El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 6 de abril de 2016

Reflexiones con Dios

REFLEXIONES CON DIOS

O

REFLEXIONES AL BORDE DE LA LOCURA


         Cada mañana, al tomar nuevamente contacto con mi conciencia, antes de abrir los ojos y todavía embriagado por el néctar del alma, mantengo desde mi cuerpo mi primera conversación del día con Dios. Aunque no sé muy bien si definirla como conversación, porque está claro que una conversación es una interacción entre al menos dos, y en este caso Dios no parece colaborar mucho y permanece muy callado, creo que mejor tendría que llamarlo monólogo, ya que a esa hora del amanecer, (suelen ser entre las cuatro y media y las cinco de la mañana), no soy muy consciente de las contestaciones de Dios, porque yo creo que contestar contesta siempre, esa es al menos otra de mis reflexiones.



Reflexión 1: Saludar a Dios.   
  
Si, ya sé que la palabra de Dios no se escucha habitualmente, o al menos no se escucha el sonido, pero se puede sentir una energía especial, o puede aparecer como un pensamiento, que en mi caso, de sobra sé que no es mío, pero no, a esa hora hablo solo, no hay ni energía ni pensamiento, aunque también puede existir otra posibilidad: el que esté aun tan adormilado que no sea consciente de las contestaciones de Dios.

         Sea lo que sea, conversación o monologo, en ese momento mágico de la noche, cuando aún casi todos duermen, me apetece darle los buenos días a Dios. A veces me siento ridículo o loco saludando a Dios: “Buenos días Señor, pues ya estoy aquí otra vez. Un nuevo día..., aunque para los que estáis a ese otro lado os debe dar igual que amanezca o no. Ya sabes cuanto me gustaría saber como se percibirá el “no tiempo” al otro lado de la vida. Claro como no dormís no tenéis días ni noches, o ¿Será que no anochece porque todo es Luz?, algún día me lo contarás.....,  ¡Realmente tengo muchas ganas de ver cómo se vive a ese otro lado Señor!, aunque sé que cuando llegue el momento lo veré como algo normal y conocido, algo así como cuando vuelves de un viaje y tienes muchas ganas de llegar a casa, y cuando llegas todo es conocido y dejándote caer en el sofá te dices en tu interior: ¡al fin en casa!......, Vamos a ver que nos hemos preparado para este día……, He dormido bien, muy bien, como siempre, y no soy consciente de lo que he soñado, así que ¡gracias!, ¡gracias por la noche!, ¡gracias por tener una cama!, ¡gracias por la casa!, ¡gracias porque todos en casa hemos pasado una noche tranquila!....., ¡te ofrezco este nuevo día!, aunque ya sé que es cosa mía, me quedo más tranquilo si lo pongo en Tus manos, así que ayúdame para estar consciente, para saber salir de los pensamientos circulares, para tener paciencia, para dejar la soberbia en la cama, y dejar también los miedos y las dudas, para disfrutar cada minuto, para vivir, para vivir en Ti…., ¡Que Tú también tengas un buen día, yo te bendigo con amor!

         Cuando lo digo cada día me siento un poco loco, pero ahora que además lo comparto y te lo cuento me estoy sintiendo más loco todavía. Pero en realidad...., ¡a mi que más me da lo que tú pienses!, a mi no me va a cambiar tu pensamiento ni para mejor ni para peor.  

         Me apetece contarte cual es mi objetivo de vida: Solo es uno, sentir a Dios cada segundo. Así que si hablo con Él es seguro que lo voy a sentir en mí. A lo largo del día como ya te contaré en las próximas reflexiones, cuando me uno a Él con mis monólogos, no me da tiempo a pensar nada malo, y mucho menos hacer nada malo, todo Es Dios.

         Al final cuando bendigo a Dios y le deseo buen día, a veces, le sigue el pensamiento “seré loco, bendecir y desear buen día a Dios”. Pero enseguida reacciono. ¿No es señal de buena educación y de respeto saludar?, ¿Que pasa, que Dios no se merece nuestro respeto?, porque aunque trate de mostrar ese respeto a lo largo del día, como recién el día se inicia, la mejor manera de demostrar mi respeto a Dios es saludando. Otros pueden pensar que sería mejor orar, o cantar un mantra, o leer un pasaje de tu libro sagrado favorito. Lo que pasa es que nunca me han gustado los intermediarios y prefiero tratar con el Jefe en persona, y oraciones, mantras o libros no dejan de ser símbolos de credos y religiones de los que tengo serias dudas de si le trasladan a Dios mis respetos.

       Y en cuanto a la bendición, ¿No decimos “Bendito sea Dios”?, pues que mejor que ahondar en esa bendición enviándole la nuestra.

       En fin, sólo son mis reflexiones. ¡Bendito seas!, ¡Que tengas un buen día, o una buena noche!



       

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¡Aleluya! Creo haberme ahorrado alguna encarnación


Perlas para el alma


                    He perdonado con toda mi alma y mi corazón a todas aquellas almas, que por supuesto no conozco conscientemente en esta vida física, y que tienen alguna deuda conmigo desde la primera vida hasta el día de hoy. Después las he bendecido, y estoy convencido por la energía recibida que me he ahorrado alguna encarnación.

