El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 6 de mayo de 2014

Contrato Divino


            Cuantas veces nos hemos encontrado, ante cualquier adversidad, diciéndonos a nosotros mismos o clamando a Dios, elevando los ojos al cielo, ¿Por qué a mí, si soy una buena persona, ayudo a los demás, y no he hecho nada malo?
             Cuando hacemos estas preguntas, es porque tenemos la creencia de que nuestra vida comienza con el nacimiento, y va a terminar con la muerte del cuerpo. No somos conscientes de que hemos tenido muchas vidas, no somos conscientes de que existe vida antes del nacimiento y existe vida, también, después de la muerte. No somos conscientes de que nuestra vida actual solo es un continuo desde nuestra primera vida en la Tierra, hace muchos, muchos años.
            No tenemos conciencia de que cuando estamos al otro lado de la vida, antes de volver a la materia en una nueva encarnación, organizamos junto a los Señores del Karma, la que será una nueva vida en la Tierra.
            En esa planificación se define la misión principal, se definen los aprendizajes, se definen las deudas kármicas que vamos a tratar de cancelar en la nueva vida, se define, en suma, la razón de esa vida. Y para llevar a buen puerto toda esa declaración de intenciones, se organiza lo que podríamos denominar como Plan de Vida o Contrato Divino, en el que aparece reflejado todo lo necesario para llevar a cabo la tarea establecida: el sexo, el lugar de nacimiento, los padres, los encuentros, las interacciones, las circunstancias que vamos a vivir, etc., etc., etc.
            Una vez firmado el Contrato Divino, llegamos a la Tierra.
 
            Es una lástima que una mente tan poderosa como la nuestra no sea capaz, una vez en la vida, de recordar nada de lo que hay al otro lado, teniendo en cuenta además, que para más “inri”, si venimos a la Tierra es porque hemos decidido vivir, nadie nos obliga, es nuestra voluntad la que nos hacer encarnar una y otra vez. Y parece bueno que así sea, que la mente no recuerde que hay al otro lado de la vida, ya que de recordar algo de lo que dejamos atrás, más de uno, viendo lo que se le avecina, renunciaría a esa nueva vida para volver a casa, para volver a la vida del alma.
            ¡Qué difícil es llevar a cabo nuestra misión!, sobre todo teniendo en cuenta que nuestra “hoja de ruta” no es un papel manuscrito, no es una agenda en la que están marcadas las acciones a llevar a cabo cada día, sino solamente algo que parece salir a la luz desde el corazón, es la intuición. Pero los seres humanos no estamos acostumbrados a escuchar al corazón, entre otras razones porque nadie nos lo ha enseñado, y de inmediato, pasamos a filtrar la intuición por el arel de la mente, que de manera inmediata la desecha, al catalogarla como una locura que no podría ser aceptada ni por la sociedad, ni por nuestro entorno más próximo. 
            En estas condiciones es muy difícil, por no decir imposible seguir los dictados del corazón y sus intuiciones. Y, sin embargo, esta es la única información de la que podemos disponer para llevar a cabo nuestra tarea.
            No hemos, por tanto, de lamentarnos ante la adversidad, ni, por supuesto, pedirle cuentas a Dios. ¡Está en nuestro Contrato!, está la enfermedad incurable, está la bancarrota en los negocios, está el engaño de los amigos. Ante cualquier situación, antes de culpabilizarnos a nosotros mismos o a Dios, busquemos el camino del corazón a través del silencio. La información llegará a nosotros.

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