El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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lunes, 21 de julio de 2014

Gozar la vida


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (19 de Julio de 2014)        



La vida es un camino de maravillosas imperfecciones, y no somos nosotros quienes  para juzgarlas, pero si para cambiar aquellas que interrumpan nuestro paso.

lunes, 23 de junio de 2014

La verdad os hará libres


            Juan 8,32: Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: “Si os mantenéis firmes en mi doctrina sois de veras discípulos míos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
            ¿Cómo podemos hoy, que no tenemos a Jesús físicamente entre nosotros, aplicar a nuestra propia vida la frase “La verdad os hará libres”?, ¿Cómo podemos mantenernos firmes en su doctrina, cuando sus interlocutores, (las religiones), la han denigrado tanto?, ¿Es necesario conocer alguna verdad?, ¿Somos realmente libres?
Personalmente creo que ni somos libres, ni conocemos la verdad, porque vivimos una vida de engaño, vivimos una vida de esclavitud, sin necesidad de grilletes. Vivimos prisioneros de la sociedad de consumo, vivimos prisioneros de las religiones, vivimos prisioneros de los políticos, vivimos prisioneros de los medios de comunicación, vivimos prisioneros del qué dirán, vivimos prisioneros de la enfermedad, vivimos prisioneros de nuestras creencias, vivimos prisioneros de nuestras carencias, vivimos prisioneros de nuestras propias mentiras, vivimos prisioneros de nuestra propia mente.
            Es normal que nos engañe la sociedad, necesita de nosotros para que consumamos cada vez más, y nos dejamos engañar creándonos falsas necesidades. Es normal que nos engañen los políticos, necesitan nuestro voto para seguir medrando, y nosotros, desmemoriados, se lo damos. Es normal que nos engañen las religiones, necesitan socios atemorizados para su subsistencia. Es normal que vivamos prisioneros de los medios de comunicación, también nos necesitan para vender más. Pero que nos engañemos a nosotros mismos, es imperdonable.
          

                Y nos engañamos a nosotros mismos cuando nos creemos que somos “Fulanito de Tal” y que tenemos que ser cada vez más importantes, aunque para ello tengamos que pisar a quien esté delante de nosotros. Nos engañamos a nosotros mismos cuando vemos a alguien como nuestro enemigo, o como nuestro rival. Nos engañamos a nosotros mismos cuando criticamos, cuando juzgamos o cuando envidiamos a cualquiera que pase por nuestro lado. Nos engañamos a nosotros mismos con el sufrimiento, la tristeza, la ira o el desamor, creyendo que la vida es sufrimiento y que es normal que nos arrastre al dolor. Nos engañamos a nosotros mismos cuando buscamos la felicidad en el exterior, sin saber que ya la tenemos y está en nuestro interior.

            Por lo tanto hemos de dejar de autoengañarnos, y por supuesto, no creer en los cantos de sirena de la sociedad, de los políticos, de las religiones, de las modas, que nos mantienen esclavos de sus dogmas, de sus engaños y de sus opiniones, y buscar la verdad para conseguir la auténtica liberación.
            Aunque es muy posible que ya seamos conocedores de la verdad, y que todo lo que tengamos que hacer sea integrar esa verdad.
El primer eslabón de la verdad es, sin lugar a dudas, nuestra procedencia y nuestro destino, y muy pocos son, al menos de los que se asoman a esta ventana, los que alberguen alguna duda de su divinidad, de su procedencia divina y de su vuelta a Dios. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de que somos hijos de Dios, no actuamos como tal, actuamos siguiendo los impulsos de la materia, los impulsos del exterior, queremos poseer cada vez más, más dinero, más prestigio, más poder. Eso es vivir una mentira, eso es vivir encadenados a algo que no somos. Empecemos a vivir nuestra divinidad y empezaremos a sentir lo que realmente es la libertad.
El segundo escalón de la verdad es el equipaje que hemos de llevar en el recorrido de nuestro camino divino, en nuestro deambular por la vida. Ese equipaje no es dinero para entrar en los paradores del camino, no es alegría para tatarear los temas de moda mientras manejamos por nuestro camino, no es felicidad, no es paz, solo es amor. El amor nos va a suministrar todo aquello que necesitemos. Creemos, erróneamente, que comenzamos el camino con las alforjas vacías, y que hemos de ir encontrando amor, alegría, felicidad, paz o serenidad, según vamos caminando por la vida. Tremendo error, nada que realmente merezca la pena lo vamos a encontrar fuera de nosotros mismos.
Vivir el amor en nuestra divinidad, es la auténtica verdad que nos va a permitir ser realmente libres. Porque desde esa libertad entenderemos que todo es correcto, que todo está bien, que nada importa, excepto hacer a los demás participes de nuestra felicidad.