                    Por si acaso podía ahorrarme alguna encarnación más he pedido perdón por todas mis deudas con otras almas, tanto en esta vida, como en las vidas anteriores desde mi primera vida.

            Aunque no me hubiera ahorrado ninguna encarnación, merece la pena, solo por la sensación de paz tan increíble que he sentido, y que sigo sintiendo.

                   Lo recomiendo. Bendiciones para todos.  



martes, 21 de julio de 2015

Miedo al éxito


            El miedo al éxito hace que las personas
 se acomoden en el fracaso,
por ser un espacio confortable y conocido.
Hari Krishan

Sé que puede parecer una locura pensar que pueda haber alguna persona en el mundo que le tema al éxito, o que le rechace. Pero así es. Y no son ni una ni dos, son muchas las personas que por una u otra razón tienen miedo a triunfar.
            Por supuesto que es un miedo inconsciente, y que incluso la misma persona lo negaría una y un millón de veces porque, a simple vista, pudiera dar la impresión de que la persona está dando los pasos adecuados para la consecución del éxito que ansía, porque aunque el deseo externo sea ese, el del éxito, sin embargo, en su interior, de manera totalmente inconsciente, está trabajando para lo contrario.
 
            Voy a tratar de dar un ejemplo: Piensa en un profesional de cualquier rama, que además es reconocido en su trabajo, como un buen profesional, serio, responsable, trabajador, cumplidor de su palabra, cumplidor con el trabajo y cumplidor con los amigos. Un buen día este gran profesional decide establecerse por su cuenta. Tanto él como su entorno están seguros de su éxito, prácticamente es un éxito anunciado, ya que es conocido, es admirado y respetado.
Sin embargo, pasan los meses y no termina de despegar el negocio. Si, no se puede decir que sea un fracaso, pero no termina de ser un éxito. A duras penas cubre los gastos que genera el negocio, pero poco más. Sus ingresos no son suficientes para los gastos normales de la familia. Él sigue estando contento y esperanzado, siempre pensando que en el próximo mes será el despegue definitivo, pero tampoco y así un mes y otro mes.
¿Cómo puede ser?, se pregunta en las íntimas conversaciones que mantiene consigo mismo. Su entorno tampoco lo entiende. Algo pasa, ¿Qué será?
Nuestro profesional es, además un amante de su familia, y cada día en la despedida, tiene la misma conversación con su esposa:
-          “¿A qué hora vendrás?”, pregunta casi siempre su esposa, a lo que el esposo responde:
-          “Si no viene nadie en cuanto acabe con el cliente que tengo a las seis”.
-          A ver si hay suerte y no viene nadie para que llegues pronto”, finaliza su esposa.
-          “A ver…..”, finaliza el esposo, “¡Hasta la noche!”
Y, ¡qué curioso!, casi siempre tienen suerte, no viene nadie y puede salir pronto para ir a casa.
Sin embargo, al llegar a casa se lamenta:
-          “Es que no viene nadie, no sé cuándo van a empezar a aparecer los clientes, ahora parece que vienen con cuentagotas”.
Nuestro profesional, a veces, le comenta también a su esposa:
-          “Creo que me estoy convirtiendo en un brujo, porque esta mañana he pensado que si no viniera el cliente que tenía cita a las diez me iría bien para poder ir al banco, y no ha venido, y ya ha pasado otras veces con otra gente”.
Hasta aquí nuestra historia. ¿Qué opinas?
Es seguro que nuestro profesional nunca va a conseguir el éxito esperado porque mientras con el pensamiento consciente está deseando el éxito, aunque también es cierto que cada vez con menos emoción por la cruda realidad, con el pensamiento inconsciente, desea intensamente que ese éxito no se produzca, alejando a los clientes con su ferviente deseo de que no vengan para poder ir a casa, o para hacer otras cosas en el tiempo que tendría que dedicar a la atención de los clientes.
Porque no es que se esté convirtiendo en un brujo, solo es que “energías iguales se atraen”, y el Universo se encarga de enviarle aquello que más fervientemente desea, es decir, no clientes. Los que llegan son los pocos que atrae con el deseo consciente del éxito que genera con mucha menos intensidad, y por lo tanto con mucha menos emoción que el deseo de no tener clientes.
¿Qué hacer ante esto? Para revertir la situación va a tener que ser consciente “todo el tiempo” de que necesita clientes para triunfar, y así no los repelerá con sus deseos conscientes contrarios al éxito, que no son más que un miedo inconsciente al éxito.
El miedo al éxito puede ser por infinidad de causas, y los boicots también se pueden manifestar también de infinitas formas.
Es necesaria mucha atención a los pensamientos, a las palabras, a los deseos y a las acciones que boicotean la llegada del éxito. Ayuda a esto el mantener la mente en silencio, para que pueda permanecer alerta a cualquier pensamiento, por eso, también para un caso como este de boicot a los deseos conscientes de la persona sirve la meditación.
Puede ser también una buena herramienta mantener pensamientos conscientes del tipo: “Yo soy el éxito”, “Amo a mis clientes”, “Abro encantado las puertas a todos los nuevos clientes”. “Me siento bendecido por los X clientes”, “Me siento agradecido por los X clientes”.
Si crees que te encuentras en una situación parecida en la que el éxito no llega a ti, cuando no parece que pudiera haber ninguna causa que lo impida, mantente alerta, observa sus pensamientos, observa tus reacciones, observa tus pensamientos, observa tus emociones.

