Todo
está bien. La vida es perfecta, es completa, es
total, ni le sobra ni le falta nada; somos nosotros los que decidimos experimentarla
en formas diferentes, y lo hacemos de múltiples maneras, pero sobre todo lo
hacemos en la dualidad del “bien” y del “mal”.
“Esto
está bien”, “esto está mal”, y bajo ese prisma actuamos durante toda nuestra
vida, y es esa visión la que determina como nos encontramos. Cuando “creamos”
algo que calificamos como “bueno”, nos sentimos bien, somos felices, estamos
alegres; pero cuando nuestra “creación” se
decanta por algo calificado como “malo” llega a nosotros el sufrimiento,
la tristeza o el dolor.
Entre
este “bueno” y este “malo”, se pueden intercalar todos los estados imaginables.
A fin de cuentas es nuestra propia creación, pero no dejará de ser la forma en
que cada uno decide experimentar su propia vida, totalmente alejada de la
realidad.
Toda
nuestra vida solo es fruto de nuestra propia creación. Es claro que no somos
conscientes de ello, pero vivimos la vida que hemos decidido vivir, nuestras
acciones de este momento están determinando nuestro mañana, y cuando recogemos
el fruto de nuestras acciones, si ese fruto es de dolor, de desencuentros, de
desengaños o de sufrimiento, en nuestra ceguera no somos capaces de comprender
que sólo estamos recogiendo el fruto de nuestra siembra, de nuestro abono, del
cuidado que hemos realizado de nuestras acciones en cada momento. Es como el
labrador, recoge lo que siembra: No puede recoger melones si ha plantado
zanahorias.
Nuestra
alma necesita vivir todas las experiencias, pero no es necesario que esas
vivencias sean un sufrimiento continuo. Para eso la formula es aceptar, es
vivir cada instante de la vida como si fuera el último, sin ningún
condicionante, sin culpar a nadie de nada, sólo vivir ese instante, sólo estar;
ni tan siquiera es necesario que investiguemos el por qué de la situación o de
las acciones que nos han llevado hasta ese punto, sólo hay que aceptar el
momento.
Aceptar
el momento no es resignarse, no es convivir con una pesada carga de
sufrimiento. Aceptar es ser activos para conseguir la felicidad que es nuestro
derecho de vida.
Sólo
así podremos comprobar que cuando parece que no hay esperanza aparecen apoyos o
situaciones que nos llevan directamente a encontrar la salida de nuestro dolor,
aparece la luz que nos va a permitir atravesar nuestra oscuridad. No son
necesarios planteamientos del tipo “tengo que…..”, “debo de...…”, no es
necesaria la idea de que necesitamos algo para cambiar la situación, porque
esta cambia sola, y vamos a lograr cualquier cosa de manera instantánea en
cualquier nivel de nuestra existencia, desde la cuestión más nimia hasta la más
importante, porque no hay en la vida nada que sea más importante que nada, todo
es sólo vida.
Continuará………………..
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