El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 8 de abril de 2016

Jesús y yo, Jesús y tú (Reflexión 2)

REFLEXIONES CON DIOS
O
REFLEXIONES AL BORDE DE LA LOCURA

        
Reflexión 2: Jesús y yo, Jesús y tú.

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. 
Juan 14:12

Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Juan 14:13

Tengo un hijo de cuatro años que es fuerte y duro como un toro, con el umbral del dolor muy alto, nunca le duele nada, ni llora, aunque haya roto el suelo con la cabeza, con lo que nuestros juegos físicos, a veces, son un poco bruscos, ya que eso es lo que le gusta, y yo que soy un papá-abuelo le consiento casi todo, pero mi cuerpo ya no está para muchas brusquedades, y reacciona ante los encontronazos o ante su peso, con contracturas y dolores musculares de todo tipo. Eso hace que cada día tenga que dedicarme a mí un tiempo en mis meditaciones y terapias, y hacerme autoterapia, para tratar de reparar aquello, que con total seguridad se va a malograr en nuestra primera carrera, en nuestro primer baile, en nuestro beso de buenos días, (aprieta su cara contra la mía hasta que mi nariz grita ¡socorro!, mientras la suya sigue tan feliz), o en nuestro primer encontronazo, como si de dos alces en época de celo se tratara.



         Y es entonces, inmerso en mi terapia, cuando aparecen pensamientos que mas entorpecen la terapia que otra cosa, pero que rondan inmisericordes un día sí y otro también: “¿Por qué tengo que pasar un rato cada día haciéndome terapia, si podría sanarme sólo con un pensamiento?......, y no solo a mí mismo, también podría, solo con el pensamiento y la orden, incidir en la sanación de cualquiera, de inmediato…..,  Yo puedo hacerlo……, estoy convencido que puedo hacerlo….., Si Jesús lo hacia, yo también puedo……

         Al llegar a este punto el pensamiento por sí mismo se detiene asustado de su propia osadía, asustada mi conciencia, asustada mi alma, casi gritando ¡anatema!

         Alguien tiene que poner cordura en ese pensamiento, que seguro alguno de los cultos calificaría de pecaminoso, y ese alguien es la conciencia que hace su reflexión, pero que más que traer cordura parece que ahonda en la tesis del pensamiento: “Si Jesús es el hijo de Dios hecho hombre, y yo ya soy hombre y también hijo de Dios, eso quiere decir que Jesús y yo somos hermanos, de la misma manera que tú que estás leyendo esto eres también mi hermano y a la vez hermano de Jesús”, “Por lo tanto no hay ninguna diferencia, ¿o sí?, entre Jesús y nosotros, y si Jesús podía sanar con su pensamiento, tocando o sin tocar a la persona, nosotros también podemos”, “No parece una locura de pensamiento, y por supuesto nada irreverente”, porque el mismo Jesús lo dijo, tal como lo refleja el Evangelio de San Juan 14:12: “En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre”.

         Al final la conciencia sí que encuentra la diferencia: La diferencia es el Amor. ¿Qué es lo que caracterizaba a Jesús y que no tenemos ninguno de sus hermanos mortales?, pues el Amor, que es precisamente nuestra mayor carencia y nuestra asignatura o quizás única de nuestro aprendizaje en la materia. Estamos en el cuerpo para aprender a Amar. Cuando lo consigamos ya no existirá diferencia entre Jesús y nosotros, entonces sanaremos con el pensamiento, porque creer en Él no ha de ser sólo una creencia intelectual, creer en Él es amarle, es poner a Dios por delante de todo y de todos como Él hacia, hasta el punto de entregar su vida por Amor a Dios y por Amor a todos nosotros. ¿Que somos capaces de dar al otro por Amor?, ¿La vida?, ¡Si no somos capaces de dar ni una sonrisa en el ascensor!

         Mientras tanto, supongo que con un punto de añoranza por la distancia que aun me separa de Dios seguiré pensando en cada terapia, “Yo puedo hacerlo”.  

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