 

jueves, 16 de octubre de 2014

La vida es un milagro


            Vivimos en sociedad, somos seres sociales. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros, y formamos colonias con relaciones más o menos estrechas según sea nuestra relación familiar y nuestro grado de afinidad en trabajo, amistad, relaciones, etc. Y es justamente debido al contacto que mantenemos con el resto de seres humanos lo que hace que un sinfín de emociones se vayan generando en nosotros.
            Las emociones y los sentimientos que vamos generando en nuestras relaciones prácticamente determinan como es nuestra vida. Determinan la felicidad y el sufrimiento, determinan el miedo y el amor, determinan la ira, el rencor o la rabia, de la misma manera que determinan nuestra paz interior, determinan también sentimientos de culpa, determinan la sensación interior de poder, de valía personal,  de inferioridad, determinan, en fin, un amplio abanico de sentimientos.
            Y es lógico que nuestras reacciones con cada una de las personas con las que nos relacionados, sean una consecuencia de cómo nos hace sentir esa persona: Reprimimos ira, guardamos resentimientos, nos sentimos culpables, quitamos razones, juzgamos, condenamos, proyectamos, nos escondemos por miedo, creemos que no somos merecedores de algo, nos sentimos víctimas, etc., etc. Se nos olvida que todo es energía, que estas emociones y estos sentimientos también lo son, y lo que va haciendo esa energía es generar bloqueos en nuestro cuerpo energético, lo cual es el preámbulo de enfermedades en el cuerpo físico.
            ¿Qué pasaría si no sintiéramos ira, si no juzgáramos, si no nos sintiéramos culpables, si no tuviéramos ninguna de las emociones que surgen en el trato con cada persona? No habría bloqueos de energía, seriamos más felices, por no decir completamente felices, el cuerpo físico tardaría más en enfermar, y es posible que con enfermedades menos agresivas.
 
             Para esto solo hay que cambiar la energía de la situación. Para cambiar algo, es necesario, en primer lugar ser consciente, es necesario conocerlo. El solo hecho de reconocerlo hace que comience la transformación, hace que esa energía cambie porque debajo de cada emoción o sentimiento destructivo está nuestra propia esencia, está el amor.
Solo hay que aceptar cada situación. Cada persona que comparte su vida con nosotros está cumpliendo el Plan establecido por ambos para el aprendizaje, para la sanación, para la evolución, para lo que hayamos determinado antes de venir a la vida. Y en ese Plan bien puede haberse concretado que una de las personas hará que la otra genere un determinado sentimiento destructivo, del tipo que sea, para que se sane, para que crezca, para que evolucione. Sin embargo, embargada por el sentimiento, la persona es incapaz de ver más allá, y puede pasar la vida sin hacerse consciente del trabajo a realizar.
Cambia la perspectiva, y cambiará la dinámica de tu vida. Comienza a verlo todo como una parte del Plan establecido, Plan que olvidamos al encarnar. Viéndolo así, ya no hay ni víctima ni verdugo, solo hay dos actores interpretando un papel, el papel de la vida. Verlo de esa manera hace que en todo aparezca la energía del amor, verlo de esa manera es ver la Perfección de Dios en cada acontecimiento de la vida.
 

domingo, 31 de agosto de 2014

Bendiciones


Perlas para el alma        

 
Que Dios bendiga todos vuestros actos, de manera que siempre estén en cumplimiento de su Santa Voluntad y que se parezcan lo más posible a su Infinito Amor.

martes, 1 de julio de 2014

Asi en la Tierra como en el Cielo (El poder de la bendición)


            Muchos de nosotros es posible que hayamos recitado cientos o miles de veces la oración del Padrenuestro. Lo que no se, es si hemos sido realmente conscientes de lo que recitamos, de la belleza de cada frase, del poder que generan, o de su significado.
            Quiero detenerme en  la frase que dice: “Hágase Tu Voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”.
            Pero, ¿Qué significa que se haga la Voluntad de Dios?, ¿Cuál es la Voluntad de Dios?: La Voluntad de Dios, entre otros atributos, es el bien, es la libertad, es la salud, es que se acaben los velos existentes entre Dios y el hombre, la Voluntad de Dios es luz, es felicidad, es paz, es pureza, es equilibrio, es bondad.
            Dejar que se haga la Voluntad de Dios es dejar que la vida fluya, es aceptar los acontecimientos que la vida nos depara, es vivir nuestra propia divinidad. Es todo lo contrario de lo que vivimos los seres humanos, que empecinados, insistimos una vez y otra en que la vida sea como a nosotros nos gustaría que fuera, insistimos en que las personas sean como nosotros creemos que deben ser, olvidando su libertad, y culpabilizamos a Dios, de manera permanente, porque nuestros deseos no se cumplen tal como planeamos, sin ser conscientes de que las cosas son como tienen que ser y no como nosotros deseamos que sean.
Culpabilizamos a Dios por nuestro sufrimiento, levantando los ojos al cielo y preguntando ¿Por qué a mí?, sin ser conscientes de que somos los únicos creadores de nuestra propia vida. Dios nos permite ser, Dios respeta nuestra libertad, la libertad que Él mismo nos ha dado. En fin, que en vez de aliarnos con Dios para sentir y vivir los atributos de su Voluntad, le vemos como a ese Ser que está presto a castigarnos y que parece que colabora poco con nosotros. ¡Qué lejos estamos de la Verdad!, y que fácil sería vivir una vida llena de amor y felicidad, mucho más fácil de lo que la mayoría de las personas creen. Lo hace difícil el no saber, o no aceptar, que la misma Vida es Dios en acción y que su Voluntad ya impregna la Vida. Solo hay que vivirla y no sufrirla.
            La otra parte de la frase es: “Así en la Tierra como en el Cielo”. ¿Dónde radica la diferencia entre la Tierra y lo que la oración llama Cielo? El Cielo no es un lugar, el Cielo es ese estado de conciencia en el que nos encontramos cuando no tenemos materia, cuando no tenemos cuerpo, mientras que la Tierra es lo que estamos viviendo, una existencia dentro de un cuerpo.
            Cuando pedimos que se haga la Voluntad de Dios tanto en la Tierra como en el Cielo, ¿Quiere decir que son distintas voluntades? No, es la misma Voluntad, lo que existe en la vida terrenal, es lo mismo que existe al otro lado de la vida. Y si los que están al otro lado de la vida de la materia viven una vida de paz, de amor, de alegría, de felicidad, ¿Qué es lo que impide que a este lado no sea lo mismo? Solo el pensamiento.
            No es un trabajo de Dios el que Su Voluntad sea la misma en la Tierra que en el Cielo, solamente es nuestra propia voluntad que así sea.
          

