Vivimos en
sociedad, somos seres sociales. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros,
y formamos colonias con relaciones más o menos estrechas según sea nuestra
relación familiar y nuestro grado de afinidad en trabajo, amistad, relaciones,
etc. Y es justamente debido al contacto que mantenemos con el resto de seres
humanos lo que hace que un sinfín de emociones se vayan generando en nosotros.
Las
emociones y los sentimientos que vamos generando en nuestras relaciones prácticamente
determinan como es nuestra vida. Determinan la felicidad y el sufrimiento,
determinan el miedo y el amor, determinan la ira, el rencor o la rabia, de la
misma manera que determinan nuestra paz interior, determinan también
sentimientos de culpa, determinan la sensación interior de poder, de valía
personal, de inferioridad, determinan,
en fin, un amplio abanico de sentimientos.
Y es lógico
que nuestras reacciones con cada una de las personas con las que nos
relacionados, sean una consecuencia de cómo nos hace sentir esa persona:
Reprimimos ira, guardamos resentimientos, nos sentimos culpables, quitamos
razones, juzgamos, condenamos, proyectamos, nos escondemos por miedo, creemos
que no somos merecedores de algo, nos sentimos víctimas, etc., etc. Se nos
olvida que todo es energía, que estas emociones y estos sentimientos también lo
son, y lo que va haciendo esa energía es generar bloqueos en nuestro cuerpo
energético, lo cual es el preámbulo de enfermedades en el cuerpo físico.
¿Qué pasaría
si no sintiéramos ira, si no juzgáramos, si no nos sintiéramos culpables, si no
tuviéramos ninguna de las emociones que surgen en el trato con cada persona? No
habría bloqueos de energía, seriamos más felices, por no decir completamente
felices, el cuerpo físico tardaría más en enfermar, y es posible que con
enfermedades menos agresivas.
Para esto solo hay que cambiar la
energía de la situación. Para cambiar algo, es necesario, en primer lugar ser
consciente, es necesario conocerlo. El solo hecho de reconocerlo hace que
comience la transformación, hace que esa energía cambie porque debajo de cada
emoción o sentimiento destructivo está nuestra propia esencia, está el amor.
Solo hay que aceptar cada situación.
Cada persona que comparte su vida con nosotros está cumpliendo el Plan
establecido por ambos para el aprendizaje, para la sanación, para la evolución,
para lo que hayamos determinado antes de venir a la vida. Y en ese Plan bien
puede haberse concretado que una de las personas hará que la otra genere un
determinado sentimiento destructivo, del tipo que sea, para que se sane, para
que crezca, para que evolucione. Sin embargo, embargada por el sentimiento, la
persona es incapaz de ver más allá, y puede pasar la vida sin hacerse
consciente del trabajo a realizar.
Cambia la perspectiva, y cambiará la
dinámica de tu vida. Comienza a verlo todo como una parte del Plan establecido,
Plan que olvidamos al encarnar. Viéndolo así, ya no hay ni víctima ni verdugo, solo
hay dos actores interpretando un papel, el papel de la vida. Verlo de esa
manera hace que en todo aparezca la energía del amor, verlo de esa manera es
ver la Perfección de Dios en cada acontecimiento de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario