Solamente hay que observar cómo se
desenvuelve el ser humano en sociedad, solo hay que observar cuáles son sus
conversaciones, cuáles son sus comentarios y cuáles sus carencias, para
determinar, sin temor a equivocarnos, que el ser humano es adicto al sufrimiento,
adicto al dolor, adicto a la pena, a la tristeza y al miedo, de la misma manera
que se puede ser adicto a las drogas, a la nicotina, a la comida o al alcohol.
Y de la misma manera que para
liberarse de la opresión de las adicciones físicas se ha de hacer un
sobreesfuerzo, y puede que incluso internarse en una clínica de
desintoxicación, para liberarse de las adicciones emocionales se ha de
realizar, también un ejercicio de voluntad intenso, se ha de realizar un
ejercicio de aceptación de la realidad de la vida, se ha de tener el convencimiento
de que solamente con el dolor es imposible, no solo ser feliz, sino que es
imposible hacer felices a los demás; se ha de cambiar la creencia de que la
felicidad es algo que nos llega del exterior como un regalo, sino que es un
estado interior al que se llega por propia voluntad, sin tener en cuenta “el qué
dirán”, sin esperar nada de nadie.
No podemos liberarnos del
sufrimiento por el mero hecho de pensar: “Desde mañana no voy a sufrir y voy a
ser feliz”, porque el hábito de sufrir, hábito que padecemos desde que tenemos
uso de razón, o casi mejor desde la cuna, es una enseñanza tan arraigada en
nosotros, que deshacerse de ella es casi como ser infiel al amor de nuestros
progenitores, que son, los que con su ejemplo, ¡nefasto ejemplo de sufrimiento!,
nos han inculcado que es, no solo normal, sino casi un deber, sufrir con el
padecimiento de los demás, y sobre todo con el padecimiento de los que nos
quieren.
Liberarse del sufrimiento, puede incluso
ser mal visto por la sociedad, o parecer que el que no sufre se ha
deshumanizado. Nada más lejos de la realidad. No sufrir no quiere decir que no
exista la compasión, no sufrir no quiere decir que haya desaparecido la
ternura, no sufrir no quiere decir que no se sea misericordioso, no sufrir no
quiere decir que no se llegue a dar incluso la vida por ayudar y servir a los
demás. No sufrir es todo lo contrario, es sentir compasión, es actuar tiernamente,
es ser misericordioso, es ayudar, es amar, y todo eso sin esperar nada a
cambio.
El sufrimiento es un desgaste inútil
de energía, energía que se podría utilizar para ayudar al que se encuentra
enfermo y al necesitado.
El ser humano es energía densa en su
cuerpo y energía más volátil a su alrededor. Cada emoción, cada sentimiento, es
energía. El sufrimiento también lo es, y esa energía de sufrimiento que nos
envuelve es lo primero que perciben, de manera inconsciente, todas las personas
que entran en contacto con el sufridor.
Imagina que estás sufriendo por la enfermedad de
un familiar allegado al que estás cuidando. Lo primero que el familiar percibe
es el sufrimiento del otro, con lo cual su propio sufrimiento se acrecienta. El
cuidador no solo no da el ciento por ciento, sino que está incrementando el
padecimiento del enfermo.
No es necesario bailar una jota, ni cantar el último
éxito del momento. Solo hay que actuar con serenidad, serenidad que desaparece
con la ansiedad que el sufrimiento genera.
La clínica de desintoxicación del sufrimiento
está en ti, está en tu interior, está en tu corazón. Y la puerta que lleva a tu
corazón es la meditación y la oración sincera.
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