            Ya sabemos que el amor, el perdón y la bendición, son las energías más poderosas que existen. Quiero insistir hoy en la bendición porque la bendición es practicar espiritualmente la bondad hacia otras personas, y la bondad es uno de los atributos de Dios.
La energía que genera esta práctica es tan poderosa que incrementa la energía del chakra cardiaco en tal medida que permite percibir la sensación del Amor Divino, tanto en el emisor, la persona que bendice, como en el receptor, la persona bendecida.
Hay gran poder en la palabra bendición. Bendición significa:
-          Pedir el favor de Dios para alguna situación o condición.
-          Desear el bien a una persona o situación.
-          Hacer feliz o próspero.
-          Alegrar, glorificar y alabar.  

Bendecir significa desear y querer el bien ilimitado incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna,  para los demás y para los acontecimientos de la vida.
Quien sea bendecido es un ser privilegiado y consagrado. Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en la persona con profundo reconocimiento, evocarla con gratitud y con amor. Significa además llamar a la felicidad para que venga sobre la persona.
Podríamos sencillamente decir que bendecir significa traer el bien a una situación, una condición o una persona.
            Un simple "Dios te bendiga" expresado verbalmente, es la descarga del Poder Infinito del Universo, ansioso y deseoso de envolver a la persona que requiere de dicha bendición y a la persona que bendice.
            Al despertar, bendice tu día; bendice a la gente al cruzarte con ella por la calle, en el autobús, en tu lugar de trabajo, bendice a todo el mundo. La paz de tu bendición será la compañera y la luz de su camino. Mientras paseas, bendice tu ciudad, bendice a los políticos, a los educadores, a los barrenderos, a los sacerdotes y a las prostitutas; bendice a todo el mundo.
            Cuando alguien sea agresivo contigo, responde con una bendición silenciosa. Bendícelo total y sinceramente, porque esas bendiciones son un escudo que te protege de la ignorancia de sus maldades, y cambia de rumbo la flecha que te han disparado.
            Bendecirlo todo, bendecir a todos, sin discriminación alguna, es la forma suprema de la bondad, porque aquellos a los que bendices nunca sabrán de dónde vino aquel rayo de alegría que cambió su día, y tú no sabrás hasta que punto cambiaste su vida.
            Cuando en tu jornada diaria surja algún suceso inesperado que te desconcierte y eche por tierra tus planes, ya sea en el trabajo, en tu casa o en la calle, bendice, porque es seguro que ese desconcierto no es más que una nueva lección de la vida. Porque ese acontecimiento que te parece tan desagradable, de hecho es una programación tuya para aprender la lección que corresponde es ese momento.
            Cuando veas a alguien que sufre y llora, o que da muestras de sentirse destrozado por la vida, bendícelo, llénalo de Energía Divina.
            Y sobre todo no te olvides de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor, que eres tú.
            Es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo. Con un “Dios te bendiga”, puede ser suficiente, pero puedes dedicar un poco más de tiempo después de tu meditación, aplicando la formula que te presento a continuación:
-          Levanta las manos a la altura del pecho, con las palmas dirigidas al frente. Los brazos cómodos al lado del cuerpo.
-          Imagina que llega una Luz Divina a tu chakra corona y desde allí baja hasta tu pecho, y sale de tu corazón y de tus manos.
-          Piensa en un momento feliz que te haga revivir una emoción o sentimiento de alegría o felicidad, (puede estar relacionado con cualquiera, o con cualquier situación).
-          Siente la emoción de ese momento feliz.
-          Visualiza a la persona que quieres bendecir delante de tí y repite en tu interior, sintiendo esa energía que sale de tu corazón y de las palmas de tus manos:
-          “Yo te bendigo con paz, con amor, con alegría, con serenidad, con abundancia y prosperidad......”. Bendice con todo lo bueno que deseas para esa persona, como si fueras tu mismo”. 

¡Qué Dios te bendiga!
 

martes, 3 de junio de 2014

Relaciones y sufrimiento


            Los seres humanos, vivimos en la materia en un mundo que nos rodea, en un mundo que nos envuelve, en un mundo que nos engulle con sus fauces y que nos afecta completamente para el desarrollo de nuestra vida, tanto física como emocional y mental.
            Si el ser humano viviera aislado en una cueva, su vida ya no estaría determinada por su entorno, su vida estaría determinada por su mundo interior, porque no habría sociedad que le impusiera normas o costumbres, no habría sociedad que comentara su modo de vida, no habría sociedad que le condicionara con la inercia del pensamiento social. Por lo tanto, al no existir para esa persona un mundo exterior, solamente podría recurrir a su mundo interior. ¿Es bueno?, puede serlo para algunos. ¿Es lo que tendríamos que hacer? Por supuesto que no. Es posible que el camino de algunos sea aislarse, pero no es la norma de todos los que decidimos vivir una vida física, ya que casi todos venimos a la vida para aprender en sociedad, venimos a la vida para interactuar con el resto de seres humanos, venimos a la vida para aprender a amar, y todo esto en una cueva no sería factible.
            En el mundo que hemos decidido vivir nos estamos relacionando de manera permanente con otros grupos de seres humanos que como nosotros están aprendiendo a vivir, están aprendiendo a amar. Y es ese aprendizaje hay una asignatura que sobresale por encima de cualquier otra cosa, es la asignatura en la que prácticamente todos los seres humanos sacamos matrícula de honor: es “el sufrimiento”, esa emoción que todos aprendemos desde bien pequeños. Nuestros padres, nuestros maestros, nuestros educadores, la sociedad en suma, son expertos en enseñar a sufrir. Si fueran tan diligentes para enseñar a ser felices, el mundo sería otra cosa totalmente distinta.
            En nuestras manos está el que nuestra matrícula de honor en sufrimiento sea flor de un día, y no sea una asignatura que a pesar de tener aprobada, queramos repetirla una y otra vez hasta……. Hasta no sabemos cuándo.
 
            ¿Intentamos no repetir esa asignatura?
            La causa del sufrimiento se encuentra en nuestro pensamiento, por lo tanto solo hay que cambiar el pensamiento. ¡Es fácil!, ¿Verdad? Bueno, lo fácil es decirlo, llevarlo a la práctica es un poco más complicado.
            En nuestras relaciones se encuentran las mayores causas de sufrimiento. Aunque cada persona que se asoma a esta ventana tiene, seguro, sus propias causas de sufrimiento, creo que en los siguientes tres apartados se encontrarían recogidas la mayoría de ellas:
1)      Enfermedades de seres queridos, muerte de estos, enfermedades propias.
2)      Decepciones, difamación o engaños de familiares y amigos.
            3)      Carencia que impiden cubrir las necesidades básicas.

            En todos los casos, graves o leves, tenemos que tener una pregunta y su respuesta en la mente: ¿Soluciona el problema darle vueltas al problema una y otra vez en la cabeza? (Contéstate tú mismo).
            Vamos a comenzar por el tercer apartado: La carencia, la pobreza. Ese estado en el que no llega el dinero para los gastos básicos, ni tan siquiera para poder alimentar a tus hijos, o para gastos médicos imprescindibles. Es una situación dramática. Puedes pensar: ¿Cómo no sufrir?, sería de seres deshumanizados no hacerlo.
            Hemos de recordar que con el sufrimiento no se va a conseguir el dinero que falta. El Universo es como un espejo y nos devuelve aquello que permanece en nuestra mente. Si sufrimos por la pobreza, por la carencia, por aquello que nos falta para cubrir las necesidades básicas, lo que vamos a recibir es más de lo mismo, más carencia, más pobreza. Sin embargo, si enfocamos nuestra atención en lo que tenemos, si enfocamos nuestra atención en agradecer que tenemos para comprar comida, aunque sea solamente para dos días, el Universo se encargará de ir aumentando esa cantidad. Dios provee.
Existe una Ley en el Universo, la Ley de Precipitación, que hace que una persona atraiga las cosas que necesita. Para ello el ser humano necesita tener purificado su cuerpo emocional. Es decir, sin sufrimiento.
En otra época, al principio de los tiempos a toda la humanidad se le proveía de comida, ropa y de todo lo que eligieran utilizar en su actividad física en este planeta. Pero cuando el individuo desperdicia su energía en las diversas maneras que crean destrucción dentro y alrededor del cuerpo emocional, se pierde el Poder de Precipitación. La Ley de Precipitación sencillamente está en el Universo, y está actuando en todo momento para traer bendiciones y perfección a la humanidad.
No hace falta ningún comentario más.
En cuanto al sufrimiento producido por decepciones, difamación o engaños de familiares y amigos, volvemos a preguntarnos: ¿El sufrimiento limpia el mal hecho? No lo hace. Lo único que hacemos con sufrir y rememorar de manera permanente el daño recibido es como si nos estuvieran engañando cada día, mientras el ofensor vive tan plácidamente.
Lo que se ha de hacer en estos casos es, en primer lugar, denunciar, poner el caso en manos de la justicia de los hombres. La justicia de Dios ya se encargará en su momento, es la Ley del Karma.
Y en segundo lugar, para nuestra estabilidad emocional, es perdonar sinceramente la ofensa y bendecir al que nos ha ofendido. Es la única manera de no ir tomando una gota de veneno cada día, que al cabo del tiempo puede malograr el cuerpo físico, teniendo en cuenta que el cuerpo emocional ya lo hemos destrozado con tanto recuerdo y con tanto sufrimiento.
Y por último en el sufrimiento generado por enfermedades de seres queridos, muerte de estos o enfermedades propias, después de recordar que el sufrimiento ni sana al enfermo ni le devuelve a la vida, hay que pensar en el caso de enfermedad en el enfermo. Por un lado, le estamos añadiendo con nuestro sufrimiento una dosis de dolor adicional, ya que puede sentirse culpable que por su enfermedad nos está haciendo sufrir, y por otro, con el sufrimiento nuestra energía no se encuentra al cien por cien, por lo que nuestra dedicación al cuidado del enfermo no es completa.
En el caso de muerte, si realmente se ama a la persona fallecida, hemos de tener presente que al lugar al que ha ido sólo hay paz, amor, felicidad y alegría. Desde el otro lado de la vida nos están viendo de manera permanente, y aunque vean nuestro dolor, no disminuye ni un ápice su estado de gozo. Por lo tanto, si realmente amamos a la persona que ha dejado el cuerpo, solo nos queda alegrarnos, porque su cambio de estado ha sido una bendición para él.
Si sufrimos con nuestra propia enfermedad, lo único que estamos haciendo es añadir dolor al dolor, sufrimiento al sufrimiento. Podemos entregarle la enfermedad a Dios y pensar que Dios provee siempre lo mejor para el alma, por lo tanto, solo debería permanecer en nuestra mente: “Señor, hágase Tu Voluntad”.
Y debería permanecer el mismo pensamiento de “Señor, hágase Tu Voluntad” en cualquier circunstancia de nuestra vida, alegre o triste, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la pobreza.
Aclarar, para terminar que no sufrir es estar en paz, no es estar de fiesta, ni cantando, ni bailando. Solo es encontrar la paz interior que nos va a permitir afrontar las situaciones con total serenidad, y con total fortaleza, para dar el ciento por ciento de nosotros mismos.
Animo, puede hacerse.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Si, soy un hijo de Dios, ¿Y qué?