jueves, 12 de junio de 2014

Hijos de Dios


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (11 de Junio de 2014)        
 

Saberse hijos de Dios implica entender que todos somos lo mismo, que todos necesitamos respeto y amor incondicional.
Saberse hijos de Dios implica también que aunque estemos en diferentes puntos del camino, todos venimos y vamos hacia Lo Mismo.
Y por último, saberse hijo de Dios es entender que si vamos a ayudar a alguien, no debemos juzgarlo ni criticarlo, tan solo debemos dejar que el apoyo salga desde el fondo de nuestro corazón.

martes, 25 de marzo de 2014

¡Que ironía!


La gran mayoría de la gente se muere sin haber vivido nunca.
Madre Teresa de Calcuta.
 
Si la muerte no fuera el preludio a otra vida,
la vida sería una cruel burla.
Mahatma Gandhi.
 
El miedo es al amor de la misma manera que la oscuridad es a la luz. Si queremos acabar con la oscuridad lo único que tenemos que hacer es encender la luz.  Si queremos acabar con el miedo, también, lo único que hemos de hacer es encender el amor, es activar el amor. La diferencia estriba en que para encender la luz con dar al interruptor es suficiente, y para activar el amor, no hay interruptor a la vista.
Y mientras no activemos nuestro amor, vamos a seguir con nuestros miedos: miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo al amor, miedo a la vida, miedo al miedo. Los seres humanos tenemos miedo a casi todo, porque no sabemos amar, que es el antídoto del miedo. Pero existen miedos que son realmente una ironía de la vida. Uno de ellos es el miedo al rechazo. Los seres humanos tenemos tan poca fe en nosotros mismos, que necesitamos reafirmarnos constantemente, buscando siempre la validación externa, buscando la aprobación del exterior. Entregamos nuestro poder al primero que pasa cerca de nosotros, y esperamos de él que nos diga lo guapos que somos, y lo bien vestidos que vamos, y lo inteligentes que parecemos, etc., etc. Pero como casi siempre, el primero que pasa por delante de nosotros, y el segundo, y el tercero, y el que hace el número quinientos, es tan débil de carácter como nosotros mismos y también va buscando la aprobación externa. En lugar de alabarnos, lo que normalmente suele hacer es criticarnos. Somos especialistas en ver nuestros defectos reflejados en el otro, y rápidamente los criticamos sin ser conscientes de que estamos agrandando nuestros propios defectos. ¡Qué ironía!
 
El caso es que nuestra vida se ha construido se ha construido, de manera inconsciente, (siempre estamos en piloto automático), sobre ese miedo. Cuando vivimos desde la mente, que es nuestra manera habitual de vivir, y la mente es nuestro centro, en lugar del corazón, estamos encogidos por el miedo y eso nos hace estar constantemente a la defensiva, siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones. Y como lo normal es que no lo recibamos, no nos queda más remedio que ser infelices.
Pero el súmmum de todos nuestros miedos es el miedo a la muerte. No hay un miedo más generalizado, y me atrevería a decir que más natural, que el miedo a la muerte. A pesar de las creencias religiosas, en las que nos prometen el cielo, el jardín del Edén, la reencarnación o la resurrección de los muertos, tenemos miedo a morir.
Son varias las razones de este miedo: La incertidumbre de cuando y como será, el desconocimiento de si pasará algo después o no, el temor que causa pensar en dejar a nuestros seres queridos, la identificación con el cuerpo y el miedo a perderlo.
Pero esta es otra ironía. Tenemos miedo a la muerte, pero no cuidamos la vida. Tenemos miedo a perder el cuerpo, y lo deterioramos permanentemente. Tenemos miedo a perder a nuestros seres queridos, y no les damos nuestro amor de manera permanente.
No sabemos vivir y, sin embargo, no queremos morir. ¡Qué ironía!
Volvamos al principio. Para eliminar todos nuestros miedos, solo hemos de activar el amor, y el amor se activa llegando a la comprensión de lo que somos: un alma. El amor se activa cuando tomamos conciencia de nuestra divinidad, cuando tomamos conciencia de nuestra condición natural, en la que no existe el tiempo, sin pasado, sin futuro, existiendo eternamente en el presente. De esa manera podríamos observar a nuestro propio cuerpo, cumpliendo su papel divino en esta película de la vida en la materia.

