REFLEXIONES
CON DIOS
O
REFLEXIONES
AL BORDE DE LA LOCURA
Reflexión
2: Jesús y yo, Jesús y tú.
En
verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las
hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre.
Juan 14:12
Y
todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en
el Hijo.
Juan 14:13
Tengo
un hijo de cuatro años que es fuerte y duro como un toro, con el umbral del
dolor muy alto, nunca le duele nada, ni llora, aunque haya roto el suelo con la
cabeza, con lo que nuestros juegos físicos, a veces, son un poco bruscos, ya
que eso es lo que le gusta, y yo que soy un papá-abuelo le consiento casi todo,
pero mi cuerpo ya no está para muchas brusquedades, y reacciona ante los
encontronazos o ante su peso, con contracturas y dolores musculares de todo
tipo. Eso hace que cada día tenga que dedicarme a mí un tiempo en mis
meditaciones y terapias, y hacerme autoterapia, para tratar de reparar aquello,
que con total seguridad se va a malograr en nuestra primera carrera, en nuestro
primer baile, en nuestro beso de buenos días, (aprieta su cara contra la mía
hasta que mi nariz grita ¡socorro!, mientras la suya sigue tan feliz), o en
nuestro primer encontronazo, como si de dos alces en época de celo se tratara.
Y es entonces, inmerso en mi terapia,
cuando aparecen pensamientos que mas entorpecen la terapia que otra cosa, pero
que rondan inmisericordes un día sí y otro también: “¿Por qué tengo que pasar
un rato cada día haciéndome terapia, si podría sanarme sólo con un
pensamiento?......, y no solo a mí mismo, también podría, solo con el
pensamiento y la orden, incidir en la sanación de cualquiera, de inmediato….., Yo puedo hacerlo……, estoy convencido que
puedo hacerlo….., Si Jesús lo hacia, yo también puedo……
Al llegar a este punto el pensamiento
por sí mismo se detiene asustado de su propia osadía, asustada mi conciencia,
asustada mi alma, casi gritando ¡anatema!
Alguien tiene que poner cordura en ese
pensamiento, que seguro alguno de los cultos calificaría de pecaminoso, y
ese alguien es la conciencia que hace su reflexión, pero que más que traer
cordura parece que ahonda en la tesis del pensamiento: “Si Jesús es el hijo de
Dios hecho hombre, y yo ya soy hombre y también hijo de Dios, eso quiere decir
que Jesús y yo somos hermanos, de la misma manera que tú que estás leyendo esto
eres también mi hermano y a la vez hermano de Jesús”, “Por lo tanto no hay
ninguna diferencia, ¿o sí?, entre Jesús y nosotros, y si Jesús podía sanar con
su pensamiento, tocando o sin tocar a la persona, nosotros también podemos”, “No
parece una locura de pensamiento, y por supuesto nada irreverente”, porque el
mismo Jesús lo dijo, tal como lo refleja el Evangelio de San Juan 14:12: “En
verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las
hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre”.
Al final la conciencia sí que encuentra
la diferencia: La diferencia es el Amor. ¿Qué es lo que caracterizaba a Jesús y
que no tenemos ninguno de sus hermanos mortales?, pues el Amor, que es precisamente nuestra mayor carencia y nuestra asignatura o quizás única de nuestro
aprendizaje en la materia. Estamos en el cuerpo para aprender a Amar. Cuando lo
consigamos ya no existirá diferencia entre Jesús y nosotros, entonces sanaremos
con el pensamiento, porque creer en Él no ha de ser sólo una creencia intelectual, creer en Él es amarle, es poner a Dios por delante de todo y de todos como Él hacia, hasta el punto de entregar su vida por Amor a Dios y por Amor a todos nosotros. ¿Que somos capaces de dar al otro por Amor?, ¿La vida?, ¡Si no somos capaces de dar ni una sonrisa en el ascensor!
Mientras tanto, supongo que con un
punto de añoranza por la distancia que aun me separa de Dios seguiré pensando en
cada terapia, “Yo puedo hacerlo”.