            Ya sabemos que somos el alma, ya sabemos que somos seres divinos, ya sabemos que somos a imagen y semejanza de Dios: es normal, somos Sus hijos, ya sabemos que todos nuestros sufrimientos tienen un principio único: nuestro pensamiento, ya conocemos la ley de la atracción, por la que somos conscientes de que atraemos aquello que permanece en nuestra mente: enfermedad, pobreza, dolor, sufrimiento, alegría, salud, etc.; ya sabemos que somos inmortales, ya sabemos que la vida es una escuela a la que asistimos para aprender, para crecer, para evolucionar, para aprender a amar; ya conocemos la ley del karma: sencillamente recibimos aquello que damos; ya sabemos que la alegría, la paz, la felicidad, y el mismo Dios se encuentran buscando en nuestro interior; ya sabemos que es dando como recibimos, ya sabemos que el apego y el deseo son el principio del sufrimiento, ya sabemos que todos somos hermanos, ya conocemos los beneficios de la oración, de la meditación y del silencio; ya sabemos que el amor, el perdón y la bendición son las energías más poderosas del Universo, ya sabemos que somos lo que pensamos, porque la energía siempre sigue al pensamiento; y seguramente sabemos muchas cosas más de las que ahora no recuerdo.
            ¿Y qué?
            ¿De qué nos vale tener todo ese conocimiento?, ¿Acaso somos felices?, ¿Vivimos alegres y en paz?, ¿Sentimos a Dios en nosotros?, ¿Nuestra prioridad es servir a nuestros hermanos?, ¿Amamos a todo y a todos por igual?, ¿Amamos, cuidamos y respetamos el Planeta?, ¿Amamos, cuidamos y respetamos nuestro cuerpo?, ¿Hemos dejado de lado el juicio, la crítica, el egoísmo, el orgullo, la impaciencia, el miedo, el estrés?, ¿Actuamos a sabiendas de que todo está bien, de que todo es correcto, de que todo es como debe ser?, ¿Hemos olvidado las mentiras o las medias verdades?, ¿Hemos incorporado la meditación y la oración a nuestra vida?, ¿Ya trabajamos para controlar el pensamiento?
¿Verdad que no?
Todo ese conocimiento no deja de ser algo mental, no integrado en nosotros, y que para lo único que nos sirve es para hablar sobre ello, a veces, solo para deslumbrar a nuestro interlocutor. Aunque también es cierto, esto es lo bueno, que nos puede servir como acicate para conseguirlo.
Si todo esto nos lo enseñaran de pequeñitos con el mismo empeño que ponen los educadores para enseñarnos, por ejemplo, la tabla de multiplicar, arraigaría en nosotros y viviríamos desde ese conocimiento. Pero no es así. Lo aprendemos solos, de mayores, y la integración es una tarea harto difícil.  
La dificultad en la integración estriba en que hemos de mantener la atención y la concentración en nosotros, en nuestros pensamientos, en nuestras emociones, en nuestros sentimientos, y en la sociedad de hoy, en la que todo está diseñado para la distracción necesitamos para comenzar el trabajo de una cualidad añadida: la voluntad. No olvidemos que la voluntad es la facultad de decidir y ordenar la propia conducta.
Una buena manera de empezar a trabajar para la integración de todo el conocimiento en nosotros, sería intentar mantener a Dios en nuestro pensamiento, no como en la actualidad, que sólo nos acordamos de Él cuando aparece algún problema en nuestra vida, sino haciendo lo contrario: dándole gracias de manera permanente por despertar, gracias por el sol que asoma por la ventana o por la lluvia que moja la calle, gracias por la salud o por la enseñanza que conlleva la enfermedad, gracias, en suma por la vida. Y así, poco a poco iremos desterrando de nuestra mente los pensamientos que nos atan al miedo, al dolor, a la incertidumbre, al deseo, al sufrimiento, a la tristeza, para revertirlos en amor, en alegría, en paz, porque estos son, junto a otros muchos, atributos de la Gracia Divina con la que queremos comenzar a convivir.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Sobre el perdón y el olvido