sábado, 1 de febrero de 2014

La paja en el ojo ajeno


En una mano lleva la piedra, y con la otra muestra el pan.

Tú, hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo,
 y entonces verás mejor para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Mateo 7:1  

            Los seres humanos tenemos una habilidad especial que no suele ser mencionada en ningún tratado de fisiología: Es una especie de “visión a ciegas”. Somos capaces de ver una motita en el ojo de nuestro hermano con una visión completamente obstaculizada por una viga de enormes dimensiones en nuestro propio ojo.
            Y con esa visión especial, encontrar una aguja en un pajar no suele ser ningún problema, siempre y cuando la aguja sea un defecto y la paja un buen número de virtudes. Somos capaces de reconocer un defecto entre mil virtudes, y además ser ciegos para las virtudes, haciendo una auténtica disección del defecto, analizando las causas, y después de haber masacrado con la palabra al portador del defecto, le podemos ofrecer, con la mejor de nuestra falsa sonrisa los remedios para curar su mal.
            Más que seres humanos tendríamos que llamarnos seres hipócritas, porque somos capaces de fingir creencias, sentimientos, cualidades, opiniones y virtudes que no tenemos, y hablar de ellas como si fuéramos expertos, cuando ni tan siquiera las practicamos. Somos capaces de cambiar una cara que juzga con dureza a una dulce sonrisa en un instante, solo por el mero hecho de ver aparecer “nuestro reo”. Somos capaces de enseñar un pan con una mano, mientras arrojamos piedras con la otra.
Criticando a los demás, lo único que hacemos es esconder nuestros auténticos sentimientos, nuestras verdaderas limitaciones, simular virtudes que no tenemos, y ocultar  defectos reconocidos por nosotros mismos.
¿No sería mejor sacar primero la viga de nuestro ojo, para ver con mayor claridad la paja en ojo ajeno?, ¿Qué pasaría si nos dedicáramos a alabar las virtudes de los que nos rodean, en lugar de resaltar los defectos?, ¿Qué pasaría si primero limpiáramos nuestra casa, antes de criticar la suciedad en casa de los otros?
Para limpiar primero tu casa, te propongo un juego. Diles a tu familia y a tus amigos que te escriban en un papel, aquello que menos les agrada de ti, (por supuesto ruégales que sean honestos). Recíbelo sin juicios, sin críticas y sin justificaciones. Analízalo, y comienza a trabajar para cambiarlo, porque si eso es lo que opinan de ti, eso lo que eres, con independencia de lo que tú opines sobre ti mismo.
El vídeo d’avui està dedicat, amt tot el meu cor als sabadellencs.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Comprensión


