Agradece a la llama su luz,
pero no olvides el pie del candil que
paciente la sostiene.
Rabindranath Tagore
¿Cuántas veces levantamos lo ojos al
cielo para pedir ayuda divina, o para increpar a Dios, o para suplicar?, ¿Cuántas
veces levantamos los ojos al cielo para preguntar a Dios: Por qué a mí, si no
hago mal a nadie, o hasta cuando esta situación?
No sabemos,
o se nos ha olvidado, que tenemos una completa organización de nuestra vida, que
tenemos comprometido cada instante de nuestra vida, y que Dios respeta
totalmente ese compromiso. Para poder cumplir ese compromiso nos hemos dado
también las herramientas necesarias, entre ellas una mente, que es una máquina
perfecta. Con ella podemos entender la razón de las cosas, podemos entender que
somos hijos de Dios, podemos entender que la vida es una especie de fantasía, de
ilusión, de mentira; podemos entender el poder de la propia mente, y podemos
llegar también a entender como la mente no quiere perder ese poder, lo que
supone que intente, por todos los medios, culpabilizar a cualquier cosa, lo que
sea, incluido el propio Dios de ser el responsable de cualquiera de nuestros
males.
Afortunadamente
Dios entiende todo esto, somos realmente bebés a los ojos de Dios, y por
supuesto que no se va a ofender de nada de lo que hagan sus bebés.
Sin embargo,
tanta diligencia como tenemos para culpabilizar a Dios, ¿Cuántas veces le
agradecemos las cosas buenas recibidas?, ¿Cuántas veces levantamos los ojos al
cielo para agradecer?, ¿Cuántas veces para ofrecer ayuda?, ¿Cuántas veces para
ponernos al servicio de Dios?
El Universo
es como un espejo que refleja todo. Si expresamos gratitud recibiremos
multiplicado aquello que agradecemos. Es dando que se recibe.
Cuando nos sentimos agradecidos
conectamos con la abundancia en todas
sus dimensiones. Y deberíamos, también, sentirnos agradecidos por las cosas
cotidianas, esas que ya damos por sentado que son así, como que se encienda la
luz al pulsar un interruptor, o que salga el agua al abrir el grifo. ¡Cuántas
personas no pueden encender la luz o abrir un grifo para que salga agua!, más
de las que te imaginas.
Los seres humanos solemos centrarnos
en todo aquello que nos falta, o
en lo que nos gustaría tener. Vivimos instalados en el deseo y en la expectativa que los deseos generan. Y es
justamente donde enfocamos nuestra atención de donde surgen nuestras conductas,
nuestras actitudes, nuestras metas
y en última instancia, nuestra manera de experimentar y de interpretar la vida.
Es aquí donde el agradecimiento va a conseguir que la valoración de la vida se
realice desde un lugar mucho más sano y constructivo a la hora de enfrentarnos
a los obstáculos que nos va
poniendo la vida.
Agradecer tiene que ver con apreciar,
con valorar y con vivir en el presente.
Eso significa aprender a aceptar todo aquello que llega a nuestra vida, y que
no es como nos gustaría que fuera. Sin embargo, la gratitud es como un músculo. A medida que la entrenamos,
cada vez percibimos más cosas por las que sentirnos agradecidos. Para
entrenarnos podemos hacer un ejercicio
muy sencillo, propuesto por el padre de la psicología positiva, Martin
Selligman: durante una semana, cada noche, antes de acostarnos, pensar en tres
cosas que nos hayan sucedido ese día que nos hagan sentir agradecidos. Es el
primer paso para empezar a ver nuestra vida desde una perspectiva más constructiva. El primer día puede
resultar difícil, pero si somos constantes podremos ver cómo cada vez surge de
manera más natural.
De la mano del agradecimiento vamos a
ser capaces de apreciar lo que somos, lo que tenemos y lo que hacemos en el
momento presente. Curiosamente, cuanto más valoramos nuestra existencia, más
abundancia experimentamos en la dimensión emocional de nuestra vida.
Gracias.
San Pedro
nos deja ver la auténtica realidad de la gratitud en un paseo por el cielo.
Un hombre murió y se fue al cielo. Al llegar, San Pedro le
comunicó: - Mira, como vas a vivir aquí por toda la eternidad, te voy a
enseñar un poco el cielo para que lo conozcas.
Lo llevó a una sala muy grande, donde había miles y miles de ángeles
trabajando, y le dijo: - Aquí están recibiendo las peticiones de ayuda que
vienen de la Tierra.
Lo llevó a otra sala muy grande, donde también había miles de ángeles y le manifestó que allí estaban preparando los paquetes para conceder las peticiones recibidas.
Después le enseñó otra sala muy grande, pero allí sólo había un angelito, que parecía estar desocupado, porque estaba medio somnoliento. Y le dijo: - Esta es la sala donde se reciben las acciones de gracias por los beneficios recibidos en la Tierra. Como ves, son muy pocos los que dan gracias y, por eso, con un angelito es suficiente.
Lo llevó a otra sala muy grande, donde también había miles de ángeles y le manifestó que allí estaban preparando los paquetes para conceder las peticiones recibidas.
Después le enseñó otra sala muy grande, pero allí sólo había un angelito, que parecía estar desocupado, porque estaba medio somnoliento. Y le dijo: - Esta es la sala donde se reciben las acciones de gracias por los beneficios recibidos en la Tierra. Como ves, son muy pocos los que dan gracias y, por eso, con un angelito es suficiente.
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