Perdonar es el valor de los valientes.
Solamente aquel que es bastante fuerte para
perdonar una ofensa, sabe amar.
Gandhi
Recuerda que cuando abandones esta tierra,
no podrás llevarte contigo nada de lo que has recibido,
sólo lo que has dado.
San Francisco de Asís
Ofensa, humillación, insulto, injuria, daño, maltrato, delito, falta, infracción, son algunas de las acciones o palabras que direccionadas sobre una persona, pueden afectarla y hacer que esa persona se sienta, lógicamente, herida en su interior.
Pero, ¿Cómo se manifiesta esa herida? Si es física, va a dejar, no solo una cicatriz en el cuerpo, sino que va a dejar también una cicatriz, o peor aún, una herida en el cuerpo emocional de la persona, de la misma manera que ocurre si la ofensa solo ha sido de palabra, no hay herida en el cuerpo, pero si en la emoción.
Sin embargo, de poco le vale a la persona saber que tiene una herida emocional, que la hace sentirse mal cada vez que recuerda el suceso, o cada vez que se cruza con la persona causante de la ofensa. Se siente mal, sufre y punto.
Es posible que fuera de gran ayuda para la persona el saber cómo se ha producido esa herida emocional, para así intentar ponerle remedio, y dejar a un lado el sufrimiento.
Hay que tener en cuenta, que en casi todos los casos en que una persona ofende a otra, ya sea de palabra o de acción, la persona causante de la ofensa, suele seguir bien, viviendo tranquilamente, sin ningún tipo de sufrimiento después de la ofensa realizada, mientras que en la persona ofendida se instala el sufrimiento, producto de la ira, el rencor o incluso del odio que siente hacia la persona de quien partió la ofensa.
Pues bien, solo estamos hablando de energía. Energía producida por los pensamientos que la persona deja que se instalen en su mente. Energía producida por un retorno al pasado de manera permanente, y como toda energía, esta también se puede hacer que desaparezca.
Aunque no va a desaparecer si aplicamos la tan conocida fórmula: “Yo perdono, pero no olvido”. Perdonar y no olvidar, no es ni perdón ni nada que se le parezca, por la sencilla razón de que al no olvidar, seguimos dando vueltas a la ofensa, seguimos generando la misma energía.
¿Qué es el perdón? El perdón es la acción por la que una persona, que estima haber sufrido una ofensa, decide no sentir resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando eventualmente a vengarse. Por lo tanto, si hay recuerdo, sigue habiendo resentimiento, sigue habiendo indignación, sigue habiendo ira, es decir, no existe perdón. No vale, entonces, decir las palabras “Yo te perdono”, si dentro sigue instalado el resentimiento.
Se ha de perdonar y bendecir a la persona causante de la ofensa, tantas veces como sea necesario, hasta que ya no se recuerde el suceso, o hasta que aunque se recuerde, sea un suceso más, como recordar si el día anterior llovió o hizo sol. Para ese perdón y esa bendición, no es necesario manifestarlo personalmente. Aprovechar el momento de la meditación es el mejor momento para perdonar y bendecir. Es entonces cuando estamos en contacto con nuestro ser más reverenciado, por lo que nuestro perdón viaja sin atascos hasta donde deseemos que llegue.