            Todos los seres humanos, en mayor o en menor medida, hemos tenido la osadía de juzgar y de criticar a nuestros semejantes. Y todo ello, debido, posiblemente, a que cada uno de nosotros nos creemos en posesión de la verdad, de una verdad única, perfecta e inmutable, y eso hace que ante cualquier circunstancia, distinta de las propias creencias, nos permitamos el atrevimiento de juzgar aquello que no es coincidente con nuestra propia verdad.
            Una crítica es una opinión, un examen o un juicio que se formula en relación a una situación, servicio, propuesta, persona u objeto. Se juzga y se critica todo: el vestir, las maneras de hacer, o de no hacer, el hablar, el callar; por criticar, se critica hasta el tamaño de la nariz. 
Pero en realidad, alguien se ha preguntado cuál es el objetivo real de la crítica. Podría ser un objetivo constructivo, como por ejemplo, que la persona criticada cambiara alguna de sus actitudes, o cambiara su carácter. Pero ¿Que sabe el crítico de las condiciones de vida, del pensamiento o de los sentimientos de la persona criticada? Es posible también que la crítica no tenga ningún objetivo definido, y que solo sea una manera de liberar la propia frustración del crítico, o asomarse a su propia impotencia, siendo incapaz inconscientemente de soportarla, o no soportar tampoco el reflejo de sus propios errores.
De cualquier forma, sea por la razón que fuere, la crítica no lleva a buen puerto. El criticado, si tiene conocimiento, es posible que se sienta mal. Pero la peor parte, se la lleva, desde luego, el crítico: Por el Karma que se autogenera, por el que tendrá  que pagar, tarde o temprano, y de manera inmediata por la energía que se produce por el pensamiento o la palabra de crítica.  
¿Qué pasaría si elimináramos la crítica?, ¿Qué pasaría si actuáramos siempre con total comprensión ante cualquier situación? La comprensión que está relacionada con el verbo comprender, se relaciona con la actitud de entender o de justificar como naturales las acciones o las emociones de los otros.
Comprensión es la aptitud para alcanzar el entendimiento de cualquier acontecimiento, es tolerancia, es paciencia, es confianza en los demás.
Hemos de ser conscientes de nuestra propia fragilidad, y de que podemos caer en la misma situación y en los mismos errores.
La comprensión es un acto de generosidad, ya que con ella aprendemos a perdonar a los demás y a tener confianza en ellos.
Ante cualquier situación, en la que estemos propensos a la crítica, sería bueno preguntase como actuaríamos nosotros. Para lo cual tendríamos que conocer todos los aspectos que afectan a dicha situación.
En esta época del año, con los sentimientos un poco más a flor de piel que en cualquier otra época, podríamos empezar a ser conscientes de nuestras críticas y empezar a comprender a los otros.
¡Seguro que siempre existe una razón, desconocida para nosotros, por la que la otra persona actúa como lo hace! Entendámosla y aceptémosla.

domingo, 6 de octubre de 2013

Como amarse a uno mismo (1)


