Dios vive dentro de cada
uno, desde el beato hasta el criminal, Dios vive en todos, sólo tenemos que
aceptarlo, sólo tenemos que recordarlo y Dios se hace presente, porque nada en
la vida es aprendizaje, sólo es necesario recordar, y en ese momento se acaba
el sufrimiento.
Hemos
de permitir que se disuelvan las viejas formas de vivir con las que tan
familiarizados estamos, y es cuando esas viejas ideas se desvanecen cuando
realmente empieza la Vida, cuando se es consciente, cuando se alcanza la
felicidad. Cuando conseguimos esto, el entorno, que todavía vive en las ideas
que nosotros hemos abandonado, trata de hacer que volvamos al sufrimiento
porque no puede entender en su inconsciencia, y por lo tanto aceptar, que
salgamos del cercado conocido del dolor en el que ellos tan cómodos se
encuentran, pero hay que aceptarlos, no ven más allá, ellos todavía necesitan
el dolor como medio de subsistencia. Ya
llegará el día en que empiecen a plantearse si existen otras formas de vivir,
entonces nosotros seguiremos estando a su lado para ayudarles en su trabajo de
reciclaje, para ayudarles en su trabajo de encontrarse con ellos mismos, para
ayudarles a volver a casa.
La
vida es Una, nuestro corazón lo sabe. El corazón sabe que tú y yo somos la
misma cosa, el corazón sabe que no hay nada fuera de cada uno de nosotros, y
siempre busca lo mejor para todos, porque lo que es bueno para ti es bueno para
mí. Todos estamos embarcados en la misma nave con el mismo destino. Solamente
el ser humano que vive desde la mente es capaz de odiar, de envidiar, de
permitir que otro ser humano pase hambre, solamente el ser humano que vive
desde la mente es capaz de matar.
No
tenemos que hacer nada para ser felices, sólo respirar, sólo aceptar, sólo
mantenernos conectados a la Madre Tierra, sólo sentir a Dios en nuestro corazón,
sin preocuparse por nada, sin cerrarse a la vida. Sólo así llegará la Luz a
nuestra vida, sólo así conseguiremos la felicidad.
La tolerancia lleva
implícita en sí misma aceptación y respeto, porque tolerancia es aceptar y
respetar las ideas, las creencias o las prácticas, cuando son diferentes o
contrarias a las propias. Es aceptar y respetar las diferencias étnicas,
sociales, culturales y religiosas. Es reconocer los intereses, los sentimientos
y los valores del otro. Es aceptar al humilde, al soberbio, al rico, al pobre,
al ignorante y al ilustrado.
Tienes que vivir
consciente, para comprobar cómo va generándose en tu interior esa bola de
fuego, que va a salir por la boca en forma de exabrupto dirigida hacia alguien,
posiblemente muy cercano a ti, y bloquearla, no dejar que salga. En ese momento
piensa que quien tienes delante eres tú mismo, y en lugar del exabrupto deja
que salga humildad y respeto.
Al principio cuesta
ser consciente y serán muchas las veces que seas consciente después de sucedido
el hecho, pero ya es algo, con el tiempo irás consiguiendo ser consciente
antes, hasta que llegue un día en el que te darás cuenta del momento exacto en
que se forma la bola de fuego en tu interior. Y con un poco más de tiempo, no
mucho, ni tan siquiera llegará a formarse esa bola. Entonces habrás ganado la
partida.
Cada
persona se encuentra en un punto del camino y no podemos exigir que todos sean
como nosotros pensamos que deberían de ser. No hay dos seres iguales, cada uno
tiene un número de vidas determinado con diferentes vivencias, con diferentes
aprendizajes, con diferentes creencias, todo lo que tenemos que hacer es
tolerar, es aceptar, es respetar.
Aceptar
a los demás tal cual son es una puerta de acercamiento a Dios, aceptar al
hermano es aceptar a Dios.
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