miércoles, 2 de enero de 2013

Moneda de cambio


            Siempre nos devuelven el cambio con la misma moneda. Y la misma norma también es aplicable a los cambios emocionales.
            Esa es la razón por la que casi todo el mundo nos trata de la misma manera, diferente de como tratan a otras personas, a las que curiosamente, también todo el mundo coincide en el trato.
            Hay personas a las que se trata con respeto, a otras con desprecio, a otras de manera agresiva, a otras se las ignora, etc., etc., y un buen número de personas coincide en esa forma de trato.
            No es más que la moneda de cambio. La persona a la que se trata con respeto, es, sencillamente, porque se hace respetar; a la que se trata con miedo, es porque eso es lo que inspira, y así sucesivamente, cada persona recibe el trato que merece. Su carta de presentación es la energía que emana, es la energía que la envuelve, y es esa energía lo primero que perciben las personas con las que nos vamos encontrando, es nuestra seña de identidad, es como si fuéramos reclamando un trato determinado.
            De nada vale que la persona triste se ponga la máscara de la alegría, porque la energía que emana no se puede disimular, es de tristeza, por lo que las personas que interaccionan con ella es eso lo que reciben, tristeza, y su reacción inconsciente es responder a lo que recibe, es responder a lo que trata de esconder la máscara.
            Por lo tanto, si el trato que recibes de las personas con las que te vas encontrando, no es lo que deseas, no culpes a los otros, la culpa sólo es tuya. Responden a lo que sale de ti. Si quieres que las personas te traten de diferente manera, sólo has de cambiar tu energía.
            Para ello, observa como es el trato hacia ti de la generalidad de personas que te rodea y comparte tu vida. Es muy posible que creas que el trato que recibes es injusto. No lo es, es lo que estás pidiendo, y si deseas un cambio, en tus manos está modificarlo.
            Analiza “que” y “como” lo recibes, y a partir de ese momento permanece atento a tus pensamientos. Podrás comprobar que en tus hábitos de pensamiento se encuentra la razón primordial del trato que recibes. ¡Cámbialo!, de manera consciente. Respétate a ti mismo, valórate, amate, para que así, los demás, te amen, te valoren y te respeten.
            Ya sé que hay personas que parecen intratables, pero si las observas detenidamente podrás comprobar que la falta de autoestima, o el miedo, o el orgullo, o la soledad, o la tristeza, o las ansias de poder, etc., etc., es lo que permanece de manera permanente en su pensamiento, por lo que la energía que les envuelve, no deja penetrar otras energías. No son conscientes de la vida que fluye a su través y a su alrededor.
            Con estas personas, que parecen intratables, también se puede conseguir que modifiquen su trato. ¡Bendícelas!, bendícelas casi de manera permanente. La energía de la bendición es amor en estado puro, es amor divino, y no hay nada que pueda resistirse a la energía del amor. De esta manera, se crea una conexión de amor entre tu corazón y el suyo, (de momento mientras dura la bendición, pero que se irá fortaleciendo a medida que bendices), que va a hacer que su trato hacia ti sea amable, muy diferente con el que castiga al resto de los mortales.
            Recuerda, “todo es técnica”, esto también, y como cualquier técnica, para conseguir la maestría, necesita de voluntad, trabajo y paciencia.
            Se voluntarioso, trabajador y paciente, y te sorprenderán los resultados.
 

domingo, 21 de octubre de 2012

Mandamientos, reglas, preceptos y principios


Mandamientos, reglas, preceptos y principios, son las normas de conducta y comportamiento, que las distintas religiones y filosofías imparten entre sus seguidores, fieles o afiliados, para vivir una vida digna y alcanzar, en unos casos la salvación y para dar ejemplo de vida en otros.
Están bien, están muy bien, pero la mayoría de ellos, que en teoría han sido dictados para alcanzar la salvación, llevan aparejado un castigo en caso de incumplimiento, algunos tan duros, como terminar con la vida física del pecador, o condenarle al fuego eterno por toda la eternidad; que más parecen dictados por una mente insana carente totalmente de amor, que por un Padre amoroso de sus propias creaciones.
Es difícil de creer que en la Mente de Dios pueda caber la rabia, la venganza y el castigo. ¿No serán las mentes de los hombres, que en vez de dominar y atemorizar con un fusil en la mano, lo hacen con el miedo? Los maestros de estas reglas parecen estar muy lejos de la salvación que predican, porque les falla, justamente, aquello de lo que tanto se llenan la boca: el amor, la misericordia, la compasión y el perdón.
¿No sería más fácil, si en vez de atemorizarnos con un sinfín de desgracias y castigos, nos enseñaran a amar?, ¿No sería más fácil si nos enseñaran a pensar de manera recta y sana?, ¿No sería más fácil si en vez de juzgarnos nos enseñaran a perdonar?, ¿No sería más fácil si nos enseñaran a compartir? Creen que “la letra con sangre entra”, y se equivocan, el aprendizaje llega con el ejemplo, con un ejemplo entregado con amor.
Si nos enseñaran a amar, a perdonar, a pensar de manera recta y sana, y a compartir, ya no serían necesarias reglas, porque entonces todas las relaciones estarían basadas en la hermandad, en la igualdad y el amor.
Y ya que nadie nos enseña eso, ¿Por qué no lo hacemos nosotros?, ¿Por qué no iniciamos una revolución, una autentica revolución, tratando a todos con amor, como si fuéramos nosotros mismos quien está delante, sean familia o no, sean amigos o enemigos, sean acreedores o deudores, sean sacerdotes o laicos, sean hombres o mujeres?, ¿Por qué en esa revolución no compartimos, no lo que nos sobra, sino lo que nos falta?, ¿Por qué en esa revolución no ayudamos a todos?, ¿No?, ¿Por qué?, ¿Tienes miedo de que te engañen?, bueno, no te lo hacen a ti, se lo hacen a ellos mismos. Existe una ley mucho más importante que todas las reglas enseñadas por los hombres, en la “Ley de la causa y el efecto”, y si al que te engaña, también le tratas con amor, a ti no va a afectarte, y él no se va a quemar en el fuego eterno, pero tendrá que beber del mismo agua que intentó darte a ti.
Inténtalo, te aseguro que vas a estar mucho más cerca de la felicidad de lo que nunca has estado.