Perdónate, acéptate, reconócete y amate.
Recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad.
Facundo Cabral.
Si te olvidas de ti, tarde o temprano, los demás, siguiendo tu ejemplo,
también se olvidarán, y quizás deduzcan que no existes.
Joege Bucay.
            Más de una vez habrás oído, porque te lo han dicho a ti o se lo decían a otros: “Lo que tienes que hacer es amarte, valorarte y respetarte”.
            Está muy bien, ¡es tan fácil dar consejos!, pero ¿Cómo hacerlo?, ¿Cómo llegar realmente a amarse a uno mismo?, ¿Cómo sabemos que es amor lo que podemos sentir hacia nosotros mismos y no es una forma de egoísmo?
            He encontrado el libro de un psicólogo clínico, Walter Riso: “Aprendiendo a quererse a sí mismo”, que lo explica de mejor manera de lo que yo podría hacerlo. Por lo tanto, esta entrada y posiblemente las dos siguientes son un extracto de dicho libro. Este libro lo podéis encontrar en Internet.
            La sociedad ha orientado el aprendizaje social a fortalecer el amor dirigido a los demás y ha olvidado que el requisito esencial para dar es la auto-aceptación. Es imposible entregar amor si no te quieres a ti mismo.
            Nuestra civilización intenta inculcar principios como el respeto al ser humano, el sacrificio, el altruismo, la expresión del amor, el buen trato, la comunicación, etc., pero estos principios están dirigidos al cuidado de otros humanos. El auto-respeto, el auto-amor, la auto-confianza y la auto-comunicación, no suelen tenerse en cuenta. Más aun, se considera de mal gusto el quererse demasiado. Si una persona es amigable, expresiva, cariñosa y piensa más en los otros que en ella misma, es evaluada excelentemente. Si alguien disimula sus virtudes, niega o le resta importancia a sus logros, es decir, miente o se auto-castiga, ¡es halagado y aceptado!
            No sólo rechazamos la auto-aceptación honesta y franca, no nos importa que sea cierta o no, sino que promulgamos y reforzamos la negación de nuestras virtudes. Absurdamente, las virtudes pueden mostrarse, pero no verbalizarse.
            Para evitar caer en la pedantería insufrible del sabelotodo, hemos caído en la modestia auto-destructiva de la negación de nuestras virtudes. Por no ser derrochadores, somos mezquinos. Los psicólogos clínicos saben que ese estilo de excesiva moderación hacia uno mismo es el caldo de cultivo de la tan conocida y temida depresión. Tienes el derecho a quererte y a no sentirte culpable por ello, a disponer de tu tiempo,  a descubrir tus gustos, a mimarte, a cuidarte y a elegir.
            Desde pequeños nos enseñan conductas de auto-cuidado personal: lavarnos los dientes, bañarnos, cortarnos las uñas, controlar los esfínteres y vestirnos. ¿Pero qué hay del auto-cuidado y de la higiene mental? No se nos enseña a querernos, a gustarnos, a contemplarnos y a confiar en nosotros mismos.
Hacia un buen concepto de ti mismo.
            La cultura nos ha enseñado a llevar un garrote invisible, pero doloroso, con el que nos golpeamos cada vez que equivocamos el rumbo o no alcanzamos las metas personales. Hemos aprendido a culparnos por casi todo lo que hacemos mal y a dudar de nuestra responsabilidad cuando lo hacemos bien.
            Si fracasamos, decimos: “Dependió de mí”, si logramos el éxito: “Fue pura suerte”.
            Algunas personas, por tener un sistema de auto-evaluación inadecuado, adquieren el vicio de auto-rotularse negativamente por todo. Se cuelgan carteles con categorías generales. En vez de decir: “Me comporté torpemente”, dicen: “Soy torpe”. Utilizan el “soy un inútil” en vez de “me equivoqué en tal o cual cosa”.
            Palabras que deberían suspenderse de nuestra lengua y ser consideradas “malas palabras”: NUNCA, SIEMPRE, TODO y NADA. Lo único que generan son confusión y malos entendidos.
            Como es de esperar, si deseas fervientemente el éxito, el poder y el prestigio, temerás al fracaso. Este miedo te hará dirigir la atención más hacia las cosas malas que hacia las buenas, con el fin de “prevenir” los errores que tanto temes. Esto lleva a desconocer las aproximaciones a la meta, así como los esfuerzos y pequeños ascensos que realices en la escalinata hacia tus logros personales. Por querer ver el árbol, no verás el bosque.
1.- Trata de ser más flexible, tanto con otros como contigo:
            - No pienses en términos absolutistas: No hay nada totalmente bueno ni malo.
            - Debes tener tolerancia a que las cosas se salgan a veces del carril.
            - Aprende a soportar, a perdonar y a entender tu rigidez como un defecto, no como una virtud.
            - Las cosas rígidas son menos maleables, no soportan demasiado y se quiebran.
           - Si eres normativo, perfeccionista, intolerante y demasiado conservador, no sabrás que hacer con la vida. Ella no es así.
          - La gran mayoría de los eventos cotidianos te producirán estrés, porque no son como a ti te gustaría que fueran.
          - Concéntrate durante una semana o dos, en los matices:
·         No te apresures a categorizar de manera terminante.
·         Detente y piensa si realmente lo que dices es cierto.
·         Revisa tu manera de señalar y señalarte. No seas drástico.
·         Evita utilizar palabras como siempre, nunca, todo o nada.
-          No es lo mismo decir: “Robó una vez”, que “ser un ladrón”.
-          Las personas no son, simplemente se comportan.
§  Permítete no ser tan normativo.
·         Sé más informal un día, a ver qué ocurre.
§  Trata de no ser perfeccionista.
§  Convive con el desorden una semana. Piérdele el miedo.
§  No rotules ni te auto-rotules.
§  Intenta ser benigno.
§  Habla solo en términos de conductas.
§  Concéntrate en los matices.
§  La vida está compuesta de tonalidades, más que de blancos y negros.
§  Escucha a las personas que piensan distinto de ti.
2.- Revisa tus metas y las posibilidades reales para alcanzarlas.
-          No te coloque metas inalcanzables.
-          Exígete de acuerdo con tus posibilidades y habilidades.
-          Cuando definas alguna meta, define también las sub-metas o los escalones.
-          Intenta disfrutar de cada peldaño como si se tratara de una meta en sí misma.
-          No esperes llegar al final para descansar y disfrutar. Busca estaciones intermedias.
-          Escribe tus metas, revísalas, cuestiónalas y descarta aquellas que no sean viables.
-          La vida es muy corta para desperdiciarla.
-          Si tus metas son inalcanzables, vivirás frustrado y amargado.
3.- No auto-observes sólo lo malo.
-          Si sólo te concentras en tus errores, no verás tus logros.
-          Si sólo ves lo que te falta, no disfrutarás del momento, del aquí y el ahora.
-          No estés pendiente de tus fallos como un radar.
-          Cuando te encuentres focalizando negativamente de manera obsesiva, para.
4.- No pienses mal de ti.
-          Sé más benigno con tus acciones.
-          Afortunadamente no eres perfecto.
-          No te insultes ni te faltes al respeto.
-          Lleva un registro sobre tus auto-evaluaciones negativas.
-          Si detectas que el léxico hacia ti mismo es ofensivo, cámbialo. Busca calificativos constructivos.
-          Ejerce el derecho a equivocarte.
-          Los seres humanos, al igual que los animales, aprendemos por ensayo y error, no por ensayo y éxito.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Iluminación. ¿Qué es?, ¿Cómo conseguirla?


