía un cierto temor por el tema de la regresión, me tranquilizaba su comentario de que era como mantener una conversación.

Lo que sí tenía claro era el asunto laboral. Estaba decidido: iba a trabajar por mi cuenta y por intentarlo no perdía nada. Solo necesitaba un teléfono para que las personas pudieran contactarme y para que esas personas pudieran saber de mi existencia decidí hacer una página web y anunciarme, también, en las redes sociales. En cuanto llegara a casa me ponía manos a la obra.

Así fue. Una vez en casa, a la vuelta del súper, me puse en la tarea de confeccionar la página. Era sencilla y al mediodía del jueves estaba concluida y colgada en la red. Ahora solo faltaban los clientes.

Me sentía expectante por la llegada del sábado, aunque no sabría muy bien decir si era por la regresión o por volver a ver a Indhira.

-    “Eres un falso” -se apresuró a sentenciar mi pensamiento-. ”Sabes muy bien que solo es por Indhira y que si pudieras no hacer la regresión, sería un alivio para ti”.

-    “No es cierto” -ya estaba otra vez a la gresca con mi pensamiento, “Podría no volver a ver a esa chica y no pasaría nada, seguro que no pensaría en ella ni un minuto, el tema es que hemos quedado para el sábado y es normal que piense”.

-    “Está bien” -concluyó el pensamiento-, “si quieres engañarte, es problema tuyo, mejor sería que reconocieras que te gusta y, por cierto, ya es hora de que te guste una mujer, estaba empezando a creer cosas extrañas, debes de ser el único hombre del mundo que con treinta y siete años solo haya hecho el amor en dos ocasiones y, de eso, hace tanto tiempo que ya no te debes acordar”.

-    “Se acabó” -le dije al pensamiento y, de inmediato me puse a tararear una canción para que el pensamiento no tuviera ni un solo resquicio por el que imponer su dictadura.


En la Página NOVELA "Ocurrió en Perú", puedes leer completos los capítulos I, II y III. 

domingo, 21 de agosto de 2022

Aprender de los maestros


 Capítulo III, parte 3. "Ocurrió en Lima"

-    ¿Quieres azúcar? –preguntó entrando en la sala con una bandeja en la que descansaban dos tazas, un azucarero, un plato con galletas y un paquete de servilletas.

-    No, gracias. Lo tomo sin azúcar. Es que soy muy goloso y tengo tendencia a que todo el dulce se me vaya a la barriga, así que paso del dulce cuando soy consciente –no sé por qué le explicaba mi vida.

Mi pensamiento que no pierde ni una sola oportunidad para mortificarme encontró, de inmediato, la explicación a mi verborrea: “Es que te gusta y estás nervioso y hablando se te pasan los nervios”. Teniendo amigos como mi pensamiento, ¿quién necesita enemigos?, y, también, de inmediato, respondí al pensamiento: “No estoy para nada nervioso. Sí que me impresionó cuando abrió la puerta y, no sé la razón, porque si es bonita pero no es de una belleza que quite la respiración”.

-    Haces bien en reprimirte de tomar azúcar, no es buena para el organismo –y prosiguió- pero puedes comer galletas, no tienen azúcar, son integrales.

-    Gracias –contesté.

Era curioso. A pesar de lo que opinaba mi pensamiento no sabía que más decir. A ella supongo que le debía de ocurrir algo parecido, porque durante unos segundos, que a mí me parecieron siglos, permanecimos en silencio.

-    Por fin ella rompió el silencio- Y ¿de qué conoces a Ángel? –preguntó.

-    Pues, aunque parezca raro, no le conozco. Bueno si, nos hemos encontrado dos veces este mes por la calle. La primera me pidió ayuda porque se ahogaba y la segunda fue, unos días después, aquí en Pardo. En las dos ocasiones estuvimos conversando más de dos horas. Tengo que reconocer que fueron conversaciones un poco extrañas, ya que hablaba de emociones y sentimientos que nunca habían sido temas de mis conversaciones. En realidad, de él no se casi nada. Supongo que él sabe mucho más de mí, y no porque yo le haya contado. Es que me da la impresión, te voy a decir algo que parece tonto, que lee mi pensamiento. Y las dos veces que nos encontramos, en su despedida, pasaron cosas extrañas, aunque, no sé si será mi imaginación.

-    ¿Qué pasó? –se interesó Indhira.

Le conté como fueron mis dos encuentros con Ángel y su misteriosa desaparición en las dos ocasiones y, sobre todo, que tanto mi vecino como el camarero parecían no haberle visto, a pesar de que el mismo Ángel quisiera hacerme creer que había estado en el baño del puesto de bebidas que, por cierto, no sé si hay baño. Tendré que comprobarlo. 

-    Si, parece un hombre especial –corroboró ella y prosiguió- pero es un hombre encantador. Y te puedo asegurar que es de carne y hueso porque le hice un masaje, aunque, bien es cierto, que no lo necesitaba. No tenía ni una mínima contractura.

-    Sí que es encantador. Y tú, exactamente, ¿qué haces? –de algo tenía que hablar.