            Es seguro que todos los que estáis leyendo esto habéis hablado en más de una ocasión de la iluminación, de que es, de cómo conseguirla, del punto del camino hacia ella en que nos encontramos. Y para resolver todas esas incógnitas, unos leen, otros preguntan, otros experimentan, depende de la cualidad de cada persona, porque hay tantas maneras como personas, para llegar a la iluminación.
            Es posible que alguien crea que la iluminación es algo sobrenatural, que sólo pueden conseguir seres excepcionales. No es cierto. Somos los humanos los únicos que podemos alcanzarla, precisamente porque no la tenemos, y todos podemos llegar a ella, no es necesario ser un superhumano, porque la iluminación es un estado interior, es conectar con la esencia divina, es un estado de paz, armonía, felicidad, amor; y todo esto lo puede conseguir cualquiera. Sólo hay que desearlo realmente, y partiendo de ese deseo trabajar para conseguirlo. Buda dice que la iluminación es el fin del sufrimiento, porque eso es lo que se consigue cuando se conecta con la propia esencia, cuando se vive la vida desde la propia divinidad.
            Lo que sí es claro es que no va a llegar de manera espontanea, hay que trabajar para conseguirla, no queda más remedio.
            Todos vamos a llegar a ella, unos antes y otros después. Ese es el trabajo que nos ata a la rueda de reencarnaciones. Unos necesitarán más reencarnaciones que otros, pero al final del camino en la materia está la tan comentada y deseada iluminación. Aunque ese deseo, para muchos, es mera palabrería, ya que quien realmente desea alcanzarla, lo puede hacer en poco tiempo:
- Sólo tiene que vivir el Amor en todo momento.
- Vivir para los demás, porque es dando que recibimos.
- Vivir el presente, recordando que todo está bien.
- Vivir en un estado de silencio interior, aunque en el exterior solo haya algarabía.
- No juzgar ni criticar a los demás, ni de pensamiento ni de palabra.
            La iluminación es como el cuento del tesoro que narra Echart Tolle: Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí un extraño. “¿Tienes algunas monedas?”, murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra. “No tengo nada que darte”, respondió el extraño. Y luego preguntó, “¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?”. “Nada”, replicó el mendigo, “sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria”. “¿Alguna vez has mirado en su interior?”, preguntó el extraño. “No”, respondió el mendigo, “¿Para qué? No hay nada adentro”. “Echa una ojeada”, insistió el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
 