-    Hago masajes, terapias de sanación y regresiones –y aclaró- aunque, con lo que más cómoda me siento es en la sanación. Sin embargo, vivo gracias a los masajes. Porque por cada persona que viene a hacer terapia de sanación hay ocho que vienen a hacerse un masaje. 

-    Si les pasa lo que a mí, lo entiendo. Porque sé lo que es un masaje, pero lo otro, para mí, es del todo desconocido. Lo poquísimo que sé de estos temas…, que no sé muy bien si llamarlos ¿esotéricos?, es por lo que me ha hablado Ángel en los dos encuentros que tuvimos. Supongo que tú conectarías con él a la perfección.

-    Si –contestó- realmente sí.

Y así seguimos nuestra conversación, mientras tomábamos el té y las galletitas, que estaban deliciosas a pesar de no contener azúcar, e íbamos probando si la computadora seguía funcionando bien o volvía a las andadas.

Indhira me habló de la sanación y, como me ocurría con Ángel, la escuchaba sintiendo que sus palabras activaban algo en mi interior que no era del todo desconocido. Ángel empezó diciendo que el amor no era un sentimiento, sino que era una energía, para concluir en que todo es energía. Y, ahora, Indhira me explicaba que la enfermedad son bloqueos energéticos y que eliminando esos bloqueos, que solo son energía enferma y contaminada, se consigue la sanación de la persona, siempre que no haya hecho mella en el cuerpo físico. Lo que sí me sorprendió es que dijera que todos los seres humanos podemos intervenir en la sanación de cualquier otra persona.

-    ¿Quieres decir que yo, que desconozco estos temas, también podría hacer sanación? –estaba, realmente, sorprendido de sus palabras.

-    Sí. Todos podemos, porque todos somos canales de energía. La diferencia está en cómo de grande es el canal. Cuanto más grande es el canal más energía pasará.

-    ¿Qué canal? –no tenía ni la más remota idea de qué me estaba hablando.

-    El canal eres tú. Es tu campo energético, es la energía que te envuelve –explicó.

-    ¿Cómo se agranda el canal? –tengo que reconocer que cada vez escuchaba cosas más extrañas.

-    Mira, podría hablarte de energía o de meditación o de un montón de cosas más, pero la verdad es que todo se resume en una sola palabra: “amor”. Cuando más amor tiene la persona, más grande es, energéticamente, y más energía pasa a través de ella, con lo que su “poder” de sanación, también, será mayor –y terminó con una pregunta- ¿me explico?

-    Si, te explicas muy bien. Supongo que ese amor del que hablas es el mismo amor del que me hablaba Ángel, el amor incondicional.

-    Así es. Ese es el único amor que existe. El que decimos sentir los seres humanos es una mezcla de amor y apego –terminó la frase con una expresión de tristeza reflejada en su rostro.

-      ¡Qué mal lo tenemos los seres humanos! –expresaba mi pensamiento en voz alta- El mundo que podría ser un paraíso, es, en realidad, un verdadero infierno, al menos, para muchas personas. Tú que recibes a mucha gente ¿conoces a alguien que ya sea capaz de amar de esa manera?

-    Hasta ayer no conocía a nadie, pero, ahora, me atrevería a decir que Ángel, si no ha llegado a amar al cien por cien de esa manera, debe de estar cerca, muy cerca.

-    Parece que me entró la vena filosófica- En treinta y siete años nadie me había hablado, hasta ahora, de que va la vida y para que estamos aquí. Y, debo de haber tenido suerte, porque habrá personas que lleguen a viejos sin haberlo escuchado ni una sola vez. ¿Por qué?, ¿no te parece injusto? Estas cosas hacen que me reafirme en la “injusticia” divina. No todos los seres humanos tenemos las mismas oportunidades. ¿Qué pasará con ellos?

-    Lo mismo que contigo –respondió Indhira- tendrán que volver hasta que aprendan a amar. Si en esta vida no aprenden sobre eso, porque nadie se lo enseña, es porque no es su momento. El tuyo parece que sí. Tu trabajo será aprovecharlo. Y puedo asegurarte que Dios nada tiene que ver en esto.

-    ¿Estás segura de que Dios no interviene en nada?

-    Sí. Todo lo que nos ocurre solo es de nuestra responsabilidad –y prosiguió sentenciando, como si hablara ex cátedra- somos nosotros, los seres humanos, los que antes de venir a la vida realizamos nuestra programación y, una vez acá, en la materia, nos encontramos con otro hándicap, el libre albedrío. Y le digo hándicap porque, en muchas ocasiones, no decidimos nosotros, lo hace nuestra mente.

En ese momento comenzó a sonar el celular de Indhira.

-    Disculpa, tengo que contestar. Es mi próximo paciente –y salió de la sala para poder hablar con tranquilidad.

Faltaba un cuarto para las cuatro. Volví a la computadora para comprobar que seguía funcionando de manera correcta, y me preparé para irme en cuanto apareciera Indhira. Pensaba en lo último que ella había comentado sobre los momentos para aprender o no, y recordé cuando, en mi paseo, me sentí unido a todo lo creado y llegué a la conclusión de que todo tiene un propósito.

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