martes, 20 de agosto de 2013

Soy culpable


            ¡Cuantas veces culpabilizamos a cualquier cosa que se mueva de nuestras desgracias!, y aun peor que eso ¡Cuantas veces nos culpabilizamos a nosotros mismos!
            Por un lado, nos sentimos culpables por casi todo: Podemos sentirnos culpables porque la pareja se enfada, o nos maltrata emocionalmente, o nos humilla y destruye nuestra autoestima, y justificamos lo injustificable porque nos lo merecemos, porque no hemos cubierto sus expectativas, etc., etc.
Podemos sentirnos culpables por cualquier acción pasada, por un acto que cometimos hace tiempo, por haber herido a alguien de palabra, a veces, da la sensación de que hay personas que se sienten culpables por el mero hecho de existir. Y la culpa da vueltas y vueltas en nuestra mente, de manera permanente, sin conseguir ser conscientes de la realidad, e incluso, distorsionando esa realidad, en vez de intentar  reconciliarse con uno mismo.
            Y, por otro lado, culpabilizamos o criticamos a otros, sin piedad, por causas por las que, sin embargo, si podríamos considerarnos responsables. 
Las dos conductas son perniciosas: Sentirse culpable podría ser bueno, en tanto en cuanto, nos ponemos en el lugar de los demás y de lo que ellos podrían sentir. Sin embargo, de la misma manera que tenemos que aprender a tolerar, comprender y perdonar conductas ajenas, tenemos que ser capaces de aprender a vivir la realidad y, en caso de cometer un error, aprender a perdonarnos a nosotros mismos y aprender la lección que conlleva, de manera intrínseca, el error.
Culpar a los demás, aunque pueda existir razón para ello, solo consigue alimentar en los demás el resentimiento, la separación y el silencio.
Nadie es perfecto, y es mejor comprender la conducta que criticamos y ser capaces de perdonar.
Tenemos que  aprender a liberarnos del sentimiento de culpa, para ello es necesario identificar las razones que nos llevan a sentir la culpabilidad, para liberarnos, lo más rápidamente posible de esos sentimientos negativos. Como con cualquier otro sentimiento negativo, el mero hecho de reconocer la causa alivia en gran medida la sensación.
En la culpa, hemos de aprender a ser modestos. Nuestras culpabilidades a menudo son desproporcionadas. Incluso hay culpabilidades que podríamos llamar orgullosas, ¡un poco como si estuviéramos convencidos de que somos el ombligo del mundo!
Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Hay que aceptar el hecho de que nadie es responsable de la desgracia de los demás, al menos no totalmente. A decir verdad, no somos responsables más que de nuestros propios actos, pensamientos y palabras.
Lo más importante consiste, sin duda, en saber perdonar y saber perdonarse.

jueves, 3 de mayo de 2012

Cambiar para ser feliz


Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo

Albert Einstein.

Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo.

Mahatma Gandhi


            ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con personas, si no tú mismo/a, tristes, llorosas, compungidas, que cargan sobre sus espaldas, como una losa pesada, una relación que les hace la vida infeliz?, y a pesar de todo, esas personas siguen paseando su pesada losa, día tras día, sin ser conscientes de que con un ligero cambio, pueden aligerar su peso y cambiar el ritmo de su vida de manera radical, dejando a un lado su perenne infelicidad, su sensación de vacío, de tristeza y de impotencia, y acercarse a una vida digna, mucho más serena, alegre y feliz.
            No importa el tipo de relación que sea, pareja, padres, hijos, hermanos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, no importa. Como decía Gandhi, cambia tú para cambiar tu entorno. Como decía Einstein, para conseguir resultados distintos hay que cambiar algo.
            Pero no se trata de cambiar sin más, ya que ese cambio sin rumbo podría conducir a situaciones aun más desagradable, el cambio ha de tener un objetivo, y ese objetivo no puede ser otro que el Amor. Ya que si existen situaciones desagradables, es seguro que el Amor brilla por su ausencia, ya que ante el Amor no puede existir ninguna situación desagradable. El fin del Amor es la felicidad del otro, por lo que ante el Amor no puede existir ninguna losa que aplaste a uno en detrimento del otro.
            Alguien, alguno de esos/as maltratadores/as emocionales anónimos/as, que, además, casi siempre actúan en privado, pueden alegar que por supuesto que aman a su pareja, a su padre, a su hija, etc., y que todo lo hacen por su bien, para que aprenda, para que no haga el ridículo, para que conozca el valor del dinero, para que sea alguien el día de mañana, para que…… etc., etc., etc. Eso no es Amor, y ni tan siquiera un sucedáneo, eso sólo es una prueba de inmadurez total, de inferioridad, de orgullo, de envidia, eso es cualquier cosa menos Amor.
            El cambio del maltratado ha de ser hacia el Amor, y actuar bajo esa perspectiva, procurando la felicidad del otro, no juzgando sus palabras ni sus acciones, de la misma manera que no se juzga ni se critica a un bebé, sólo se le atiende lo mejor posible, es decir, se actúa para su felicidad haga lo que haga. Responder al ataque, guardar rencor o ira, desear lo peor, es ponerse a su altura, es ser otro bebé.
            Todo esto, sin jugarse la vida, hay bebés enfermos y muy peligrosos. Ante estos también es imprescindible un cambio, pero además de Amar, es posible que sea necesario un alejamiento.
            Pero esos casos son los menos, son escasísimos. Son más los casos en los que la moneda de cambio es el reproche, el silencio, el desprecio. Pero no hay ningún reproche, ningún silencio, ningún desprecio, que no pueda ser curado con un poco de Amor. Es muy posible que lo que estén pidiendo a gritos con su maltrato sea un poco de Amor.
            Si cargas con una pesada losa, ¡cambia!, y observa que sucede.

domingo, 18 de marzo de 2012

Pensamientos de alta frecuencia

            ¿Cuáles son los pensamientos superiores? Son todos aquellos que se escapan del pensamiento de la generalidad, aquellos que se escapan del pensamiento de la sociedad.

            El pensamiento más poderoso es “Yo Soy”. Si nuestros pensamientos y nuestras palabras fueran:
Yo Soy
Yo Soy Absoluto
Yo Soy Completo
Yo Soy Dios
ya no estaríamos limitados a este plano de materia.
            Si nuestros pensamientos siguieran la línea de:
Yo sé que Yo Soy
Yo sé que tal cosa ocurrirá
Yo sé que Soy feliz
Yo sé que soy Dios
lo sabríamos siempre todo.
            Cada vez que decimos que no sabemos: No lo sabremos nunca. Cada vez que decimos que no podemos: No lo haremos nunca. Lo único que tenemos que decir es: SÉ, PUEDO.
            Y si sabemos, ya no tenemos que juzgar nada. Cuando llega a nosotros un pensamiento superior, rápidamente determinamos si es bueno o malo, si es correcto o incorrecto, si debemos hacerlo o no, si es posible o imposible, si es real o imaginario. Cada vez que hacemos esto, estamos manipulando el pensamiento, hasta el punto de hacer de él un pensamiento inferior, de muy baja frecuencia, aunque el pensamiento inicial fuera un pensamiento superior de una frecuencia altísima.

Un ejemplo: Imagina que te llega un pensamiento como: “El cuerpo puede curarse y regenerarse a sí mismo”. Este es un pensamiento superior, ya que no es normal que eso sea lo que piensa la sociedad, porque al menor síntoma de resfriado todos los componentes de la sociedad dicen: “Estoy resfriado, tengo que tomar pastillas”. Por lo tanto si llegara el pensamiento de que el cuerpo puede sanarse a sí mismo, rápidamente la mente empezaría a catalogar el pensamiento como: ¡Vaya tonterías que pienso!, ¿Cómo va a ser eso posible?, ¡Tengo una imaginación muy viva!, etc., etc. Con lo que hemos transformado un pensamiento superior en un pensamiento inferior de tan baja frecuencia, que lo normal sería que el resfriado se convierta en neumonía.
El “Saber” es algo del alma, del interior del Ser, y cuando se sabe, no se juzga. Todos los pensamientos que llegan a la mente son correctos, son verdaderos, son reales, son posibles.
La manera de recibir pensamientos superiores es permitirlos, nada más, sin juzgarlos. Los pensamientos superiores activan otras partes del cerebro, con lo que el cerebro empezará a expandir su capacidad.